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¡¡Imágenes, imágenes, imágenes!! (1 de 2)

Una de las cosas que nos puede dar una idea de la trascendencia de Shiki en la cultura japonesa, es la cantidad de imágenes que se crean sobre él y se muestran en la red (dibujos, caricaturas, carteles, obras de arte como pinturas, relieves o esculturas, sellos, etc.). A continuación, una amplísima muestra de lo hallado. Recomendamos la visualización detenida de las mismas, pues algunas contienen curiosos matices imperceptibles en una mirada superficial. Se añade (o deja puesto) el nombre del autor/a cuando ello ha sido posible.

Empezamos con este curioso cartel que anuncia «El día del caqui». Claro, quién mejor que Shiki:Lo dicho, es a propósito de la celebración el 26 de octubre, del Día del caqui, y el dibujo con caqui y templo, hace referencia al famoso haiku de Shiki:
    Comiendo caquis: / el sonido de la campana / del templo Hôryûji

¡Sorprendente! Esta imagen que sigue, aunque no lo parezca, está hecha exclusivamente con manos, no se ve otra cosa en cabeza, letras, fondo  y ropa que no sean manos… amplía, amplía…

Y a continuación… ¿eso? ¿qué mira Shiki de reojo? ¿eso? ¡Su oreja! Porque su oreja es él…y la oreja de ese otro él vuelve a ser él … en fin un lío, mejor observar despacio… nuevamente… amplía…

 

Y caricaturas, imágenes y dibujos a decenas…

 

 

 De Suichi

 

Ilustración para un texto en prosa que escribió 3 días antes de morir: Mañana del 14 de septiembre. Shiki escucha como un vendedor pregona natto desde la calle.

 

 

 

 

 

 

Imágenes de  Una cama de enfermo de seis pies de largo hecha en comic. Y más comics…

Unos sellos:

 

 

Matsuyama fu la tierra que vio nacer a las dos grandes figuras literarias del periodo Meiji, Soseki y Shiki (grandes amigos por otra parte) y por ello el frecuente que se le homenajee conjuntamente: relieves, monumentos, muñenos, sellos, carteles…

De Warabi-za

 

Y aún quedan muchísimas más, algunas muy interesantes, pero ya una selección de ellas las reservamos para la próxima entrega y evitamos el atracón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los orígenes espirituales del haiku 5. El Confucianismo (1 de 2)

El confucianismo aportó cierta sobriedad, reserva, falta de extravagancia e hipérbole, brevedad y concisión, y un sabor moral que a veces puede percibirse vagamente, pero que nunca se separa, como en Wordsworth y Hakurakuten, de la poesía misma. La relación entre haiku y el confucianismo es tanto más profunda cuanto que la influencia de uno sobre el otro es aún más sutil, debido a la aparente disparidad entre ambos. Pero el confucianismo es mucho más poético de lo que la mayoría de la gente supone. De hecho, como el cristianismo y todas las demás religiones, se puede decir que lo que hay en él de poético es verdadero, usando la palabra verdadero en el sentido de algo que alimenta la vida del hombre, que puede ser absorbida en nuestra propia vida y, sin embargo, tener vida propia, que es orgánica y creciente. Por ejemplo, al comienzo de las Analectas, Confucio dice:

有朋自遠方来、不亦禁平

¿No es delicioso tener un amigo que viene de tan lejos?

 

Bashō lo repite en:

淋しさを とうてくれぬか きりひとは

Sabishisa wo   toute kurenu ka   kiri hito-ha

Una hoja de la paulonia ha caído;
¿Por qué no vienes a mí
en mi soledad?

(Bashō[1])

dirigido a Ransetsu.

 

En Confucio nunca se olvida su amor por la música y la poesía. Su devoción por las Odas, su desconocimiento del sabor de la carne durante tres meses después de escuchar cierta pieza de música[2], esto es lo que le dio el poder de influir en la raza china durante tres mil años. Los hombres son poetas y músicos en un sentido en el que no son filósofos ni sabios. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra poética que sale de la boca de Dios. Confucio dijo:

子目興於詩,立於薦、成於築(論語八八)

Levántate con poesía;
párate con propiedad;
crece con la música.

 

La mente se despierta con la poesía, se mantiene firme con la corrección…, y se perfecciona con la música. Esta cualidad poética, musical y encantadora en los actos y palabras de Confucio le hizo difícil de entender, y es por eso que dijo:

 

得其門者或寡英       (論語十九、ニ十八)

Pocos son los que encuentran la puerta

 

Si Confucio hubiera sido un mero moralista, nunca podría haber dicho esto.

Confucio se acerca mucho al Zen y al haiku en el siguiente pasaje:

子在川上日、逝者如斯夫、不舎書夜

(論語九、十六)

De pie junto a un arroyo, Confucio dijo:

“*No cesa ni de día ni de noche, fluyendo sin cesar así”.

 

El Zen no consiste tanto en captar directamente el significado de algo, como en expresarlo sin expresarlo. Esto también es peligroso, pero no tanto como las palabras. Confucio mismo dijo,

不知言無以知人也

(論語二十、 三)

Si no conoces (el significado de) las palabras,

no conoces a los hombres.

 

Un ejemplo de ello es una frase como “Sin conocer la corrección, no podemos establecernos”[3]. Si tomamos las palabras “conocer”, “decoro”, “establecerse”, en su significado cotidiano, antipoético, intelectual, esta afirmación tiene poco sentido, además de ser fría y pedante, sin poder para conmovernos. Pero si tomamos “saber” como “creer y tener fe en”, “confiar en”; “propiedad” por “un modo armonioso de vivir”, “un modo poético de manera poética de hacer las cosas”, “una profunda e interior rectitud de relación entre nosotros y todas las circunstancias externas”; “establecernos” significa “convertirnos en un verdadero ser humano, ser las vicisitudes del destino”. Entonces cobra vida la expresión de Confucio: “Mantente en lo correcto”. Lo sentimos en su propia persona lo que las palabras endurecen y desfiguran al tratar de manifestar. Con el mismo espíritu debemos leer pasajes como los siguientes, todos de las Analectas:

人落度哉、人帯慶設、(ニ十)

¿Cómo puede un hombre ocultar su naturaleza? ¿Cómo puede un hombre ocultar su naturaleza?

 

渡罪於天、無所遠也 (三、十ニ)

Quien ofende al Cielo, no tiene a quien rezar.

 

祭神如神在 (三、十ニ)

Él sacrificó a los espíritus como si los espíritus estuvieran presentes.

 

仁者安仁。(四、ニ)

Un hombre virtuoso encuentra descanso en su virtud.

 

Hay rastros de elementos taoístas en las Analectas:

季康子恵盗、 問於孔子、孔子 日萄子之

(十ニ、 ナ八)

君子之風、小人之徳草、草上之風必低。

不欲、 賞之不稿。

(十ニ、 十九)

Kikō estaba preocupado por los ladrones, y preguntó a Confucio sobre el asunto. Confucio respondió, “Si no tuvieras deseos, no robarían, ni siquiera por recompensas”.

El sabio es el viento, la gente común la hierba; con el viento encima, la hierba debe doblarse.

 

El animismo del que surgieron la religión y la poesía y que sigue siendo la fuente y la fuerza motriz de toda nuestra religión y la poesía de hoy, puede ilustrarse, en el pensamiento chino primitivo de la Doctrina del Medio, Capítulo XVI:

子日、鬼神之鶴徳、 北盛犬平、鴨之而売

見、鴨之而ル、管物 而不可遺

Confucio dijo: “El poder de los espíritus, ¡cuán abundante! Los miramos, pero no los vemos; los escuchamos, pero no los oímos; sin embargo, ellos sostienen todas las cosas, y nada es descuidado por ellos”.

 

En Rōshi XIV, éstas se identifican con el Camino:

親之不、 名目夷。 惑之不、名香、

神之不得、 名日。

Mirándola, no se ve, y por eso se la denomina incolora. Al escucharla, no podemos oírla y la llamamos insonora. Al querer sentirla, no podemos y la llamamos informe.

 

En China, como en Japón, la tendencia gradual, durante tres mil años, fue la mezcla de lo que empezaron siendo tres corrientes de pensamiento distintas: confucianismo, taoísmo y budismo, para añadir una cuarta, el zen. Como ejemplo tardío de esta síntesis podemos tomar el Saikontan, escrito por Kōjisei, こうじせい, se desconocen los detalles de la vida del autor, así como la fecha del libro, pero ya existía en 1624.

El Saikontan consta de trescientas cincuenta y nueve piezas de prosa y verso, la más corta de catorce caracteres y la más larga de setenta y cuatro. Esta forma de escritura epigramática, o algo así como un poema en prosa, se hizo popular y universal en la dinastía Ming. El nombre Saikontan significa literalmente “discursos de raíz vegetal”, para dar a entender que sólo un hombre de vida sencilla es capaz de ser poeta o filósofo. Llegó a Japón probablemente a través de sacerdotes zen[4] o comerciantes de Nagasaki.

Los siguientes extractos darán una idea de su no siempre asimilación completa del zen, el taoísmo y el confucianismo. Pero el lector debe aplicar cada uno de los extractos siguientes, cualquiera que sea su propósito ostensible, a la poesía, a la religión y a la conducta práctica, recordando que si estos tres no son uno, no son tres.

(七) 競肥辛甘非属味、r味具是淡、沖奇阜発

非至人、至人只是常。

Vino fuerte, carne grasa, cosas picantes, cosas muy dulces, no tienen verdadero sabor; el verdadero sabor es simple y llano. Lo sobrenatural, lo extraordinario no caracteriza a un hombre real; un hombre real tiene un comportamiento bastante común.

 

(ニー) 家庭有個還伸、日用有種資道、人能誠心

和無、愉色境言、使父録兄弟間形骸

意 交流、勝於調 息観心薬倍実。

El verdadero Buda está en el hogar; el verdadero Camino es la vida cotidiana. Un hombre que tiene sinceridad, que es pacificador, alegre en su aspecto y amable en sus palabras, armonioso en mente y cuerpo, con esa mente y ese cuerpo con sus padres y hermanos. Un hombre así es muy superior al que practica el control de la respiración y la introspección.

 

(六五)心頭光明、暗室中有青天、

金頭暗味、自日下生属鬼

Si la mente es clara, una habitación oscura tiene su cielo azul; si la mente es sombría, la luz del día da nacimiento a demonios y espíritus malignos.

 

(九一)貞士無心微薦、天郎就無心虚曜其哀、憶

人著意避藤、天郎就著、意中奪其競、可

見天之機構最前、人之智巧何能。

El hombre justo no tiene mente para buscar la felicidad; el Cielo por lo tanto, debido a esta falta de mente, abre su corazón más íntimo. El hombre malo se ocupa en evitar las desgracias; por eso el Cielo lo confunde por este deseo. ¡Cuán inescrutables son los caminos del Cielo! Qué inútil la sabiduría de los hombres.

 

(一五ー)道起一重公衆物事、富降人而接引、 堅是

一個幕常 家飯、

常簡事面警慢。

El agua no perturbada por las olas se asienta por sí misma. Un espejo no cubierto de polvo es claro y brillante. La mente debe ser así. Cuando desaparece lo que la nubla, aparece su brillo. No hay que buscar la felicidad; cuando lo que la perturba desaparece, la felicidad aparece por sí misma.

 

(一六ー)道起一重公衆物事、富降人而接引、 堅是

一個幕常 家飯、常簡事面警慢。

El Camino es propiedad común. Hay que señalar a todos los que nos encontremos. Aprender es tan común como comer arroz en casa. Según las circunstancias, debe aplicarse con circunspección.

 

(一七三) 鳥鼠常 留飯、憐峨不野燈、古人此等等念頭

是吾 人一懸生生之機、 無此便所謂士木形

弦面己。

Los antiguos dejaban arroz para los ratones y no encendían lámparas por piedad de las polillas. Esos pensamientos son el punto de operación de la humanidad en la vida. A falta de esto, un hombre es un mero cuerpo de tierra, un cuerpo de madera.

 

(二三ー)

売静夜之鐘葉、喚醒夢中之夢、

観澄涼之月影、窺見身外之身。

Al sonido de la campana en la noche silenciosa, despierto de mi sueño en este mundo de ensueño nuestro. Contemplando el reflejo de la luna en un claro estanque, veo, más allá de mi forma, mi forma real.

 

(二三二)

鳥語轟解穂是傷心之訣,

花英草色無非見道之文。

幕者要天機清徹、胸茨玲職、

鋼物皆有食心之蔵。

El canto de los pájaros, los sonidos de los insectos,
son todos medios de transmitir la verdad a la mente;
en las flores y las hierbas vemos mensajes de El Camino.
El erudito de mente pura y clara, sereno y abierto de corazón,
debe de hallar en todo lo que le alimenta.

Imagen 6

Texto: shiki soku ze kû = la forma es vacío, caligrafía de Takuan.

(NT: es una parte del Sutra del Diamante: shiki soku ze kû, kû soku ze shiki: “la forma es vacío, el vacío es forma”).

 

(二三三) 人解液有字博 、不解詩無字書、如弾有縦

琴、不知弾無琴、以川不以跡用、何

以得琴書之趣。

Los hombres saben leer libros impresos, pero no saben leer los no impresos.
Pueden tocar un arpa con cuerdas, pero no una sin cuerdas.
Aplicándose a lo superficial en vez de a lo profundo,
¿cómo van a entender la música o la poesía?

 

(二三六) 食得個中趣、五湖之煙月素入寸縄、

破得眼前機、 千古ン挑雄素鯖学撮

Si conoces el significado interno de las cosas,
la luna brumosa de los Cinco Lagos está dentro de ti.
Si comprendes la actividad de los fenómenos humanos,
el heroísmo y la nobleza de los grandes hombres de todas las épocas
están a tu alcance.

 

(二四八)

松覇浄、携杖猫行、立虚雲生破柄、

竹窓下、乾書高臥、 登時月使寒無。

Caminando solo, apoyado en un bastón, por un valle de pinos,
las nubes se elevan alrededor de mi túnica de monje.
Duermo con un libro como almohada junto a la ventana bajo los bambúes, me despierto cuando la luz de la luna empapa las mantas del suelo.

 

狐雲出軸、

去留 一無所係、

朗鏡懸、静陳雨不相干。

Una nube solitaria sale de la cueva de una montaña;
se queda o se va sin referencia a nada más.
El brillante espejo de la luna cuelga en el cielo;
es ajeno tanto a la quietud como al clamor.

 

(二六O)灘宗日、磯束喫飯倦束眠、詩旨日、眼敵

景歌日頭語、蓋極高演 於極不、至難出於

至易、有意者反遠、無心者自近也。

La secta Zen dice: “Cuando tengas hambre, come; cuando estés cansado, duerme”.
El objetivo de la poesía es describir en lenguaje común paisajes hermosos.
Lo sublime está contenido en lo ordinario, lo más difícil en lo más fácil.
Lo que es autoconsciente y ulterior está lejos de la verdad; lo que es está cerca.

 

(二七四)    身如不繋之舟、一任流行炊止 、 心似能

之木 何妨 刀割香塗。

El cuerpo es como un barco a la deriva, flotando o inmóvil en un estanque profundo.
La mente es como un trozo de madera quemada;
¿qué importa si es combustible partido,
o barnizado con laca perfumada?

 

(一七九)       譲易萌窓、丹砂研松間之露、 談経午案、

資磐宜竹下之風。

Leyendo el Libro de los Cambios en la ventana de la mañana,
froto un bastón de bermellón en el rocío que gotea de los pinos.
Discutiendo los sutras con un visitante, el sonido del kei
[Una especie de badajo de piedra, utilizado en un templo zen] se aleja con el viento de los bambúes.

 

(一八八)    古徳云、竹影掃確慶不動、月輪寧 水無

痕。吾儒云、水流任念境常静、花落離頻

意自間。 人常持北意、以夢事接物、身心

何等自在。

Un anciano respetable afirma: “La sombra del bambú se extiende sobre la escalera,
pero el polvo no se mueve. El círculo de la luna pasa a través del agua del lago, sin dejar rastro”. Uno de nuestros confucianos dice:
“El arroyo se precipita velozmente, pero todo está en silencio a su alrededor.
Las flores caen incesantemente, pero nos sentimos tranquilos”.
Si has comprendido el significado de esto, en todas tus relaciones con las cosas serás libre de mente y cuerpo.

 

—–Continúa en próxima entrega lunes 7 de agosto—–

 

[1] NT.- La autoría de Bashō, en este hokku, se discute.

[2]  士笹舞開紹、三月不知肉味(論語七、十三)

[3] Otra traducción de “permanecer con corrección”.

[4] Por ejemplo, Ingen,隠元 que se naturalizó en Japón, adonde llegó en 1654, diez años después del nacimiento de Bashō.

El pájaro de fuego

Un cuento ruso, genialmente orquestado por Igor Strawinsky, habla de un pájaro de fuego que aparece a medianoche, iluminando con su fulgor todo el jardín, para robar las manzanas de oro del zar. (Gaston Bachelard recuerda que su abuela llamaba “pájaros del fuego” a las pequeñas fogatas que ella misma provocaba al soplar con una pajita sobre la llama). El fuego está en el origen de todos los mitos. Prometeo escala el Olimpo, lo roba, lo guarda en un junco seco o en un tallo de hinojo, y se lo entrega a la humanidad, pagando un alto precio por su osadía… En otro relato mitológico, la diosa Izanami -que acaba de crear el archipiélago japonés- morirá al dar a luz a la divinidad del fuego. La chispa divina es poderosa y es ambigua. Igual que el monte Fuji -un volcán aparentemente dormido-, sugiere temor y peligro, pero también belleza y quietud. El fuego destruyó Pompeya, pero preservó, al mismo tiempo, sus ruinas bajo las cenizas del Vesubio.

                “Al amor de la lumbre” -bella expresión que remite a la niñez más cálida- se ha contado la historia de la humanidad. Nos lo recuerda Kapuscinski en su libro “Viajes con Herodoto”: “La gente se reúne alrededor del fuego para contar historias. Más tarde se llaman mitos y leyendas, pero en el momento en que se cuentan y se escucha, todo el mundo cree que son purísima verdad, la realidad más real… La luz del fuego atrae y compacta al grupo, libera sus mejores energías. La llama y la comunidad. La llama y la historia. La llama y la memoria”. En el “Alfanhuí” de Sánchez Ferlosio encontramos este pasaje delicioso: “El maestro contaba historias por la noche. Cuando empezaba a contar, la criada encendía la chimenea. La criada sabía todas las historias y avivaba el fuego cuando la historia crecía. Cuando se hacía monótona, la dejaba languidecer; en los momentos de emoción, volvía a echar leña en el fuego, hasta que la historia terminaba y lo dejaba apagarse. (…) Una noche se acabó la leña antes que la historia, y el maestro no pudo continuar”.

El fuego está en el corazón de la cultura japonesa; en los festivales, en la cerámica, en el chanoyu, en la poesía…  En verano, los fuegos artificiales o hanabi (flores de fuego) irrumpen desde las orillas de los ríos, en Tokio, Omagari o Nagaoka; desde los barcos, en el mar de Kumano, o frente a la costa de Mijayima. Fuegos relacionados, como nuestras “fallas”, con ritos de fertilidad y regeneración de la vida, purificación y catarsis, muerte y resurrección… Negro y rojo son los colores que identifican el lacado japonés; el rojo es un color sagrado: el color del fuego, de la sangre y del sol. En la cerámica japonesa se valora especialmente el celadón perfectamente cocido; tan exclusivo, que se conoce como “color oculto” (hisoku): un azul cristalino, similar al cielo despejado después de la lluvia… El fuego es esencial en la ceremonia del té: en el batido con agua caliente; en el sonido del agua hirviendo en la tetera; en el calor de manos y labios al contacto con la taza, en el aroma del incienso y en la cerámica (evocando aquellas tazas vidriadas, blancas o verdes, que -según Lu Yü- resaltan el color ámbar del brebaje); sobre todo, esas tazas rústicas modeladas a mano, cuya belleza, peso y tacto valora el invitado.

Con el toque humorístico, tan vinculado al haiku, Sôkan advierte: “aunque haga frío, / no te acerques al fuego, / buda de nieve…” La imagen reaparecerá, casi idéntica, en otro poema de Bashô: “enciende el fuego / y verás qué sorpresa: / ¡bola de nieve!”. Desde su pobreza alegremente asumida, Ryôkan muestra su confianza y su gratitud: “el viento trae / las hojas suficientes / para hacer fuego”. Y Hakyô -un poeta más cercano, casi contemporáneo- evoca, melancólicamente, las pálidas manos de unos enfermos calentándose sobre un fuego de hojas caídas… Y al final, una bella parábola de la tradición zen: Saliendo a la oscuridad de la noche, el maestro le ofrece el farol encendido a su discípulo, pero cuando éste va a cogerlo, el maestro apaga la llama; en ese mismo momento, el discípulo alcanza la iluminación…

***

La canción de la tierra (y 2)

Hace 70 años -el 26 de mayo de 1953- el sherpa nepalí Tenzing Norgay y el alpinista neozelandés Edmund Hillary alcanzaban la cima del Everest, la montaña más alta del mundo -8.848 metros-, conocida por nepalíes y tibetanos como “La frente del cielo” o “La madre del universo”.  Años más tarde, en la Nochebuena de 1968, los astronautas del Apolo VIII – Frank Borman, James Lovell y William Anders- enviaron desde el espacio la primera fotografía de la Tierra, “un maravilloso planeta azul, cubierto con una fina capa de nubes»… Ambas hazañas parecen inspiradas, por su audacia, en este proverbio zen: “Cuando llegues a la cima de la montaña, sigue subiendo”. Meditando sobre esta Tierra fértil y frágil, amenazada por la insensata voracidad humana, apelamos a la sensibilidad que nos transmite una cultura como la japonesa.

                En la tierra, como elemento sólido y fijo, se insinúa una cierta movilidad: la de la arena en la que se bañan los gorriones y la arena rastrillada de los jardines secos que encarna toda la nostalgia del mar. La tierra elemental es también la del lodo fecundo de los arrozales y la que se multiplica, útil y bella, en la cerámica o en la alfarería. La tierra natal estrecha los lazos con la Madre Tierra, aviva la añoranza de ese potrillo que se aleja en otoño bajo la lluvia, y aviva también la amargura del desterrado… Pero cuando se habla de la totalidad de la Tierra, emerge, como símbolo universal, la Naturaleza: divinizada y, al mismo tiempo, integrada en la vida; monte y jardín adentrándose en la casa abierta al verano. El haiku recoge e intensifica el maravilloso caleidoscopio de las estaciones en todas sus facetas: momentos de estación, fenómenos meteorológicos, paisajes, plantas, animales y vida humana.

                El jardín japonés -en sus múltiples modalidades- encarna, reproduce o imita a la Naturaleza: en el jardín de la Tierra Pura, el centro es el estanque, con un puente arqueado que llega a una isla central; en la abstracción del jardín seco, las rocas representan montañas o islas, y la arena blanca, el agua que fluye; el jardín de té, con su camino y sus faroles de piedra, aúna sencillez y sosiego; otros grandes jardines invitan a perderse en el paisaje, pero todos están diseñados para la contemplación, de acuerdo con las seis características esenciales: serenidad, espacio, frescura, delicado diseño, bellas vistas y combinación perfecta entre sabiduría y respeto. Hay jardines para admirar la floración sucesiva de ciruelos, cerezos, iris, lotos, hortensias o camelias, el color de los arces, las diversas tonalidades del musgo, el fulgor de la luna o el resplandor de la nieve… La flor rosada del cerezo dura apenas una semana, y la visión del “atardecer de diamante”, con los rayos del sol refulgiendo sobre la cumbre del Fuji, está reservada a unos pocos días de primavera y de otoño (como el rayo de sol de los equinoccios sobre el capitel de la Anunciación, en San Juan de Orteha). En el fondo de la contemplación late el sentimiento de melancolía por la belleza efímera: el misterioso, el indefinible mono no aware.

***

HAIKU: una senda para olvidarse de sí mismo

En las próximas ocho entregas, iré publicando la ponencia que presenté en el II encuentro de Haiku en Gilet, Valencia (España) a finales de abril del 2023. Espero con esta reflexión poder contribuir al camino de los que hemos encontrado en el haiku una vía espiritual más que un lugar de reconocimiento literario.

Días en los que llueve,
se emociona
el monje Ryōkan.[i]

1. Introducción

Este texto pretende ser un aporte a uno de los asuntos más controversiales en nuestro tiempo: el asunto del “yo”. Esta reflexión ya está abierta en el corazón de todos los que se acercan al haiku como un camino espiritual, como un camino para acceder a lo sagrado, el lugar donde el sujeto y el objeto no tienen necesidad de ser diferenciados.

Escribir haiku, como muchos lo saben y aprecian, es un camino consciente de renuncia al “yo”, esa entidad o presunción de entidad que se afana tanto por el reconocimiento, al tiempo que nos atenaza y restringe vitalmente.

Para muchos de nosotros, el camino consciente de nuestras búsquedas espirituales se inicia con un momento de crisis o ruptura interior o quizás antes, como herederos y emisarios de esta “energía de salida”, como la nombra de forma tan apropiada el poeta José Manuel Martin Portales (ÚLTIMA PALABRA, p. 69) en su reflexión sobre la “pregunta sin respuesta”, sobre la pegunta por el sentido:

no hablo del preguntar que viene del pensamiento
sino de la pregunta, sin más, que se ha hecho existencia (…)

Para mi exposición elegí de marco de referencia las enseñanzas del budismo, dada, por supuesto, mi condición de sacerdote zen en formación. Uno de los grandes maestros del budismo zen (chan) en china del siglo VII, Huangbo (Obaku en japonés) decía que “los seres humanos tienen miedo de arrojarse al vacío porque no saben que el vació no es vacío”. El camino budista, como tantos otros caminos espirituales, es un camino que invita a la liberación, a salir de los límites estrechos de una vida centrada en sí misma, ego centrada.

El punto de partida del budismo es sin duda alguna la pregunta por el sufrimiento. Esa fue la pregunta que Siddharta Gautama Shakyamuni, más conocido como El Buda (el Despierto, el Iluminado), enarbolo después de haber experimentado él mismo una profunda crisis interior al contemplar y reflexionar sobre la condición humana atrapada en las dolorosas experiencias del envejecer, enfermar, morir y aferrarse a los objetos de sus deseos inagotables.

Cada uno de nosotros parte de la consciencia de su propia experiencia vital. En mi caso, parto de la consciencia de la multiplicidad de tendencias, manifestaciones y búsquedas encarnadas. Me presento con varios nombres: soy Juan Felipe Jaramillo, médico, padre, abuelo, amante, panadero, profesor universitario; el sacerdote zen Sanriki; el haijin Diente de León; el iniciado Bunkua Navingama… Es decir, soy una multitud de “yoes”, a veces consonantes, muchas veces disonantes, un tejido vital hecho y deshecho continuamente por condiciones algunas impuestas otras frutos de este andar tanteante hacia un más allá siempre impreciso, pero más vasto y libre que el de los horizontes conocidos en las formas provisionales con las que me he definido.

Yo hace mucho
pisaba y aplastaba
caracoles.[ii]

(Onitsura – m.1738)

NOTAS:

[i] El amado monje y poeta Ryokan escribió algunas de las poesías más apreciadas por los seguidores del zen. Este es un pequeño poema en que deja de lado el cuidado promovido por el haiku y se expresa con una forma poética que pone a pensar, que hace reflexionar y que invita a reconocer su humanidad con nombre propio. La mirada del lector se dirige no al suceso, si no al “yo” Ryokan. “(…) el uso del propio nombre hace que el haiku se mal logre aún más, haciendo que el “yo” sea demasiado implícito y olvide que, principalmente, el haiku debe hablar del exterior, no de nosotros mismos.” HAIKUS DEL YO, M. Concepción Cabrera G. Tesis de grado, U. de Sevilla dirigida por Vicente Haya, p. 87

[ii] Un yo que recuerda un tiempo en que pisaba y aplastaba caracoles (¿un niño travieso, un joven impetuoso, un adulto torpe?) Es un moje zen y seguramente lo recuerda y dice porque ya no lo quiere volver a hacer. La crueldad y el feísmo no hace fácil el encuentro con el aware de este haiku que más bien pone a pensar y por lo tanto más parece un senryu. La presencia dominante del yo y de la anécdota personal ocultan el suceso. “Un ‘yo’ muy presente solo muestra la necesidad de la persona de sobresalir dentro de su obra, no dejando paso para lo importante en el haiku: mostrar el impacto que te causó algún elemento de la naturaleza”. HAIKUS DEL YO, M. Concepción Cabrera G. Tesis de grado, U. de Sevilla, p. 87

El Nuevo Haiku Emergente por Itō Yūki (traducción)

¡VERSIÓN ACTUALIZADA!

 

El Nuevo Haiku Emergente

La evolución del Haiku Japonés Moderno y el Incidente de la Persecución del Haiku

por Itō Yūki
Traducción al español de Jaime Lorente

VERSIÓN ACTUALIZADA A NOVIEMBRE DE 2023 

Novedad! Actualizado el libro «El Nuevo Haiku Emergente» de Itō Yūki, con la traducción de Jaime Lorente. Junto a la entrevista de Ido Wenzel sobre el ensayo (2007) ahora se añade una entrevista de Jaime Lorente a Itō Yūki (2023) para cerrar definitivamente este trabajo, buscando más respuestas al desarrollo del haiku japonés en el siglo XX.

Texto inicial:
Si bien el documento es de 2007, pero Itô Yûki ha realizado una pequeña actualización del documento y lo ha publicado en junio de 2023. El traductor al español Jaime Lorente ha recibido autorización para utilizar dicha revisión y traducir los pequeños cambios que ha habido y que indica en el documento. Además, resulta muy interesante porque se añade una entrevista de Udo Wenzel a Yûki de 2007, sobre el ensayo en cuestión, con mucha información extra de interés. La entrevista se titula: «Perdona, pero no olvides. Haiku moderno y totalitarismo».

Descarga gratuita desde:

NUEVO HAIKU EMERGENTE (versión actualizada noviembre de 2023)

La contemplación estética y la muerte

En nuestra entrega anterior hemos hablado un poco acerca del aware y el mujôkan. En particular es importante recordar la importancia de ese sentimiento de la impermanencia de las cosas. Pensar en la impermanencia del mundo (mujôkan, 無常感) es ponernos directamente en una posición afectiva y reflexiva frente al mundo y a la vida. No se trata, solamente del hecho de que el mundo fenoménico es inescencial y transitorio, sino que cuando el ser humano se abre a ese hecho, se pone en una particular apertura emocional ante el mundo que lo rodea. En occidente la consciencia de nuestra finitud muchas veces llevaba consigo el sentimiento de angustia. Heidegger decía que esa angustia (o luego el aburrimiento) eran las tonalidades afectivas que ponían al ser humano (Dasein) ante el ser y su interrogación. Podemos interpretar eso como la interpelación de la negatividad al ser humano, y cómo ese ser humano reacciona con emociones que (al menos de primera intención) buscan huir o negar esa negatividad. Podríamos decir que el mujôkan es también una tonalidad afectiva que nos pone frente al ser, pero es una tonalidad diferente a la angustia. De la misma manera, el ser de las cosas nos interpela desde la consciencia de la fugacidad de todo cuanto nos rodea, nos pone ante los entes, nos cuestiona por los sentidos que pueden tener cada uno de ellos, y aún así, la respuesta es serena y conmovida.

En el pensamiento budista, se busca activamente neutralizar la ilusión del ego. El yo, no es algo substancial, no es algo que tenga una existencia absoluta o fundamental, es un aparecer de formas e imágenes cuya esencia es siempre, en última instancia, el vacío (mu, 無). El caer de las flores de cerezo, el desvanecimiento del rocío en la mañana, lo efímero de ruido en el agua del estanque al que acaba de saltar la rana; todas esas escenas suponen la misma realidad que el yo que las experimenta. Lo efímero de cada una de esas cosas nos vincula con lo efímero de nuestra propia vida y consciencia, y con lo efímero de las montañas, los bosques, el cielo y la tierra. Robert Wicks diría que lo único constante es un ahora, este instante, frente al que todo es contingente, y naturalmente ese ahora es efímero (2005: 94)[1]. La consciencia, el yo, es el flujo de imágenes, de posibilidades de actos, es como un río cuya realidad no está en otro lado que en el fluir mismo. En el budismo, se cree en la reencarnación, se cree que renacemos tras la muerte, y lo hacemos indefinidamente a menos que logremos la iluminación, el satori (悟り), que podríamos decir que es la plena consciencia de la insustancialidad del mundo y de nosotros mismos. Curiosamente ese “yo” que renace no es la consciencia con su continuidad (como identificaban a la persona filósofos como Locke, Hume, Parfit, etc.), es una entidad que es sufrimiento mientras no reconozca su inesencialidad. De esta manera, no hay razón para aferrarnos a esta existencia, a esta consciencia ni a este momento. No hay razón para tratar de buscar “algo” que permanece en el cambio, ya que lo constante es el fluir. Así mismo la muerte misma se nos aparece como la desaparición de ese “yo” que más que conservar, debo buscar disolver.

El maestro Soyen Shaku nos dice:

… nosotros los budistas creemos que los hombres aparecen en esta tierra una y otra vez y no descansarán hasta que se haya alcanzado el fin, esto es, hasta que hayan alcanzado su ideal de vida; porque las vidas siguen prevaleciendo. Es una característica peculiar de nuestra fe que apela poderosamente a la imaginación japonesa, que la vida del hombre no está limitada solo a esta existencia, y que, si él piensa, siente y actúa con verdad, nobleza, virtud y desinterés, vivirá para siempre en esos pensamientos, sentimientos y obras… (Soyen Shaku 1907: 1)[2]

Lo que sobrevive a ese hombre, no es su yo, ni su consciencia, ni su perspectiva sobre las cosas. Los pensamientos, sentimientos y obras sobreviven como sobrevive un poema, como una experiencia que se manifiesta y se recrea cada vez que alguien piensa en ella. La “verdad” de ese hombre, no es para “él”, ni para “su” salvación, sino que es algo que se entrega al mundo, que se manifiesta, aunque su protagonista no exista más.

El mujôkan es esa apertura al mundo desde la perspectiva de la contingencia de todo, empezando con la del propio yo. Desde esta perspectiva, la muerte siempre está presente, no como la destrucción o desaparición del algo precioso, sino como el desatarse de un ramo de pensamientos, sentimientos y obras que se vierten en el cosmos, integrándose en él. La belleza de la flor de cerezo que cae no es solamente análoga a, por ejemplo, la belleza del samurai que muere luego de haber llevado su deber hasta el final; ambas situaciones son iguales en naturaleza, en ambas el ser se ha entregado plenamente al mundo, ha suscitado aware, y se ha disuelto en el inexorable paso del tiempo. Cada emoción, pensamiento, u obra humana es parte de la naturaleza, está integrada en ella y en su fluir. Contemplar estas cosas (mono, 物), con la perspectiva del mujôkan, no solo nos lleva a una reflexión, sino que nos dispone afectivamente de una manera concreta y nos abre a que esa contemplación sea una experiencia estética. En esa dimensión, el aware (哀れ) adquiere toda su profundidad.

[1] WICKS, Robert. 2005. “The Idealization of Contingency in Traditional Japanese Aesthetics”. En: The Journal of Aesthetic Education, Vol. 39, No. 3 (Autumn, 2005), pp. 88-101. Recuperado de: http://www.jstor.org/stable/3527434, el 19-12-2016.

[2] SOYEN, Shaku. 1907. “The buddhist conception of death”. En: The monist, Vol. 17, No. 1 (January, 1907), pp. 1-5.

 

Jeancarlos K. Guzmán Paredes
Pontificia Universidad Católica del Perú

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La celebración de la primavera en el templo Dragón Verde

El día del equinoccio de marzo, asistí por primera vez a una ceremonia de bienvenida a la primavera, al final de la meditación en un templo zen en San Francisco (USA). Es una costumbre en los templos zen de Norteamérica que proviene probablemente de Japón y China, cuna del Zen. En estos países, la llegada de la primavera se celebra con gran regocijo e inspiración. Quizás lo mismo pase en todos los países en los que el cambio de la estaciones se presenta de forma semejante. Pero no sucede lo mismo en los países tropicales. La ciudad en la que habito, como muchas otras de condiciones semejantes, ha sido llamada, por su clima amable, la “ciudad de la eterna primavera”. Pero en ella solo conocemos estaciones de lluvia y de sol, lo cual se refleja en la exuberancia de una vegetación que florece de manera continua.

Al ser incluido, de manera más bien inesperada, en una ceremonia que por medio de la palabra celebraba la primavera con versos, canciones y bellas declaraciones, algunas de ellas con un tono de fervor y veneración, al llegar mi turno, no logré juntar en mi escaso inglés palabras suficientes para expresar algo apropiado para el momento.

Los días anteriores habían sido de lluvias intensas y la tierra de la bahía de San Francisco, habitualmente reseca, se veía reverdecida; las ramas de cerezos, duraznos, ciruelos y muchos otros árboles habían comenzado a cubrirse con brotes delicados y llenos de color.  Aunque no lo expresé en inglés, en el momento requerido, esto fue lo que apareció en mi mente-corazón en ese momento y, después de la ceremonia, escribí en español:

Lluvias de primavera

Por la vieja senda

de las nubes blancas,

hijos e hijas de buenas familias

siguen sus huellas.

Tal vez un ghata (estrofa tradicional budista) sea apropiado para un templo zen, pero mi sensibilidad de haijin me recordaba que todavía era posible expresarse de una manera más natural, más simple, menos solemne. Y escribí después algunos haikús que solo ahora comparto:

lluvias de primavera…

el canto agudo de las ranas

hasta el alba

 

lluvias de primavera—

una garza solitaria

acecha en el jardín

 

primavera:

quieta la luna llena

sobre las olas

 

luna de primavera,

alegre el canto matutino

del pavo salvaje

 

 

  (San Riki Sui Shin)
Diente de León

Marzo -abril 2023
Green Gulch Farm, San Francisco CA.

La canción de la tierra (1)

Contaba José Saramago, al recibir el Nobel en 1988, que su abuelo Jerónimo, ya gravemente enfermo, “se despidió de los árboles de su huerto, uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.” Ese hombre sabio no sabía leer ni escribir, pero encarnaba -sin saberlo- el mito de Anteo, el gigante que recobraba su fuerza al contacto con su madre Gea, la tierra, y a quien Hércules sólo pudo vencer sosteniéndolo en el aire. El mito griego subraya la intensidad de un arquetipo universal, el de la Tierra-madre y su correspondencia con el Cielo, según el dicho esotérico: “Como es arriba, es abajo”. La rama budista de la Tierra Pura (Jôdo) enlaza ambos mundos a través de la recitación del Namuamidabutsu (“Gloria a Amida Buda”), que asegura el renacer en el Paraíso del Oeste.

La conexión tierra-cielo se concreta en el símbolo del árbol, el Árbol de la Vida, que conecta, en ascensión permanente, los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por las raíces; el de la superficie terrestre, por el tronco y las ramas, y el de las alturas, por la copa. La poesía también nace y se expande en todas las direcciones del universo. Ki no Tsurayuki escribía, en los albores del siglo X, presentando la antología imperial del Kokinhsû: “Poesía es aquello que, sin esfuerzo, mueve cielo y tierra, y suscita la piedad de los demonios y dioses invisibles; es aquello que endulza los vínculos entre hombres y mujeres, y aquello que puede confortar el corazón de los feroces guerreros”. Y recordaba los momentos en que se inspiraban los poetas: “Cuando contemplaban las flores dispersas en una mañana de primavera; cuando escuchaban la caída de la hoja en un atardecer de otoño; cuando suspiraban ante la nieve y las olas reflejadas por sus espejos con cada año que pasaba; cuando al ver el rocío en la hierba o la espuma en el agua, les sobrecogían los pensamientos sobre la brevedad de la vida; o cuando ayer todos soberbia y esplendor, habían pasado de la fortuna al abandono; o cuando, habiendo sido amados tiernamente, se encuentran abandonados”.

Como elemento primordial -junto al aire, el fuego y el agua-, la tierra sugiere fertilidad, solidez, masa; pero el nombre se precipita por todas partes en un abanico casi infinito de connotaciones: alimento, vida, biodiversidad. En la cultura japonesa, la Naturaleza es esencial: divinizada por el sintoísmo en infinitos kami o deidades, y dignificada también por el budismo; sentida como presencia íntima; contemplada y compartida; reproducida y cantada. El jardín japonés la imita y, al mismo tiempo, la encarna, matizada por el paso de las estaciones: cerezos, lotos, arces y camelias. Se habla de la fragilidad y la fugacidad de la flor del cerezo, pero hay plantas, como la sagaribana, que sólo florece una vez al año, por la noche, para flotar después, río abajo… En el karesansui -jardín seco o jardín zen-, la piedra y la arena rastrillada evocan las colinas y el agua, las islas y el mar… La tierra lo abarca todo, porque incluye todos los elementos, como el Fujiyama, la montaña más bella del mundo, abierta al aire, con su nieve visible y su fuego secreto.

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Observación desde la cama

病牀所見

 

 

 

Notas.-

Una vista del porche y su chozubaki desde la línea baja de visión de la cama de enfermo. Las maderas del marco del shoji, intencionadamente dibujadas, junto al verde intenso de las hojas, resaltan las pequeñas flores rojas de las plantas otoñales.

Shiki recibió unas acuarelas de Fusetsu Nakamura, pintor amigo que participó activamente en las ilustraciones de los periódicos «Nippon» y «Hototogisu».

Chozubachi: es una pila, un recipiente grande con agua para lavarse las manos, generalmente de cerámica o piedra tallada.

Futón: Colchoneta de algodón que sirve como asiento o como cama, típica del Japón.

Tatami: Una estera hecha de juncos. Está colocado en el suelo de una habitación tradicional japonesa.

Shoji: Una puerta o ventana corredera cuyo marco es de madera, y los paneles de papel. Es normal en una habitación tradicional japonesa.

Nota de Youko Akinaga: El punto de vista de Shiki desde la cama es interesante. Shiki expresa su afecto por las begonias, que tan bien conocía en su jardín. Dice que se ha cansado de la flor y, sin embargo, parece que le gustaban las begonias. Fueron las flores que Shiki eligió para su primer boceto en acuarela.  Youko Akinaga