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Noviembre 2021

CONSTRUIR

Hojas pisadas
Bajo la lluvia fría.
Tarde en San Pedro.

DECONSTRUIR

Acompaño una fotografía del sendero donde, paraguas en mano, me interné el pasado sábado por la tarde. Fue en los alrededores del monasterio cisterciense de San Pedro de Cardeña, cerquita de Burgos, donde pasé cuatro días sin teléfono, ordenador, mujer ni familia, disfrutando de la belleza de los salmos con la comunidad monástica y saboreando el  silencio en los paseos y en mi celda y las palabras de un par de buenos libros que elegí de la biblioteca del monasterio. En uno de esos paseos bajo la lluvia, pude respirar el aroma a tierra, a podredumbre, a otoño mientras pisaba las hojas derrotadas por el agua caída del cielo. De regreso a la celda, escribí unos diez o doce haikus. Deseché todos a favor del que ahora presento a los lectores de El Rincón. Con él, no sé si transmito la sensación de la fragancia. La fragancia.

   En uno de los diez principios del arte de la composición de haikus según el maestro Bashō. Los dos meses anteriores comenté los del reflejo y de la resonancia que aludían, respectivamente, a la vista y al oído. Este debe hablar a la nariz. “La fragancia”, decía Rogan, “es como el aroma de una flor a la deriva y flotante en una corriente de agua”.  Un ejemplo de la fragancia en poesía nos lo ofrece Dohō en estos versos:

¡Tantos nombres
y todos tan confusos
para las flores de primavera!

 

Una mariposa,
sorprendida, de su sueño
se despierta.

  Los primeros tres versos (sigo el comentario de Makoto Ueda en el libro ya citado en otra de mis aportaciones) nos hablan de la belleza de las flores de primavera: es tan profuso el número de ellas que resulta difícil y confuso recordar el nombre de todas ellas. Pero la palabra “confusos”  produce la impresión de algo inestable, como de algo revoloteando en el rincón de un hermoso paisaje primaveral. El autor de los tres últimos versos, nada menos que Bashō, percibió este “aroma” y creo la imagen de una mariposa revoloteando.

    En el siglo XIV vivió una gran poeta llamada Eifukumon-in, la esposa del emperador Fushimi. Los versos descriptivos, en forma de tanka, de esta mujer se servían de la técnica que Kyōgoku Tamekane (compilador de la antología Gyokuyōshū) llama precisamente “dicción impregnada de fragancia”. He aquí una muestra de Eifukumon-in:

 Atardecer.
La luz por los aleros
ya es fugitiva,
pero sobre la flor
un rato se entretiene.     

Es un poema sobresaliente porque, además, incorpora maravillosamente el principio del reflejo. El desafío para el haijin es combinar cuantos principios poéticos (ya llevo comentados ocho o nueve) pueda en la limitación de dieciséis sílabas.

   En cuanto a la fragancia,  no todas las fragancias deben proceder de flores. ¿Por qué no de ese denso aroma terroso y otoñal que desprenden las hojas mojadas por la lluvia y holladas por los pies? El otoño nos ofrecen multitud de ejemplos, de invitaciones a escribir haikus que insinúen el aroma o que rebosen del mismo.

Noviembre 2021

Haikutopías

         Para la presente entrega de Ladera norte he recogido titulares de noticias aparecidas en el diario El País durante el mes de octubre. Todas ellas están marcadas por el signo de la catástrofe, la corrupción, la violencia, la indignidad, la degradación… los signos más habituales de los desafortunados tiempos que corren.

         El haiku -en su diminuta humildad que lo eleva a la categoría de piedra angular- pretende servir de contrapeso a semejante tropelía que socava los fundamentos de la humanidad y su ecosfera.

         La utopía es el último recurso y quizás el único –sin esperanza con convencimiento, que diría el poeta- que puede repararlo y redimirlo.

<<El Papa deplora la “larga incapacidad” de la Iglesia ante los casos de pederastia>>

Chispea.

La niña toca los cuernos

del caracol.

 

<<Una ciclista que ha logrado salir de Afganistán cuenta
los miedos y la lucha para practicar su deporte
La huida en bicicleta del terror talibán>>

Bosque de hayas.

Huellas de bicicleta

por el sendero.

 

<<La Fiscalía pide intervenir millones de euros en bitcoins
de una supuesta estafa>>

Roce de ramas.

Entre las hojas del suelo

una moneda.

<<Las vidas ahogadas en el mar menor
Tras el último episodio estival de peces muertos, en el que se recogieron más de cuatro toneladas y media de cadáveres, la paciencia general se ha agotado.>>

Mar rizada.

Por todo el arenal

conchas de almejas.

 


<<El impacto medioambiental del gran derrame petrolero
en la costa sur de California “es irreversible»>>

En las rocas

manchadas de galipote

se mecen las anémonas.

 

<<Disparos con mira telescópica y silenciador en pleno parque nacional
La Guardia Civil asegura que cada vez resulta más frecuente en España que cazadores furtivos utilicen técnicas y material propios de unidades militares>>

Entre dos luces.

Monte a través, una piara

de jabalíes.


<<Un terremoto de magnitud 4,8, el mayor desde el inicio
de la erupción del volcán, sacude la isla de La Palma>>

Aire caliente.

El temblor en la rama

que deja el saltamontes.

 

 

Noviembre 2021

Este mes veremos cómo todo puede cambiar dependiendo del enfoque que le demos a una situación, y cómo podemos encontrar belleza en cualquier circunstancia, sobre todo si tenemos la flor de Noviembre como compañía.

Kenkou Houshi (1283-1353), cuyo nombre real era Urabe Kaneyoshi, se convirtió en oficial de la Corte y tomó importantes roles, por ejemplo, Guardián de los Archivos Imperiales, trabajando muy cerca del Emperador. Sin embargo, alrededor de los 30 años, Kenkou (la otra lectura posible de los kanjis de Kaneyoshi) renunció a su puesto en la Corte y tomó los hábitos de monje. Sin unirse a ningún templo, vivió su vida a su manera.

A pesar de esto, su conexión con la Corte no se rompió por completo; estudió poesía con el Consejero Major Nijou Tameyo, y fue considerado entre sus pupilos como uno de los «Shitennou», o «Cuatro Dioses».

Su poesía se encuentra, entre otras compilaciones, en la quinceava antología imperial Zoku Senzai Wakashuu y en el Kenkou Houshi Kashuu.

Su obra más famosa, el Tsuredzure gusa, la completó cuando tenía, aproximadamente, 50 años. Tiene un total de 243 secciones, y está escrito en un estilo libre y fácil de comprender. En ella analiza a los hombres y la sociedad con un gran poder de observación.

En la sección 19, en la que aborda las cuatro estaciones, específicamente sobre el otoño indica lo hermoso que es el festival de Tanabata, que cuando llegan las frías noches se oye el canto de los gansos salvajes, cambia el color de las hojas de la lespedeza, y el arroz es cosechado y secado en los campos. Pero indica al final de ese párrafo また、野分の朝こそをかしけれ。 (mata, nowaki no asa koso wo kashikere): ¡qué terrible es una mañana después del paso del tifón!

Bashou toma este tema y le da un giro más positivo. Si bien, también utiliza la palabra nowaki 野分, que se refiere a un paisaje después de una tormenta de viento otoñal o tifón, se centra en la belleza de esa flor que se nos presenta como signo de esperanza.

見どころのあれや野分の後の菊

midokoro no areya nowaki no nochi no kiku

¡Qué vista! En el campo, después de la tormenta, el crisantemo.

El kigo o palabra estacional, que Bashou utiliza como punto focal en este haiku, es el crisantemo, que llegó a Japón desde China en la antigüedad. Es cultivado con propósitos decorativos, existiendo muchas variedades. Su elegante aroma y bellas flores son apreciadas, y se le llama “el hermano menor de las flores” ya que es el último que florece en el año.

Noviembre 2021

La libélula,
incapaz de posarse en la punta
de la hoja de hierba.

– Matsuo Bashô
(Trad. Vicente Haya)

«15. Tratar a todos los seres vivientes con respeto y consideración.
a. Prevenir la crueldad contra los animales que se mantengan en las sociedades humanas y protegerlos del sufrimiento.

16. Promover una cultura de tolerancia, no violencia y paz.
a. Alentar y apoyar la comprensión mutua, la solidaridad y la cooperación entre todos los pueblos tanto dentro como entre las naciones.
f. Reconocer que la paz es la integridad creada por relaciones correctas con uno mismo, otras personas, otras culturas, otras formas de vida, la Tierra y con el todo más grande, del cual somos parte».

(de la Carta de la Tierra)

Poetas en el camino: Santôka

En la tradición japonesa del poeta errante, Taneda Santôka (1882-1940) nos deslumbra por su intensidad. Seguidor tardío de poetas zen, como Saigyô (1118-1190), Ikkyû (1394-1481), Bashô (1644-1694), Hakuin (1685-1768) o Ryôkan (1758-1831), Santôka elige la vía más radical: vitalmente, la intemperie y la huida hacia delante; poéticamente, el haiku de forma libre (jiyûritsu haiku) -siguiendo a su maestro Seisensui (1884-1976)-, sin ataduras formalistas, directo y breve, cuyo aliento comparte con Ozaki Hôsai (1885-1926) a través de la revista Sôun.

La poesía de Santôka se centra en la errancia, la vida al aire libre, la mendicidad, la nostalgia del retorno y la belleza del paisaje; ensombrecida por el remordimiento, y a la vez exaltada y luminosa, con la fuerza de su verdad desnuda.

Con destellos de efímera felicidad, la biografía de Santôka está marcada por la depresión, el alcoholismo y el fracaso: su madre se suicida cuando él tiene diez años; en 1910, el poeta se casa y tiene un hijo, pero acabará separándose, arruinando el negocio familiar de sake y su propia tienda de libros usados; tras un intento de suicidio en 1924, pasa a servir en un templo y se hace monje, pero finalmente opta por una nueva vida en solitario: la de monje errante, con su hábito (hoe), sus sandalias (waraji) y sombrero de paja (kasa), y con su cuenco de metal (teppatsu), mendigando comida o dinero…  Santôka elige, como el verso de César Vallejo, “la soledad, la lluvia, los caminos”, sin renunciar ni a la bebida ni a la poesía, precisando los días en que no disfruta: “cualquier día en que no camino, no bebo sake y no compongo haiku”. En 1926 inicia un largo viaje a pie por Japón, visitando la isla de Shikoku -famosa por la peregrinación de los 88 templos-, la isla de Shodoshima, donde acaba de fallecer su admirado Hôsa, y otros lugares célebres. En 1932, cansado de tanto vagar, se instala en una pequeña cabaña, en Ogori (Yamaguchi), y en 1939 se muda a Matsuyama (Shikoku), a la ermita donde, al año siguiente, muere mientras duerme.

A diferencia de Bashô, que se rodea de discípulos y amigos en sus viajes, Santôka viaja solo, pero comparte con el maestro el “sabor de zen”: sentimiento de soledad, simplicidad, conciencia de lo efímero… (Al final de su vida, Santôka -el solitario indómito- siente nostalgia por las alegres reuniones de su juventud e intenta cultivar renku, la poesía encadenada, tan ligada al haiku clásico, en la que participan varios poetas, pero no queda huella de ese sueño). Santôka siente la mordedura del remordimiento y se lanza al camino, en la búsqueda incierta, pero honesta, de una posible redención. Y en ese anhelo frente a la depravación y la inseguridad, siente alguna certeza, como la del perdón materno, cuando recuerda su desgana infantil: “tallarines; ésta es mi ofrenda, madre: me lo comeré todo…” Poesía y vida se interpenetran en un mismo aliento. Hay melancolía y conformidad cuando el cuenco acepta hojas caídas o granizo, o cuando no hay tabaco en el estanco, o cuando siente en lo más hondo la propia nada: “sin dinero, sin cosas, sin dientes, solo”. Celebra, como Issa, la comunión con las pequeñas criaturas: padres y crías de arañas, juntas, felices, al anochecer; luciérnagas donde estuvo la casa natal; una mantis encolerizada rezando frente al viento de otoño … Siempre la naturaleza, inagotablemente hermosa: montañas verdes, la sombra del viento, la belleza de las hierbas marchitas y húmedas, la Vía Láctea a medianoche y un borracho -tal vez él- bailando…

Inagotable Santôka, yendo y viniendo a nuestra memoria con la intensidad del relámpago, celebrando la vida con la lluvia menuda (“sirimiri… todavía vivo”), afirmándose ante la inmensidad del mar azul, sintiendo ante la muerte la frescura del viento…

***

Haiku 33

しら梅の枯木にもどる月夜哉

Shiraume no kareki ni modoru tsukiyo kana

A la luz de la luna
el blanco ciruelo vuelve a ser
un árbol marchito.

 

 La luz -blanca- de la luna- blanca, se proyecta sobre las flores -blancas- del ciruelo hasta que desaparecen porque se mimetizan. Entonces sólo se aprecian las oscuras ramas del árbol, desnudas como en invierno.

Esta idea contrasta con su verdadero jisei :


白梅に明くる夜ばかりとなりにけり

Shiraume ni akuru yo bakari to narinikeri

 desde ahora
cada noche amanecerá
con las blancas flores del ciruelo.


Se demuestra con este haiku su predilección por el ciruelo frente al cerezo, es decir, su gusto más cercano a la tradición china: la hoja duradera, resistente y heroica del ciruelo, que nace en invierno y resiste sus embestidas; un deseo de vida, de fortaleza frente a la efímera del cerezo. Su obra para la posteridad, un alegato de su vocación poética y pictórica: un cuadro para ser contemplado en los siglos venideros. Buson le pide a Gekkei que añada un título: “El comienzo de la primavera”, indicando que es un haiku para el futuro, varios días después de la luna del 25 de diciembre, cuando ya haya fallecido. La flor del ciruelo florecerá blanca, venciendo el crudo invierno, y a ella se aproximarán los ruiseñores con su canto, ya agudo y vigoroso (recuérdese los dos intentos previos de jisei con ruiseñores en invierno, de canto breve y tibio -véase en los poemas número 7, A y B.

Octubre 2021

CONSTRUIR

En la pileta
Lengüetea  la gata.
Cae la tarde.

DECONSTRUIR

Acompaño una fotografía de la gata Sally dando lametazos al agua del recipiente que hay sobre la mesa del patio de mi casa. Era a esa hora en que la tarde cae y pierde brillo el sol de final de verano. Una tarde estremecida, de repente, por las pequeñas ondas concéntrica de la pileta en forma de flor de loto desatadas por la lengua sedienta de Sally. Un descubrimiento que me sacudió mientras estaba sentado a la mesa hace dos o tres semanas.

   Me pareció que estos tres versos ilustran ese, ¿sexto, séptimo?, principio del arte de composición del haiku según Matsuo Basho que desde hace varios meses vengo comentando, uno a uno, en este foro siguiendo la interpretación de Makoto Ueda. El mes pasado hablé de la resonancia, del eco que produce un buen haiku. El mes que viene, tocará el principio de la fragancia. Hoy toca el del reflejo.

     Este principio yo lo interpreto en un doble sentido. Primero, conforme afirma Ueda,  como el reflejo observado en la segunda parte del poema del enunciado de la primera. Es decir, la segunda parte es la correspondencia fiel de la primera mitad, tan fiel como la imagen representada en un espejo es el resultado de la forma expuesta ante la bruñida superficie del mismo. Pero, misterio del haiku, no es una correspondencia cronológica. En el universo poético del haiku el tiempo está disuelto en un mar en el cual no hay comienzo ni final, en el pozo insondable del no tiempo donde se ahoga sin remedio toda concepción humana del mismo.  ¿Qué ocurre antes: la sucesión de lametazos de Sally o mi conciencia de la caída de la tarde? Ni lo sé, ni me interesa saberlo. Sí que sé que cuando la gata bebe de la pileta, la tarde se desmorona. Es decir, el desmoronamiento de la tarde es el reflejo del acto de beber del felino. Podría invertir el orden de los versos y escribir:

Cae la tarde.
Lengüetea la gata
en la pileta,

En este caso las lametadas de Sally son el resultado, el reflejo, de la caída de la tarde. La sucesión cronológica y la lógica hechas añicos. El mundo del haiku.

    Pero el concepto de reflejo del haiku también, a mi entender modesto, posee otra dimensión, una vertiente, menos filosófica (si filosófico ha podido parecer el anterior razonamiento), una vertiente sinestésica. Me refiero al valor semántico que contiene el término “reflejo”: un valor visual. En este poema, se observa claramente –aunque mejor a través de la fotografía adjuntada que de la lectura del haiku– en la relación directa entre el acto de lamer la superficie del agua y la tarde. Esta, la tarde, se hallaba reflejada apaciblemente en el espejo de la pequeña superficie del agua. Pero tal reflejo ha sido perturbado por la intromisión inesperada de la lengua de Sally. Las ondas concéntricas, visibles en la fotografía a pesar de su estado borroso, son la prueba. El elemento de visualidad, por tanto, con o sin documento gráfico, está presente en estos versos.

    El haiku japonés es rico en visualidad, a veces en forma de color, otras veces en forma de un sutil brillo agazapado en sombras, como el fulgor débil de las estrellas en una noche sin luna. En el haiku, el lector “ve cosas”. Recordemos el famoso de la rana del viejo estanque de Basho. Sin mencionarlas, también en él hay ondas concéntricas causadas por el salto de rana. El lector las “ve”.

    En los siguientes dos poemas igualmente podemos “ver” reflejos, colores, brillos. Uno es el famoso de Rensetsu (1654-1707) sobre la sandía cuyo opulento color rojo, aunque no se mencione –o tal vez por eso– casi deslumbra.

Mi hitotsu  o
moteatsukaeru
suika kana

Capaz solita
de cuidarse a sí misma,
¡ah, la sandía!

Otro, más sutil, es este de Issa  (1763-1828):

 Yabukage mo
tsuki sae seseba
wagaya kana

 Aun bajo los árboles,
mi casa, cuando la luna brilla,
es mi casa.

Podrá ser una casa a la que en todo el día no llega el sol por estar a la umbría de árboles, pero con el fulgor suave de la luna, se convierte en la casa de Issa, en la humilde vivienda de un poeta, de un mago de la realidad capaz de hacernos ver reflejos.

Haiku 32

梅咲ぬどれがむめやらうめじややら

Ume sakinu dore ga mume yara ume ja yara

Se llame “mume”
o “ume”,
el ciruelo florece.

Desglose:
咲 [saki, de saku 咲く: florecer],やら[yara: sobre dos cosas, muestra incertidumbre],

 Comentario y notas culturales:
Buson emplea su humor en este haiku sobre las argumentaciones, eruditas y sesudas, de académicos y escolares acerca de la ortografía correcta de ciruelo: ume o mume. Este poema fue escrito como respuesta al poeta y académico Ueda Shuusei (1734-1809) contemporáneo del erudito Motoori Norinaga (1730-1801). “Mume” fue la forma antigua y obsoleta de “ciruelo”, pero ya en tiempos de Buson se decía “ume”, como en la actualidad. Ueda consideraba que la “mu” debía mantenerse con el sonido “n”-me, mientras que Buson niega la mayor con este haiku en tono humorístico, confirmado por la explicación introductoria del poema:

あらむつかしの假名遣ひやな。字儀に害あらずんばア丶まゝよ

[Es difícil decidir qué ortografía es correcta. Cuando la ortografía no cambia el significado… ¿Acaso importa?]

Octubre 2021

Ya está la abuelita
hablándole a los peces de colores
en el idioma de su pueblo.

– Niño japonés de 11 años
(Trad. Vicente Haya)
(Gracias a Elías Rovira)

«12. Defender el derecho de todos, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad humana, la salud física y el bienestar espiritual, con especial atención a los derechos de los pueblos indígenas y las minorías.
a. Eliminar la discriminación en todas sus formas, tales como aquellas basadas en la raza, el color, el género, la orientación sexual, la religión, el idioma y el origen nacional, étnico o social.
b. Afirmar el derecho de los pueblos indígenas a su espiritualidad, conocimientos, tierras y recursos y a sus prácticas vinculadas a un modo de vida sostenible.
c. Honrar y apoyar a los jóvenes de nuestras comunidades, habilitándolos para que ejerzan su papel esencial en la creación de sociedades sostenibles.
d. Proteger y restaurar lugares de importancia que tengan un significado cultural y espiritual».

(de la Carta de la Tierra)

Octubre 2021

Este mes abordaremos un bello haiku de otoño, inspirado en un waka del período Heian.

El Ise monogatari es considerado el primer “uta monogatari”, es decir, una antología poética cuya contextualización venía escrita en prosa. Aunque durante mucho tiempo se le atribuyó a Ariwara no Narihira (825-880) debido a su contenido, análisis posteriores, tanto lingüísticos como socio biográficos, concluyeron que, si bien parte del texto es de su autoría, hay también escritos pertenecientes a otros autores. Por esta razón es considerada en la actualidad una obra anónima.

En la sección 29, con motivo de su reencuentro con un antiguo amor, escribe el protagonista, durante una fiesta en un jardín, el siguiente poema:

花にあかぬなげきはいつもせしかどもけふの今宵に似る時はなし

hana ni aka nugeki wa itsumo seshika domo kefu no ima yohi ni niru toki wa nashi

nunca suficientes flores, ni tiempo para contemplarlas, pero como esta noche no hay otra

El autor siente que en esa noche, más que ninguna otra, se percibe el lamento de no poder observar eternamente las flores.

Este poema aparece también compilado en el segundo rollo de primavera del Shin Kokin Wakashuu, la octava antología imperial, bajo la autoría de Ariwara no Narihira.

El poema de Bashou aparece en el compilatorio Zoku renju de su maestro Kitamura Kigin, poeta y clasicista de principios del período Edo. El haiku se considera parte de una serie de 10 que Bashou compuso en la zona de Iga Ueno cuando tenía entre 18 y 29 años de edad.

けふの今宵寝る時もなき月見哉

kefu no koyohi neru toki mo naki tsukimi kana

hoy de nuevo sin tiempo para dormir contemplando la luna

Si bien podemos apreciar la luna durante todo el año, ya desde tiempos del Manyoushuu primera antología de poesía autóctona japonesa (año 759)― se consideraba un tópico de otoño  que provocaba sentimientos de melancolía.

Es interesante que al tomar el último verso del poema de Narihira y agregarle el “tsukimi” o contemplación de la luna, Bashou lo mueve de estación, de primavera a otoño. Pero sin importar la estación que sea, así como Narihira quería contemplar las flores por siempre, nosotros podemos disfrutar eternamente de la poesía japonesa.