Pay Money to Do Your Homework Your Essay Help. Write My College Essay for Me Service. Safely Pay for Research Paper. Write My Thesis For Me

Diciembre 2021

Haikrismas
(microdrama)

DRAMATIS PERSONAE:

EL TENDERO
LA JOVEN
EL JOVEN

         Mercado de Verónicas (Murcia). Día de Nochebuena. Suenan villancicos por la megafonía del edificio. En el rótulo de uno de los puestos de la planta superior, situado entre el de Mieles El Colmenero y el de La Especiera Murcianica, aparece en letras negras sobre fondo blanco el curioso nombre de Haikrismas. Decorado con estética minimalista de estilo japonés, del fondo de la caseta llega el rumor de una música: Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt, que solapa y acalla la de los villancicos. En el mostrador, un arce rojo bonsai en una maceta y un pebetero donde se quema una barrita de incienso. De parte a parte de las paredes que jalonan la caseta cuelga un hilo del que pende una serie de postales sujetadas con pinzas de madera con fotos de paisajes, flora, naturaleza, al pie de las cuales aparece un poema breve de 2 ó 3 versos. Sobre el mostrador hay también un cuenco de metal que hay que tocar con una baqueta de madera para llamar al tendero, según reza el cartelito situado junto a él.

         Los JÓVENES pasean distraídos mirando los distintos puestos del mercado, buscando algo para regalar en la cena de Nochebuena.

 

EL JOVEN.- (Se detiene, abraza por el hombro a su pareja y le señala con sorpresa el puesto de Haikrismas) Mira qué puesto tan original. Hace una semana pasé por aquí para comprar miel y no estaba, desde luego…

LA JOVEN.- Pues sí que es original. Sólo seis postales expuestas como ropa tendida…y nadie en el mostrador. Eso sí, la música invita al relax entre tanto bullicio…¿No sientes curiosidad? Vamos a preguntar.

EL JOVEN.- (Mira el rótulo de la caseta) Oye, ¿te has fijado en cómo se llama este establecimiento? Haikrismas. Curiosísimo. Me suena como a crismas de Navidad, y desde luego las postales lo parecen…aunque hay algo distinto en ellas, no sé…quizás el texto, o la foto, que no es la tradicional de nieve, abetos, estrellitas y bolicas de colores…o la textura del papel en que están impresas…o la caligrafía…o todo junto. No sé…

LA JOVEN.- Vamos a salir de dudas. (Toca el cuenco. No aparece nadie) A ver si sale el tendero, que parece que se lo toma con calma…

         Tras una breve pausa -que a los JÓVENES les parece eterna-, sale  EL TENDERO. Va ataviado con una bata de seda azul en la que lleva bordada una ristra vertical de ideogramas japoneses en el costado izquierdo donde van los botones. De edad mediana, no destaca nada en especial en su fisonomía salvo una barba no muy larga en su mentón.

EL TENDERO.- (Esbozando una leve sonrisa) Buenas tardes. ¿Qué deseáis?

LA JOVEN.- Bueno, resulta que nos han llamado la atención estas postales. La fotografía, el texto y el tipo de papel. Explícanos un poco…

EL TENDERO.- (Sin abandonar su media sonrisa; con voz lenta y melodiosa) Las fotos son pequeños detalles, sutiles, mínimos, casi inapreciables, de la naturaleza. Imágenes impregnadas de wabi-sabi

EL JOVEN.- ¿Cómo? ¿Wabi-sabi? ¿Qué es eso?

EL TENDERO.- Son conceptos básicos en el budismo zen. Wabi tiene que ver con la sencillez y Sabi con la soledad, entendidos ambos como actitudes para acercarse y disfrutar íntimamente de la naturaleza.

LA JOVEN.- Ya. ¿Y el texto? Parecen como pequeños poemas, aunque a mí no me lo parecen: sin rima, sin metáforas, sin nada en especial…

EL TENDERO.- En realidad no serían poemas en sentido estricto. Se denominan haikus, una particular forma llamémosle “poética”, para entendernos, de origen japonés en la que el haijín -que así se le llama al que lo compone- expresa su asombro, su profunda emoción ante lo que contempla, preferentemente en la naturaleza, que es donde reside lo sagrado de la existencia. Sin el asombro real, sin el aware, como se dice en japonés, no es posible escribir haikus. Nada de artificio, nada de ficción. Escrito con sencillez y naturalidad, en un acto de pura fusión e identificación con lo contemplado. Tan elemental como laborioso.

LA JOVEN.- La verdad es que parecen muy fáciles de escribir, pero tienen algo especial que no sabría cómo definir… algo que te impresiona por dentro… (Silencio) Por cierto, no aparece el nombre del autor…

EL TENDERO.- Es lo que menos importa.  En un haiku el autor desaparece, se hace uno con lo que contempla y se convierte en médium, en intermediario entre lo que acontece y el lector. Su yo se transparenta y se disuelve en el testimonio de las palabras.

EL JOVEN.- (Rompiendo el ensimismamiento de LA JOVEN) Bueno, ¿y cuánto cuesta cada postal?

EL TENDERO.- Nada.

EL JOVEN.- ¿Cómo que nada? ¿Son gratis?

EL TENDERO.- El conocimiento, la sabiduría, la belleza, son patrimonio de la Humanidad y se transmiten fieles a los principios de gratuidad y agradecimiento. El haiku brota, germina y espiga en el alma del haijín y lo cosecha la inteligencia sensitiva del lector. El ciclo libre y espontáneo de la Naturaleza. El haiku, en el fondo, es una ofrenda. Aceptadla con humildad y fructificará en vuestros corazones.

EL JOVEN.- (Perplejo) Entonces… ¿Nos los podemos llevar así, sin más…?

EL TENDERO.- Sí, pero con una condición: que escojáis sólo uno cada uno, aquel que más os resuene, haciéndole antes de tomarlo un gassho, una reverencia desde lo profundo de vuestro ser (EL TENDERO efectúa el gesto con una inclinación y juntando las palmas de las manos). Luego, esta noche, al acabar el postre y antes del brindis, habéis de leerlo dos veces consecutivas con voz cálida y calmada ante los comensales pidiéndoles que cierren los ojos y mantengan un minuto de silencio tras la lectura. Finalmente, en la víspera de Reyes, volvéis a este mismo puesto y ofrecéis vuestro haiku impreso o caligrafiado en papel de arroz. El ciclo amoroso del dar y recibir.

LA JOVEN.- La última parte, la de ofrecer nuestro propio haiku… Nunca he escrito ninguno… No sé si me atreveré…

EL JOVEN.- Lo mismo digo. La verdad es que a ella y a mí nos gusta la poesía, pero esto del haiku… es que nos rompe los esquemas. ¿Cómo podemos aprender?

EL TENDERO.- El haiku no es un producto, no es una teoría que se estudia, no es una fórmula ni una estructura dada que se aprende y se imita. El haiku es un camino, es el haiku-dô, una senda espiritual, un estilo de vida. Aprender a mirar, a sentir, a pensar, a percibir, con sinceridad, con sencillez, con inocencia, es el verdadero método que os conducirá a la práctica y escritura del haiku. Es un compromiso vital, en definitiva, con vosotros mismos y con la totalidad de la que sois parte no dual, indisoluble.

         Durante unos minutos sólo se escucha la música que llega del interior de la tienda. Los tres personajes se miran entre sí, quietos, en silencio. Sin darse cuenta, han acabado cerrando un círculo entrelazando sus manos.

EL JOVEN.- (Como saliendo de un sueño, soltando las manos de sus compañeros) Bueno, tenemos que irnos… Voy a escoger una postal… (Escoge una y realiza un gassho).

LA JOVEN.- Sí, yo también… A ver… (Escoge otra. Otro gassho)

EL TENDERO.- Bien. Ya sabéis. Quedáis emplazados. Abrid vuestros sentidos al milagro inaudito de la vida. Acendrad vuestra emoción y vuestra sensibilidad. Y dejad que vuestra pluma fluya acorde. No temáis.

LA JOVEN.- Hasta pronto, entonces. Gracias.

EL JOVEN.- Muchas gracias. Ya te contaremos nuestra experiencia…

         La pareja de jóvenes se va. En una mano, el sobre con la postal; en la otra, la mano de su compañero/-a. EL TENDERO se queda mirando cómo se alejan y se pierden entre la gente que acude a comprar en los diversos puestos del mercado.

         Víspera de Reyes Magos. En todos las casetas del Mercado de Verónicas hay llamativos anuncios, profusión de luces de colores y música de villancicos. Menos en el puesto de HAIKRISMAS, totalmente desmantelado, sin mostrador, sin postales colgadas de un hilo con pinzas, sin quemador de incienso, sin bonsai, sin rótulo, sin nadie, sin nada, salvo un discreto buzón, en realidad una caja de cartón con una ranura en el frontal donde alguien ha escrito con gruesos trazos de tinta roja: Haikrismas.

LA JOVEN.- ¡Anda! ¿Dónde está la tienda de Haikrismas?

EL JOVEN.- Pues es verdad. Por el aspecto del local, parece que aquí nunca hubo hubo ninguna…o que fue abandonada ya hace años…

LA JOVEN.- Viéndolo así, parece que hubiera sido un sueño lo de los haikus de Nochebuena.

EL JOVEN.- Pero no lo fue, porque ambos lo hemos vivido y aquí están tu haiku y el mío que hemos traído como acordamos con el tendero.

LA JOVEN.- Cierto. ¿Y ahora qué hacemos? (Escudriña con la mirada el local en penumbra) Espera… parece que veo una caja ahí al fondo… (Se acerca) ¡Mira! Aquí está: Haikrismas.

EL JOVEN.- (Se acerca también) Menos mal. La prueba de que no fue un sueño. Pero qué extraño. ¿Qué sería del tendero? ¿Por qué cerró la tienda? ¿Por qué dejó, sin embargo, esta caja con el rótulo de la tienda?

LA JOVEN.- Si te fijas bien no es una simple caja. O sí, pero esa ranura… ¡se trata de un buzón! La sencillez, la austeridad del haiku-dô…

EL JOVEN.- Pues nada. Echamos aquí nuestros sobres con los haikus que hemos compuesto. Y confiar, como botellas de náufragos en el mar. O como carta a los Magos de Oriente (sonríe).

LA JOVEN.- Sí, confiar. Nuestro cometido ya está cumplido. Sólo falta esperar…

EL JOVEN.- O no esperar nada. La humildad.

LA JOVEN.- La disolución del ego.

EL JOVEN.- Alguien los leerá y se producirá la reacción en cadena…

LA JOVEN.- O no. Las palabras regresarán al Silencio original…

EL JOVEN.- El eterno retorno.

LA JOVEN.- La consumación.

         Ambos quedan en silencio. Echan las haikartas al buzón. Con la música in crescendo de Arvo Pärt que inadvertidamente ya llevaba sonando unos minutos, se abrazan y, cogidos por los hombros, como nimbados de una luz solar, se desvanecen en la multitud ávida de compras compulsivas.

TELÓN

Diciembre 2021

En la más honda
espesura de la montaña,
llegar a la desnudez.

– Taneda Santoka
(Trad. Vicente Haya)

 

«EL CAMINO HACIA ADELANTE

Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo. Tal renovación es la promesa de estos principios de la Carta de la Tierra. Para cumplir esta promesa, debemos comprometernos a adoptar y promover los valores y objetivos en ella expuestos.

La vida a menudo conduce a tensiones entre valores importantes. Ello puede implicar decisiones difíciles; sin embargo, se debe buscar la manera de armonizar la diversidad con la unidad; el ejercicio de la libertad con el bien común; los objetivos de corto plazo con las metas a largo plazo. Todo individuo, familia, organización y comunidad, tiene un papel vital que cumplir (…)

Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida».

(de la Carta de la Tierra)

Me despido de esta serie con este haiku de Santoka sobre la desnudez en la espesura de la montaña, como un deseo para este fin de año y bienvenida para el que viene.

Ha sido una agradable tarea preparar cada mes este vínculo entre la fotografía, el haiku y el texto de la Carta de la Tierra.

Me ha servido para ser más consciente de las relaciones entre la belleza y el cuidado de la naturaleza.

Muchas gracias por vuestra invitación.

Poetas en el camino: Issa

Issa Kobayashi (1762-1827) es otro de los grandes poetas del camino. Quizá el más popular. Y sin duda, el más querido. Hijo de una rica familia campesina, con apenas tres años pierde a su madre y tendrá que soportar muy pronto a una madrastra celosa y desabrida.  A los 13 muere la abuela Kanajo, que le había dado educación y cariño, y se ve obligado a abandonar la casa paterna de Kashiwabara y a buscarse la vida en Edo (la actual Tokio). Vivirá penosamente, aprenderá a escribir haiku -rebelándose pronto contra su rigidez formal- y en 1791 emprenderá un peregrinaje de siete años como poeta errante. Por entonces cambiará el nombre juvenil de Yataro por el nombre literario de Issa (“taza de té”). De vuelta a Edo retoma sin demasiado éxito la carrera literaria, y regresa fugazmente a su tierra natal para cuidar a su padre gravemente enfermo. Amargado por disputas de herencia con su hermanastro, finalmente se reconcilia con él, se instala en el pueblo y se casa con Kiku-jo, una mujer veinte años más joven, con quien tendrá cuatro hijos que irán muriendo uno tras otro. (Al perder a la pequeña Sato, escribirá su poema más conmovedor: “Sólo rocío / es el mundo, rocío/ y sin embargo…”). En 1823 muere también Kuku-jo, y ya con sesenta años vuelve a casarse, esta vez con la hija de un samurai, de treinta y ocho años, la relación fracasa, pero Issa -recién recuperado a medias de una parálisis que le deja sin habla- se casa una vez más con Yao, una joven nodriza de origen campesino. Al morir Issa, en noviembre de 1827, aparece en su lecho un poema de adiós – su posible jisei- agradeciendo la nieve que cubre su colcha y que parece bajar también del paraíso. En la primavera siguiente nacerá Yata, una niña de su última esposa. Será la única hija que sobrevivirá al poeta.

                En pobreza y en soledad, con una vida jalonada de disgustos y de tragedias, Issa encuentra en el haiku un arma maravillosa de resistencia y de catarsis. Se reconoce, se acepta, habla consigo mismo y dialoga al mismo tiempo con las cosas y con las criaturas, humanizándolas y humanizándose, renovando el haiku -quizá sin pretenderlo- de una manera revolucionaria, con un lenguaje coloquial, directo y sencillo, tierno y lleno de humor. Issa habla por sí mismo -citándose incluso con su propio nombre-, y hace hablar a las cosas, prestándoles un habla, o un gesto, que les permite presentarse, preguntar y responder. Issa le dice al gorrioncillo que deje paso al caballo del gran señor; invita a jugar al gorrión huérfano; anima a la débil rana que lucha; compadece a la pulga porque él también conoce la noche larga y solitaria… Reivindicando la dignidad de cada criatura -con especial predilección por las criaturas más pequeñas, más débiles o más despreciadas-, Issa sintoniza con el budismo zen -que reconoce en cada una de ellas la budeidad intrínseca o posible- y le da a su poesía una dimensión universal. Parafraseando uno de sus haikus más célebres, a la sombra del cerezo florido, nadie es extraño…

                En Issa no hay sólo compasión o consuelo. Hay belleza y pasión incondicional por la vida. Todo es efímero como el rocío, sí; y, sin embargo, merece la pena. El poeta disfruta de todo: del gotear de la nieve, de las cacerolas secándose con el deshielo, de la niebla gateando sobre la mesa, de la Vía Láctea que se divisa por la ventana rota, … Todo es interesante: la mariposa que sigue los movimientos del bebé, los pétalos que caen confiadamente, el niño que pide sollozando la luna llena, el mendigo que pasa y se compara con él… Y enlazando con esa percepción tan sutil, el sentido humorístico, tan genuino en el origen del haiku: “¡eh, caracol, / escala el monte Fuji, / pero despacio!”; “¡vamos, lechuza, / pon otra cara! lluvias / de primavera!”, “¡qué decepción!: / las flores, floreciendo; / Buda, dormido…”

Issa, el favorito de la gente sencilla. El más directo, el más universal. Intenso y vivo. Un relámpago deslumbrante cruzando el río pedregoso de la existencia.

***

Haiku 34

小豆賣小家の梅のつぼみがち

Azuki uru koie no ume no tsubomi gachi

Las judías vendidas
en la pequeña casa-
los brotes de los ciruelos

 

Desglose:

 小豆azuki: vigna angularis o frijol azuki, soja roja o judía. Es una legumbre asiática,

賣 uru: vender,

小家 koie: casa pequeña y sencilla,

つぼみ tsubomi: brote.

 

Comentario y notas culturales: 

Similitud de color y forma de los frijoles o judías azuki y los brotes del ciruelo.

Diciembre 2021

Como siempre, antes de que nos demos cuenta, el año llega a su fin. Qué mejor, entonces, que un haiku de Bashou sobre fin de año, para cerrar el primero de esta columna en la cual he buscado trasmitirles el flujo constante a través de los siglos de la poesía japonesa.

Comenzamos con un poema de Fujiwara no Sadaie (1162-1241), quien, se dice, compuso cuando niño. Sadaie fue hijo del gran poeta y maestro de tantos otros, Fujiwara no Toshinari o Shunzei, por lo que recibió instrucción en poesía desde la cuna.

旅人の笠きて馬に乗りながら口を引かれて西へこそ行け

tabibito no kasa kite uma ni nori nagara kuchi wo hikarete nishi wo koso yuke

con el sombrero de viajero y a lomos del caballo, tiro las riendas y voy hacia el Oeste.

Algunos interpretan los dos últimos versos: 口を引かれて西へこそ行け (tiro las riendas y voy hacia el Oeste) como el hecho que, cuando se muere en el camino (durante un viaje), Buda te guía a su Paraíso Occidental.

Bashou toma este tanka de Sadaie  ̶ cambiando al caballo por sus sandalias de paja ̶  y compone este haiku que aparece en el Nozarashi kikou, crónica en la cual relata un viaje que realizó para, entre otras cosas, visitar su pueblo natal, donde su madre había muerto el año anterior. Antes del poema está este preámbulo: sacándome mis sandalias de paja en un sitio, poniendo mi bastón en otro, sigo pasando las noches en el camino mientras el año llega a su fin.

年暮ぬ笠きて草鞋はきながら

toshi kurenu kasa kite waraji haki nagara

el año termina y yo aún con el sombrero y calzando las sandalias

En cierta medida es un compromiso a la vida del viajero, pero hecho en una ocasión tan importante como el fin del año, momento en el cual revisamos nuestras memorias y nos planteamos objetivos para la nueva jornada que está por comenzar, tanto literal como figurativamente.

Así también quisiera agradecer esta oportunidad, con la que me siento infinitamente honrada de hablarles mes a mes de una de las características que más admiro de la literatura japonesa: su intertextualidad constante, su trasmisión incesante de ideas, conceptos y paisajes que fluyen, se reinterpretan, toman nueva forma sin abandonar la vieja, se mantienen vivos constituyendo una tradición riquísima, constante, mágica que jamás deja de asombrarnos e inspirarnos.

¡Gracias y Feliz Año para todos!

Noviembre 2021

CONSTRUIR

Hojas pisadas
Bajo la lluvia fría.
Tarde en San Pedro.

DECONSTRUIR

Acompaño una fotografía del sendero donde, paraguas en mano, me interné el pasado sábado por la tarde. Fue en los alrededores del monasterio cisterciense de San Pedro de Cardeña, cerquita de Burgos, donde pasé cuatro días sin teléfono, ordenador, mujer ni familia, disfrutando de la belleza de los salmos con la comunidad monástica y saboreando el  silencio en los paseos y en mi celda y las palabras de un par de buenos libros que elegí de la biblioteca del monasterio. En uno de esos paseos bajo la lluvia, pude respirar el aroma a tierra, a podredumbre, a otoño mientras pisaba las hojas derrotadas por el agua caída del cielo. De regreso a la celda, escribí unos diez o doce haikus. Deseché todos a favor del que ahora presento a los lectores de El Rincón. Con él, no sé si transmito la sensación de la fragancia. La fragancia.

   En uno de los diez principios del arte de la composición de haikus según el maestro Bashō. Los dos meses anteriores comenté los del reflejo y de la resonancia que aludían, respectivamente, a la vista y al oído. Este debe hablar a la nariz. “La fragancia”, decía Rogan, “es como el aroma de una flor a la deriva y flotante en una corriente de agua”.  Un ejemplo de la fragancia en poesía nos lo ofrece Dohō en estos versos:

¡Tantos nombres
y todos tan confusos
para las flores de primavera!

 

Una mariposa,
sorprendida, de su sueño
se despierta.

  Los primeros tres versos (sigo el comentario de Makoto Ueda en el libro ya citado en otra de mis aportaciones) nos hablan de la belleza de las flores de primavera: es tan profuso el número de ellas que resulta difícil y confuso recordar el nombre de todas ellas. Pero la palabra “confusos”  produce la impresión de algo inestable, como de algo revoloteando en el rincón de un hermoso paisaje primaveral. El autor de los tres últimos versos, nada menos que Bashō, percibió este “aroma” y creo la imagen de una mariposa revoloteando.

    En el siglo XIV vivió una gran poeta llamada Eifukumon-in, la esposa del emperador Fushimi. Los versos descriptivos, en forma de tanka, de esta mujer se servían de la técnica que Kyōgoku Tamekane (compilador de la antología Gyokuyōshū) llama precisamente “dicción impregnada de fragancia”. He aquí una muestra de Eifukumon-in:

 Atardecer.
La luz por los aleros
ya es fugitiva,
pero sobre la flor
un rato se entretiene.     

Es un poema sobresaliente porque, además, incorpora maravillosamente el principio del reflejo. El desafío para el haijin es combinar cuantos principios poéticos (ya llevo comentados ocho o nueve) pueda en la limitación de dieciséis sílabas.

   En cuanto a la fragancia,  no todas las fragancias deben proceder de flores. ¿Por qué no de ese denso aroma terroso y otoñal que desprenden las hojas mojadas por la lluvia y holladas por los pies? El otoño nos ofrecen multitud de ejemplos, de invitaciones a escribir haikus que insinúen el aroma o que rebosen del mismo.

Ariel Bartolini

 

 

 

 

 

 

 

Unas palabras del autor

 

Intento el haiku desde 2015.

Primero fue un camino hacia la brevedad. Enseguida una intuición, que no llegaría a aquella por condensar o por cifrar, sino por un nuevo objeto en la escritura. La percepción de un instante, la exploración de sus resonancias y sus pliegues.

Descubrí la perspectiva nutriente de una larga tradición, remontada a poetas itinerantes del Japón del siglo XVII. Una escritura que apoya en las sensaciones un diapasón, capaz de hacer reverberar y hacer audibles ecos replegados en un suceso insignificante.

“Eso” que el diapasón logra resonar queda en el haiku como una sonoridad aguarda en un instrumento musical. Cada lector toca el instrumento y oye. El instante registrado, se extiende, se reinterpreta. Cada lectura renueva una percepción, como los aros de una piedra que cae al agua.

Una escritura que no crea sino que capta. Es una red lanzada. Una vez recogida, es el pulido, la búsqueda del término, la métrica, la música. La respiración del haiku. Afinación de la red, de la captura. El haiku es un roce del afuera que nos impulsa a inventariar y registrar.

Mi camino hacia el haiku se inició en un curso con Alberto Silva. Luego con lecturas y deslumbramientos. Bashó, Shiki, Taigi, Kyoshi, Soseki. Experiencias de crecimiento en Paseos.net, luego -y hasta ahora- en El Rincón del Haiku, la Escuela Makoto. Un curso y el conocimiento de Vicente Haya. Participar del grupo Puente y Camino.

Ahora invitado por El Rincón del Haiku, mi casa, ofrezco esta recopilación de haikus que estuvieron honrados por sus selecciones semanales y mensuales. Cada comentario y cada selección fueron para mí el espacio de pequeños y sucesivos pasos.

Los comparto, siempre agradecido a cada uno por los intercambios que hay en ellos, por las lecturas que fueron afinando estas breves músicas del mundo.

 

la tanza en vuelo,
dos perros olfateando
tripas de pez 

*

luna entre álamos.
en un crujir de hojas
se ovilla el gato

*

campanadas
con la tierra que vuela
empieza a llover

*

en el viento
las hebras del yuchán,
sol de la tarde

*

haz de luz –
el vuelo de una abeja
sobre el remanso

*

luz de luna.
un silencio en el canto
de los zorzales

*

graznido.
el brillo de una rama
en la corriente

*

luna de día,
las ramas del sauce
rozan la helada

*

menta en el cerro,
el tronco de un molle
partió la roca

*

brisa nocturna,
se oye una comadreja
entre las cañas

*

el olor del ajo
en la tabla mojada.
luna creciente

*

la brisa llega
de los naranjos en flor.
luna creciente

*

luna de tarde.
levanta vuelo un zorzal
en la hojarasca

*

niebla en los álamos.
el brillo de la helada
cubriendo un perro

 

Revista de haikus