Diciembre 2022

Haibun 39 y 40

En el último mes del año quiero agradecer su colaboración a los autores que generosamente han participado para que la sección de haibun de ERDH se llene de contenido.

Colaboradores en 2022: Marga Alcalá, Enrique Linares Marti, Lester Flores López, Juan Lorenzo Collado Gómez, Paco Ayala Florenciano, Alfredo Benjamín Ramírez Sancho, Jorge Moreno Bulbarela, Julia Guzmán, Felix Arce Araiz Momiji.

Gracias a tod@s. Espero que en el futuro podamos seguir disfrutando de vuestras obras.

Desde aquí invito a los lectores y amantes del haiku y el haibun a seguir cultivando e investigando esta forma de escritura japonesa. Los publicados en esta sección, que empezó su andadura en abril de 2020, son solo una pequeña muestra del trabajo que se viene desarrollando en los países  hispanohablantes en cuanto a esta forma de arte japonés tan unida al haiku.

El correo para enviar vuestros haibun a  la revista mensual de ERDH es: haibunelrincondelhaiku@gmail.com

Para despedir este año traigo a la sección un hermoso haibun de José Luís Vicent publicado en Enero de 2012 en el apartado correspondiente del foro junto a un pequeño homenaje al maestro Matsúo Basho con un fragmento de Sendas de Oku:

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Hoy he vuelto a recordar aquella vieja higuera de la infancia; aquel bancal colmado de misterios, hogar de la inocencia, árbol entre los sueños. Todo allí eran hojas y ramas, sombras vertidas contra un muro cercano. Hierbas tenaces que florecían entre los resquicios de la piedra. Áspera piel la del tiempo. Después, el tedio de los días venideros, tiempo de cenizas, círculos y más círculos, pasillos sin salida; y un letargo…, el del agua aprisionada en el interior de oquedades de silencio.
Tronco, corteza de elefante: memoria de una rama que al partirse propagó su fragancia para siempre. Bajo aquella higuera de antaño… no existe recuerdo alguno que pueda marchitarse.


Ya tiene brotes
la rama de la higuera
Nieva otra vez

 José Luis Vicent
Valencia (España)

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Dicen que el río Kurobe tiene cuarenta y ocho rabiones y yo creo que los cruzamos todos y otros más, hasta que al fin fuimos a dar a una rada que nombran Nago.

Aunque había pasado la primavera, nos dijimos que las célebres glicinas de Tako bien merecían que las contemplásemos en el otoño temprano. Indagamos con la gente y nos contestaron: <<Desde aquí son unos cinco ri. Hay que pasar por la playa y en la falda de la montaña las encontrarán; pero como no hay sino unas cuantas chozas de pescadores, será muy difícil que puedan hallar un lugar en donde pasar la noche>>. Me asusté y decidí seguir hasta la provincia de Kaga:

 Penetro en el aroma
del arrozal temprano
El mar de Ariso*, late a mi derecha.

 *Ariso Umi: el mar furioso

 

 Matsúo Basho
Sendas de Oku, pag.147
Edición de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya, Atalanta 2014

Os deseo una feliz salida y entrada de año.

Mari Ángeles Millán, Hikari