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INTRODUCCIÓN Y ENTREGA DE ENERO: BANDOS

ALAS DEL HAIKU

 

INTRODUCCIÓN

 «Entre aleteo y aleteo en la vida, el hermano verderón y el hermano jilguero se preguntan cuándo los hombres aprenderán el lenguaje de los pájaros. En verdad te digo que si aprendes a oir el silencio y en el silencio tu voz interior, tus pensamientos se convertirán en suave canto, tus sentimientos en trino alegre, y tus pasos en la vida serán como vuelos al amanecer. Y cada amanecer como una nueva vida que comienzas.»

Abul Beka (Poeta rondeño del s. XIII)

Tras los efectos devastadores de la Dana aquí en Valencia, que nos han dejado un halo de tristeza e impotencia, agradezco al Rincón del Haiku permitirme comenzar esta andadura, y a mi hija Nuria por colaborar con sus dibujos. Releer bellos haikus barre muchos lodos.

Comienzo esta serie mirando al cielo. Amanece y un bando de estorninos está a punto de pasar frente al balcón de casa. Dejan los dormideros de la ciudad y se dirigen a los campos cuando el naranja apunta y la ciudad se despereza. Cientos de alas juntas ejerciendo su fuerza contra el aire. Ese murmullo a su paso (murmuraciones les llaman los ingleses), me acompañará todo el día. El cielo puede atronar pero también nos salva.

Tras el bando, el coro de tortolitas de las farolas y esas gaviotas hambrientas que vienen del mar con altos vuelos. De eso precisamente van estas palabras. De vuelos, trinos y plumajes; nidos, bandos y cortejos… De salir a la intemperie, alzar la vista y contemplar.

En el mundo hay aproximadamente 50.000 millones de aves de 11.000 especies diferentes. Unas seis por cada ser humano.  Aves rapaces de altos vuelos, aves corredoras incapaces de volar, zancudas, que se deslizan por el agua, de todos los colores, grandes, pequeñas, cantoras, viajeras… Van y vienen, habitan el cielo, conectan con las emociones humanas y su anhelo de libertad. En muchas culturas, mensajeras, criaturas sagradas. Símbolos y metáforas que aportan significado más allá de las palabras.

Silencio, libertad…

Las aves inundan los haikus.

Pájaros migrantes…
Los ojos de los refugiados
en el atardecer

Julia Guzmán

-.-

 BANDOS

(Enero)

Es tiempo de invernada. Bandadas de grullas, cormoranes, ansares, aguiluchos, zorzales, avefrías y otros más, llegan para pasar el invierno. Surcando  el cielo ofrecen un bello espectáculo. Elevar la mirada, ver cómo se armonizan con el viento, su condición volátil, volar con ellos…

Se oye una bandada,
resplandece la nieve
del camino viejo.

Sandra Pérez

 

Entrada la primavera partirán. Otros destinos les aguardan y nuevas bandadas llegan tras un agotador periplo que les hará a recorrer distancias que nos llevan al asombro. Sus vuelos se hacen uno con el firmamento como nube que el viento deshilacha y aleja, perdiéndose en la distancia.

hane fururu made
kari no koe
katamareri

Hasta entrechocarse alas,
los cantos de los gansos salvajes
se han fundido en uno

Yamaguchi Seishi

Sus trinos, graznidos, chillidos… son cantos del mundo que el haijin recoge gozoso, testigo de los cambios que anuncian su llegada. Las aves serán muchas veces el «kigo» en el haiku.

Puesta de sol-
el último reflejo
en la bandada

Luis Alberto Plaquin (Luezei)

De golpe se alzan
con la forma del fresno
los estorninos

Mercedes Pérez

Esa luz, ese reflejo, esa forma exacta, y el sonido/murmullo (no explícito en el haiku) que hacen dichas aves al elevarse.

koborete wa kaze hiroi-yuku chidori kana

De la bandada de los chorlitejos
uno va perdiendo fuerzas
y el viento lo recoge

Chiyo-Ni

Watari-dori miru miru ware no chiisaku nari

Un ave migratoria cruza el cielo…
Poco a poco como tú
me voy haciendo pequeño

Ueda Gosengoku

El haijin y el ave se hacen uno. La pequeñez del pájaro, también la suya.

Haikus de compasión, haikus de lo sagrado, y otros, con las aves como centro; haikus tradicionales, haikus modernos, plumas de escritura que aletean sobre el papel.

Bruma en el valle-
la bandada de pájaros
se parte en dos.

María Dech (Annur)

Solas, en pareja o en grupo, casi una de cada cinco aves migra, algunas apenas tocan tierra y solo el 50% completa su viaje. La pérdida de hábitat, los plaguicidas, la contaminación lumínica, la falta de insectos, la caza y un largo etc…son algunos de los problemas que encuentran en el camino. Necesario intensificar acciones que permitan su protección y la de los hábitats para su supervivencia. Para, como dice el poeta y naturalista Joaquín Araujo:

«No restarle al aire un solo alado más», pues «allí donde todavía puedes escucharlos, ten por seguro que queda algo con lo que volver a empezar».

a media luz
la bandada de patos
se ahila entre la lluvia

Mercedes Pérez

 

 

 

 

 

Pasos por México. Enero 2025

Pasos por México

Roxana Dávila Peña
mushi

Es la primera mañana del primer día del año y también hoy se puso el mercado sobre ruedas. Me detengo allí con el bullicio, las voces y los pasos de las marchantas en un puesto y otro. Las reconozco exclamando: “pruébele, pruébele… pruebe las uvas, los frutos secos”, “todavía hay tejocotes, lleve pa’l ponche”. Más adelante está el que hunde el cuchillo en los aguacates para que veas lo buenos que están y el que desgaja las mandarinas. Hay canastos llenos de frijol y de maíz. El mole, los chiles, los chapulines, la miel, los quesos, el pan dulce y las Roscas de Reyes, todo al alcance de la mano.  Hacia la izquierda los canarios en jaulas y el olor a sudor del que carga las cajas con romero y albahaca. El reflejo del rosa del toldo sobre los listones de colores de las que van con trenzas. Los mandiles bordados a mano y las servilletas. La viuda que regatea. La que se compadece: amamantando. Una niña se oculta en la enagua de su madre mazahua. Recuerdo ese haiku de Issa: Gorriones/ jugando a las escondidas/ entre flores de té. Allá va también la que no sabe bien qué es lo que busca con la piel toda reseca y el niño perdido en el puesto de velas y ruda.  Hacia otro lado, la de los aretes de perla que lleva lo que no necesita.

Ya para irme, el polvo en los zapatos y las huellas que el perro deja.

Flores de Nochebuena.
El suéter de invierno
que nunca usó.

Introducción: Un gesto sagrado, anotar.

Quebec, Canadá
Invierno
2025

A-notaciones sobre el haiku

 Introducción: Un gesto sagrado, anotar.

Se ha hablado mucho sobre la rana de Bashō, su salto, el paso de su vida aérea a su vida acuática, y el sonido que produce su caída al agua. Ese haiku ha sido motivo de muchas discusiones en torno a la manera en que, con unas pocas palabras, el haiku logra lo que otras frases cortas no pueden hacer: nombrar todo un paisaje, una experiencia vital en un amplio espectro. Hace notar la vida acuática y la vida aérea como mundos conectados a través de un solo sonido: ¡plop!

Ese sonido de la rana al caer al agua, además, involucra el tiempo, el presente. El haiku nombra, con ese sonido, el instante justo en que se ha producido el hecho. Sin embargo, en su invitación a imaginar, los círculos concéntricos que se producen son la huella de que la rana ha saltado. Una huella, por supuesto, efímera. Y en este sentido, involucra dos tiempos: en primer lugar, un pasado, en tanto que huella de algo que ha sucedido; pero también un futuro, un futuro extraño, de un fenómeno que, en su propia producción, tiende a la desaparición. Cuanto más cerca del objeto, menos definidas las ondas concéntricas; cuanto más lejanas, más interrumpidas.

Estos tiempos, que se traman sobre la superficie del agua estancada (sobre la página del haiku), me invitan a pensar cómo ciertas imágenes del haiku dan lugar  a ciertas discusiones en torno al haiku como género y sus recursos. Sin embargo, para percibir esa onda sutil que se forma en la superficie del agua, necesito inclinar la mirada hacia el filo del agua. Una mirada que exige una disposición total del cuerpo para que el ojo pueda ubicarse justo en el borde de la explanada líquida. Es decir, no debe ser una mirada frontal, sino una mirada lateral, un ojo que observe desde el costado el relieve que se produce en la superficie del agua. Entonces, pienso el haiku como esta superficie: prestar oído, echar un vistazo, dar un bocado, tantear; esas son las formas en las que pretendo explorar el problema, pero no para decir algo sobre el haiku, sino para relevar discusiones que, sin tener criterio alguno, algunos lectores podrían considerar relevantes o, simplemente, curiosidades sobre el haiku. Me enfocaré en ello: traer pequeños revoltijos en torno al haiku, algunas anotaciones sobre recursos que aparecen con cierta frecuencia en el haiku actual, curiosidades, colección de cosas maravillosas. Quisiera formar un gabinete de tesoros discursivos, de hallazgos, de lo que aquí intento nombrar como a-notaciones.

Se trata de anotaciones no solo por la naturaleza de este estilo en que escribo para este sitio, ERDH. Sino también como notas: anotar unas cuantas palabras como piezas de un rompecabezas para dejarlas para después, trazos sin terminaciones, sin mayúsculas ni puntuación, en medio de la página o en un borde, pero nunca siguiendo un línea de guía. El haiku pareciera ser un tipo de formulación de lenguaje análoga, y lo que podamos decir sobre él también lo es. Semejante a la Nota, hijo del fragmento, enemigo de la máxima, Roland Barthes invita a pensar el haiku por esta vía al señalar una peculiar relación de sentido. El poema breve no engendra sentido pero huye del sinsentido: “Es siempre el mismo problema, no deja cuajar el sentido, pero no abandona el sentido, bajo pena de ir en el peor de los sentidos, el del sinsentido.” (Barthes, 2013: 182).

En esta oscilación, el haiku es un objeto que me introduce a una forma de pensar la escritura y las argumentaciones que pienso proponerles en esta columna anual: a-notaciones sobre el haiku. Este sintagma, donde el verbo se quiebra, pretende señalar una forma de pensamiento quebrado, sin bases de inducción, y tal vez poco deductivo, sino quebrado; unir trozos de discurso con una facultad que ha comenzado a resurgir en el pensamiento crítico: la imaginación.

Pero también, notaciones, en al menos dos sentidos: signos distribuidos en una partitura que suena asonante (ninguna de las notas que se presentarán aquí busca encadenarse con otra), pero que, en su conjunto, puede darnos una idea, sugerirnos una misma melodía. En segundo lugar, también la notación como un gesto que ha precedido a las notas: notar, reparar detenidamente en algo, advertirlo y señalarlo. Roland Barthes nos ofrece un senderillo para despejar el camino que quiere proponer.

La Notatio aparece de antemano en la intersección problemática de un río de lenguaje, un lenguaje ininterrumpido: la vida -que es texto a la vez encadenado, hilado, sucesivo, y texto superpuesto, histología de textos en capa, palimpsesto-, y un gesto sagrado (marcar, aislar: sacrificio, chivo expiatorio, etc.) (Barthes, 2005: 54).

Encontrar una arruga en la piel de la vida, un hallazgo en lo que se superpone o en lo que aparenta encadenarse; valorar lo sorpresivo que aparece cuando nos detenemos en la observación o, bien, cuando piezas del rompecabezas que han calzado perfectamente no han formado ninguna imagen.

En este sentido, estas a-notaciones están inspiradas por la forma haiku y, en cierto modo, por la forma de explicar algunas cosas sobre él. Algo similar a lo que Roland Barthes propone en el seminario sobre la preparación de la novela. «Nota» será el nombre que recibe el haiku en función de la forma larga: «Haiku = forma ejemplar de la Notación del Presente = acto mínimo de enunciación, forma ultra breve, átomo de frase que anota (marca, limita, glorifica, dota de una fama) un elemento tenue de la vida ‘real’, presente, concomitante.» (Barthes, 2005: 59).

La Nota y el haiku comparten la cualidad de ser una amenaza al lenguaje ininterrumpido de la vida. Estas formas revelan un entrecruzamiento entre dos movimientos simultáneos: el movimiento continuo del lenguaje del texto y el movimiento que lo pellizca, aislando una parte que condensa la singularidad del anterior. A-notar, un gesto sagrado.

Bibliografía

Barthes, R. (2005). La preparación de la novela: notas de cursos y seminarios en el Collège de France, 1978-1979 y 1979-1980. Siglo XXI.

LA PRÁCTICA INICIAL

Durante el Congreso mundial de budistas de 1979 en Tokio, nos dice Marc de Smedt, el Maestro Taisen Deshimaru hizo subir a la mesa del conferenciante a tres de sus discípulos y los puso a hacer zazen, a la vez que afirmaba que esa era la práctica inicial, la cual debería ser difundida y practicada.

Taisen Deshimaru, introductor del Zen en Europa, llamó poderosamente la atención durante el congreso porque apuntó directo al corazón de la mística: la contemplación.

En el Oriente se han desarrollado diferentes métodos de contemplación -que forman parte de lo que se puede llamar el conjunto de las artes místicas-. La India tiene un lugar destacado en lo que a mística se refiere. En su territorio surgió el Yoga, que viene a ser “esa filosofía practicada por los gimnosofistas”, que anhelaba conocer Plotino.

El Swami Vivekananda, comenta y traduce los Yogasutra de Patánjali, el compilador del yoga clásico o rajayoga. Allí, en el segundo aforismo del primer capítulo vemos que: El yoga es impedir, por el control, que la sustancia (o elemento fundamental) que constituye la mente (chitta) tome diversas formas (vrittis).   

El yoga, básicamente, es un método para lograr el autodominio; pero puede utilizarse en el sendero devocional o en otras actividades. Buda, durante siete años practicó ayunos y técnicas yoguis en busca de la liberación sin resultado alguno. Y, en Gaya, tras relajar su disciplina de asceta, probó alimento y se sentó bajo el árbol Bo, permaneciendo desde la tarde hasta el instante en que el lucero de la mañana le provocó el “despertar”. Quisiera entender que, en esa ocasión, Buda, encontró el antiguo camino y lo recorrió, como afirmaba.

El problema tradicional de la sabiduría india y el budismo, según Mircea Eliade, es la liberación del sufrimiento. Cabe hacer una comparación con la filosofía de la época helenística, que marcha en busca de una regla de vida que proporcione la felicidad al individuo. R. Mondolfo nos dice que Epicuro buscaba la serenidad del espíritu, que es turbada por cuatro errores: temor de los dioses, miedo a la muerte, ansia de placeres y pesar por los dolores; errores que tienen su origen en nuestras falsas opiniones. Por un lado, tenemos liberación del sufrimiento; por otro, liberación de las turbaciones que agitan el espíritu. La sabiduría india y la filosofía helenística son una especie de terapia, un método o camino de liberación.

Dice Alan W. Watts que, Hui-neng (Eno), el Sexto Patricarca, enseñaba que, en vez de vaciar la mente, había que soltarla dejando que los pensamientos entraran y salieran por sí mismos. -Este tipo de contemplación es completamente diferente al tradicional estilo indio que impide la formación de pensamientos-. Y habría que añadir que esa es la práctica inicial, precisamente la que encontró Buda.

Hay una práctica en el Budismo Zen llamada samu, que consiste en efectuar un trabajo con espíritu Zen, es decir, realizarlo con la misma actitud con la que se hace zazen (contemplación sedente). Esto permite aplicar el Zen a cualquier actividad del quehacer cotidiano, así como a un arte o un oficio, ya que “todo acto humano puede convertirse en una forma de zazen”, nos dice Watts. Como ejemplo tenemos el tiro con arco (kyudo), los arreglos florales (ikebana), la ceremonia del té (chanoyu).

Llegados a este punto surge la interrogante acerca de las relaciones del haiku y el Zen. Paso a paso la iremos devanando.

Bashô decía: <Saigyô en waka, Sôgi en renga, Sesshû en pintura, Rikyû en la ceremonia del té: lo que corre por ellos es una misma cosa>.

Mikai, discípulo del monje Myôe, en la biografía de su maestro nos da a conocer las relaciones que éste tenía con Saigyô:

<Saigyô venía frecuentemente para hablar de poesía. Afirmaba que su concepción de lo poético era inusual. Capullos de cerezo, el cuclillo, la luna, la nieve; enfrentados ante todas las manifestaciones de la naturaleza, sus ojos y sus oídos estaban llenos de vacío. Así, sus palabras no eran reales. Cuando cantaba a los capullos, los capullos no estaban en su mente; cuando cantaba a la luna, no pensaba en la luna. Escribía poemas ante un hecho casual, ante lo inmediato.>

Las palabras de Bashô y Saigyô pueden entenderse de varias formas, según sea nuestro trasfondo. Qué sea esa cosa que corre por la obra de los personajes mencionados por Bashô, o a qué se debe la concepción poética de Saigyô, lo iremos viendo en la siguiente entrega.

4. Issa y Chiyo: La compasión a los pequeños

Como ya vimos la vez pasada con el ejemplo de Bashō y la cigarra, es posible expresar simpatía y compasión por otros seres en apenas tres líneas. Es conocido que la enseñanza budista promueve la empatía y cuidado de todos los seres, por pequeños que sean. Dos ideales son clave al respecto. Uno es karuṇā (en japonés hi 悲); la palabra suele traducirse como “compasión”, pero esto puede causar confusión porque no se trata de un pasivo pesar por el sufrimiento de otros, sino del deseo de que los seres estén libres de sufrimiento. El otro, su contraparte, es maitrī (en japonés ji 慈), que significa el deseo de que los seres sean felices. Como se ve, la “compasión” budista no es un mero sentimiento pasivo, sino una dirección de la voluntad.

Sea como sea, el poeta puede expresar su maitrī y su karuṇā, y esto no dejará de tener un cariz especialmente emotivo. Dada la influencia budista, este motivo es frecuente en el haiku, con un énfasis en la simpatía hacia las más pequeñas y frágiles criaturas. Uno de los autores clásicos más reconocidos por ello es Kobayashi Issa (1763-1827). Son numerosos los ejemplos que nos ofrece. Examinemos un par, por lo menos:

蝸牛

 

そろそろ登れ

 

富士の山

katatsumuri

 

sorosoro nobore

 

Fuji no yama

Caracol, caracol

 

Despacito escala

 

El monte Fuji

(Traducción propia)

Inevitable imaginarnos a Issa animando al frágil caracolito en su paciente marcha, incluso conmovido por la constancia de la pequeña criatura. Nótese aquí la faceta volitiva que supone la compasión: deseo que el caracol esté libre de pesar, deseo que sea feliz. Esta amorosa actitud de Issa es aún más clara en la siguiente pieza:

雀の子

 

そこのけそこのけ

 

御馬が通る

suzume no ko

 

sokonoke sokonoke

 

o-uma ga tōru

Gorrioncillo

 

Apúrate, apúrate

 

Pasa el caballo

(Traducción propia)

Otra gran artista clásica del haiku, Kaga no Chiyo (1703-1775), es especialmente reconocida por una pieza que expresa su compasión no ya por un animal, sino por una pequeña planta:

朝顔に

 

釣瓶とられて

 

もらひ水

asagao ni

 

tsurube torarete

 

morai mizu

La ïpomea

 

Enredada en el pozal

 

Buscaré agua

(Traducción propia)

Recoger agua del pozo era un oficio habitualmente asignado a las mujeres en el Japón premoderno. La artista, pues, nos muestra que, al aproximarse al pozo, se encuentra con una ipomea engarzada en el cubo de sacar agua del pozo (en castellano, pozal). Nótese que esta planta floral es, justamente, una enredadera. Pero en lugar de retirarla sin más, la poetisa prefiere dejarla quieta e ir a otra parte para aprovisionarse del preciado líquido.

Ahora bien, ¿acaso las plantas son seres sintientes, seres pasibles de sentir, y por tanto merecedores de compasión? Es posible que en el budismo temprano no se considerara de esa manera, pero en los primeros siglos del budismo en Japón hubo debates al respecto y una cierta inclinación a responder afirmativamente.

A lo mejor el ideal budista de la compasión (karuṇā y maitrī) se vio especialmente coloreado por la visión antigua japonesa del mundo, que concibe todas las cosas como movidas e interconectadas por una fuerza animada, de modo que la vida y el “alma” se expresa no solo en los animales, sino también en las plantas.

 

Nieve

 Un conocido waka de Dogen resume así la ronda de las estaciones: “En primavera, las flores de cerezo; en verano, el cuco; en otoño la luna llena; en invierno, la nieve límpida y fría. Si la mente está serena, esa es la estación más feliz del año.” Llega el invierno, y su oscuridad se ilumina con el mágico resplandor de la nieve. Los poetas la cantan. Issa se despide del mundo agradeciendo su regalo, que parece venir del paraíso. Buson invoca su luz en uno de sus últimos libros. Y Shiki, recluido en su lecho de enfermo, pregunta, una y otra vez, por el espesor de la nevada… Sentida como un don inesperado, revive ahora en mi memoria aquella nieve tan antigua y tan nueva.

Ya está aquí la nieve. Madrugadora, intempestiva, coincidiendo casi con el paso de los ganados y con los últimos signos del otoño: la migración de los pájaros, los charcos de barro donde se juega al “pincho”, el airazo que baja del Puerto y golpea las puertas y hace rodar a la seroja… Esta primera nieve, todavía suave, sorprende a las niñas que saltan a la comba, pero no acaba de cuajar. Los copos racheados caen como el vuelo oblicuo de las golondrinas y se deshacen al chocar con los hilos de la luz, con el pilón de la fuente, con el verdín de los tejados.

Las barreras empiezan a blanquear, como si hubieran desparramado harina, pero aún se perciben las hojas pardas de los robles y el esplendor de los pastos reverdecidos por la otoñada. En la escuela se vive ese primer amago de la nieve como una tentación contenida entre la alegría y la sorpresa. El canto de la tabla tiene hoy otro timbre. Una luz diferente, lechosa y suave, va penetrando por las ventanas empañadas y se posa en los mapas, en el crucifijo de madera, en el cuadro de pesas y medidas, en las pizarras ensuciadas de tiza, en el viejo encerado de hule, en las láminas de colores de la Historia Sagrada, en el pesado reloj de pared, en los estandartes polvorientos.

Entrado ya el invierno, caerán los grandes nevazos de antaño y se hará un gran silencio. Una mañana, al despertar, habrá en toda la casa una luz espectral, como venida de otro mundo, un resplandor que cae de los tejados y reverbera en las solanas y transfigura la tizne de las cocinas donde se hiela el aceite o estallan los botijos. Con suerte, no habrá escuela y saldremos a hacer muñecos y a tirarnos bolas de nieve y a ver quién hace la meada más larga en ese espesor inmaculado que, de pronto, se llena de pequeños charcos amarillos. Se parará el reloj de la plaza o perderá el pulso y empezará a dar treinta o cuarenta campanadas que iremos contando a coro, y nos acordaremos de los pájaros que sobreviven con las bayas del acebo o del tejo, y de las torrenteras heladas, y bajaremos a pedir sal a la vecina o a por un poco de tardanza.

Hace mucho frío, y las madres calientan con las uñas los dedos entumidos de los niños y los dejan dormir en ese sopor blanco, arropados hasta los ojos. Cuando va a caer un gran nevazo, la temperatura se hace más dulce, como si contuviera el aliento, y todo enmudece y hasta el aire se echa, pero esta nevada temprana, incapaz de curvar los tallos del junco, da paso a un resol que multiplica los brillos y hace cantar a los últimos pájaros.

***

03. Bashō: No hay alguien, por tanto hay alguien

Bashō es heredero de esta vocación poética de expresarse a sí mismo a través del entorno. Y la hereda por dos vías: el budismo chino y el estilo poético de Japón. Reconocido por la posteridad como el primer gran maestro del haiku, era un budista muy devoto. En su primer viaje acompañó a un amigo monje y de hecho se vistió como él: la cabeza rasurada y los hábitos. La apariencia de monje les daba una cierta seguridad en los caminos. Para entonces, la gente del común debía hacer sus viajes entre ciudades a pie y los caminos podían ser muy peligrosos: los ladrones abundaban. Con el tiempo, el gran poeta fue adquiriendo más confianza y continuó sus peregrinajes, de los cuales da testimonio en sus diarios. De ellos, el más célebre es Oku no hosomichi, traducido por primera vez al castellano como Sendas de Oku hace ya un buen tiempo.

En los diarios de viaje, Bashō apela a una prosa concisa y cargada de aire poético para narrar sus aventuras y expresar sus sentimientos. No los oculta. En la prosa va intercalando numerosos haikus. Esto ya sugiere lo que señalábamos al principio: el poeta no aparece habitualmente en ellos, no expresamente. Aun así, en su modo de no aparecer se manifiesta. Este fenómeno también se puede presentar en los haikus que no figuran en sus diarios. Veamos un ejemplo:

やがて死ぬ

気色は見えず

蝉の声

yagate shinu

ki iro wa miezu

semi no koe

Pronta a morir

Sin verse el paisaje

La voz de la cigarra

(Traducción propia)

El primer verso impone un tono dramático: se nos dice que alguien morirá pronto, pero no quién. Súbitamente, el segundo verso cambia el tono remitiéndonos al entorno circundante. Seguramente es un momento oscuro del día porque no se ve el paisaje. El tercer y último verso nos remite a la imagen de una cigarra cantando poderosamente. Ahora sabemos quién morirá.

El poema nos remite, pues, al crepúsculo un día de final de verano, que es cuando las cigarras se oyen en el bosque. No sobrevivirán al comienzo del otoño, que está a la vuelta de la esquina. En ningún momento Bashō dice “yo”, ni explícita ni implícitamente. En ningún momento presenta su personalidad ni sus sentimientos ante nosotros. Aun así, logra expresar su simpatía y pesar hacia la cigarra, seguramente ignorante de la proximidad de su trágico final. A la vez, la pieza puede evocarnos la fascinación del poeta por el esplendor de la vida, tan frágil pero a la vez tan contundente como el canto de la cigarra en un anochecer de final de verano. Así pues, podríamos calificar este haiku como un ejemplo de lo que más tarde Motoori Norinaga denominaría mono no aware, o el “pathos de las cosas”.

En la literatura más temprana del budismo mahāyāna, los sutras de la perfección de la sabiduría (compuestos en India entre los siglos I a.e.c. y IV e.c.) están repletos de fórmulas negativas como “no hay Buda, por tanto hay Buda”. Tan paradójica forma de expresión ayuda a evocar que como todas las cosas surgen en dependencia de causas y condiciones, están sostenidas por todo aquello que no son. El propio ser de la cosa va mucho más allá de ella. A lo mejor algunos haiku, como el que acabamos de comentar, emergen de una profunda apercepción de ese hecho y, a través de ella, se convierten en íntima y profunda expresión de un alguien que no se cree aislado de su entorno, sino todo lo contrario: reconoce su propio ser gracias a su íntima resonancia con el entorno.

Diciembre 2024

Escribo en un Santiago en el que ya no se sabe qué esperar al levantarse cada día. Puede que esté despejado y con una temperatura casi veraniega, o nublado y con lluvia, o abochornado con fuerte viento. E incluso durante el día, de un momento a otro, todo puede cambiar. Supongo que podemos considerar que estamos teniendo una primavera aventurera. Y presente, muy presente, recordándonos todos los días que las estaciones existen y que influyen en nuestra vida diaria, y que los poetas, como los cronistas de épocas y sentimientos que son, toman esas influencias y las dejan plasmadas en sus obras.

Con este artículo cumplimos un año de ‘El mundo del kigo’, donde he intentado, precisamente, dilucidar la forma en que el paso de las estaciones se refleja en palabras que, a su vez, nos hacen conscientes de ellas en este bello género poético japonés: el haiku.

Mi objetivo este primer año fue sentar las bases para introducirnos a un estudio más profundo del kigo, partiendo por las clasificaciones temporales y temáticas. Ya vimos las 5 estaciones y sus subdivisiones: primavera, verano, otoño, invierno y Año Nuevo. De las categorías nos faltaba una, que es la que veremos a continuación: 植物 shokubutsu o vegetación. Esta categoría hace referencia a plantas en general y todos los seres vivos que se clasificaban como plantas en la herboristería tradicional japonesa (principalmente hongos). Sin embargo, aquellas que pueden considerarse comestibles, que a primera vista se identifican de esta forma, a veces se clasifican también en la subcategoría de alimentos o 食物 tabemono. Veamos algunos ejemplos de 植物 shokubutsu: クリスマスローズ kurisumasu roozu; rosa navideña o hellebore. Planta ornamental de hoja perenne originaria de Europa, cuyas hojas sobresalen de los tallos subterráneos. A principios del invierno, los tallos crecen y se abren flores de unos 3 a 6 cm de diámetro. El color principal es el morado. En Inglaterra se cultivan en invernaderos para Navidad. Otra muestra sería 蝦蛄葉仙人掌 shakoba saboten; cactus navideño. Es una planta suculenta perenne de la familia de las cactáceas. El nombre proviene del hecho de que cada nudo del tallo se parece a un camarón: 蝦蛄葉 shako = camarón y ba = hoja. Las flores florecen alrededor de Navidad. Si se utiliza sólo 仙人掌saboten; cactus, es un kigo de verano. Shakoba saboten tiene 7 sonidos, por lo tanto, si un haijin la utiliza en un haiku ya tendrá todo un verso listo, sólo para indicar el momento preciso del año que quiere reflejar en su poema.

Y hablando de poemas, los haikus que les traigo en esta ocasión corresponden a 仲冬 chuutou o mitad del invierno; diciembre en el calendario actual y 霜月 Shimodzuki; Décimo Primer Mes en el calendario lunar tradicional.

Kigo: ポインセチア ponsechia; poinsettia. Arbusto de hoja perenne de la familia Euphorbiaceae originario de Centroamérica. A principios del invierno, la parte superior del tallo, llamada bráctea, se vuelve de color rojo brillante, dándole una apariencia vívida que se asemeja a una flor artificial. Se cultiva como pequeña planta en maceta y es indispensable para la decoración navideña. Pequeñas flores de color amarillo verdoso florecen en el centro de las brácteas, pero pasan desapercibidas.

Período: 仲冬 chuutou; mitad del invierno

Categoría: 植物 shokubutsu; vegetación

Haijin: Imai Tsurujo (1897-1992)

あまり赤きポインセチアに触れてみる

amari akaki poinsechia ni furete miru

palpo la poinsettia que aún no está roja

Kigo: 甘蔗の花 kansho no hana; flor de la caña de azúcar. Miembro de la familia de las gramíneas, se cultiva en regiones tropicales para la producción de azúcar. Crece hasta una altura de 2 a 4 metros. En Japón fue introducida en el continente desde las islas Ryukyu hace más de 200 años y se cultiva en Kyushu y Shikoku. En los trópicos, las flores florecen en finas espigas en invierno.

Período: 仲冬 chuutou; mitad del invierno

Categoría: 植物 shokubutsu; vegetación

Haijin: Nohara Masuko (¿?)

甘蔗の花摩文仁の丘に銀波なす

kansho no hana mabuni no oka ni ginpa nasu

flores de caña, como olas plateadas en el monte Mabuni

Kigo: 冬至梅 toujiume; ciruelos del solsticio invernal. Un tipo de ciruela que comienza a florecer alrededor del solsticio de invierno. Hay flores simples con flores blancas, pero hay muchas flores dobles de color rosa claro. El ciruelo Yae Touji es muy apreciado como bonsái de Año Nuevo.

Período: 仲冬 chuutou; mitad del invierno

Categoría: 植物 shokubutsu; vegetación

Haijin: Matsuse Seisei (1869-1937)

冬至梅夜は水月の宿りかな

toujiume yoru wa suigetsu no yadori kana

ciruelos del solsticio invernal, noche de agua y luna en el hostal

 

Y así completamos un año de esta columna. Para mí ha sido un placer compartir con ustedes toda mi investigación de las complejidades y maravillas del kigo. Estas palabras que llaman tanto la atención en Occidente, pero de las que, en realidad, sabemos poco. Espero ustedes hayan disfrutado también de esta travesía, así como de los haikus que presenté mes a mes. Agradezco profundamente a los amigos de El Rincón del Haiku por abrirme las puertas de esta maravillosa comunidad. Les deseo a todos un hermoso fin de año y nos leemos el 2025 con más de ‘El mundo del kigo’.

Diciembre 2024

CONSTRUIR

Se expande la luz
Por aquí y por allá.
Cardos felices.

DECONSTRUIR

Fue hace unos días, de viaje por la provincia de Soria, en las inmediaciones de un hermoso pueblo llamado Burgo de Osma. Muy temprano, cuando todavía no había roto el día, salí del hotel, dejé atrás las últimas casas del pueblo y me adentré por caminos rurales. La luz era vacilante y no se veía a nadie. A un lado y otro, solo había campos sin cultivar. Avanzaba en dirección a oriente mientras contemplaba cómo, arriba, en el cielo, se iban encendiendo las nubes.  A un lado del camino, había unos cardos secos. Cardos negros desde donde yo los contemplaba, ignorantes de la sinfonía de colores del cielo, pero felizmente iluminados desde el otro lado por la luz leve del amanecer. Felizmente. Me parecieron en verdad felices por ser testigos del día que nacía, de la luz que se derramaba generosa por todas partes de la campiña castellana.

    Sí, felices.
Ya había luz suficiente para intentar sacar una foto…


De vuelta al hotel, compuse este haiku.

     Masaoka Shiki (1867-1902), el reinventor del haiku moderno, tiene este otro cuyo segundo verso habla de la omnipresencia de un color del que es testigo otra planta:

Campos verdes
Por aquí y por allá
De arroz segados.

A través de la chispa de la poesía, los colores cobran vida.
¡Cuánto juego puede darle al haijin la luz, o bien la luz que nos permite apreciar los colores, o simplemente la luz incierta del amanecer o del anochecer, esos dos periodos mágicos del día!

Sarusawa ike, tú seguirás aquí.

Sarusawa ike, tú seguirás aquí.

Roxana Dávila Peña
«mushi»

La mañana amaneció despejada.

Después de una larga caminata, sin prisa, entre la hojarasca, vuelvo al ryokan bordeando Sarusawa ike.

El viento, más frío que otras veces, acerca una hoja con otra y se detienen junto al estanque.

Como si se dirigieran al mismo lugar, dos se conocen.

Pocos rayos de sol pegan sobre mis trenzas. El calorcito me llena de dicha.

Repentinamente, en la quietud del agua descubro el último recuerdo del esplendor del otoño en Nara.

Brevemente en el azul profundo del cielo que se refleja, como en un espejo, encuentro dos miradas unidas, ¡casi un relámpago! Algo las mantiene aquí. Se reconocen.

Algunas hojas giran hacia arriba en todas direcciones y luego caen a la tierra.

A la distancia los árboles que enmarcan la pagoda del Kofukuji se mueven de un lado a otro.

Como las hojas, el tiempo vuela y no se detiene. Reacios a separarse, dos se despiden.

Por encima, sobre las copas de los sauces, se alejan las aves que migran y luego se pierden detrás del templo.

El olor a madera mojada que se desvanece poco a poco anuncia el final del viaje. Se acentúa el silencio.

Con mi cabello, ya despeinado, ese día está hoy entre mi almohada y la esterilla del siguiente destino.

Cuando florezcan los cerezos iré a Sarusawa ike de nuevo.

Mientras da
la hora de partir,
el bramido de un ciervo.

 

Revista de haikus