el olor de la tinta
recién molida,
amanece
hachidori
Los haiga que les compartimos este mes han sido pincelados por la diestra mano de Susana Silvia Castaño, a quien le agradecemos su colaboración .
Haibun 65
Rambla del Tuerto
Comenzamos ilusionados la primera ruta de senderismo cerca de Tarazona de la Mancha, en un paraje llamado la Rambla del Tuerto.
Una brisa suave de primeros días de otoño nos recibe al bajar del autobús. Los colores empiezan a amarillear el paisaje.
Lo primero que nos encontramos es un majuelo:
Luz de otoño,
en las viñas recolectadas
algún racimo olvidado.
Siguiendo el sendero pronto llegamos a la Casa del Tuerto. Antaño, grandes olmos daban sombra a la casa y al camino, pero ahora, afectados por la grafiosis, solo quedan los viejos troncos de donde han brotado otros nuevos y jóvenes.
Guardo en mi bolsillo una hoja para recordar su forma asimétrica y rugosa.
Llegamos al río Júcar, con su bosque de ribera, nos llaman la atención dos espinos, uno albar y otro negro, que han crecido juntos.
Más adelante, el porte de los pinos piñoneros nos impresiona por su altura y por su forma graciosa de parasol chino. Su corteza, de color marrón rojizo, grueso y libre de ramas, que el propio árbol va podando.
Al final, Juan nos explica en qué consisten las minas de agua, túneles excavados en este caso en la tierra arenosa, para conducir el agua subterránea a los cultivos. Nosotros, mientras, observamos asombrados los respiraderos del túnel.
El canto de la solitaria totovía alegra nuestro camino de regreso al autobús.
Octubre de 2025.
Eulogia Jiménez.
Albacete, España.
COLUMBIDAE
PALOMAS, TÓRTOLAS Y AFINES
Cantadora sencilla de una gran pesadumbre,
entre ocultos follajes, la paloma torcaz,
acongoja las selvas con su blanda quejumbre,
picoteando arrazanas y pepitas de agraz…
José Eustaquio Rivera
De nuevo, llueve a cántaros en Valencia. Aquí, como Raimon dice en su canción: «La lluvia no sabe llover». En un rincón del balcón, acurrucadas, dos palomas muy juntas esponjan su plumaje y aguantan impertérritas el temporal. Cuando salga el sol revolotearán por el barrio acudiendo a su cita con las migas del asfalto.
Revuelo de palomas.
Un pajarillo
les quita el pan.
Luis Elías Iranzu (Luelir)
Palomas, tórtolas y formas afines, forman parte de la familia Columbidae, en total unas 358 especies distribuidas por todo el mundo, a excepción de la Antártida y el Ártico. Son aves inteligentes, monógamas, con un gran sentido de la orientación, aguda visión y alta velocidad de vuelo. Ejemplo de ello, su utilización como palomas mensajeras. Aquí en Valencia, antaño, los pescadores enviaban palomas mensajeras a la costa, para avisar de cuánta pesca habían obtenido y así se podía vender la captura antes de que llegara y no se estropease. «Ja està tot el peix venut», «ya está todo el pescado vendido», decían las mujeres de los pescadores cuando éstos llegaban a la orilla.
el fondeadero-
zurean las palomas
entre la niebla
Cecilia Iunnisso Fernández
romero en flor-
el pico de la paloma
entre las plumas
Bibiana Varela (Bibi)
Aire de lluvia
dos torcazas picotean
un mango podrido.
Miguel Ángel González
Paloma bravía (ancestro de la paloma doméstica), torcaz, zurita, de alas blancas, crestada…, tórtola turca, común, europea, senegalesa, mexicana, oriental, estriada, coquita…Algunas de estas especies se han adaptado a la vida en entornos urbanos, siendo controlada su población en algunas ciudades, no siempre con métodos éticos. Nada fácil sobrevivir.
Tórtola herida,
cerca de ella otra
que viene y va…
José Luis Vicent (Barlo)
La luz del alba.
En el cable una tórtola
que anda de lado
Xaro Ortolá (Destellos/Xaro La)
mesas de café –
la paloma otea el cielo
desde la silla
Claudia Bakún
Se reconocen como seres individuales y entre ellos. Igualmente saben diferenciar a los seres humanos que las ayudan de los que las agreden.
Hato no koe mini shimi wataru iwato kana
El canto de la paloma
me cala hondo en el cuerpo –
la cueva rocosa
Matsuo Bashô
Sopor de estío.
Una torcaza arrulla
en plena siesta
Juan Carlos Durilén
Ha vuelto la paloma
que arrastra el ala.
Almendro en flor.
Mª Ángeles Millán (Hikari)
La paloma es emblema de pureza, de fidelidad y de amor. Siempre ha sido signo de buena esperanza. Generalmente se le suele representar volando. Con una rama de olivo en el pico, es símbolo de paz en las sociedades occidentales.
Mar invernal
Retrocede el palomo
ante la ola
Jorge Braulio Rodríguez
La llovizna
empapando sus alas…
canta la tórtola
Leticia Sicilia (Hadaverde)
Tejados húmedos.
Caminan muy erguidas
varias palomas.
Lucho Aguilar
En el Cristianismo como en el Islam se mantiene la tradición de las palomas como ángeles o símbolo del Espíritu Santo. En la antigua Roma, la paloma estaba consagrada a Venus, que la llevaba en su mano y la ataba a su carro. Comerlas estaba reservado a los sacerdotes. Los asirios les tenían mucho respeto pues creían que era el alma de Semirámide, su reina, que ascendió al cielo en forma de paloma.
Sol de la tarde,
resplandor de palomas
en pleno vuelo…
José Luis Vicent (Barlo)
El vuelo de una tórtola –
Cantan más fuerte
los abejarucos
Gorka Arellano
fu ni isogu suzume hato nado tobitatase
Me apresuro por la noticia de la muerte de alguien,
Gorriones y palomas
levantan vuelo al mismo tiempo.
Kaneko Tôta
En la cultura nativa americana suelen representar el amor eterno, transmiten mensajes importantes y son símbolos del perdón. En Japón, las palomas se asocian con la paz y el fin de una guerra. Es el ave que se usa para honrar a las personas que murieron en Hiroshima durante la Segunda Guerra Mundial.
Hora de siesta.
Un canto de torcaza
en soledad
Juan Carlos Durilén
Prado de tréboles.
La paloma caída
entre las piedras
Rodolfo Langer
Ondas en el agua
Dos palomas muertas
flotan entre hojas
Niña de 10 años: Camila Aricochi
En azoteas, balcones, cornisas, las grietas de los muros, campanarios, plazas, parques o jardines, palomares, semáforos, farolas o en el bosque; siempre cerca, arrullando a cualquier hora, nuestras amigas, no siempre bien tratadas, las palomas. Digamos pues, como Pablo Neruda en uno de sus sonetos: «Yo digo amor, y el mundo se puebla de palomas.»
Alba de verano
el arrullo de una tórtola
en la penumbra
Leticia Sicilia (Hadaverde)
tocaron suelo
a la vez: la paloma
y la hoja seca
Frutos Soriano
Arde la tarde.
Sestean en la fuente
unas palomas.
Susana Benet
desde el enebro
el arrullo de una tórtola…
Luna de Navidad
Mercedes Pérez
Puesta de sol
el silencio de las tórtolas
mientras se alejan
Leticia Sicilia (Hadaverde)
muzuka shiki hato no reigi ya kaukodori
Todo el prestigio para las palomas
¿y qué pasa con el cuclillo del Himalaya?
Yosa Buson
Octubre, 2025
Primavera
Córdoba, Argentina
Atender el llamado del haiku I
Insiste incansablemente. ¿Qué decir del haiku? de él, sobre él, en torno a él…
Muchísimos impedimentos: esa otra tradición literaria que involucra una sensibilidad imbricada menos con la historia que con intuición estética: el gusto, el tacto, la mirada. La estética japonesa parece ser eso: infinidad de imágenes que no se deberían explicar sino intuir. Ah el pétalo que tiembla como un fino tempano reflejado sobre él estanque, qué bonito. Ah, la vacuidad de las palabras dentro de la boca oscura de tinta. Esa boca desentona un poema sobre los campos de arroz seduciendo un par de oídos asfixiados por la opacidad de un biombo de papel: ah, un corazón retorcido de algo parecido al amor.
Enunciar un saber sobre el haiku implica retener un impulso fantasioso. Entre Occidente y Japón, entre una chica en Argentina que estudia un poema breve con toda la rigurosidad de una disciplina que busca describir otra cultura. Pero cuando escribo para el rincón del haiku, este escondrijo que se triangula entre dos paredes refugio mi fascinación en un espacio más afable. Sin la obligación de la reposición teórica o de vigilancia epistemológica, escribir en un rincón inaugura un espacio más afable. Habría que pasar del saber al sabor: describir para evocar el sabor del agua, habilitar una mirada imaginante que entrevé y entrevera las figuras imprecisas que aparecen en su visión periférica. En este rincón es posible alisar el espacio estriado del haiku. estrías que son los saberes instituyen un sentido. Alisarlas implicaría dar lugar una piel que no olvida sus estrías pero si avanza entre ellas con el gesto de la caricia que tantea sin anticipación. Esa línea de caracteres se despliega sobre la página con todas sus marcas. En este rincón el haiku es el talismán que nos reúne.
Y si el haiku es talismán, su hechizo es el llamado. Ante esa línea de caracteres quiero permitirnos una lectura singular. Una que permite captar algo que los estudios de la pauta formal o estrictamente histórico-literarios no se atreven. Desde este rincón trazamos nuestro propio camino de lectura. Uno que el estudio de la forma suele desestimar: el relato del haiku, su componente no discursivo, su gesto, su sensibilidad.
Se trata de una travesía sin mapa, en ella no hay un estudio situado sino embarcado guiado por corrientes imprecisas y demasiado interrogantes: qué hacer con el idioma, con mi interpretación de lo que el haiku dice, con la referencia cultural, con su fondo simbólico en diálogo con el nuestro. Esta barca en la que vamos está guiada solo con curva y contracurva, cruces y caminos superpuestos que forman los caracteres del poema y sus ecos sonoros.
Entonces atender el llamado del haiku es dejar que los ojos sean capturados por un orden textual: un trama llena de nudos. A aquel orden se suman las complejidades del contexto lingüístico, especialmente de aquellas poéticas que a principios de siglo XX expresan su separación la tradición nacional alumbrando un tipo de haiku que podríamos decir, “moderno”.[1] Pero intentemos desanudar y desentramar atendiendo a la multiplicidad de la escritura japonesa: sin prescindir de las figuras formales propias de esta forma poética.[2] Contemplamos juego equívoco involucrado en cada kanji que tienen diferentes lecturas, o bien, las onomatopeyas funcionan como elemento sonoro pero también verbal o adjetivo, entre otros casos. Esta panorámica veloz, nos permite esbozar ahora nuestra propuesta. ¿Qué hacer ante ese puñadito de caracteres escritos en una sola línea? ¿Cómo decir algo, como hacer una crítica, que se vincule con la teoría?
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Noviembre, 2025
Primavera
Córdoba, Argentina
Atender al llamado del haiku II
Una mano se agita sobre la página esbozando una escena. La principal apuesta de Shiki fue: “Vencer los movimientos del corazón, llegar a dominarlos y no sugerirlos más que apenas. Y por una técnica eminentemente pura, desencadenar en el lector, valiéndose de una notación concreta y sobria, una impresión profundamente suscitada.” (R. Izquierdo, 106). ¿Qué hacer con la notación “concreta y sobria”, afirmación que nos devuelve a al peligro de otra: sobre el haiku nada puede decirse, cuando de aquella impresión pareciera inaccesible. El haiku aparece como un paisaje que revela sus más enigmáticos signos. Veamos el siguiente haiku de Shiki:
顧みれば行き会いし人霞みけり
Kaeri mireba yuki aishi hito kazumi keri
y en la traducción de Rodríguez Izquierdo:
Mirando hacia atrás
veo alguien que encontrará
ya diluido en la niebla (2022: 33).
Con la lectura formal de este poema podríamos decir que: respeta la regla de las 17 moras, el kigo de este haiku es niebla y que el kireji de este haiku es keri, que es un haiku cuya geometría forma el triangular: eso sería hablar del haiku y repetirlo. Al contrario: para aprovechar y potenciar el contacto interlingüístico de ambos idiomas devolvemos a la traducción su operación crítica, una que despliega menos líneas de sentido que pliegues de ellas. Pliegues donde se juegan volúmenes y ambigüedades de ese poema que se escribe en una solo línea.
Consideremos al haiku como una figura de origami. Ante el llamado del haiku -ante la figura de papel plegado- el lector imagina el relato posible: mirará las esquinas angulosas del haiku, lo conservará en su mano para ensoñar el poema. Como afirma Barthes en Crítica y verdad (1972), todo lector sabe que “(…) retoma contacto con cierto más allá del texto, como si el lenguaje primero de la obra desarrollara en él otras palabras y le enseñara a hablar una segunda lengua (…) Es lo que se llama soñar.” (53-54). De este modo, en la tarea crítica hay un reorientación del deseo: se trata de un ansia por el idioma, sus símbolos, un lenguaje segundo donde ya no se desea la obra sino acceder a su propio lenguaje. Un deseo de hundirse en la profundidad de esas marcas que han dejado los pliegues del haiku. Después de recorrer los vértices y ángulos obtusos del origami-haiku, la crítica conducirá a desplegar la figura de papel por alguno de sus bordes y en cada despliegue perfilará su lectura, detectará el matiz o la singularidad del poema. Hasta que por fin, con toda la figura desplegada ante sí, el crítico en la lectura simultánea de todas las hendiduras en el papel podrá por fin concebir y escribir ese lenguaje segundo de la crítica. Y lo hará, en una apuesta re-doblada: volverá a doblar el papel en otra figura, en un deseo profundo de escritura. Como afirma Barthes: “La crítica desdobla los sentidos, hace flotar un segundo lenguaje por encima del primer lenguaje de la obra, es decir, una coherencia de signos.” (Barthes, 1972: 66) Esa coherencia tal vez no sea eso que el haiku tenga de suyo como lo japonés, más bien será la proximidad entre los signos poéticos del poema entre la lengua de partida y la lengua de término.
El llamado del haiku no es por la literalidad, sino por lo que hay más allá de su forma: por las insistencias que en las obras, por la sensibilidad que propone cada una, y por el modo en que lo material, en el sentido de lo no-discursivo-interviene en la materialidad del lenguaje para dar lugar a paisajes singulares.
Entonces del haiku de Shiki, “Mirando hacia atrás/ veo alguien que encontrará/ ya diluido en la niebla” (2022: 33) podríamos decir que: en primer lugar, las tres partes del componen un paisaje que hacen de la niebla un espejo opaco en el que se produce un encuentro con una figura apenas visible que puede ser propia del poeta o de alguien que se ha cruzado en el camino. Despleguemos: Kaerimireba, no solo es darse la vuelta sino también mirar al pasado, a la reminiscencia; aishi hito es encontrarse con una persona de manera accidental; y kasumi, enfatizado por la palabra de corte keri es volverse nubloso, en el sentido de enigmático, o volverse borroso u oscuro ante la vista. Y cabe una aclaración más en torno a esta palabra, en japonés kasumi designa una niebla ligera, una neblina, que se diferencia de la bruma o niebla densa del otoño característica del otoño. Entonces, darse la vuelta o la reminiscencia se tiñe del matiz de la neblina, el encuentro con esa persona del pasado o que ha pasado, toma este carácter del recuerdo, algo que había sido olvidado y se recuerda repentinamente. El haiku nombra esa la ingravidez del recuerdo, que no es la memoria exacta, sino la interrupción de una reminiscencia apenas.
El recuerdo toma la textura de la neblina y el encuentro accidental resuena como la reminiscencia al pasado que interrumpe imprevisible. ¿No se parece mucho a la interrupción del pensamiento, a la emergencia de la idea, a eso que tanto se ha dicho del haiku, que aparece de la nada en el aquí ahora, captado en el presente? En este sentido el haiku de Shiki parece definir la naturaleza del haiku en sí mismo, de esa forma poética que viene a interrumpir la cháchara del lenguaje como decía Barthes. El llamado del haiku es ese: desde la neblina nos pide que escribamos la interrupción, en el caso del poeta la de registrarla en una frase corta; en el nuestro, la situación de deseo de decir algo más: ya sea a señalar cómo la neblina de primavera imprime su falta de peso o su capacidad de deslucir la reminiscencia. Un deseo por medir los distintos pesos que tiene el tiempo o bien, los diversos modos de encontrarse.
Bibliografía
Barthes, R. (1972) Crítica y verdad. Siglo XXI, Buenos Aires.
Barthes, R. (2003) “¿Qué es la crítica?”. En: Ensayos críticos. Siglo XXI, Buenos Aires.
Chiappe, M. (2018, February). Literatura japonesa en la UBA: avances y proyecciones. In V Congreso Internacional de Letras.
Derrida,
Flores González, D. J. (2021). El Haiku de Taneda Santouka: Dificultades de Traducción Y Belleza. (TESIS)
Gavirati, P. coord. (2022) La naturaleza del japonismo: Discursos occidentales sobre tierra, flora y nación: una lectura desde Argentina. Teseo Press, Buenos Aires.
Jorge, J. (2022). Paisaje, lengua e interioridad en el haiku moderno. Mirai. Estudios Japoneses, (6), 257-271.
Montava, M. A. M. (2022). Problemas lingüísticos discursivos en las traducciones de un haiku de Matsuo Bashō del japonés al español. Sincronía, (81), 501-511.
Ortiz, R. (2003). Lo próximo y lo distante: Japón y la modernidad-mundo. Interzona, Buenos Aires.
Watkins, M. (1999). Reflexiones sobre la traducción de literatura japonesa al castellano. Cuadernos CANELA: Revista anual de Literatura, Pensamiento e Historia, (11), 33-49.
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[1] En este haiku -del que ya he hablado muchas veces aquí- lo tradicional, lo occidental y la experimentación singularizan esta forma poética y posibilitaron su comprensión y práctica en Occidente. Esta modernización del haiku se debió a un “interrelación de códigos” entre Japón y Occidente (Europa y Estados Unidos) que atravesó dos coyunturas históricas que fueron fundamentales para el archipiélago: una, la Restauración Meiji (1868-1912) -periodo en que Japón abre sus fronteras para el intercambio cultural- y otra, la Segunda Guerra y Posguerra (1945-1972) (Chiappe, 2012). Es decir, el haiku que conocemos actualmente (especialmente, la recepción que se ha hecho de él en Argentina) está muy alejado de su componente estrictamente japonés, relacionado con la tradición de la poesía nacional, el espíritu Zen o sintoísta, el refinamiento y refrenamiento que ha descrito ciertos autores del japonismo argentino desde mediados de los 50.
[2] A saber, la palabra estacional, kigo (que da la pauta del momento o lugar, que no necesariamente tiene que ver las coordenadas espacio temporales de su concepción) y la palabra de corte, kireji (que funciona como una especie de puntuación poética en ese único verso que se escribe sin espacio entre los caracteres)
CONSTRUIR
Cae la noche
Mientras, río abajo,
Se oyen las grullas.
DECONSTRUIR
Luz y sonido. La fusión inefable de ambos es la clave con que, puesto a pensar, podría yo ahora deconstruir este haiku. Se me ocurrió a raíz de la visión reciente, la semana pasada, del crepúsculo sobre las aguas del río Tajo, en la orilla de Las Herencias, cerca de Talavera de la Reina. Fue a esa hora mágica en que el día se disuelve en noche; la hora en que las últimas grullas se recogen entre los carrizos del río lanzando al aire sus gritos. No fui yo quien se vio rodeado por las primeras tinieblas de la noche, ni yo quien oyó a esas aves. Fueron estas las que se vieron envueltas por la noche incipiente; fue la luz crepuscular la que oyó a las grullas. Yo estaba ausente. Yo no era yo. Yo era noche que empezaba y yo era grulla que gritaba. ¿No estaba poniendo en práctica el famoso lema en que Arthur Rimbaud cifraba la clave del arte de la poesía: «Yo es otro»?
Este «otro» puede ser la rana y el estanque del famoso haiku de Bashō. O puedo ser un buey. Como en este haiku de Shikō (1665-1731), uno de los diez discípulos famosos del mismo Bashō:
Ushi ni naru
Gaten ja asane
Yū suzumi
牛になる
合てんじゃ朝寝
夕涼
¡Hacerse buey
y poder dormir por la mañana
y estar fresco por la tarde!
El haijin, registrador de lo inefable, se vacía para ser otro. ¿Qué otro? El despertado por las sensaciones: la vista, la conciencia, el olfato, el oído, el frescor de la tarde, el deseo de dormir, etc. El haiku es poesía de sensaciones, poesía material, poesía corporal. Pero de un cuerpo en que el yo ha desaparecido. Yo es otro.
Roxana Dávila Peña
mushi
Ya atardece. Tiemblan con el viento las luces de las velas que las familias encienden poco a poco en el cementerio.
Mi madre, como cada año, vuelve a indicarme el camino hacia la tumba de mi abuelo.
—Aquí das vuelta a la izquierda y, en esa subidita, la tercera a la derecha lo encuentras —me dice. Me gusta seguirla y ayudarle a cargar el agua y las ofrendas.
Parece que las flores de cempasúchil iluminadas derraman el color del sol sobre la noche. También la mayoría de las tumbas y los caminos se alumbran con las veladoras.
Camino entre las ofrendas y pienso que mi propia vida ha sido un sendero hecho de luces y despedidas.
Las sombras en movimiento se vuelven cálidas. El aire huele a copal y a pan recién puesto.
Mi jarrito de café aún humea. Hoy no ha llegado nadie a la tumba de junto.
El papel picado se mece con el viento, como si saludara. Hay música allá, hacia la capilla. Este año hay tumultos.
La noche está más fría. Me abrigo un poco más. En cambio, mi madre nunca tiene frío. Comienzan los rezos.
Un poco de cera cae sobre mis dedos mientras esparzo pétalos de flores de terciopelo sobre la placa de mi abuelo Samuel. Le hablo bajito y, aunque no lo recuerdo con claridad, sí me acuerdo de que, de niña, me impresionaban sus manos que olían a tabaco.
Nos despedimos. Ya nos veremos hasta el próximo año.
La cara de mi madre,
resplandeciente,
colocando la pipa.
Hace unos días, por fin, guardé la ropa de invierno y saqué la de verano. Si bien en Santiago estamos viviendo una primavera bastante inestable, ya no podía esperar un minuto más para dejar atrás todo lo que me recuerda el frío invernal y sus días nublados. En Japón la costumbre de cambiar ropas dependiendo de la estación, como se podía esperar, está presente en el mundo del kigo. Por ejemplo, 衣替え koromogae, cambio de vestuario, se utiliza al pasar de vestir ropa de invierno a usar ropa veraniega al comienzo de la primavera. Una de las bellezas del kigo es, precisamente, cómo nos acompaña en nuestro día a día.
Este mes veremos la última de las estaciones climatológicas (ya que Año Nuevo es más bien una estación cultural): invierno o 冬 fuyu. Justo esta mañana veía en las noticias que el monte Fuji había recibido su primera nevada de la temporada.
El invierno abarca, según el calendario actual, desde 立冬 rittou o inicio del invierno (07 de noviembre) hasta el día anterior a 立春 risshun o inicio de la primavera (04 de febrero). Según el calendario tradicional, corresponde a los meses de 神無月 Kannadzuki o Décimo Mes, 霜月 Shimodzuki o Décimo Primer Mes y 師走 Shiwasu o Décimo Segundo Mes.
En el mundo del kigo, el invierno se divide en cuatro períodos: 三冬 santou; tres inviernos, y cuyas palabras se pueden utilizar en la composición de haikus durante toda la estación. Luego tenemos 初冬 shotou o inicio del invierno, que corresponde a noviembre en el calendario solar, y a 神無月 Kannadzuki o Décimo Mes, en el lunar. El siguiente es 仲冬 chuutou o mitad del invierno; diciembre o 霜月 Shimodzuki; Décimo Primer Mes. Finalmente llegamos a 晩冬 bantou o fin del invierno, que abarca enero o 師走 Shiwasu; Décimo Segundo Mes.
En esta oportunidad los haikus seleccionados contienen kigo correspondientes a 三冬 santou y 初冬 shotou.
Kigo: 息白し ikishiroshi; blanco aliento. En las mañanas de invierno, cuando la temperatura es baja, el vapor de agua del aliento se enfría, haciéndolo parecer blanco.
Período: 三冬 santou; tres inviernos
Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria
Haijin: Hoshino Tatsuko (1903-1984)
息白く恐れげもなく答へたる
iki shiroku osorege mo naku kotaetaru
con un frío aliento y sin miedo respondió
…
Kigo: 初時雨 hatsushigure; primera llovizna. La primera llovizna del invierno. Este kigo representa la sensación de que el invierno ha llegado.
Período: 初冬 shotou; inicio de invierno
Categoría: 天文 tenmon; astronomía
Haijin: Sudou Ringo (¿?)
パエリアの焦げ香ばしや初時雨
paeria no koge koubashi ya hatsushigure
el aroma ahumado de la paella, primera llovizna
…
Kigo: 初雪 hatsuyuki; primera nieve. Se refiere a la primera nevada del invierno. Las personas de antaño admiraban la nieve tanto como admiraban la luna y las flores. La nieve también era señal de una buena cosecha. El carácter “初 hatsu; primera” transmite alegría y determinación ante la inminente llegada del invierno.
Período: 初冬 shotou; inicio de invierno
Categoría: 天文 tenmon; astronomía
Haijin: Hasegawa Kai (1954)
初雪のあとの青空金閣寺
hatsuyuki no ato no aozora kinkakuji
Pabellón Dorado, el cielo azul tras la primera nevada
El 金閣寺 Kinkaku-ji, también conocido como el Pabellón Dorado, es un templo budista zen ubicado en Kyoto, su nombre oficial es Rokuon-ji. En 1397 el shogun Ashikaga Yoshimitsu adquirió el terreno y ordenó la construcción del complejo. Tras su muerte y siguiendo sus deseos, su hijo lo convirtió en un templo Zen. Está designado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
…
Kigo: 七五三 shichigosan; Shichi-go-san (literalmente “siete, cinco, tres”). Festividad realizada el 15 de noviembre en que los niños que cumplen tres y cinco años y las niñas que cumplen tres y siete años visitan un santuario. Es conmovedor ver a los niños vestidos con kimonos luciendo los escudos familiares y hakama (pantalones anchos que se visten sobre el kimono), y a las niñas con el pelo recogido y adornado. Los niños también reciben caramelo Chitose-ame.
Período: 初冬 shotou; inicio de invierno
Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria
Haijin: Goto Hinao (1917-2020)
父似の娘母似の息子七五三
chichi ni no musume haha ni no musuko shichigosan
la hija parecida al papá, el hijo parecido a la mamá, Shichi-go-san
…
Me despido esperando que llegue el calor estival y deseando que todos puedan disfrutar el paso de las estaciones, ya sea rodeados de flores primaverales o caminando entre el follaje otoñal mientras se preparan para el frío del invierno. ¡Hasta el próximo artículo!