Cada vez más, me da la sensación de que cargo con demasiadas palabras. Aún llevo el lastre de mi aprendizaje, es decir, de mi condicionamiento, o, lo que es lo mismo, de mi separación. He usado y abusado de los cinco sentidos y de la mente para fragmentar todo lo que se me presentaba, todo lo que me rodeaba y seleccionar aquella parte que me agradaba, que me resultaba familiar, que no me hacía sufrir en un pequeño instante o que podía escoger sin miedo. Entonces, desde esa pequeña parcela de existencia, valorada por mí como la correcta o la adecuada, traté de vislumbrar la vida. ¡Una locura!
“Lo que acumulas, puedes ser tuyo, no puedes ser tú”, dijo un sabio. Mis pensamientos, mis emociones, mis anhelos, mi conocimiento, mi personalidad… Todo acumulado durante años y años, reforzado y anclado a un ser que nada sabía de esto que llamamos vida, pero que era la manifestación exacta de la Vida, en plenitud. Capa tras capa, me “fui vistiendo de no sé qué ropajes”[1], abrazando aquella personalidad o, como decían los griegos, “máscara”, la más apropiada para el teatro de la vida, sin poder llegar a saborear de verdad ese misterio que no nace y que no muere, como decía el Tao Te King.
Por todo ello, en esta última entrega, me gustaría encauzar la conciencia hacia dos aspectos fundamentales en el camino del haiku y el de la Vida, puesto que uno es el reflejo del otro: el silencio y la unidad. También la unidad se halla en el silencio y el silencio se alcanza en la unidad, ya que, cuando uno deja de identificarse con lo acumulado, cuando uno deja de usar esta mente analítica y divisoria, sólo entonces, aparece la unidad, la no separación, indispensable para conocer la vida tal y como es, aquí y ahora; indispensable para trascender la individualidad; indispensable para ser un reflejo exacto de las interconexiones que la existencia y el haiku nos hacen experimentar. Ser sin acumular, investigando esta Vida a cada instante…
Por todo esto: ni hombre ni intelecto ni palabras ni versos ni flauta ni bambú ni Buda…
De corazón a corazón. ¡Ha sido un verdadero placer!
Para el beneficio y la felicidad de todos. Para mis amigos de “El Rincón del Haiku”.
Viento.
[1] JIMÉNEZ, J.R., “Vino primero pura”, en Eternidades.