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Shigure

音は 時雨 か

oto wa shigure ka

el sonido…

¿llovizna…?

                                                            Taneda Santôka

Los nombres de la lluvia. Dos páginas de mi cuaderno y seguimos… Ni siquiera Y. sabe cuántas palabras japonesas existen para designar tipos y razas, cualidades, sutilezas, de la lluvia.

Aunque la cafetería está llena las voces destacan poco más que la lluvia que cae afuera. ¿Cuál cuál?… ¿Shigure?

Shigure es esa llovizna, fría, que cae al borde el invierno. Cuando ya el viento enfría los últimos días del otoño y en el aire hay algo… algo diferente. A veces tiñe de blanco las ramas altas de los sugi, los esbeltos cedros japoneses que crecen rectos y oscuros en las montañas.

Shigure-kan es también como se llamaba el pequeño museo dedicado a Santôka en Yunohira. Es un pequeño pueblo al oeste de Kyushu, en plenas montañas. Un onsen, muchas cuestas empedradas y un río. Un valle estrecho y verdísimo.

Es curioso. Como hoy aquel día llovía también, una tarde al borde del verano, cuando ya el aire caliente que asciende de los valles anuncia que la primavera se va.

Es curioso, pienso, porque es como al revés. Esta tarde tomando café con Y. en Nagasaki apunto en mi cuaderno konukaame, la lluvia ligera de principios de verano que cae sobre el arroz joven y verdea el aire. Ahora justo, que ahí fuera suena ya el inverno próximo que se intuye entre el shigure.

Y me acuerdo de aquella lluvia. Y del museo, y de Santôka.

Creo que me lo dijeron pero ya no recuerdo. Por qué se llamaba así aquel museo. Santôka recaló allí una noche que lloviznaba, entre el otoño y el invierno. Puede ser…

El museo es pequeño. Una casa de madera casi oculta entre la vegetación que ahora brilla con la llovizna. Me gusta caminar descalzo sobre el suelo de madera. Arrodillarme sobre el suelo aquí y allá. Mirar con atención lo escrito por viajeros que pasaron por aquí antes que yo. No enterarme de nada de lo escrito en kanji y mirar por la ventana. Imaginar.

Con un pincel y una hojita puedes dejar tu propio haiku, o lo que quieras. Vaya. A ver qué pongo yo ahora…

 Algo debió quedar desde entonces, el olor de la lluvia o un papel en blanco, porque Y. me miró y preguntó qué me pasaba.

Namidaame. Me dice. La lluvia ligera que cae en un momento de tristeza. Apunto. Un corazón que también llueve, cuando la lluvia te empapa hasta más allá de los huesos. Una lluvia que se comparte. Imagino.

Me gustaría estar aquí cuando cese la lluvia. Pensé de pronto mientras subía la cuesta empedrada junto al río. El camino que salía del pueblo.

Había fiesta, y los aldeanos subían y bajaban por la cuesta con una especie de carrozas decoradas que llevaban a hombros. Iban vestidos de colores llamativos y corrían arriba y abajo. El ambiente festivo se notaba en las caras, en los puestos de comida, en el aire. Por encima, por debajo, de risas y gritos el sonido del río.

Parece que la tarde cae afuera. Llevamos un buen rato aquí de cafés… La ciudad luce ya neones en los edificios más altos que se ven desde aquí.

Yarazunoame. Lluvia que comienza a caer como si tratara de evitar que un invitado se vaya. Apunto. A veces hasta la lluvia es caprichosa. Para bien o para mal…

Ni sé las veces que he deseado que un invitado no se vaya…. Ni sé las veces que anhelaba esa lluvia sin ni siquiera conocerla. Una persona, un instante, una parte de mí mismo…

Deseé que aquel valle y aquella cabaña, aquella primavera, no se fueran. Deseé la lluvia.

Ese sonido… ¿será la lluvia? A veces algo entre la lluvia y el silencio parece llamar desde alguna parte.

En la ladera de la montaña las ramas altas de los sugi se mueven como conjuradas por el viento. Más arriba el bosque se adentra en las nubes que se hacen y deshacen sobre la montaña. La montaña… me gustaría caminar descalzo, pensé de pronto. Adentrarme en la lluvia y no mirar atrás.

Kitsunenoyomeiri .   Lluvia mientras el sol brilla, llovizna con sol. Me dice Y. mirándome fijamente. Apunto. Literalmente la boda del zorro. ¿Cómo? Apunto apunto….

La relación que tiene la lluvia con las bodas de los zorros se me escapa. Quizá algo tan extraño a primera vista como que llueva mientras brilla el sol sea relacionado de alguna manera con el zorro porque, en una cultura agrícola como la japonesa, es una criatura benefactora en su labor de controlador de roedores y además con características sobrenaturales.

A veces mientras luce el sol en el valle llueve en la montaña. Quizá los aldeanos pensaban que los zorros invocaban la lluvia para ocultar sus tejemanejes en su sociedad paralela. Entre los humanos y los dioses.

Un haiku, creo que de Issa, dice:

 

秋の火や 山は狐の 嫁入雨  

aki no hiya yama wa kitsune no yomeiriame

lluvia con sol

llamaradas de otoño

en las montañas

El sol en la lluvia, la lluvia en el sol. Me gusta. Y Kitsune con sus cosas de zorros, de humanos y de dioses. Tras la sonrisa de Y. está la noche, la casi noche, que se intuye al otro lado de la ventana.

Volviendo a casa zigzagueo con parsimonia entre hojas de ginkgo que ha derribado la lluvia. Qué amarillas son. En el cielo perfiles de sombras, nubes, en la sombra de la noche próxima. Entre el día y la noche, entre el otoño y el invierno. Entre la lluvia y su olor en el aire. ¿Qué lluvia? ¿Cuál es el verdadero nombre de la lluvia? ¿Quién el invitado de este momento?

 

EL CAMINO DEL ESPÍRITU LIBRE

LA CHOZA DEL HAIJIN

俳人の山小

Dos leyendas del tiempo : SANTÔKA- CAMARÓN

 

Me resulta curioso comprobar las afinidades que hay entre las fuentes – a veces muy dispares-que alimentan mi espíritu en este deambular por la existencia que me ha tocado en suerte. Y no es que busque esas coincidencias, no al menos conscientemente, sino que simplemente surgen como una atracción visceral que puede nacer de una palabra o de un sonido y que es capaz de erizarme la piel. Desconozco cuál es el proceso que me lleva a relacionar a José Monge Cruz, más conocido como Camarón de la Isla, con Taneda Shōichi 種田 正, más conocido como Santôka. Pero el caso es que mi cuerpo así lo siente.

Os pido disculpas por la extensión del artículo.

JOSÉ MONGE CRUZ- CAMARÓN DE LA ISLA

SHIMANO EBI 島の蛯

José Monge Cruz, (3 de diciembre 1952- 2 de julio 1992) nació en San Fernando, Cádiz, en una familia de etnia gitana. Su padre, Luis, era fragüero y su madre, Juana, canastera. Tuvo siete hermanos.

Quedó huérfano de padre siendo niño y pronto dejó la escuela para trabajar en la herrería familiar. En casa lo necesitaban. También sacaba dinerillo cantando en bautizos, fiestas, o en los trenes y autocares que hacían ruta desde San Fernando a Jerez. Su voz peculiar y sus dotes para el cante, no pasaron desapercibidos. El “duende” le acompañó durante toda su existencia.

De espíritu inquieto, pero a la vez respetuoso con la tradición, indagó junto a los jóvenes valores de su época, en otros caminos en los que poder expresar su particular universo creativo, lo que le llevó a recibir críticas severas de los más ortodoxos que llegaron a considerarle un traidor. Pero él se defendía sin dejarse achantar por esas voces que intentaban acotar su necesidad de expresión más auténtica dentro del cante jondo. En una entrevista dijo:

 

“El flamenco está hecho, pero sobre lo hecho se puede seguir creando sin engañar, sin mistificar. ¿Por qué tenemos que hacer todos la soleá exactamente igual, como si fuéramos un disco? Si yo puedo añadirle algo propio, enriquecerla, sin desvirtuar lo que es el cante por soleá, ¿por qué no voy a hacerlo?». 

 

No pudieron, afortunadamente, cortarle las alas, y queriendo o no, fue él junto a otros compañeros, como Enrique Morente, los que inauguraron un nuevo movimiento “LOS JÓVENES FLAMENCOS” que revolucionó e impulso el mundo del flamenco, sumido entonces en una grave crisis. Pero todo esto, no impidió que continuara con la tradición más ortodoxa, asistiendo humildemente, al festival del Cante de las Minas de la Unión donde quedaba demostrado sin lugar a dudas, la conexión casi mística que Camarón sentía a través de su arte. Así lo demuestran tanto su forma de interpretar introvertida, éxtasis puro, como la temática elegida para sus canciones: el canto a la vida, pero también a la muerte, la futilidad de la existencia, su condición de gitano, la libertad.

 

Alcanzó la fama en vida, pero nunca se dejó seducir por ella. Siguió siendo un hombre humilde y libre.

 

Por desgracia, como tantos jóvenes de esa década nefasta de los 80 en España, no pudo escapar de las garras de la droga, la heroína y la cocaína. Esto, junto con algún encontronazo con la ley (estuvo preso por dos días) y con un fatal accidente de tráfico en el que murieron dos personas, crearon una leyenda negra en torno a su persona. Pero lo que acabó finalmente con su vida, fue su adicción al tabaco. Se dice que fumaba unos 60 cigarrillos al día. El 2 de julio de 1992, a la edad de 40 años, un carcinoma de pulmón silenció para siempre aquella voz extraordinaria, dejando una viuda, Dolores Montoya “La Chispa” y cuatro hijos a los que adoraba.

 

Cantó como nadie este tango flamenco compuesto por Pepe de Lucía:

 

Limpia va el agua del rio
como la estrella de la mañana,
limpio va el cariño mío
al manantial de tu fuente clara.

Ay, como el agua.

Como el agua clara
que abaja del monte,
así quiero verte
de día y de noche.


TANEDA SHŌICHI 種田 正 一 TANEDA SANTÔKA 种田山头火 FUEGO DE LA CIMA DE LA MONTAÑA

Taneda Shôichi, (3 de diciembre de 1882 – 11 de octubre de 1940) nació en una aldea de Honshû, la principal isla de Japón, en el seno de una familia adinerada y poseedora de tierras. A los once años, el terrible suceso del suicidio de su madre – que se arrojó a un pozo – y la imagen luctuosa de su cuerpo al ser sacado del mismo, “de su tumba de agua”, marcó para siempre la vida de este haijin y su forma de relacionarse con el mundo y con la mujer. Huérfano de madre, fue criado desde entonces por su abuela. Cursó estudios universitarios en Tokio y allí comenzó su adicción severa a la bebida. Las finanzas familiares sufrieron duros reveses y el padre de Santôka se vio obligado a vender sus tierras. No se le ocurrió otra cosa que montar como negocio familiar una tienda de sake, y dado el problema con el alcohol que tenía su hijo, se puede decir que no fue una buena decisión. En dos años el negocio se fue a pique.

En 1913, Santōka fue aceptado como discípulo por el reformista del haiku Ogiwara Seisensui (1884-1976) al que se le considera precursor del movimiento haiku de forma libre, o de estilo libre, componiendo haikus que no se ajustaban a la métrica tradicional y que prescindían como requisito principal de la palabra estacional o kigo.

Tras la ruina familiar, la muerte de su hermano por suicidio, la de su abuela y la de su padre, su detención y encarcelamiento como sospechoso de ser comunista, además de su fracaso matrimonial, Santôka abandona a su mujer y a su hijo. En 1924, a la edad de 42 años, borracho como una cuba, salta delante de un tren con la esperanza de acabar con su miserable vida, cosa que no consigue ya que el tren se detuvo a tiempo. Fue rescatado en este estado de despojo humano por un monje Zen que le acogió en su templo.

Santôka se convierte entonces en monje mendicante. No poseía nada salvo su túnica, su kasa (sombrero-paraguas), su cuenco de mendigar que hacía las veces de escudilla para el arroz, y sus gafas de culo de botella. Vivía de las limosnas, sufriendo los avatares de las inclemencias del tiempo y una soledad extrema que le lleva a confundir su ser con los seres que le rodean, convirtiéndose en “uno” con el aire, el agua, las piedras. Y así lo reflejó con maestría en sus haikus. En vida fue despreciado por sus congéneres y tras su muerte alcanzó enorme fama, al ser quizá el último monje haijin mendicante de Japón.

 

水に影ある旅人である

Mizu ni kage aru
tabibito dearu

En el agua hay un reflejo
Es alguien que va de viaje

 

 

なみのおとしぐれてくらし
Nami no oto shigurete kurashi

Calado con el rumor de las olas
Oscuridad

 

 

山のけはしさ流れくる水のれいろう
Yama no kewashisa nagarekuru mizu no reirô

La luminosidad del agua
va fluyendo por el camino abrupto
de la montaña

 

一羽来て啼かない鳥である

Ichiwa kite
nakanai tori dearu

Viene un ave…
Es un pájaro que no canta…

 

 

岩ばしる水がたたへて青さ禊する
Iwabashiru mizu ga tataete aosa misogi suru

Discurriendo por entre las rocas
el agua acaba en un azul remanso
en el que me purifico

 

 

月へくみあげる水のあかるさ
Tsuki e kumiageru mizu no akarusa

La recojo y la alzo hacia la luna
La luminosidad del agua

 

ふるさとの水をのみ水をあび
Furusato no mizu o nomi mizu o abi

Beber el agua,
lavarme con el agua
de mi aldea natal

 

山しずかなれば笠をぬぐ
Yama shizukanareba kasa o nugu

Cuando la montaña se aquieta,
me quito mi sombrero de bambú

 

Y con la licencia que otorga la fantasía -¿por qué no soñar?- si Santôka y Camarón hubieran coincidido en el tiempo y en el espacio, seguro que Camarón se habría arrancado por algún palo flamenco con los haiku de Santôka. Yo también me quito el sombrero ante ellos y os invito a que busquéis las coincidencias que tienen ambos maestros en sus biografías.

 

Mercedes Pérez para ERDH 2018

Amiga de Internet

     Sabrán que los viernes suelo enviar a mis amigos un poema de mi gusto vía el correo electrónico. En una ocasión recibí una solicitud de una persona residente en el sur de Chile para que la incluyera en mi lista de correos.

Así hice y resultó que esta señora, de edad avanzada, que vivía en compañía de dos perras, tenía una vida muy activa y era muy conversadora, si es que se puede llamar conversación a un intercambio de mensajes.

Me fue contando de su vida, presente y pasada, de la ciudad donde vivía, de sus gentes y sus actividades, de la geografía de esa zona del mundo y de sus fenómenos naturales: las grandes lluvias, la nieve, el frío, las alturas montañosas, ríos y lagos, bosques, volcanes, terremotos… Y también de su admiración por estas islas de sol y cielo azul donde vivo.

El intercambio duró años (en el interín sucumbió una de sus perras) hasta que se suspendió por semanas. Dada su edad llegué a pensar lo inevitable. Mas me llegó un mensaje donde me pedía que cuando le escribiera lo hiciera con una tipografía grande pues solo así podría leer. Lo hice, pero de nuevo dejé de recibir sus correos. Que ya no he recibido más.

 

Cae la lluvia.

El rumor se propaga

de techo en techo.

Israel López Balán

 

 

 

 

 

Unas palabras del autor

 

Israel López Balan (Ciudad de México, 1976) es arquitecto y profesor de geometría. Su práctica profesional independiente o en colaboración tiene como ejes principales la docencia y la participación en concursos de arquitectura nacionales e internacionales en los que ha recibido diversos reconocimientos. Sus intereses proyectuales y de investigación se guían bajo tres líneas generales: la muerte y su traducción en vacío arquitectónico; la escala XL como consecuencia del desbordamiento de las ciudades; y la síntesis del objeto arquitectónico en las sociedades complejas actuales.

***************

 

pasajeros van

pasajeros vienen

tarde de primavera

 

*

 

 amanecer –

caen flores de jacarandá

a media calle

  

*

  

la mosca quieta

es parte de la ofrenda­ –

noche de muertos

  

*

  

crujir de hojarasca –

en las ramas de un jacarandá

solo estrellas

  

*

  

todavía caen gotas

de los árboles –

noche de luciérnagas

  

*

  

el barrendero –

en una grieta del sismo

asoman hierbajos

  

*

  

bastón de un ciego –

el árbol de naranjas

al atardecer

   

*

  

brisa del norte –

el abuelo regresa

con nochebuenas

  

*

  

un perro ladra

a los gatos en celo –

la luna llena

  

*

 un suave sismo –

los jacarandas comienzan

a ponerse verdes

   

*

 

casa demolida –

qué fuerte el cri-cri

de los grillos

 

 *

  

cielo nublado –

el color de los jacarandas

en el suelo

  

*

  

olor a mercado –

el color de los tomates

unos sobre otros

  

*

  

brisa de verano –

otra tortuga llega

al estanque

Mayo 2018

Tarde calurosa,
bajo un árbol muy alto
un pavo real.

Nombre del niño/a: Catalina Navarro
Edad: 10 años
Colegio:  Villa Devoto School
Ciudad: Buenos Aires
País: Argentina

*

La perra
ha meado en la nieve –
tiro una bola

Nombre del niño/a: Ander Arellano Gil
Edad: 9 años
Colegio:  CP Griseras
Ciudad: Tudela, Navarra
País: España

*

Noche oscura
De pronto las luciérnagas
por todas partes

Nombre del niño/a: Constanza Rebella
Edad: 10 años
Colegio:  Villa Devoto School
Ciudad: Buenos Aires
País: Argentina
* Olor a barro,
se mueve la cortina
con el viento

Nombre del niño/a: Constanza Grigas
Edad: 10 años
Colegio:  Villa Devoto School
Ciudad: Buenos Aires
País: Argentina

*

 

 

 

yôkai

鬼すだく戸隠のふもとそばの花

oni sudaku togakushi no fumoto soba no hana

 

ronda el demonio,

a los pies del monte Togakushi

flores de alforfón

Yosa Buson

Al final de la lluvia, allí donde se disuelve el sendero entre la hierba y los helechos, justo en el corazón del bosque, en su esplendor, allí está el fantasma.

Buscar un lugar para plantar la tienda ha sido laborioso. A veces sol, a veces lluvia, a veces cumbres, a veces valles. Seco y llano son dos palabras que uso poco estos días. El Kumano Kodô es tan hermoso como exigente. Las piernas y el espíritu experimentan arrebatos y flaquezas al irse convirtiendo poco a poco en camino. Sol, lluvia, cumbres, valles…

El camino de peregrinación por la Península de Kii no tiene un fin concreto. Ni material ni espiritual. No hay un lugar al que arribar tras días de marcha entre las montañas, o a través de ellas sería mejor decir tal vez. No hay tampoco una salvación, una indulgencia. El perdón.

Caminar. Nada más. Un bastón de bambú, un sombrero de junco, una mochila. Los pies.

Yôkai Emaki. No sabía entonces que el famoso rollo con dibujos de yôkais era obra de Buson. Los yôkai son espíritus, demonios, fantasmas… no sabría cómo explicarlo, muy muy populares en el folclore (y más allá) japonés. Van desde lo grotesco o lo naif hasta lo más terrorífico que uno pueda imaginar. Desde una sandalia fantasma que se lamenta por las noches porque no tiene nariz a espíritus deformes que vuelven desde los infiernos para torturar a los vivos.

Kodama. El espíritu de los árboles. Aquí, rodeado de todo este verdor que tiñe hasta el cielo, no puedo evitar pensar en kodama. El eco de algo bueno que surge de la tierra y palpita y crece y da fruto. No sabría comprender, no me importa. Pero algo en mí, también incomprensible, responde a ese eco y se aquieta, y se recoge, y vuelve a la tierra.

En el Kumano Kodô la noche cae abruptamente sobre el bosque. Noto el suelo de la tienda duro y frío. La tierra. Abro la mochila y saco toda la ropa, la extiendo como mejor puedo a modo de colchoneta improvisada. Afuera la lluvia ha cesado pero sigue lloviendo. Ráfagas de viento arrancan lluvia vieja de las hojas y rebota sobre la tienda.

Pienso en los yôkai. Pienso en esta tarde. En los cangrejos y las flores blancas, en las mariposas y los helechos, en la salamandra que cruzó el sendero, y en la libélula que pareció mirarme. Pienso en los cedros erguidos como lluvia que sube al cielo, y en los tejos centenarios que sostienen la tierra.

Cuando la noche parecía más profunda, justo entonces, sonó un canto claro y decidido como un relámpago.

–Hototogisu –dijo M. inmediatamente.

Buson también escribió algún haiku sobre yôkais. Los oni, los demonios de las montañas y los bosques. Momiji, la poderosa bruja que vivía en la montaña Togakushi, que se transformaba en animales salvajes o en bella dama y acechaba a los viajeros. Cuando las hojas enrojecen en los albores del otoño. Un valiente samurai, una espada mágica regalo de Hachiman, dios de la guerra… En fin… Pobrecita Momiji…

Esta tarde también pensé en los yôkai. En la profundidad del bosque, al final de la lluvia. Pregunto a M. sobre el significado de los kanji inscritos en la tablilla que señala un desvío del sendero. Me dice algo de un antiguo cementerio. Ese gesto tan suyo de “wakarimasendeshita”, no entiendo muy bien, no me preguntes más…

Un silencio como escurrido directamente de las hojas de los árboles.

Hay un momento de madera en el que deseo quedarme junto al sendero. Otro contiguo en el que deseo que M. me acompañe.

Árboles y maleza parecen pugnar por devorar el rastro entre la hierba alta y los helechos. Cruzo el cauce seco de un río mojado por la lluvia. Santôka. Re(en)cuerdo, como en un trueno o su silencio. Camino y las plantas me empapan la ropa de lluvia que cayó. Una pasarela cubierta de musgo y verdín, de aspecto muy poco fiable, salva un arroyo. Dudo.

Saltar un arroyo crecido por la lluvia. Al otro lado el bosque más bosque, árboles cubiertos de líquenes y musgo. Ennegrecidos por la humedad. Parecen silencio mojado.

Días atrás, a lo largo del camino he visto hakas budistas señalando antiguas sepulturas, a veces perdidas en mitad del bosque. Aquí no hay. Busco. Rebusco. Nada. Nadie.

Alguien me mira. Lo sé.

Una lluvia finísima reemprende su repiqueteo sobre mi sombrero. Me lo quito. Escucho. Miro.

Al volver al sendero M. me pregunta si he visto algo. No sé qué cara pongo. Tal vez “wakarimasendeshita” .

 

 

時鳥棺をつかむ雲間より

hototogisu hitsugi o tsukamu kumoma yori

de entre las nubes,

para llevarse un ataúd

el hototogisu

Yosa Buson

Quizá es por su garganta tan roja, o por su canto melancólico, pero el hototogisu es para el Japón antiguo, y de siempre, el de los yôkai y el Kumano Kôdo, un heraldo de la tragedia. El presagio de una muerte, un alma más para llevar a Enma, el Rey del Infierno.

-Hototogisu- repite M.

Hototogisu… Es la primera vez en mi vida que escucho su canto. Parece luz.

Sin saber por qué imito su canto. Luego M. Luego el hototogisu canta de nuevo. Reímos.

Allí donde se disuelven todos los senderos la noche y la montaña, el silencioso corazón de la lluvia. Alguien camina sin más. Un eco del bosque, la tierra y el agua, su esplendor. Nada. Niños que juegan a imitar pájaros.

mayo 2018

ANIMALITOS DE DIOS

Calendario oriental

 

A Félix Arce “momiji”

“Un corazón noble, sensible, con esa pureza que solo los niños tienen.”

 

Corral abierto

entremezclan las crines

unos potrillos

-Xaro La

 *

CABALLO

“ Caballos salvajes”

Pintura de Yosa Buson (1716-1784)

 Siempre en movimiento y apasionado por las aventuras lejanas. Muy cómodo en la sociedad, también es un orador experto y culto. Su entusiasmo, así como su insaciable deseo de libertad y emociones fuertes, pueden obstaculizarlo en la construcción de sus proyectos. Por otro lado, cuando el Caballo elige el camino correcto, su aventura es entonces esparcida con brillantes éxitos. Un poco demasiado en sí mismo (algunos incluso dirían que es bastante egoísta), su capacidad única de olfatear el peligro a una gran distancia siempre le da al Caballo gran valor como compañero.  Discreto con las personas con las que trabaja diariamente y afable con sus compañeros. Divertido y optimista, sorprendiendo a su séquito por su agudeza intelectual, nadie permanece insensible a este noble animal, a la vez orgulloso e indomable.

No es de extrañar que el signo de Taneda Santôka fuera “Caballo”.

*

Caballo de Fuego 

 

Pasa la tarde;

el caballo atado

ahora expuesto al sol

-Luezei

 *

 tarde de estío.

La tierra no empapa

las babas del mulo

– Elías

 

Caballo de Tierra

 

 Campo de mies –

Come hierba el caballo

tras una cerca

– JL Vicent

 *

 Se va nublando…

los saltos de un potrillo

hacia su madre

-Hebamar

 

 Caballo de Hierro

 

Murió el potrillo-

el corral silencioso,

El pasto alto

-Radoslav Ivelic

 *

 Neblina.

Detrás de la alambrada

un caballo flaco

-JL Vicent

 *

Chirimiri…

Mientras pasta el caballo

le tiembla el costillar

-Gorka Arellano

 

Caballo de Aire

 

pudo erguirse el potrillo

y hasta las algas

del río están en flor

-Luis Carril

 *

 Ya es mediodía.

Con la cola el potrillo

espanta moscas.

-Una Ola

 

Caballo de Agua

 

pastan caballos-

la lluvia goteando

de la alambrada

 -María Jesús Pérez

 *

 Se calma el potro

en el campo vecino,

llovizna con sol

-Sandra

 

 Caballo de Madera

 

hacia las flores

de la borraja, el bayo

estira el cuello

-Mavi

 *

 Mancha de amapolas.

Un tábano en el lomo

del viejo penco

-Joselín

 *

 Los nietos juegan

con el caballito de madera.

Sol de mayo.

-Pespir

 *

 Salud compañer@s haijines

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