Todas las entradas de: el rincón del haiku

tres

En el parque es otoño… la luz sonríe débil… es tiempo de nidos faltos de calor, de despedidas, de vuelos largos… es tiempo de futuros blancos.

El parque, con el paso de los días, va perdiendo su tono verde. El olor de la pinaza y el agitado aleteo de los pequeños pájaros llenan los huecos que dejan las hojas caídas. Apenas a un par de metros de mí, sobre un tallo cimbreante, se posa un resuelto carbonero*… inclina su cabeza hacia un lado… me mira, le miro hasta abandonarme en el brillo de sus diminutos ojos negros… parece observarme con extrañeza… puede que tan solo busque una mano tendida en la que picotear alguna semilla… o tal vez, solo tal vez, se pregunte quién es el insólito ser que está ante él y no tiene alas.

Un paso y luego otro… Cámara de fotos en mano me muevo alrededor de la laguna más grande del parque. Las garcetas bueyeras, con sus crías ya crecidas, se han ido… Ocho o nueve cormoranes, encaramados en lo más alto de un árbol, secan sus plumajes al tibio sol del mediodía; su quietud convive con el bullicio de decenas de gaviotas que parecen no encontrar su lugar.

El cielo, por momentos, oscurece… las sombras se disuelven. Cae la primera gota… otra… cientos… llegan como música sin partitura a seguir… Busco refugio bajo un pino que aún mantiene sus ramas tupidas. Con la lluvia brota la esencia de las cosas… redescubro todo lo que me rodea… en cada gota un improvisado acorde al que parece contestar la voz rasgada de un ave… hoy la lluvia suena a viejo blues.

Bajo los árboles contemplo el aguacero… el parque despunta en los charcos… el silencio se muestra desnudo.

 

Suena el agua en el viejo canal…

las hierbas altas

comienzan a doblarse

 

Asturias, donde la tierra siempre es verde.

*Ave insectívora pequeña, muy llamativa, de colores azulados y amarillentos.

Obras de Rubén López Rodrigué


 

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shakuhachi

けいこ笛田はことごとく青みけり
keiko fue ta wa kotogotoku aomi keri

 

práctica de flauta

campos de arroz

un verdor que lo cubre todo

Issa Kobayashi

 

Sentado en seiza el maestro de shakuhachi espera a su alumno. Un sencillo té verde sobre el tatami. Llega un señor tan mayor como el propio maestro. Reverencias, apenas un susurro que no alcanzo a entender.

El alumno hace una reverencia al cojín sobre el tatami, como en el zen pienso yo, y se sienta también en seiza frente al maestro. Un pañuelo delante de las rodillas. Despacio, tranquilamente. El maestro examina las partituras y extiende una sobre el cojín, frente a su alumno. Este le corresponde con una reverencia.

Silencio.

El único requisito para estar aquí es que guarde silencio. Miro como el alumno toma entre sus manos el shakuhachi, la flauta tradicional japonesa de ocho pies (literalmente shakuhachi) y se lo acerca a los labios.

Silencio.

Un silencio que se alarga hasta tensar el mío. Por un momento pienso que le pasa algo, que se le ha olvidado tocar, que no ve la partitura….

De pronto ese silencio se rompe, bueno no, en realidad no se rompe. Ese silencio… no sé… De pronto suena un leve viento que no sé cómo ni de dónde viene.

Las notas… las no-notas, no sé… ese sonido de ese viento parece llegar desde las montañas que rodean la ciudad, se transforman unas en otras como deslizándose por el filo de las hojas del bambú.

Un sonido que se hace silencio, un silencio que se hace sonido…

Levemente sinuosas, las hileras de arroz joven recorren el campo recién anegado. En el fondo, o en el cielo, unas pocas nubes se mueven apenas con el viento que sopla levemente. La mochila me pesa cada vez más desde que el sendero comenzó a empinarse. Aún queda un trecho hasta el santuario y el sol a esta hora de la tarde cae de plano sobre los arrozales.

Sentado junto al agua cristalina miro los renacuajos quietos junto a los brotes de arroz mientras bebo agua y como un onigiri. Qué silencio hay aquí. Ahora. Justo cuando el viento mueve un poquillo las hojas verdes del arroz y alivia mi pies recalentados. Me quito el kasa, el sombrero de junco, para sentir ese viento en el pelo aunque sea por un momento.

Shinmai. Así se llama al arroz joven. Recuerdo de pronto. También significa “principiante”. Qué bonito, pienso sin saber por qué. Como el arroz joven. Un principiante en todo. Lleno del verdor de las cosas que comienzan a vivir. Abarcarlo todo con una mirada tan transparente como esta agua que se llena de todo sin aferrarse a nada y sustenta el arroz que será. Ajeno al peso de las cosas o su voluntad, como el viento…

Qué silencio hay aquí. Sí.

Un silencio que se hace sonido, un sonido que se hace silencio…

El alumno ha finalizado. Un nuevo silencio que desde el aire va depositándose sobre todas las cosas. Una reverencia al maestro. Serenidad.

El maestro da la vuelta al cojín y repite algunos fragmentos. En frente, su alumno no mueve ni un músculo. Asiente tan levemente con los ojos entornados que apenas alcanzo a verlo.

El maestro concluye y sonríe. Hace una reverencia a su alumno.

Suena un claxon. Ah, estamos en la ciudad, es verdad. Se me había olvidado. Sobra la ciudad aquí y ahora.

Después de la clase el maestro me muestra su casa. La colección de shakuhachi, las fotografías de sus maestros, ilustraciones de los “monjes de la nada”, los kumosô, esos tan llamativos de la secta fuke con la cesta en la cabeza para no distraerse absolutamente con nada. Caminar y tocar el shakuhachi, y ya está. Por un momento me imagino así. Con un cesto en la cabeza. Pero sin tocar nada. Y dando tumbos a trompicones de aquí para allá.

Al salir de la casa del maestro ya es de noche. Algunos copos de nieve parecen materializarse desde la oscuridad hasta adquirir blancura. Son muy pocos. Quizá los primeros de la nevada que vendrá.

No hay viento y caen sobre mi cara haciéndose nada serenamente. Su sabor es frío y breve.

Boroboro. Pienso de pronto, no sé por qué. Una onomatopeya. Algo que se desmorona, algo que está cayendo, como las lágrimas o el arroz. Qué cosas tienen los japoneses… lágrimas o arroz… Recuerdo a Santôka con sus manitas lamentándose del arroz derramado…

En la serena quietud de la noche parece que los primeros copos han sido también los últimos. No hay viento. No hay nada.

Silencio.

Pienso en el verano que fue, en el que será. En el verdor recién estrenado del arroz joven.

febrero 2018

por Xaro Ortolá “destellos”

ANIMALITOS DE DIOS

Calendario oriental

 

A Grego Dávila, un ser todo bondad, un Bodhisattva de incógnito

 

cae la noche… 

la perra más pequeña 

ladra a los truenos 

 

-Xaro La, destellos

 *

El día 16 de febrero, se celebra el Año nuevo lunar del “Perro de Tierra” LOSAR. Reorganizamos pues el almanaque lunar para poder celebrar el evento aportando por consiguiente los haikus pertinentes a dicho tema.

Este tipo de astrología de cálculo de los ciclos temporales lunares, está considerado como un arte sagrado, el conocimiento de las estaciones y de los elementos permite predecir las circunstancias auspiciosas.

Los cinco Kham o cinco elementos externos: madera, fuego, tierra, metal y agua, se relacionan directamente de forma interna con los doce signos del zodiaco, aportando sus distintas características y peculiaridades de cada signo y de forma secreta, por la observación de los ciclos de la energía cósmica, que siempre ha estado implícita en la verdadera luminosidad de la naturaleza humana.

El estudio del (llamémoslo) milagro de la naturaleza y sus ciclos: flores de ciruelo en primavera, calor en verano, caquis en otoño, nieve en el invierno… tienen un tiempo que corresponde más o menos a lo calculado. La naturaleza (no manipulada) en su pureza intrínseca se guía libremente por todos esos elementos climáticos tales como las lluvias, la sequía, el calor o el frío, la nieve o el deshielo…etc. No es de extrañar pues que haya haikus donde aparecen kigos de distintas estaciones, porque la naturaleza lo establece de esta manera y el haijin lo recoge con completa autenticidad (así debería de ser) como buen notario. ¡Cuánta responsabilidad!

En este haiku de Sampû (discípulo de Bashô) encontramos todas las estaciones aconteciendo simultáneamente en el mismo tiempo con una deliciosa sincronía.

Flor de cerezo,

cuco, luna, nieve…

y acaba el año

-Sugiyama Sampû (1647-1732)

Flor de cerezo: primavera.
Cuco: verano.
Luna: otoño.
Nieve: invierno.

 

PERRO

16 de febrero 2018

“Año del Perro de Tierra”

Perros, perritos, perrazos

Queridos compañeritos de camino, protectores terrenales, bonachones, fieros, cariñosos, pesaaaados, juguetones, gruñones, saltarines, dormilones…

 *

Perro de fuego

 Echado el perro

al resol de la siesta,

se lame el pene.

-Juan Francisco Pérez “Raijo”

 

Perro de tierra 

Luz de las brasas.

En las uñas del perro,

barro incrustado

– María Victoria Porras “Mavi”

 

Perro de hierro

Tarde estival,

las caricias del niño

al perro muerto

-Félix Arce “momiji”

 

Perro de aire

Cada día

camina más despacio…

la perra ciega

José Julio Sastre “Unsui”

Perro de agua

Perro en la hierba.

El rocío brillando

sobre su hocico.

-Susana Benet “Palmira”

 

Perro de madera 

juego de niños:

un perro se une, aunque

no entiende nada

-Fructuoso Soriano ”Frutos”

 

¡FELIZ AÑO DEL PERRO DE TIERRA!

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Febrero 2018

Olor de flores

un pájaro secándose

a orillas del lago.

 

Nombre del niño/a: Felicitas Signiorini

Edad: 10 años

Colegio:  Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina


 

Tarde de verano

una mosca muerta

flota en el agua

 

Nombre del niño/a: Pilar Vuolo Cecchini

Edad: 10 años

Colegio:  Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina


 

Un pájaro blanco

y un pájaro negro

se miran entre sí

 

Nombre del niño/a: Lola García Almada

Edad: 10 años

Colegio:  Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina


Ina huele un perro

mientras otro ladra

Empieza a llover


*Ina es la perra del niño

 


Nombre del niño/a: Ander Arellano Gil

Edad: 9 años

Colegio:  CP Griseras

Ciudad: Tudela, Navarra

País: España

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Entrega nº 22. 3 de junio

– Roseki, un amigo de Ôsaka, me regaló un álbum de Bunpô: Panorama de los paisajes elegantes de la capital imperial (Teito gakei ichiran). Estas son imágenes de sitios famosos de Kioto, todas con shasei (esbozadas del natural). Te llegan muy adentro por su elegancia, eso no hay ni que decirlo, pero, además, y sobre todo, te hacen sentir que se trata de sitios famosos que verdaderamente existen. Eso es al menos lo que me viene a la cabeza cuando los comparo con los paisajes reales que he tenido la oportunidad de ver con mis propios ojos. Podemos pensar pues, que es lo mismo para aquellos que no conozco. Cuando Ôkyo pintó Arashiyama, desarrolló también sashei, un boceto puro en vivo y al natural, pero, sin embargo, la mayoría de sus imágenes de montañas y agua, aunque firmadas por Ôkyo, no enfatizan en reproducir verdaderamente la vida.

Por otra parte, nos encontramos de vez en cuando paisajes reales en las pinturas de la Escuela Shijô, como las cerezas de Kiyomizu o el arce Toga-no-o; pero solo suponen una pequeña parte de su producción artística, y en general, los paisajes no están pintados en el acto. Ahora, sucede que en Bunpô siempre es el caso, lo cual es extremadamente raro en Japón. Posteriormente, en las imágenes de la escuela del mundo flotante, surgió Hiroshige, cuyos paisajes son absolutamente notables, como tuve la oportunidad de explicar. Podemos sostener que, Bunpô y él, son unos grandes maestros de la pintura de paisajes. Sin embargo, si consideramos cómo manejan el pincel, es obvio que no podemos poner en el mismo plano a Hiroshige, que tiene aspectos vulgares, frente a Bunpô, que suele ser de un estilo exquisito. Sin embargo, como Bunpô, en estos famosos lugares de Kioto, solo pinta desde puntos de vista estrechos, localizados, nada prueba en cualquier caso, que hubiera prevalecido el arte del paisaje Hiroshige, si Bunpô hubiera pintado escenas un poco más globales. Si Bunpô, por ejemplo, hubiera publicado un panorama de las vistas del lago Biwa, tal vez habría pintado vastas perspectivas, pero como todavía no he tenido la oportunidad de ver una obra de este tipo, no conozco realmente todo su potencial.

 

Notas del traductor y de las fuentes.

 

Mizuochi Roseki (1872-1919). Fue un poeta de waka y de haiku, una autoridad en Buson y amigo y discípulo de Shiki. Lideraba el grupo de haiku de Ôsaka en aquel tiempo.

– El Panorama de los paisajes elegantes de la capital imperial, es una colección de 4 volúmenes publicados en el año 13 de la Era Bunka (1816). La Era Bunka fue una era japonesa posterior a la Era Kyôwa y anterior a la Era Bunsei. Cuando se habla de «Capital imperial», se hace referencia, en ese tiempo, a Kioto. Puede verse el tomo y una página doble de cada uno de estos volúmenes clicando aquí; y una colección mucho más completa accediendo aquí.

– La gran propuesta de Shiki para el haiku, pero también para todo arte en general, es el shasei.

Según Trumbull Ch., fue un concepto propuesto inicialmente por Nakamura Fusetsu, formado en Europa, para la pintura, y Shiki lo hace extensivo a la escritura. Rescata también a la biógrafa de Shiki, Janine Beichman, cuado comenta cómo se aconsejaba a los poetas un trabajo llamado Zuimon suitô (Preguntas aleatorias y respuestas aleatorias), escrita en 1899 que afirmaba: «Toma tus materiales de todo lo que te rodea; si ves un diente de león, escribe sobre un diente de león, si hay niebla, escribe sobre la niebla. Los materiales para la poesía se hallan, de manera abundante, a tu alrededor”. Más recientemente, el poeta Akiko Sakaguchi afirmó en la revista Blithe Spirit: «En la poesía china había un elemento llamado ganzen (ante los ojos), similar al shasei. Entonces, también podría haber una influencia inconsciente de la poesía china. En Japón había un elemento llamado keiki (estado de ánimo de una escena) anterior al período de Bashô, pero era algo diferente del Shasei propiamente dicho”. Es decir. La idea del shasei de pintar “en vivo”, “de la naturaleza”, “en el acto”; podría venir de un concepto de la pintura china: pinta lo que tienes ante tus ojos.

Shiki, en cualquier caso, se referirá al shasei de forma más concreta en la entrega 45. El término, que se incluyó de pleno en el concepto de haiku moderno (o renovación del haiku), se viene traduciendo como “pintura abreviada (o simplificada) tomada de la vida” cuando se habla de imágenes, y en general como esbozos de vida, bosquejos del natural, dibujos sencillos de la naturaleza… en fin, todo lo que sea una reproducción fiel, realizada en directo, que represente lo vivido, y siempre sin entrar en una descripción meticulosa y extremadamente precisa, sino una reproducción o trasposición de la vida, realizada de manera sobria y sencilla.

Ya en las entregas 10, 11 y 12, podemos ver a Shiki emocionarse con los dibujos de Bunpô, y lo hace por tres motivos: son auténticos, los hace con esbozos de la vida real y en el acto, y no pretende representar el todo, sino solo un aparte. Esto es lo que sienta realmente las importantes aportaciones de Shiki, quien sugería 3 conceptos:

  1. Makoto: Se trata de un concepto anterior a él, y que tomó de Ônitsura. Viene a significar “veracidad poética” o, de forma más genérica, autenticidad. Se pinta y se escribe sobre lo que es.
  2. Shasei: Insistió mucho en él, es su idea principal y el eje de su propuesta, e implica «esbozar desde la naturaleza, desde la vida». Huir del estudio, para pintar y escribir al natural y del natural, de forma sencilla y a grandes rasgos, en directo y de lo vivido.
  3. Sentaku: Shiki también se refirió al “realismo selectivo”, por el que conviene representar no siempre el todo, sino también las partes. Debemos evitar que el bosque nos impida disfrutar de los árboles.

Arashiyama es un lugar importante del oeste de la capital.

– De Maruyama Ôkyo, a Shiki le gusta su seriedad, y ya se refirió a él y a su obra en la entrega número 6.

– La Escuela Shijô, es una gran escuela de pintura japonesa nacida con Maruyama Ōkyo (fundador de la escuela Maruyama) y su antiguo estudiante Matsumura Goshun (1752-1811), a finales del siglo XVIII (mediados del período Edo).

– Son famosos los hanamis con los cerezos de Kiyomizu (lugar con famoso templo).

– Togano es un conocido sitio de Kioto, donde se encuentra el famoso templo Kôzan-ji y está rodeado de hermosos arces, cuyo color, intenso, confiere una gran peculiaridad al lugar.

El lago Biwa (Biwa-ko) es un lago de Japón, el más extenso (ocupa un área de 670 km²), más grande y más antiguo del país.

Entrega nº 21. 2 de junio

– Hasta ahora había malinterpretado eso a lo que llaman «comprensión» en las escuelas budistas zen. Creí que alcanzar la comprensión significaba que uno podía morir apaciblemente, fueran cuales fueran las circunstancias. Estaba equivocado: alcanzar la comprensión significa en realidad que uno puede vivir apaciblemente, sean cuales sean las circunstancias.

– Y entonces pregunto, así, a bote pronto: «¿El perro conoce la budeidad (Buddhahood)? Respuesta: «El dolor».

– Entonces, pregunto de nuevo: «¿Qué significa la venida de Bodhidharma por el oeste?

¿respuesta?: «El dolor»… nuevamente, respuesta: «El dolor».

 

Notas de las fuentes y comentarios propios

 

*A lo largo de toda la serie, frecuentemente los enlaces se hacen directamente a la fuente original, en idioma que no es el castellano, a fin de respetar dicha fuente y su posible lectura para quien, en caso de conocer el idioma, así lo prefiera. Cabe recordar que, en cualquier caso, todas las fuentes referidas en los enlaces permiten ser traducidas directamente on-line y leídas pues en castellano también.

– Con «la comprensión», Shiki se refiere al satori del zen, que a menudo se traduce como «iluminación» o «despertar«, pero cuyo significado literal es “comprensión” y hace referencia a eso y al «conocimiento», a la «conciencia» o al «significado verdadero u oculto».

– La Buddhahood, es entendida como budeidad, y se trata de la condición o rango de un «despertado» de Buda. La pregunta de si un perro conoce la budeidad, hace referencia a un kôan zen clásico llamado kushi busshô en japonés (Un monje le preguntó a Zhao Zhou, “¿Tiene el perro naturaleza Buddha? Zhao Zhou dijo, “Mu”). Shiki había leído la Colección del Acantilado Azul (Biyan Lu), una colección de 100 kōan en 10 fascículos del apogeo del budismo chân (zen en chino) de la dinastía Song.

– Cuando Shiki cita repetidamente el dolor, hace alusión transparente a la primera de las cuatro nobles verdades del budismo: todo es duckha, un término de difícil traducción   que puede incluir: dolor, tristeza, descontento, desilusión, insatisfacción, sufrimiento, incomodidad, sed, intranquilidad, imperfección, malestar, fricción, pesar, frustración, irritación, presión, ir contra corriente, agonía, vacío, tensión, angustia existencial, o «la carga o peso existencial inherente a la condición samsárica (humana)».

– Cuando Shiki habla de la venida del Bodhidharma por el oeste, hace referencia a otro kôan clásico del zen llamado «La venida del patriarca occidental» (en japonés Soshi seirai), refiriéndose al viaje de Bodhidharma desde la India a China.

– Tal vez en el contexto de esta entrega de Shiki, merezca la pena recordar sus versos:

akikaze ya / ware ni kami nashi / hotoke nashi

Algunas traducciones al castellano son:

de F Rodríguez-Izquierdo:

viento de otoño;

no hay para mí dioses,

no hay budas.

 

de José María Bermejo:

viento de otoño:

no hay dioses para mí,

no hay budas

 

de Justino Rodríguez:

ni budas ni dioses

para mí

vientos de otoño.

 

Solicito opinión para la comprensión profunda del texto, y me comentan que la conformación misma de la lengua japonesa permite lecturas, no excluyentes entre sí, de este haiku: ¿De qué habla Shiki? ¿Del viento en el que no percibe nada de los kamis ni de los budas? ¿Está simplemente haciendo declaración de su ateísmo? ¿Quiere decirnos que no hay para él ese «consuelo» de sentir que hay algo que sostiene la existencia? ¿O se nos muestra como alguien debilitado que no encuentra, en sí mismo, nada de la naturaleza de un kami o de un buda?

Poco más que añadir.

Entrega nº 20. 1 de junio

Cuando nos fijamos en la obra de Hiroshige titulada “Álbum de Ejercicios en Cursiva (Sôhitsu Gafu)”, entendemos que este pintor no posee la capacidad de invención que muestra en sus dibujos, a modo de esbozos, Keisai, que, aun dibujando unos bosquejos, están muy bien ejecutados. No obstante, pude obtener el segundo fascículo de ese libro y mirándolo desde el principio, he hallado en él mucho que apreciar, por lo que daré aquí dos o tres impresiones, sin hacer una crítica en regla.

Año tras año, para el 1 de enero, recibo un presente de Fumoto, que me ofrece una cesta de bambú con siete plantas y, por lo tanto, entiendo que estos deben ser los nuevos gustos de los floristas y jardineros de la era Meiji.

Ahora, descubro en el Álbum de ejercicios en cursiva, editada en el año 3 de la era Kaei -1851-, una obra que representa este tipo de decoraciones. Es una canasta de bambú con tres patas, en la que se han plantado pequeños brotes, en medio de los cuales se adivinan cuatro o cinco etiquetas. Lleva colocada en un lado, una pala. Siempre llevan exactamente siete plantas. Es un regalo muy refinado que parece que se hace en Edo desde hace mucho tiempo.

Puede verse también en la colección, una ilustración del Santuario de Kameido: se observa pórtico y capilla, pero también hay un río y un pequeño bosque. No hay nada a su alrededor, ni una sola casa. Parece que los lugares presentaban entonces un aspecto muy diferente de lo que se han convertido hoy.

En el mismo trabajo, hay cañas pintadas dentro de cuadrados pequeños separados por dos pulgadas. De las que están delante, solo está pintada la parte superior, es decir, la flor. En cuanto a las que están en la parte posterior de la imagen, por el contrario, solo pinta la parte baja, es decir, el tallo y las hojas. Me parece realmente algo muy raro, y quizás es un invento de Hiroshige, a menos que Korin ya lo haya hecho, o que provenga de una pintura occidental.

También en esta colección, hay un dibujo titulado Ôtsuki Plain. En primer plano, las montañas escarpadas bloquean el horizonte, y sobre ellas se destaca un monte Fuji alto en toda su blancura. Las imágenes del Fuji tienden a estar muy vistas, o parecer artificiales; son pocas las que, como esta, traducen toda la enormidad de Fuji sin recurrir a una combinación excepcional.

Se incluye asimismo en la obra, una imagen de pesca con cormorán. Un pescador, subido en su barca, sostiene unas cuerdas de seguridad en su mano izquierda, y una antorcha en su mano derecha. No sé cómo se practica la pesca con cormoranes, pero tengo la impresión de que es imposible en las condiciones que la imagen refleja, sacar los peces más grandes. ¿O realmente sí que es posible que los sacaran de esa manera?

 

Notas de las fuentes y comentarios propios

 

– El Álbum de Ejercicios en Cursiva (Sôhitsu Gafu) fue publicado en cuatro volúmenes entre 1848 y 1851.

Kuwagata Keisai (1764-1824), fue un pintor e ilustrador, famoso por su arte de “dibujo abreviado” (boceto, bosquejo) que tanto proclamó Shiki con sus teorías del sashei. Hace unos años, se ha publicado en Europa unas recopilaciones de su obra: “Bosquejos de Keisai. Aves, animales, personajes”, editado por C. Marquet, París, Institut national d’histoire de l’art/Arles, Picquier, 2011.

– Oka Fumoto (1877-1951), fue un poeta de waka. Janine Beichman, la biógrafa de Shiki, en su obra “Masaoka Shiki: His Life and Works” refiere que Fumoto era gran amigo de Shiki, que lo visitaba con frecuencia, y en cualquier caso no fallaba en las reuniones literarias que se hacían en casa de Shiki sobre tanka. En ellas, se comentaba y se motivaba a los más jóvenes a escribir tankas. Kyoshi llegó a comentar con cierta petulancia en Shiki Koji a Yo (Shiki y yo, 1915) que una pieza criticada negativamente por Shiki en una de estas reuniones, tenía pocas posibilidades de ser publicada en Hototogisu; pero admitió que las reuniones fueron un buen estímulo para escribir y así perpetuar la revista. Los miembros de esas reuniones, además de Kyoshi y Shiki, incluyeron a muchos de los discípulos y admiradores de Shiki en el haiku y la tanka: Kawahigashi Hekigoto, Sakamoto Shihoda –Shota- (1873-1917), Matsuse Seisei (1869-1938), Samukawa Sokotsu (1875-1954), Ito Sachio (1864-1913), Sato Koroku (1874- 1949), el propio Oka Fumoto, y Natsume Soseki (1867 – 1916).

– El Santuario de Kameido, en Tokio, es conocido por sus glicinas y por celebrarse en él el Festival de las Glicinas.

– Cuando habla de Kôrin, se refiere a Ogata Kôrin, pintor y lacador, sobre todo de biombos. Se hablará de él más extensamente en la entrega 27.

Ôtsuki Plain es un lugar de Ôtsuki, en el departamento de Yamanashi.

– La pesca con cormorán es una forma de pescar en agua dulce, usando cormoranes atados, muy usada en Japón desde 1300. Puede verse un vídeo clicando aquí.