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Agosto 2024

CONSTRUIR

Un banco viejo
Donde nadie se sienta.
Chicharras verdes

DECONSTRUIR

Este poema me lo inspiró la visión, la semana pasada, de un rústico banco –apenas un madero para sentarse– debajo de un árbol, al lado de un camino en el sur de Gales. Todo tan verde, tan verde que hasta el canto de las chicharras parecía tener este color, a un hora de la mañana de bastante calor, ese calor húmedo que hay en el norte de Europa ciertos días de verano.

Antes de llegar a la versión que ofrezco a la amable paciencia de los lectores de El Rincón, escribí otros dos o tres haikus inspirados por la misma visión. Fueron estos:

(1)

Banco vacío
Al borde de un camino.
Chicharras verdes.

O este otro:

(2)

Banco vacío
De un día de verano.
Cantan chicharras. 

O este:

(3)

Un viejo banco
Al lado de un árbol.
Cantan chicharras.

Y algún otro más. Lo que impresionó mi retina de haijin al ver este banco decrépito fue la soledad. Esta sensación quise transmitirla con el adjetivo de “vacío” de los dos haikus de prueba (el 1 y el 2). Pero quería enfatizar aún más la desolación del lugar, por eso prefería destacarla por medio de todo un verso: el segundo que dice Donde nadie se sienta. El haiku de prueba número 1 lo deseché porque en la foto que acompaño a esta entrega no se aprecia bien el camino: un camino debe ser un poco o mucho largo, o verse como tal, pero la foto no recoge bien esta cualidad de largo del camino. El haiku de prueba número 2 lo deseché también porque va en contra de uno de los principios fundamentales –al menos en mi humilde opinión– del haiku que es la economía de medios. Diecisiete sílabas no deben permitir la repetición de conceptos. Y en la prueba número 2 los términos de “verano” y “chicharras” (estos simpáticos y ruidosos insectos que oímos cuando hace calor) solapan sus respectivos campos sémicos: de hecho la cigarra, los famosos semi en los haikus japoneses, es un kigo común de la estación estival. Así que desechado también. En cuando al haiku de prueba número 3, pues tampoco me gustó mucho, aunque tal vez sea superior a los otro dos, porque introduce la imagen del árbol, una imagen que, por un lado, se superpone ligeramente a la de las chicharras porque estos bichitos suelen cantar en los árboles; y por otro, porque la imagen del árbol le roba, por así decir, protagonismo a la sensación principal del poema que, para mí, era la soledad, la soledad del lugar, la soledad pavorosa del haijin. Así por eliminación de alternativas me quedé con la versión que encabeza este artículo:

Un banco viejo
Donde nadie se sienta.
Chicharras verdes.

Como verso final, podía haber escrito, como hice en las versiones 2 y 3, “Cantan chicharras”, pero me pareció que el adjetivo de “verde” aportaba un cromatismo muy sugerente, sugerente del árbol bajo el cual estaba el protagonista del haiku –un banco– y sugerente tanto del entorno de un verdor lujuriante como de la estación del año. “Verde”, pues, igual que “chicharra”, obraba como una especie de kigo, esa palabra alusiva a la estación del año en el haiku canónico japonés, la cual, como creo haber comentado en otra entrega a El Rincón, es un atávico vestigio del venerable kotodama –el alma (o la fuerza sobrenatural, mágica) de la palabra– perseguido en las edades preliterarias de Japón.

Poner de relieve la soledad del paisaje es un viejo topos del haiku japonés. El maestro Bashō (1677-1694) poseía un genio natural para abordar este tema. Es famoso su haiku (creo que aparece en Sendas de Oku):

Este camino
Que ni un solo hombre anda.
Tarde de otoño.

 En estos prodigiosos tres versos, Bashō se sirve del camino como protagonista, tal vez porque él era un enamorado del camino. Yo, en cambio,  me valgo de un rústico y viejo banco. Aunque, admito, en la versión 1 me dejé arrastrar por la seducción que, también yo, siento por la imagen del camino.

Octavio Paz recreó ese haiku de Bashō dándole un giro muy “occidental” en el tercer verso. Esta fue su versión:

 Este camino
Ya nadie lo recorre
Salvo el crepúsculo.

Es una versión magnífica y libre –como debe ser toda recreación poética– la del poeta mexicano, en la que este se inventa un “agente” de la acción de recorrer: el crepúsculo. No hay tal cosa en la versión japonesa. ¡Qué irresistible resulta para los occidentales la tentación de buscar agentes y sujetos y hacedores! En la cosmovisión japonesa, ni en general para la mentalidad tradicional japonesa, el énfasis no está en quién crea o hace las cosas, sino en el estado resultante, en las cosas “sono mama”, tal como son, por emplear un término de la filosofía japonesa moderna.  En el Génesis, el modelo sintáctico de “Yahvé crea….” esto y lo otro ha marcado nuestra visión y comprensión del mundo. En el Kojiki (el libro más antiguo conservado de Japón, la Biblia en cierto modo para el pueblo japonés), que moldea la mentalidad japonesa, el mundo surge espontáneamente, sin agentes, ni creadores.

   En el haiku de Basho, la tarde o el crepúsculo otoñal, aki no kure,  es simplemente un testigo o un marco inactivo de la soledad del camino, de la soledad radical del poeta. No es agente como escribe el gran poeta mexicano.

  Pero la grandeza del traductor consiste precisamente en inventarse un nuevo poema. Y Octavio Paz lo consigue espléndidamente.

-.-

El viento esparce las cenizas de una hoguera

En la entrada anterior nos detuvimos a admirar el agua en forma de lluvia, con cuya caída se reinicia el ciclo de la vida. En esta trataremos haikus relacionados con el humo y la ceniza, productos del elemento antagónico del anterior –el fuego–, si bien los cuales anuncian y abonan la vida venidera. Por ello, es tradicional encontrar en la cultura occidental y oriental la imagen del fuego como elemento purificador, y de la ceniza como el inicio de un nuevo nacimiento.

 Humo en el bohío
otra vez el olor a ñame
con bacalao

 Para nosotros, el olfato es, junto con el tacto, uno de los dos sentidos más evocadores en tanto que facilita zambullirse de manera más profunda en el aware que el resto, incluso si no se ha percibido con anterioridad ese olor: la memoria olfativa es poderosa. Posiblemente, el haijin huela antes la comida que no que vea el humo: al percibir ese olor e intentar determinar su procedencia, observa este último. El fuego de la hoguera y su crepitar se sugieren con ambos. Además, quizá el olor de esa receta humilde retrotraiga al haijin a revivir momentos de su infancia con la familia. El bohío da a entender que estamos en un lugar apartado de la ciudad, donde la conexión con la naturaleza es aún más fuerte. El aire atávico que rebosa el haiku lo convierte en unos versos muy logrados.

 Luna llena,
al quemar la caña
flota el hollín

 Un haiku bellísimo con un yûgen que impacta. El hollín se difumina suavemente en el fondo oscuro, iluminado por una luna tenue y una caña ardiente. La ligereza del hollín es el detonante del aware: el haijin se percata de la levedad de la ceniza, que además desaparece en el fondo de la noche, y lo conmueve hasta el extremo. En nuestra opinión, el haiku tiene unos elementos que combinan muy bien entre sí: luna/fuego/caña/hollín, todos ellos con connotaciones inconscientes de cambio y renacimiento. Especial atención merece el olor de la caña cuando arde: eleva de manera exponencial la recepción este haiku de antología al lector.

 Mañana otoñal –
La forma de unos perros
en el crematorio

 Tenemos ante nosotros un haiku de difícil clasificación. Parece difícil conmoverse por “la forma de unos perros”, pero el haijin ha desarrollado sensibilidad suficiente para hacerlo y, más aún, transmitirlo. La forma de unos perros se intuye quizá por su sombra, o por su silueta lejana: su desdibujamiento, asociado inconscientemente con la oscuridad –por la propia pérdida de definición visual–, casa bien con la imagen del crematorio, también sombría. Remata el haiku un primer verso sencillo, que abre al lector la posibilidad de disfrutarlo como un torihayasi (un haiku de dos polos en armonía), si recrea la escena aún más lóbrega con una mañana nublada o con una brisa fresca que ateriera; o como un nibutsushougeki (un haiku de dos polos enfrentados), si la mañana evocada viene preludiada por ese sol tibio que tanto se agradece cuando el frío cala hasta los huesos (vid. serie “El haiku en cien preguntas”, §24.º ¿Qué es el principio de comparación interna?, AGHA, El Rincón del Haiku, sección Debates).

 Amanecer.
Las cenizas de mamá
sobre las olas

 Este haiku intimista es demoledor. No me avergüenza decir que lloré cuando conformaba esta selección y lo leí. El suceso describe de manera sencilla cómo se diluyen las cenizas de la madre incinerada del haijin en el mar. No cabe censura alguna frente al hecho de que el haijin aparezca a través del término “mamá”: la emoción del haiku no puede sostenerse por sí sola sin ese “yo haijin” que forma parte de la naturaleza, en pie de igualdad con el resto de elementos del mundo ([1]). Contrasta, además, el fuego evocado con el agua presente; la luz del amanecer con la oscuridad del más allá… Un haiku que pone de manifiesto la fragilidad de la vida y lo pequeños que somos, por mucho no queramos aceptarlo.

 Acabemos con un haiku de lo sagrado que también nos evoca un fuerte arraigo a la tierra:

pueblo de montaña –
el viento esparce
las cenizas de una hoguera

 ¿Se puede explicar acaso la magia de la ceniza volando en movimiento? Muchas veces un haiku nos impacta sin saber por qué, o sin atribuir su impronta a unas causas concretas: este es uno de ellos. En lo tocante a la ceniza, el aware de este haiku, tan parecido al ya visto “Luna llena…”, difiere de este sólo en la región que la ceniza sobrevuela: en aquel, se arremolinan alrededor de la caña; en este, el viento las aleja de su origen potencial. Sin embargo, las sensaciones que ambos haikus transmiten son intrínsecamente diferentes, debido a los elementos que componen cada uno de ellos. Y, tras verlas danzar, el contraste de temperaturas entre el calor que aún desprenden los restos de la hoguera y el aire de la montaña corona las sensaciones que deja este haiku. Para acabar, la composición formada por el elemento “montaña” y el sentido del tacto es muy potente, quizá por la sensación abrumadora con la que la inmensidad del mundo, de la que la montaña forma parte, vapulea nuestro cuerpo al entrar por la piel.

[1] Haya Segovia, V. (2012). 80: Excepcionalmente, el haiku permite la aparición de la palabra “yo”, en Haya Segovia, V., Aware: iniciación al haiku japonés (pp. 267.271), Kairós.

(Los haikus seleccionados pertenecen, en orden de aparición, a Idalberto Tamayo, joseluissol, Gorka Arellano, jgranadosj y J.L. Vicent).

Agosto 2024

Les saludo desde un Santiago que ha recibido el invierno con una ola de frío. Pasamos del otoño más lluvioso en los últimos veinte años, al inicio de invierno más helado en, más o menos, el mismo período. Y como los seres humanos siempre encontramos más verde el pasto del vecino, me consuelo de las penurias climatológicas de la estación que me toca vivir, con los deleites de la estación sobre la que les escribo mes a mes, que, por estar relacionadas con Japón, es la opuesta. ¿Optimismo forzado? Puede ser.

Dejo de lado estos desvaríos climáticos para comenzar con el tema que nos corresponde en el artículo de este mes, que es la estación de otoño o 秋 aki, probablemente una de las más poéticas desde la antigüedad. Abarca, según el calendario actual, desde 立秋 risshuu o inicio del otoño (alrededor del 08 de agosto) hasta el día anterior a 立冬 rittou o inicio del invierno, que sería el 07 de noviembre, aproximadamente. Según el calendario tradicional, corresponde a los meses de 文月 Fumidzuki o Séptimo Mes, 葉月 Hadzuki u Octavo Mes y 長月 Nagadzuki o Noveno Mes. Una estación refrescante después del sofocante verano y que guía suavemente hacia el invierno, aunque también tiene como características el calor residual estival en agosto y el frío de octubre. El aire y el agua son cristalinos, y las montañas se vuelven rojas por el 紅葉 momiji o cambio del color de las hojas. El otoño es la estación de la cosecha y de celebrar la luna. Tal vez, una de las referencias literarias más famosas que podemos encontrar sobre esta estación, es aquella del Makura no Soushi o Libro de la almohada de Sei Shounagon, redactado el año 1001: “El otoño es el atardecer. El bermellón del sol poniente se disuelve, y los negros cuervos vuelven a sus nidos en tríos, cuartetos, duetos; ver una bandada de gansos silvestres lo hace aún más bello. El sol cae, el sonido del viento que agita la hierba de la oscura tierra en la que se hunde lo que queda en el cielo de negro rojizo, y el murmullo de los insectos.”

El otoño, para efectos del kigo, se divide en cuatro períodos: 三秋 sanshuu; tres otoños, y cuyas palabras se pueden utilizar para componer haikus durante toda la estación. Luego está 初秋 shoshuu o inicio del otoño, que corresponde a agosto en el calendario solar, y a 文月 Fumidzuki o Séptimo Mes, en el lunar. Aún se siente el calor veraniego, pero también la brisa otoñal. Continuamos con 仲秋 chuushuu o mitad del otoño; septiembre o 葉月 Hadzuki u Octavo Mes. Se escuchan los insectos y la luna es más brillante que nunca. Y, por último, 晩秋 banshuu o fin del otoño, que abarca octubre o 長月 Nagadzuki; Noveno Mes. A medida que se acerca el invierno hay una sensación de soledad en el ambiente.

Los haikus que les traigo este mes corresponden a los períodos de 三秋 sanshuu o tres otoños y 初秋 shoshuu o inicio de otoño.

 

Kigo: 秋の声 aki no koe; la voz del otoño. Un sonido que se escucha claramente. No es necesario que sea un sonido natural, como el de un río o el del viento en los árboles, ni tampoco uno emitido por un humano. También considera los sonidos que crea nuestra mente para evocar el otoño. Utilizado desde 1808.

Período: 三秋 sanshuu; tres otoños

Categoría: 天文 tenmon; astronomía

Haijin: Toyonaga Minoru (1931)

秋の声振り向けば道暮れてをり

aki no koe furimukeba michi kurete ori

la voz del otoño, si volteo el camino está oscuro

Kigo: 枝豆 edamame. Porotos de soya aún verdes que se hierven en agua salada. Se les llama así: eda; rama y mame; poroto, ya que se preparan sin sacar el vástago. Utilizado desde 1667.

Período: 三秋 sanshuu; tres otoños

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Kinoshita Yuuji (1914-1965)

枝豆や詩酒生涯は我になし

edamame ya shi shu shougai wa ware ni nashi

edamame, poesía y alcohol, esa vida no es para mí

Kigo: 秋の暮 aki no kure; atardecer de otoño. Se puede entender como ‘atardecer de otoño’ o ‘fines de otoño’. Desde la antigüedad se utilizan dos significados para este término, los que, a menudo, resuenan entre sí: 寂しさ sabishisa o soledad, y もののあわれ mono no aware; conciencia de la transitoriedad de la belleza. Utilizado desde 1648.

Período: 三秋 sanshuu; tres otoños

Categoría: 時候 jikou; estacional

Haijin: Shimizu Keiko (1911-2005)

渚まで砂深く踏む秋の暮

nagisa made suna fukaku fumu aki no kure

hasta la orilla piso fuerte la arena, atardecer de otoño

Kigo: 秋扇 aki ougi o abanico otoñal. Se refiere a los abanicos que se continúan utilizando dado el calor residual del verano. También puede referirse a uno que se ha dejado de usar y ha quedado olvidado. De esta forma, a veces sirve de símil para algo que ha perdido su utilidad.

Período: 初秋 shoshuu; inicio del otoño

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Akao Ei (1930)

オペラ座の序曲始まる秋扇

opera za no jokyuoku hajimaru aki ougi

el abanico otoñal comienza con la obertura de la opera

Deseando que la información y los haikus que les presenté este mes les ayuden a disfrutar la estación en la que se encuentren, y los animen a leer poesía, incluso a componer sus propias líneas, así como a profundizar conmigo en ‘El mundo del kigo’. ¡Hasta la próxima!

Julio 2024

CONSTRUIR

¡Ah, jacarandas,
jacarandas de Málaga!
Las jacarandas.

DECONSTRUIR

Este poema me lo inspiró una foto enviada amablemente por Susana Rodríguez, una alumna malagueña. En contra de lo que parezca, los tres versos de este haiku son algo más que una expresión admirativa de la belleza de estos árboles en flor. Son, más bien, el resultado de un impacto visual que traduce la vivencia del estar asociado a un lugar (a Málaga). De hecho, mi primera tentativa de haiku, al contemplar extasiado esta foto, fue esta:

Ahí están,
Las jacarandas de Málaga.
¡Ah, jacarandas!

Me pareció, sin embargo, que el verbo “estar” era redundante en este último haiku. Lo rehice y me salió el que ahora envío como mi modesta aportación a los amigos de El Rincón para este mes de julio. Porque el haiku es, ya de por sí, poesía del estar, así que este verbo de “estar” estaba de más. Y, por dar más razones: porque me gustan los haikus con el mínimo de adverbios posible. Y de adjetivos. Y de verbos.

    El haiku es poesía de nombres, de sustantivos (también de topónimos), percibidos a la luz del relámpago del estar, a percibidos por la resonancia de los truenos de sensaciones. Por eso, tal vez, en otros haikus míos,  o en traducciones de haikus famosos (en concreto del frecuente verso japonés de “aki no kure”), yo prefiero escribir “tarde de otoño” y no “tarde otoñal”. Me parece que esto tiene una curiosa correspondencia con el lenguaje infantil en el cual se usan pocos adjetivos y, proporcionalmente, muchos nombres. La realidad percibida por los niños –me fijo atentamente en el lenguaje de mis tres nietos que ahora tienen 3, 5 y 7 años de edad– empieza a ser comunicada a partir de nombres, sustantivaciones de la realidad que los rodea, de sustantivos; la adquisición lingüística de los verbos y de los adjetivos la realiza el niño de seis años en una fase ligeramente posterior. No soy ningún experto en lenguaje infantil, por lo que estas impresiones tal vez estén equivocadas.

   Seguramente, al leer este haiku de las jacarandas algún lector haya pensado en un famoso haiku, apócrifamente atribuido a Matsuo Bashō [hay estudiosos que lo atribuyen a Tawarabo, un haijin de senryū], sobre la impresión producida por la visión de uno de los paisajes tradicionalmente más bellos de Japón: Matsushima. Es este:

松島や          Matsushima ya
ああ松島や                                         Aa Matsushima ya
松島や                                                   Matsushima ya.

Una traducción posible:

Matsushima ¡sí!
¡Ah, Matsushima, sí!
¡Matsushima sí!

 

Mi haiku de las jacarandas puede parecer tonto. La poesía haiku puede PARECER tonta, claro. Pero la “tontería” o “trivialidad” del haiku enmascara con frecuencia una profunda incomprensión del espíritu del haiku, de la cual ahora no es el momento de hablar. En este momento me interesa más subrayar la situación concreta que estimula la irrupción de los tres versos, los relativos a Matsushima o a las jacarandas malagueñas: es la situación en que se encuentra alguien perdido por falta de palabras ante algo, ante la belleza o ante una fuerte impresión percibida por los sentidos. Es una situación que uno le pasa a veces en la vida. Es la vida que pasa. La vida que pasa. Esto tiene mucha miga.

   Cuando, al final de un reciente curso online sobre Poesía Japonesa, pedí a los alumnos, a modo de resumen del curso, que contestaran brevemente a la pregunta de “¿qué es poesía?”, uno de ellos, José Segura, de Mallorca,  me escribió para responder así: “Poesía es la vida que está pasando. Solo se trata de estar atento a lo que nos rodea”. ¡Magnífica definición! Otras definiciones fueron estas:

“Poesía es sacar un momento el absoluto real” (una definición que hubiera firmado Daisetz Suzuki, aunque él hubiera puesto en mayúscula el término de “absoluto”).

“Es desenterrar el inconsciente” (esta definición es la que ofrece una extraordinaria poeta y mujer, aún felizmente activa, Hiromi Itō).

“Es perder el yo”.

“Es simplemente perderse”.

Y, la última, mi favorita porque encaja admirablemente en mi idea de lo que es un buen haiku: “No sé lo que es. Estoy y eso me basta”.

   Y, como accidentalmente estoy en Málaga o me siento transportado a ella gracias a la foto de Susana, yo, sin necesidad de muchas palabras, afirmo a modo de reacción cuando observo tal explosión de color en Málaga:

¡Ah, jacarandas,
jacarandas de Málaga!
Las jacarandas.

El olor del hinojo al granizar

“Con lluvia, este camino sería otro camino, este bosque otro bosque”.
Patrick Rothfuss

 

¿Qué tendrá la lluvia para sobrecoger con su repiqueteo silencioso?

El olor del hinojo
al granizar –
Arrecia la lluvia

 La fuerza de la imagen transmitida es formidable. En este haiku se aprecia la violencia de la escena: llueve y graniza con fuerza, y el hinojo, que es golpeado sin piedad por las inclemencias meteorológicas, huele más aún por la lluvia que le cae. ¿Acaso no es mágico percatarse de que el agua, amén de dadora de vida, también realza y dignifica las cualidades inherentes a las propias realidades? En medio de la crudeza de la escena, el haijin se percata de que la lluvia acentúa el olor del hinojo, y lo pone por escrito con este potentísimo aware.

De pronto lluvia…
el olor de la tierra
en el cachorro

 Nos encontramos ante otro haiku cuyo detonante, el agua de la lluvia, actúa como amplificador de las sensaciones percibidas. El cachorro ya tiene su olor característico, pero la tierra empapada de lluvia lo impregna de petricor1, el cual se mezcla con su propio olor. La potencia de ambos olores combinados parece percibirse aún mayor con la escena a oscuras. La lluvia, al restar luminosidad a la escena, reduce el marco espacial del haiku, y concentra más sus elementos en torno a un punto, de suerte que confiere más importancia a los demás sentidos al centrar la atención en lo que no se ve. Una combinación atávica, la del olor de la tierra mojada con el de los propios seres, que conduce sin temor a este aware tan potente.

 1 Petricor: m. Olor a tierra mojada.

 

la lluvia de anoche
centellea
en los kakis maduros

 Este haiku de un solo polo muestra una imagen bellísima. Sobre los kakis, todavía colgando del árbol, permanece la lluvia del día anterior, que brilla con el reflejo del sol y el leve movimiento de los frutos. Se percibe también una humedad templada y el olor de la tierra mojada, cuyos tonos térreos armonizan con el color de los kakis maduros. En definitiva, un haiku de aware fino que nos invita a reparar en las deliciosas relaciones sutiles de la naturaleza.

Sabemos que la unidad temática y formal del haiku están en continua revisión, pero nosotros estamos plenamente convencidos de que el fondo del haiku determina si algo breve es haiku o no. Por ello, este de dos versos es excepcional:

Grillos…
La lluvia de otoño

 ¿Hay que decir algo más? ¿Se puede describir mejor esta escena con menos palabras? Para nosotros, no: está todo dicho, no encontramos palabras para explicar lo que acontece. El haiku no puede celebrar la vida con más intensidad que de esta forma. Solo nos queda invitar a releer de nuevo este magnífico haiku con el fin de saborearlo y deleitarnos con su sublime sencillez.

Pasa un mirlo.
De la col se derrama
la lluvia de anoche

 Este haiku rebosa tanta sutileza como agua derramada de las hojas de las verduras de la huerta. La haijin nos dice que ha llovido, y que esa lluvia permanece acumulada en las hojas de las coles. Y, al planear bajo un mirlo, provoca una onda lo suficientemente expansiva como para derramar el agua de dichas hojas. ¿Acaso hay algo más bonito que ser consciente de las relaciones que conectan todas las cosas, que este musubi entretejido que, gracias a la mirada fina de la haijin, nos deja extáticos por habernos descubierto semejante momento tan hermoso? Este haiku nos enseña que el sentido de la vida, en este aware colosal, está en el agua y el viento entremezclados.

 Cambia el tiempo
Con las primeras gotas
chirrían las brasas

Concluimos esta sección con otro contraste prehistórico: el contacto del agua con el fuego. Empieza a llover sobre las brasas, que sollozan al apagarse con ese sonido tan característico y cicatrizan en tizón que huele a madera quemada. La paleta de colores del haiku se oscurece y la atención cromática se focaliza en las brasas incandescentes, condenadas a extinguirse si sigue lloviendo. Además del contraste visual, olfativo y sensorial —el olor de esos nubarrones, el tacto de la lluvia, el crepitar de la hoguera, la madera quemada—, precioso de por sí, el aware se amplifica al tener lugar en la dimensión vertical: el humo asciende del suelo al cielo, y la lluvia cae al revés: del cielo al suelo. En el eje horizontal se sitúa el plano de la escena, pero el aware transcurre a lo largo del eje vertical. El mundo, tal como demuestra este haiku mágico, es un milagro tras otro en todas las direcciones de los ejes cardinales.

(Los haikus seleccionados pertenece, en orden de aparición, a Gorka Arellano, Bibisan, Mavi, Gorka Arellano, Hikari e Idalberto Tamayo).

Julio 2024

El artículo de este mes lo escribo mientras vivimos una serie de temporales; eventos climáticos de intensa lluvia y fuertes vientos, que me traen el recuerdo del clima de mi niñez. Días y días de lluvias continuas, que, dado el fenómeno de la Niña —o eso es lo que dicen los meteorólogos— prácticamente olvidamos y las nuevas generaciones nunca conocieron. Pero este año nos visitó el Niño y, por lo tanto, hemos tenido el otoño más lluvioso en décadas. Estos cambios en el comportamiento de las estaciones me llevan a pensar en lo interesante de un estilo poético que no sólo incorpora su utilización, algo bastante usual en la poesía de muchos países, pero que además, lo regula y sistematiza. Uno de los desafíos más evidentes es la desconexión entre los términos que se pueden utilizar y la correcta representación de la estación que el poeta está contemplando y quiere expresar. Porque debemos recordar que el kigo en japonés es una palabra establecida, aceptada e integrada a los diccionarios con la fecha o el período desde el cual se usa; no cualquier palabra es válida como kigo. Este desafío, o problema, según se quiera mirar, tal vez sea una de las razones de que el haiku contemporáneo no lo considere como obligatorio. Pero, por otra parte, también nos ofrece una ventana al pasado, una forma de conocer de qué manera se manifestaban los cambios durante el año en épocas más o menos lejanas.

Luego de esta larga reflexión, comenzaremos con el tema a tratar en julio. En nuestra revisión de las categorías en que se dividen los kigos ya hemos visto 時候 jikou o estacional, 天文 tenmon o astronomía y 地理 chiri o geografía; este mes le toca el turno a 生活 seikatsu o vida diaria. Tal como su nombre indica, se refiere a los aspectos cotidianos de las personas. Los kanjis que componen el término son 生 sei o vida y 活 katsu o actividad. Se divide, a su vez, en cinco grupos: general, trabajo y estudio; juego y deportes; ropa y accesorios; comidas y cocina; vivienda y utensilios o herramientas. Es de las categorías con más palabras, junto con 植物 shokubutsu o vegetación, y también la que incorpora mejor el cambio en las costumbres y tecnologías a través de las épocas. Por ejemplo, si analizamos algunos de los correspondientes a fin del verano, nos encontramos con palabras como 梅酒 o umeshu: sake hecho en base a remojar ciruelas verdes en shochu junto con azúcar y dejándolo envejecer. Suele madurar durante el verano y es una excelente bebida fresca para combatir el calor. Otro término es ナイター o naitaa, el que hace referencia a un partido de beisbol que se juega en la noche con iluminación artificial. Jugar bajo el calor abrasador es agotador tanto para los jugadores como para los espectadores, por lo que los partidos comienzan al atardecer y continúan hasta medianoche. O 砂日傘 o sunahigasa, gran parasol para utilizar en la playa y protegerse de los rayos del sol.

Para completar la estación, los haikus que traduje este mes corresponden a 晩夏 banka, fines del verano; período que comprende julio en el calendario actual o el sexto mes del calendario lunar, Minadzuki.

Kigo: 夏休み natsu yasumi; vacaciones de verano. Con la variación 暑中休暇 shochuukyuuka. En la mayoría de las escuelas va desde la segunda mitad de julio hasta fines de agosto, en muchas compañías dura una semana, habitualmente para el festival de Obon. El propósito principal de este descanso extendido es pasar tiempo con la familia y amigos, o viajar de vuelta al hogar a visitar familiares.

Período: 晩夏 banka; fines del verano

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Fukunaga Kouji (1938-1980)

黒板にわが文字のこす夏休み

kokuban ni waga moji nokosu natsu yasumi

dejo mis palabras en el pizarrón, vacaciones de verano

Kigo: 水着mizugi; traje de baño. Con la variación 海水着 kaisuigi. Se comenzó a utilizar como kigo a partir del período Taishou (1912-1926).

Período: 晩夏 banka; fines del verano

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Gotou Hinao (1917-2020)

父母に𠮟られさうな水着買ふ

fubo ni shikararesou na mizugi kau

compro el traje de baño por el que probablemente seré regañado por mis padres

Kigo: 避暑 hisho o escape del calor. Para escapar el calor del verano la gente viaja fuera de la ciudad en busca de lugares más frescos, como el mar, las montañas. Pueden ser viajes cortos de algunos días.

Período: 晩夏 banka; fines del verano

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Takama Reiko

避暑散歩手作りジャムの小店まで

hisho sanpo tedzukuri jamu no shouten made

paseo para escapar del calor hasta la pequeña tienda de mermelada casera

Kigo: 虫干 mushiboshi o aireado de ropas. Con las variaciones 土用干 doyouboshi y 曝書 bakusho. Durante el período de 土用 o doyou (los 18 días previos al cambio de estación) de verano, se sacan al sol la ropa, libros, rollos decorativos, etc. para airearlos y evitar el daño por moho e insectos.

Período: 晩夏 banka; fines del verano

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Kutsuwada Suzumu (1923-1999)

虫干や遺影の兄は椰子に凭り

mushiboshi ya iei no ani wa yashi ni yori

mi hermano, aireando las ropas y el retrato del fallecido, se reclina en la palmera

Espero que, independientemente de la estación que estén viviendo, y de cómo esta se manifieste, puedan disfrutar de bella poesía, entre ella estos haikus que les traje este mes, como el del haijin Gotou Hinao, quien vivió hasta sus 103 años componiendo en este hermoso estilo poético. Gracias por caminar conmigo este sendero que mes a mes profundiza más en El mundo del kigo.

¡Hasta el próximo mes!

El haiku como vida. Kaneko Tohta Omnibus

Finalmente Jaime Lorente ha podido concluir la traducción de Kaneko Tohta Omnibus, los 4 volúmenes (2 ya publicados, Ikimonofüei y la entrevista, a los que se añaden otros 2 con una selección de más de 200 haikus de Kaneko Tohta, con su kigo, metro y explicación oportuna, además de unos jugosos anexos: glosario de términos, cronología anotada, referencias biográficas, etc). Todo ha sido posible gracias al permiso de quienes entrevistaron a Kaneko Tohta, el grupo Kon Nichi liderado por Jim Kacian. Su trabajo en inglés es la única traducción en este idioma del trabajo de Tohta y recibió en 2019 el premio Touchstone Distinguished Books. Afirma Lorente que haberlo podido traducir con su permiso ha sido un verdadero privilegio y cree que será muy positivo para la difusión de su pensamiento, ya que hasta ahora no había nada suyo en español, más allá de algún haiku aislado. Aquí tenemos el pensamiento en bruto de uno de los líderes de la corriente gendai haiku.

¡A disfrutarlo!

DESCARGA GRATUITA

EL HAIKU COMO VIDA
Kaneko Tohta Omnibus

TRADUCIDO AL ESPAÑOL

 

Junio 2024

CONSTRUIR

Muñeca rota
En la calle tirada.
Cae la tarde.

DECONSTRUIR

Al contemplar ese juguete de piernas rotas tirado al suelo. Fue en el curso de un paseo realizado al final de la tarde de un día de estos. Me pareció una visión triste y me vino a la cabeza la imagen de una desconocida mano infantil y amorosa que algún día, sin duda no hace mucho tiempo, se entretuvo jugando con esta muñeca. Hoy la muñeca tiene las piernas rotas y está abandonada en el suelo de un parque.

Pensando esto, pude haber escrito estos otros versos:

Abandonada
De manos infantiles,
Las piernas rotas.

O estos otros:

 El sueño roto
con manos infantiles
de esta muñeca.

 O

 En plena calle,
Muñeco abandonado.
Final de mayo.

O bien estos:

 

La larga sombra
De un muñeco tirado.
Al caer la tarde.

Pero a estos cuatro haikus me parecía que les faltaba ese asiento de sencillez e inocencia que, a mi juicio, sobre el que debe descansar un buen haiku. Eran rebuscados. Así que me decidí por el primero, el de CONSTRUIR, el de la muñeca rota. Incluso en este, apurando aún más la búsqueda de la sencillez, pudiera cambiar el tercer verso por este otro: Ya es tarde. Tiene una sílaba menos y aporta otro significado distinto, pero le da una variación más espontánea. Aún más sencillo, podría ser este otro

Una muñeca
Tirada en la calle.
Cae la tarde.

Hablando de juguetes rotos, me viene a la cabeza un poemario titulado «Juguetes tristes» (Kanashiki gangu / kanashiki). De Takuboku Ishikawa (1886-1912). Fue publicado póstumamente a su temprana muerte. Takuboku, un seudónimo con el hermoso significado de «el árbol que susurra», revolucionó la poesía de su tiempo aportando sentimiento individual, frescura,  sinceridad sin filtros, lo que entonces se llamaba realismo, un ideal poético perseguido por muchos autores de su tiempo a raíz del descubrimiento de la poesía inglesa y francesa. De este gran poeta, quiero ofrecer algunos poemas en traducción de Atsuko Tanabe:

¡Ay, el silencio de muerte
de la arena
que se cuela entre mis dedos!

O este otro, en forma de tanka, pero con aires de senryū:

Mis recuerdos
Se parecen mucho
Al mal humor
Cuando me pongo
Calcetines sucios.

Más famosos son los tankas de su poemario Puñado de arena, como este, tristísimo, del juego con el cangrejo (trad. de Antonio Cabezas):

En la playa de una islita oriental
En la arena blanca
Jugaba yo
Con un cangrejito
Y lloraba, lloraba.

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Aún aprendo

Antonio Machado nos recuerda -a través de su heterónimo Juan de Mairena- algo que oyó decir a un aceitunero sevillano: “Todo lo que sabemos lo sabemos entre todos”. Quizá por eso, Machado decía que la mayor gloria para un poeta es escuchar sus versos en boca del pueblo, como si fueran anónimos. (Anónimo es, según un conocido haiku de Shiki. el autor de un poema magistral sobre la primavera). Bashô acertó a definir en varias pinceladas la esencia del haikai: novedad, inmediatez, ligereza, inocencia, equilibrio entre lo perenne y lo efímero, y, en definitiva, sinceridad. Una y otra vez vuelven a nuestra memoria, iluminándola, sus aforismos: “No sigas las huellas de los viejos maestros; busca lo que ellos buscaron”; “Aprende las reglas y, luego, olvídalas”; “el haikai no está en la letra, sino en el corazón”…

Evocando la difícil facilidad del poema, recordamos a una Chiyo-ni insomne, bloqueada en su intento de escribir sobre el cuco, que, al ver amanecer, encuentra por fin la inspiración en su propio bloqueo. Y recordamos a Setsuko Nozawa, que expresa su desconcierto al recibir de manos de su maestro una nuez, como si fuera un enigma. Pero entre todos sabemos lo que sabemos, y frente a la crispación y a la vanidad, un proverbio yoruba nos dice que “el trato con personas sencillas refresca la mente”.  Sin olvidar la energía de algunos mensajes silenciosos: el de Buda, haciendo girar una flor en su mano; el de la niña que -según Dostoievski- señala con su dedo acusador a quien la ha violado; o el del monje Shisui, que se despide de la vida dibujando en el suelo un círculo, símbolo del vacío y de la iluminación.

En la Academia de Bellas Artes de Madrid sigue abierta -hasta el 23 de junio- la exposición “Goya. El despertar de la conciencia”, junto a las planchas de todos los grabados del genio aragonés, recientemente restauradas. Asombra la intensidad con que el pintor vive la vida en todo su arco palpitante, exaltándola -incluso en sus vertientes más sombrías- y ensanchándola infinitamente con su arte genial, de pie entre un mundo viejo que agoniza resistiéndose y un mundo nuevo que no acaba de cuajar. En sus últimos años, de 1819 a 1828, Goya abraza la litografía, un nuevo recurso pictórico que le permite seguir desarrollándose como artista y que le lleva a un renacimiento personal y vital. La litografía “Aún aprendo”, realizada en 1826 (dos años antes de su muerte) lo dice todo. También Basó aprendió a pintar al final de su vida, ilustrando algunos de sus propios poemas, en la reciente tradición del haiga. También Sócrates y Fernando Zóbel aprendieron a tocar la flauta poco antes de morir. Toda una confesión de humildad y todo un desafío.

***

De noche aún arrancan patatas

En esta entrada, de carácter más teórico, quisiera hablar sobre un valor estético típicamente japonés denominado yûgen. Podemos aproximarnos a la comprensión de yûgen por su etimología: está formado por composición de dos caracteres chinos: (profundidad, oscuridad), y gen (misterio, sublimidad). En sentido estricto, yûgen sería el misterio que encierra algo oscuro o profundo cuyo fondo no llega a percibirse por el hecho de serlo, como si hubiese una cortina vaporosa que separase la realidad de lo que hay más allá de ese medio. Nosotros entendemos que el yûgen se manifiesta a través del medio físico en el que acontece el haiku, que debe tener un carácter absorbente, en el cual las demás realidades entran y dejan de percibirse por sumirse en dicho medio:

Entre la niebla
esparcen el estiércol –
no calla el sapo

El haiku anterior tiene yûgen por la niebla: dentro de ella, las personas que esparcen el estiércol parecen perder entidad; no se ven con definición sus movimientos, sino simplemente se intuyen. La corporeidad de los entes se difumina porque no se oponen al medio que los absorbe. No ocurre así, por el contrario, con el sapo, cuya presencia se manifiesta en su croar incesante. No sabemos dónde está, pero se le escucha: tiene algo que lo distingue de la niebla y no es absorbido por ella. Los humanos, por el contrario, no tienen nada con que resaltar: su entidad “sin reforzar” es subsumida por la niebla, y desaparecen en ella.

No es descabellado, pues, pensar en que el yûgen es un valor principalmente visual, pues es el sentido que mejor permite percibir ese adentrarse, ese ser absorbido en las cosas, y desaparecer en ellas. En la atmósfera de yûgen, la identificación parcial —tradicionalmente occidental— entre lo que se ve y lo que está es aún más evidente (vid. serie “Bashô”, §1.º Transparencia, Mavi Porras, El Rincón del Haiku, sección Debates). Es más; esa identificación apunta a la propia impermanencia de la existencia en cierto modo, pues el ser, aun estando, deja de estar por desaparecer en el medio, por dejar de percibirse.

Otra imagen tradicional que evoca yûgen es la oscuridad de la noche:

Se va haciendo de noche
Hacia la ciénaga
miles de grullas

 En este haiku se combinan las grullas, que se alejan del campo visual, con el anochecer. La oscuridad asociada con la noche acentúa aún más esa sensación de que las grullas son engullidas por un fondo oscuro, que no se resisten a ser atrapadas por el medio. A la sensación de atrapamiento quizá contribuya también la viscosidad de la ciénaga. Un haiku de similitudes que resulta una delicia formal para el paladar de los sentidos.

Noche de enero.
Los ojos del cacomixtle1
en el sabino.

1 Cacomixtle: Hond. Mamífero de la familia de los vivérridos, de color pardo y cola anillada, emparentado con los mapaches.

En este haiku, elegido a propósito con afán ejemplificador, se evidencia que no posee yûgen —que no es ni bueno ni malo, dicho sea de paso—, pues si bien la oscuridad de la noche sume en ella a las realidades que acontecen, no es capaz de absorber la luz brillante de los ojos del cacomixtle. Dichos ojos, al destacar en las tinieblas, no desaparecen en ella: se muestran como son, sin confundirse progresivamente con el medio absorbente hasta formar parte de él.

Finalmente, mostramos otro haiku que rebosa yûgen, donde los hombres quedan sumergidos en la combinación de la noche y la arena del desierto:

Calina.
De noche aún
arrancan patatas

Esperamos que esta entrada acerque la comprensión de un valor estético tan escurridizo como el yûgen, tal como nosotros lo entendemos.

 

(Los haikus seleccionados pertenecen, en orden de aparición, a Hikari, Encarna, Roxana Dávila y Mavi, respectivamente).