Archivo de la etiqueta: Haibun

Abril 2022

Otoño

Aires  de otoño con nieblas, alternancia de días cálidos y frescos.

La achicoria silvestre sigue regalando la belleza de sus flores celestes a pesar que sus tallos,  al ritmo de la nueva estación,  se notan secos. Como muchas de las autóctonas de esta región, al querer cortar una rama, sus espinas se dejan sentir.

Con los primeros rayos de sol, la mañana apacible invita a disfrutar de la naturaleza. Sobre la piel ese aire fresco con retazos de olores marinos. Unos zumbidos de abejas, el trisar de golondrinas que llega desde algún lugar, el olor de pan horneando, se mezclan con el verde  de este pequeño espacio.  Recorro el sendero de lajas hasta llegar al rincón de rocallas y encuentro al cactus espiral en actividad, si, actividad!!!  El pimpollo, grande, alargado, hoy muestra los sépalos, blancos en el centro con borduras moradas hacia los extremos.

Tomo fotos y regreso a preparar el desayuno

Pasados unos minutos salgo, no puedo dejar de pensar en esa belleza que esta mañana me regala, vuelvo al lugar y noto que sigue el proceso natural   y  abre los pétalos, me quedo cerca con mi cámara fotográfica y  puedo seguir todo el proceso.

Mañana de sol

Infinidad de estambres

en el cactus espiral

Una maravilla de la naturaleza.

Ayer…hoy

La flor de ayer,

en el cactus espiral,

se ha cerrado.

Un cielo rojizo, la quietud de hojas amarillando en los álamos, los gorriones, el ruido de las olas desde la lejanía, bandadas de gaviotas…

Moscas…

Los pétalos atigrados

de la flor estrella

Abril 2022

Mentre camino pels entorns del poble, de vegades em pregunto per què aquest temps em costa de passar.

A partir de mitjans de febrer, encara que fa fred -molt de fred alguns dies- si no fa aire, l’ambient resulta molt agradable, fins i tot calorós a migdia. Normalment, es van repartint algunes pluges lleugeres al llarg dels dies, i no és estranya  alguna nevada a final de mes o la primera quinzena de març. El bosc es comença a poncellar, ja se sent el reclam dels ocells que cerquen parella per niar i, de vegades, se’ls pot arribar a veure portant branquillons d’aquí cap enllà.

remor d’aigua
empaita una femella
l’ànec collverd

Tot és un esclat de vida al meu voltant. Als carrers es veu més gent, més alegria i ganes de respirar a l’aire lliure, de seure a les terrasses a fer el vermut el diumenge. La roba és més acolorida, com els arbres o el sotabosc, en què algunes flors es van obrint. Els conreus verdegen…

el record d’una antiga pèrdua
arriba la primavera

-.-

Mientras camino por las cercanías del pueblo, a veces me pregunto por qué me cuesta pasar esta época.

A partir de mediados de febrero, aunque hace frío -mucho frío algunos días- si no hay aire, el ambiente resulta muy agradable, incluso caluroso a mediodía. Normalmente, se van repartiendo algunas lluvias ligeras a lo largo de los días, y no es extraña alguna nevada a fin de mes o en la primera quincena de marzo. El bosque empieza a brotar, ya se oye el reclamo de los pájaros que buscan pareja para anidar, y, a veces, puede llegar a vérseles llevando ramitas de aquí para allá.

rumor de agua
persigue una hembra
el pato de collar *

Todo es una explosión de vida a mi alrededor. Por las calles se ve más gente, más alegría y ganas de respirar al aire libre, de sentarse en las terrazas a tomar el aperitivo el domingo. La ropa es más colorida, como los árboles o el sotobosque, en que empiezan a abrirse algunas flores. Los cultivos verdean…

el recuerdo de una antigua pérdida
llega la primavera

* https://www.audubon.org/es/guia-de-aves/ave/pato-de-collar

Abril 2022

Haibun 31

Hoy ha dejado una gata negra dos gatitos ciegos en el patio.

            Me acerco a ellos, que se mueven a tientas y maúllan llamando a su madre. Tienen los ojos hinchados y con costras en los párpados. Tal vez nunca hayan visto a luz.

            Vuelvo pronto con unas gasas y suero fisiológico. Cojo al más pequeño y con paciencia le voy lavando los ojos hasta que distingo sus pupilas. Entonces me ocupo del otro, también blanco y negro, suave, como si fuera aquel borrico llamado Platero, que me trae tan buenos recuerdos de hace mucho tiempo y también le lavo los ojos hasta que puede abrir los párpados.

            Vigilo desde un lugar escondido y entonces se acerca la gata y les da de mamar como si yo nunca hubiera estado allí.

           Cuando vuelvo ninguno de los tres está en el patio. La gata sabía lo que necesitaba y tal vez vuelvan algún día.

Gatitos maullando.
Desde las tomateras
mira la gata.

 

 Juan Lorenzo Collado Gómez
Albacete (España)

 

Marzo 2022

Haibun 30 

Playa del Chivo

Antes no bajé desarmado de músicas. Ensordecido por los audífonos, me perdía la voz del océano, articulada en olas y en piedras, en viento, en pájaros, en alguna gente. La sola bahía una garganta salada: rumor. Esta debió ser la música segunda de la Creación, la inmediata al silencio.

Auras tiñosas

en las rocas, pelícanos

sobre las aguas

En silencio, los pollos blancos, negros, muertos en la piedra golpeada por las olas. Los rastros dispersos, desechados, de toda la materia citadina. La malangueta, batida por los Nortes. Los pescadores si solitarios. Las lanchas y los barcos en lo distante. Yo, que bajo a encarar, a aspirar, lo extenso marino, la ciudad a mis espaldas.

Media mañana.

No hay un pelícano

que levante vuelo

La ciudad haciéndose oír en los devotos cargados de ofrendas, casi nunca a solas, nunca silenciosos. De paso. Diciéndole a la bahía su jerga fervorosa: rumor contra rumor. Soltándole su carga desangrada. Se gritan, si camaradas, los pescadores. Bajan desde la autopista los ecos de motores de ómnibus, camiones, autos: inevitable que miren los de a bordo al fragmento costero antes de hundirse en el túnel. Un respiro visual.

Llegar tan cerca

de las auras posadas,

pisando rocas

Respiro con las músicas que cargo, atenúan el paso por la superficie ciudadana. Bajaba sin quitarme los audífonos. A encarar, a aspirar, lo extenso marino. La ciudad a mis espaldas. Callado ante la sola voz del océano. Su garganta salada. La música segunda de la Creación, la inmediata al silencio. Sin palabra que pensar, ni que decir, delante del primero de los sonidos.

 Lester Flores López
La Habana (Cuba)

Febrero 2022

Haibun 29

 Buenas noches

 Es un delito perderse esta noche templada, aquí sentado en el pretil de piedra con el rumor del agua que fluye sereno por el río.

   Melodía líquida en la oscuridad.

   “Buenas noches”, me saluda alguien que cruza el puente cercano. Casi estoy por decirle que se siente conmigo a saborear esa “Buena noche”. Pero claro las etiquetas y protocolos sociales no me lo autorizan.

   Vuelvo al agradable sonido pleno de quietud que me regala el río. ¿Qué hacer ahora? Siempre nuestra mente inquieta y juguetona propone algo que hacer. Nada, me responde la noche y el río. Respira. Deja que transcurra el agua y el tiempo. Deja que la mente se vaya con el fluir del riachuelo. ¿Es eso la sabiduría?

   En frente de mí sólo se observa encendido el farol de las últimas calles del pueblo. Permanezco en paciente atención como la salamanquesa: atenta a ese cercano farol encendido en la noche.

   Supongo que soy un aguafiestas para mi mente.

Alguien saluda y cruza
el puente de piedra.
Sólo una farola.

 

Enrique Linares Martí
Valencia  (España)

Febrero 2022

Any Nou. En un moment complicat de la meva vida, surto a passejar en un matí gèlid. Tribulacions diverses, laborals i personals, omplen el meu cap d’imatges, tristors, dubtes, fins i tot somnis, tal vegada desitjos. No paro atenció a res d’allò que m’envolta. És el paisatge de sempre, els mateixos camps i boscos que he vist qualsevol altre hivern. De tant en tant un ocell, que ni conec ni m’interessa més enllà del fet d’admirar la facilitat amb què volen i s’allunyen, aliens al meu món. Però tornen. Els ocells tornen per aturar-se a les branques, per baixar als camps que, glaçats com estan, encara no broten, i picotejar el terra cercant aliment, per continuar fent la seva vida. Jo, per descomptat, no els importo més que com a possible perill.

quasi en silenci

el vol d’un passerell

d’un arbre a l’altre

Fa fred. Sento el cruixit de la terra glaçada sota els meus peus mentre vaig camí amunt. Ja fa una estona que ha sortit el sol, tanmateix amb la boirina no arriba a escalfar-me. Procuro de no trepitjar els bassals glaçats, fixant-me en les curioses formes que han quedat a la superfície. Em planyo a mi mateix, em sento maltractat, em… em… i així vaig arribant al darrer replec abans de tornar cap a casa, i…

sol entre branques

s’evapora el gebre

cap al migdia

-.-

Año Nuevo. En una época difícil de mi vida, salgo a pasear un rato en una mañana gélida. Tribulaciones diversas, personales y laborales, pueblan mi mente de imágenes, pesares, dudas… incluso sueños, quizás deseos. No estoy atento a lo que me rodea. Es el paisaje de siempre, los mismos campos y bosques de cualquier otro invierno, algún pájaro que ni conozco ni me interesa, más allá de admirar la facilidad con la que vuelan y se alejan, ajenos a mi mundo. Pero vuelven. Los pájaros vuelven para posarse en las ramas, vuelven para bajar al campo que, helado como está, aún no brota, y picotear la tierra buscando alimento, para continuar viviendo su vida. Yo, por supuesto, no les importo más que como posible peligro.

casi en silencio

el vuelo de un pardillo

de un árbol a otro

Hace frío. Siento el crujido de la tierra helada bajo mis pies mientras subo por el camino. Hace ya un rato que el sol ha salido, pero con la neblina no llega a calentarme. Evito los charcos helados, no sin fijarme en las curiosas formas que el agua ha ido dibujando en la superficie. Me compadezco de mí mismo, me siento maltratado, me… me… y así voy llegando al último recodo antes de volver a casa, y…

sol entre ramas

se evapora la escarcha

mediodía

Enero 2022

Haibun 28

De Paso

        El mirlo del barrio acude a su cita puntual esta mañana y canta, a pesar del gris, que no acierta a adentrarse en el cuarto.

      Tras cumplir con las inevitables tareas domésticas, y en busca de aire renovado y algo de tranquilidad, nos dirigimos pronto a los campos de arroz; unos días antes, cubiertos de agua, ahora, ya removidos tras el fangueo* y el revuelo de las aves que siguen a los tractores. Atrás queda todo un mundo de espejismos, ilusiones invernales que el agua ofrece al que invita a acercarse.

         Esta mañana, barro seco, pocas aves, y ese gris que enturbia el aire. El marjal habla de nuevo, y si alguien se detiene en silencio en cualquiera de los caminos que vertebran los campos, al alzar la vista podrá ver cruzando el cielo, en cualquier momento, algún ave solitaria, quizás dos o una bandada, quedando anclado a la tierra con un alma que, por un instante, se fuga con ella.

        La niebla, a lo lejos, marca la distancia y no consigue ocultar las pequeñas alquerías que, aquí y allá, salpican un lugar que tiene su propio aire.

Nubes, distancia, barro seco, aire y silencio. ¿Qué sabemos?

      Por muy a menudo que vayamos a su encuentro, el marjal siempre nos depara alguna sorpresa. Y cuando el terreno deja paso a algunos lodos, encharcado tras las lluvias, sonrío. Unos flamencos avanzan lentamente cabeza abajo, otros, inmóviles, enrollados dormitando. Reposo necesario del viajero que se esfuerza por llegar a alguna parte. De paso, siempre de paso.

       Nada hay, más que esos cuellos grises o sonrosados, cabizbajos y hermosos seres en busca de alimento. Cuesta desprenderse de esa imagen. Aquí, una pierde la noción del tiempo, pero siempre…

      …vuelve a casa.

de nuevo el viento,

en las grietas del barro

flores silvestres

 * Fangueo:

El fangueo del arrozal es una labor agrícola que consiste en batir con un tractor de ruedas de hierro la superficie de las parcelas para airearlas e incorporar al suelo la paja y rastrojos que quedan como restos de la cosecha después de la siega con las cosechadoras.

 Marga Alcalá
Valencia (España)

Diciembre 2021

Haibun 27

La Gallinita ciega

De chica nunca intenté este juego, la infancia era un tiempo en que todo se daba sin reglas y sin rótulos.

Hoy, que el territorio de la niñez me queda lejos, invento una travesura: doblo con cuidado la servilleta de hilo blanco, espero quedar sola en casa y me vendo los ojos.

La consigna surge mágicamente: recorrer el jardín a ciegas, palpar, oler, escuchar.

Es un día extraño de verano, las lluvias y el sol se alternan continuamente. Empiezo el camino…

El canto de los benteveos me guía hacia la copa del árbol vecino, más allá de la cerca  , descubro un contrapunto de voces cuyo significado todavía no comprendo.

Los pies descalzos se hunden en el césped que recorro con pasos menudos, algún bichito me produce  un escozor que casi disfruto.

Sigo el perfume de los jazmines del país y toco  las rejas por las que trepan , rugosas por el òxido.

 Avanzo hacia el rincón de los cactus y suculentas, palpo con temor a las espinas y me demoro en una caricia. ¡No me dañaron  demasiado! tal vez porque esperaba el pinchazo (esa prevención me hubiera ahorrado muchas heridas).

Las anchas hojas de la caña de ámbar, todavía mojadas por el chaparrón me recuerdan a quien que me la regaló.

Se ofrecen a mis manos las fibras de la palmera y las raíces de las orquídeas enraizadas allí .Un tropezòn provoca el revuelo de cotorras que estaban comiendo los frutos de palma, su alboroto quiebra de golpe el silencio ensimismado en el juego.

Doblo y respiro hondo, los azahares del limonero me atraen y un tenue zumbido de abejas me recuerda los versos de Miguel Hernández: “ “pajarearà tu alma colmenenera”…

Tarde de enero.
Zumban las abejas
en las lavandas

Se complica la pequeña travesía al abandonar los bordes del jardín, busco las piedras redondas y el viejo capitel donde yacen mis gatos, extiendo los pies como acariciando el rincón,  inventándoles ojos a mis pisadas para descubrir el lugar exacto del pequeño túmulo y allí me siento, reanudo mis diálogos secretos con ellos y sé que desde algún lugar,  más allá de las piedras, más acá de la infancia siguen cerca.

Creo que hago trampa girando por los bordes del jardín, temo llegar hasta el centro sin árboles ni texturas que me orienten. Recorro con mis yemas cada hoja que no reconozco y me huelo las manos: ¡la salvia! ¡el laurel!, ¿por què hay tantas hojas que no huelen?   ¿Por qué este juego? ¿Por qué hoy?

 El aislamiento forzado me lleva a inventarme libertades dentro del estrecho margen permitido, quizás sólo se trate de eso: experimentar con los sentidos lo que creía conocido y estar enteramente presente en cada ritmo, en cada textura, en esas realidades que en el vértigo de antes no podía percibir.

El perro viejo me sigue, tropiezo con su cuerpo fiel y cansino, rozo su pelaje de nutria salvaje, seguramente se sorprende de mi nuevo andar a tientas y me acompaña (como siempre).

Así, a ojos cerrados   , este no-tiempo me ofrece otras presencias.

Ya no llueve.

Calor húmedo.
Entre los dedos
el olor de la salvia

 

A Mari Angels , que me inició en el haibun

 

 María Rosalía Gila
Buenos Aires (Argentina)

Noviembre 2021

Haibun 26

El siguiente haibun tiene un precedente
en Orbayu, el número 15, de febrero de 2021,
al que puedes acceder

directamente clicando sobre él.

Orbayu 2

Salir a la mañana nublada y atravesar el pueblo que aún duerme. Remontar una cuesta que se atraganta a estas horas y mirar atrás, abajo.

El ternero se asusta cuando una manzana silvestre se desprende del árbol. La ropa se seca, no se seca, colgada de las mochilas.

El camino entre las autovías de los hombres de cemento y los bosques y lo ríos de nadie. A veces pienso en todo esto, en lo que quiero y lo que no quiero, lo que me gustaría, lo que está y lo que no está. Lo que ya está aquí y no veo.

Otra cuesta. Un descansito al llegar a lo alto del monte. Limacos en el borde del pilón.  Parece que ni se mueven, que llevaran aquí años.

A esta hora de la mañana, en esta luz que está y no está, entre la niebla, todo parece aguardar algo. Desde siempre.

Manzanas silvestres en el fondo del arroyo que bordea el camino.

 Un molino abandonado en los profundo del bosque. Casi bosque ya. Todo es casi bosque aquí. Incluso la luz. Incluso nosotros que solo pasamos, que somos un instante en este lugar.

Una parada en Cornellana, en el Café Casino. Caña y café, y tostada con tomate… Venden artículos de pesca. Estamos junto al Narcea. Zona salmonera.

Por un momento mi padre, mi hermano, están aquí.

Me gustan estos sitios abigarrados llenos de fotos y recortes de periódicos viejos.

En la libreta escribo sobre la luz de la mañana. Y las cuestas. Sobre un ternero que se asustó al caer una manzana, un poco, y yo con su susto también. Un poco. Sobre mi padre y mi hermano. Sobre lo que me gustaría, sobre lo que está y lo que no.

De vuelta al campo el camino remonta sobre las ruinas de un monasterio. A cada vuelta del camino más pequeño, más abajo.

 Más majestuoso.

El sendero se adentra en el bosque, en la montaña, arriba, cada vez más arriba. Hablamos de salamandras con peregrinos de otros países que descansan a la vera del camino.

Las sendas estrechas, el musgo, los castaños. Sin dejar de caminar  pienso en los nombres de las cosas. En los mil nombres de las cosas. En las cosas que no tienen nombre…

¿Cuál será su traducción?

Formar parte de esto. Del río y del puente antiguo. De los pececillos y los guijarros del fondo.

Me gusta.

Del beso furtivo bajo las hojas de los mil verdes que no tienen nombre.

Me gusta alzar la vista sin dejar de caminar. De casi marearme con la luz de la mañana que brilla en los huecos que dejan las ramas de los árboles.

Estar de paso en los pueblos. Los nombres que no conozco de los peregrinos. Ser nadie.

Levantar la mirada y no pensar.

Nada es necesario.

Eso me gusta.

Llegamos a Salas a las tres y media de la tarde. Directos a comer, agotados, a Casa Pachón. Una recomendación. A pesar de la hora dan de comer igual. Espero que Chame tenga hambre a pesar de haberse fastidiado un diente comiendo moras silvestres por el camino.

Chame…

De entrante una sopa. Potente. Garbanzos, vainas con jamón, lomo, bacalada… en cantidades al por mayor. “Hasta que no tengas más hambre”. Dicen. Postre, vino, café. Salimos llenos justo para ir al albergue. Está cerquita. Menos mal.

Albergue Rey Casto. Cama cama, no litera. Terraza en lo alto de la torre, en el centro del pueblo. Vistas todo en derredor. Las montañas, qué verdes. Cerveza de bienvenida y desayuno. Lujo.

Qué verdes las montañas…

Dos señoras mayores, una mexicana y otra argentina, se juegan a las cartas el honor patrio entre risas. Gran final.

Salimos una vez más a la niebla. Esta vez al atardecer. Paseo por el pueblo envueltos en el orbayu. Compramos provisiones. A la noche nos  invitan en Casa Pachón a caña y zumo. Qué gente. Tan hermosa y grande como el paisaje que la concibió.

Desde la terraza de la torre se intuyen las luces de granjas en la montaña. El silencio es absoluto, redondo. La noche y el orbayu que no cesa. Todo está aquí. Todos los nombres de las cosas. Todas las cosas sin nombre.

amanece nublado
un limaco se estira
al borde del agua

                                                                                                Félix Arce Araiz   (Mômiji)
Santander (España)

Octubre 2021

Haibun 25

Viaje en el recuerdo II

Podéis leer Viaje en el recuerdo I, el haibun 3,
también de Mayra en la revista
de Mayo de 2020, clicando aquí.

Rompe la primavera con sus olores, sonidos y colores. Se han congregado nuestros vecinos y compañeros del colegio frente al edificio para vernos partir. ¡Cuánto silencio!

Este viaje no es en tren, nos montamos en un carro extraño, negro y viejo. Mis padres en un abrazo bien estrecho, ocupan solo un asiento y medio, se dicen tantas cosas sin hablar. Mi hermano no me pide el lado de la ventanilla… Ni siquiera está a mi lado; y yo, me veo tan chica detrás del cristal.

Ni una nube,
cae a la carretera
un ramo de gladiolos.

Van pasando lentamente los campos surcados, listos para la siembra. En la distancia, niños empequeñecidos corretean descalzos por las explanadas como hicimos él y yo tantas veces. Los ríos comienzan a crecerse con las intensas lluvias de los últimos días, las palmeras mueven las pencas a voluntad del viento. El  marabú a ambos lados de la carretera exhibe pompones rosas y amarillos. Todo ese paisaje que nos sabemos de memoria parece no estar.

Hace calor, una anciana retrasa el paso en un sendero para vernos pasar, se persigna. El olor a pino recién cortado  y azucenas nos compaña todo el camino.

Con los ojos aguados no logro ver el mar, solo una línea azul en el horizonte. Casi llegamos, cuando el carro se detiene me late con fuerza el corazón.

Funeraria
La butaca más cómoda
para mi madre.

                                                                                          Mayra Rosa Soris
Santa Clara (Cuba)