Junio 2024

CONSTRUIR

Muñeca rota
En la calle tirada.
Cae la tarde.

DECONSTRUIR

Al contemplar ese juguete de piernas rotas tirado al suelo. Fue en el curso de un paseo realizado al final de la tarde de un día de estos. Me pareció una visión triste y me vino a la cabeza la imagen de una desconocida mano infantil y amorosa que algún día, sin duda no hace mucho tiempo, se entretuvo jugando con esta muñeca. Hoy la muñeca tiene las piernas rotas y está abandonada en el suelo de un parque.

Pensando esto, pude haber escrito estos otros versos:

Abandonada
De manos infantiles,
Las piernas rotas.

O estos otros:

 El sueño roto
con manos infantiles
de esta muñeca.

 O

 En plena calle,
Muñeco abandonado.
Final de mayo.

O bien estos:

 

La larga sombra
De un muñeco tirado.
Al caer la tarde.

Pero a estos cuatro haikus me parecía que les faltaba ese asiento de sencillez e inocencia que, a mi juicio, sobre el que debe descansar un buen haiku. Eran rebuscados. Así que me decidí por el primero, el de CONSTRUIR, el de la muñeca rota. Incluso en este, apurando aún más la búsqueda de la sencillez, pudiera cambiar el tercer verso por este otro: Ya es tarde. Tiene una sílaba menos y aporta otro significado distinto, pero le da una variación más espontánea. Aún más sencillo, podría ser este otro

Una muñeca
Tirada en la calle.
Cae la tarde.

Hablando de juguetes rotos, me viene a la cabeza un poemario titulado «Juguetes tristes» (Kanashiki gangu / kanashiki). De Takuboku Ishikawa (1886-1912). Fue publicado póstumamente a su temprana muerte. Takuboku, un seudónimo con el hermoso significado de «el árbol que susurra», revolucionó la poesía de su tiempo aportando sentimiento individual, frescura,  sinceridad sin filtros, lo que entonces se llamaba realismo, un ideal poético perseguido por muchos autores de su tiempo a raíz del descubrimiento de la poesía inglesa y francesa. De este gran poeta, quiero ofrecer algunos poemas en traducción de Atsuko Tanabe:

¡Ay, el silencio de muerte
de la arena
que se cuela entre mis dedos!

O este otro, en forma de tanka, pero con aires de senryū:

Mis recuerdos
Se parecen mucho
Al mal humor
Cuando me pongo
Calcetines sucios.

Más famosos son los tankas de su poemario Puñado de arena, como este, tristísimo, del juego con el cangrejo (trad. de Antonio Cabezas):

En la playa de una islita oriental
En la arena blanca
Jugaba yo
Con un cangrejito
Y lloraba, lloraba.

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