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Caminar II

Mayo 2024
Otoño
Córdoba, Argentina

Caminar II

Un año después de ordenarse como monje, Santôka emprende su primer viaje por Honshu, Shikoku, Kyûshû y Shodôjima durante tres años. Sin embargo, a su regreso, agobiado por el alcohol, quemó los diarios que escribió durante su primer viaje dejando registro de ello en un haiku:

 

焼き捨てて日記の灰のこれだけか

yakisubete nikki no hai no kore dake ka

 

El diario que tiré al fuego…

¿sólo estas cenizas?

(Santōka, 2006, p. 196)

Trad. Vicente Haya

 

Renacido de esas esas cenizas, en 1930 emprende su segundo viaje a pie por norte de Kyûshû (isla ubicada al sur del de archipiélago nipón) que duró alrededor de un año. El diario de este viaje evidencia que ante todo, ir a pie, ir sin fin, librar esa batalla cuerpo a cuerpo con la naturaleza de cierta manera un tipo de soledad que garantiza su supervivencia. El juicio contra sí mismo, su memoria, de alguna manera sus karmas no pueden expiarse, solo puede convivir con ellos. La contradicción interna que se revela en los diarios da cuenta de la hipocresía de vivir como monje medicante pero a la vez de una profunda reflexión sobre su propia vida, la composición poética y otras observaciones sobre la sociedad y la época. Sin embargo, Santôka como caminante justifica su existencia como alguien vapuleado por las desgracias e inútil para la vida social por lo que su única opción es entregarse al camino y dejarse afectar al máximo; ya sea por las heridas que le ocasiona o por los eventos imprevisibles que acontecen. En esta ocasión, comparto algunas entradas de los diarios de Santôka que, creo, ilustran los comentarios hechos hasta el momento.

 

9 de septiembre 1930

De nuevo en marcha. Una vez más me doy cuenta de que en realidad no soy más que un monje mendigo. Así, comienzo otro viaje. Voy a caminar tanto como pueda, iré lo más lejos que pueda ir.

(Santōka, 2003, p. 31)

 

20 de octubre de 1930

Tomemos el caso del sake, me gusta el sake, así que no voy a renunciar a él. Eso es todo. No hay nada que hacer al respecto. Pero ¿cuánto mérito obtengo haciéndolo? Si dejo que el sake obtenga lo mejor de mí, entonces soy un esclavo del sake. En otras palabras, ¡soy un caso perdido!

(2003, p. 37)

 

19 de diciembre de 1930

¡No tengo ni un centavo! Por mucho que me moleste, aprieto los dientes y sigo mendigando hasta reunir lo suficiente para una noche de alojamiento y una comida. Cuando llego a una posada, me baño y se me pasa. Pero odio mendigar. Odio deambular. Sobre todo, odio tener que hacer cosas que odio.

 (2003, p. 40)

 

28 de diciembre de 1930

Acostado en la cama, pienso. Soy un desafortunado afortunado, un incrédulo que ha sido bendecido. Puedo morirme tranquilamente en cualquier momento sin ser apaleado por nada. Ya no necesito alcohol, ya no necesito calmotin [remedio calmante], ni Geld, ni Frau. Bueno, una mentira es una mentira, pero un sentimiento que tienes es un sentimiento que tienes.

(2003, p. 40)

 

9 de noviembre de 1930

Cuando Fayan dice, ‘Cada paso es una llegada’, olvida lo caminado, tampoco piensa aquello por caminar. Un paso, otro paso; ni más allá, ni más acá; ni la dirección al este o al oeste: un paso es una totalidad. Llega hasta ahí y entenderás el significado del caminar para el zen.

 (2003, p. 39)

 

1 de octubre de 1930

Hoy, mientras caminaba, no dejaba de pensar: habiendo trenes y automóviles, decido caminar, y encima calzado con sandalias de paja. ¡Qué cosa anticuada! Una manera tan ineficaz y pesada de viajar. De hecho, en el camino que recorrí hoy había autos y bicicletas que pasaban de vez en cuando, pero no encontré casi nadie que caminara. Sin embargo, el hecho de aventurarme a hacer algo tan ridículo, para mí que no soy muy listo, justifica mi existencia.

(2003, p. 34)

 

16 de septiembre de 1930

 De estos vendedores ambulantes que van por el campo, oigo hablar de la miserable suerte de las familias campesinas locales: un jornalero que suda de la mañana a la noche, puede hacer 80 sen; si es mujer, 50 sen. Un carbonero trabajando todo el día hará 25 sen como máximo; alguien pescando eficientemente en el río Kuma (famoso por sus peces dulces) puede obtener 70 u 80 sen por día. Obviamente, esta. Las personas apenas se mantienen con vida. Cuando pienso en ello, la vida que vivo es mucho mejor de lo que merezco. (2003, p. 32)

 

* Los Diarios mendicantes que han sido publicados integran el Volumen 3 de la Obra Completa de Santōka (1986) en idioma japonés. Sin embargo, al no disponer de la versión física de este libro, contamos con la versión digital (que data de septiembre de 1930 a agosto de 1940) en el archivo aozora (archivo de textos digitalizados que, según los derechos de autor, son de dominio público). Para referir a este archivo hemos desistido del uso de la cursiva, pero hemos conservado la mayúscula. Hemos cotejado con este archivo la pertenencia de las citas introducidas en el trabajo desde la selección realizada por Burton Watson y traducida por el mismo autor para la publicación For all my walking. Free-verse Haiku of Taneda Santōka with Exerpts from His Diary (2003). Todas las citas correspondientes a este libro son de traducción propia.

Referencias

Santôka (2003). For all my walking. Free-verse Haiku of Taneda Santōka with Exerpts from His Diary [Introducción y traducción de Burton Watson]. New York: Columbia University Press. La traducción es nuestra.

_______ (2004). Saborear el agua. Trad. Vicente Haya. Madrid: Hiperión.

_______ (2006). El monje desnudo. Trad. Vicente Haya.  Madrid: Miraguano.

_______ (20 de marzo de 2008). 行乞記(一)[Diarios mendicantes (1)]. Aozora Bunko. Recuperado de: https://www.aozora.gr.jp/cards/000146/files/44913_30581.html

La traducción es nuestra.

Mayo en la memoria

A primeros de mayo empiezan a pintar las cerezas y, tras la primera cura de azufre en yema, se aviva el verdor de las viñas (“por la Cruz, la parra reluz”). Suena el canto del cuco, abren sus ojos los lobeznos. La noche del 2 de mayo es la Noche de los Fuegos; cada barrio compite por levantar la hoguera más grande o mejor formada y se va, de una a otra, para admirar y compartir. Junto a la “rimerá” de leña se canta, se baila, se bebe ponche, se asan sardinas… Troncones y ramas chisporrotean exhalando el último vaho, creciéndose en bruscas llamaradas, avivados por los cuidadores del fuego; los mozos saltan a través de las llamas y la gente se aparta con las caras encendidas, y los niños corren con pequeñas cruces de palo, y así va pasando la noche, la larga noche regeneradora en la que se quema lo viejo. Al día siguiente, el pueblo entero sube en romería al robledal del Hoyo de la Erita, espléndido mirador sobre el valle. Tras la misa campestre y la bendición de los campos, se preparan los guisos –la caldereta, la paella-, corre el vino, se sacan los dulces –huesillos, rizos, perronillas- y se celebra, en grupos familiares, la comida de romería.

El árbol de la Cruz sugiere la cristianización de antiguos rituales paganos que giraban en torno al saúco mágico de la fertilidad y de la protección contra los rayos. La savia se renueva y el fuego purificador, hermoso y fuerte, genera la ceniza que vuelve a fecundar la tierra y a alentar las semillas. Algunas supersticiones pastoriles evocan todavía los poderes de la cruz y del fuego: esa “piedra del rayo” que protege de las tormentas, esa cruz de sal en la puerta del chozo, que lo protege de los malos espíritus…

Los machos del ciervo volador se encelan entrechocando sus astas y toda la creación está como de boda. El sol va madurando las cerezas tempranas y empujando la candelilla del castaño, pero aún puede sorprender alguna nevada tardía o alguna plaga de mariposas color ceniza. La abubilla estremece las noches de luna llena con un sonido dulce, corto, espaciado. Es el pájaro misterioso, de largo pico y cresta rosada con puntas blanquinegras, que los niños dibujan en la escuela, antes de ver su vuelo ondulante y nervioso, como el de una mariposa gigante, en los cielos de primavera. El jueves de la Ascensión se sale a coger la flor del cirimomo. Yo recuerdo, sobre todo, las rosas de la calleja de la iglesia, su color encendido, su aroma embriagador, casi venenoso, y el aroma dulzón de las acacias, ya desaparecidas, que jalonaban, a un lado y a otro, las escaleras que conducían al atrio. En aquella plazoleta alta y alargada jugábamos al marro o al “guás”, sentíamos la cercanía de lo sagrado y lo profano; la continuidad de la vida, marcada por los bautizos, las bodas, los entierros…

Mayo es el mes de la Virgen, y el olor de los campos invade los altares –con flores a porfía- cuando las campanas tocan al Rosario y empieza a nacer un niño y resuena en la iglesia el lento oleaje de los cánticos: Toma, Virgen pura,/ nuestros corazones,/ no nos abandones/ jamás, jamás… Días de Primera Comunión: trajes azules de los niños y cruces con cordones dorados al cuello; blancos vestidos de las niñas que llevan entre sus manos los cestillos de mimbre con pétalos de rosas; versos y risas infantiles; el sol radiante; el vuelo de las golondrinas; el chillido de los vencejos persiguiéndose en vuelo…

Ya se ha dado la primera “bina” a las parras, y comienza la cerecera, que se prolonga desde mayo hasta agosto. La gente se acuesta pronto y se levanta muy temprano, antes de que las “Tres Marías” traigan al lucerito de la mañana. La calle se estremece con los cascos de los caballos y el ajetreo de los “cogeores” que comentan cómo viene la orilla. Hay que coger la fruta con la fresca, antes de que apriete el calor. Ya empieza a clarear por el Alto del Puerto y el pueblo se queda silencioso, acunado por el rumor de las fuentes y por el canto de los pájaros… Los abuelos se han quedado al cuidado de los nietos pequeños, y en los campos se aviva el ajetreo de la recogida: los hombres subidos a los cerezos o a las escaleras, con las cestas de castaño al hombro o colgadas al “jorco” con un garabato. Las mujeres, a la sombra del árbol, seleccionando la fruta en el tendal, según su estado, calidad o calibre, y llenando los cajones de madera encamados de helechos que los niños ayudan a cortar en las zonas umbrías, donde crecen también las orquídeas y la lechetrezna. Por orden de maduración, se van cogiendo las cerezas de “alucinio”, y las de Aragón, la gordera, la mollar, la ambrunés especial, la de Monzón, la jarandillana, la garrafal, la ambrunés común, la picota colorada, la picota especial, la guinda garrafal, la guinda silvestre… Por los caminos, a la orilla del río, por los bordes de la carretera, se empiezan a coger las moras…

***

Mayo 2024

Escribo el artículo de este mes desde un Santiago de Chile que, si bien se encuentra en otoño, nos muestra día a día el rostro oscuro y nublado del invierno. Así que centrarme en las estaciones del hemisferio norte, específicamente las de Japón, me ayuda a escapar, aunque sea en mi imaginación, a un mundo de sol y luz.

En el artículo de mayo dejaremos de lado la revisión de las categorías en el kigo y volveremos a la clasificación estacional con el verano o 夏 natsu. Según el calendario lunar, que es el que rige la utilización del kigo, la estación estival abarca desde 立夏 rikka o inicio del verano (alrededor del 06 de mayo) hasta el día anterior a 立秋 risshuu o inicio del otoño, es decir, el 07 de agosto. Si lo vemos desde un punto de vista meteorológico, sería desde el solsticio de verano al equinoccio de otoño. Es la estación más calurosa y con mayor cantidad de luz del sol. Se divide, para efectos del kigo y su uso subsecuente en la composición de haiku, en palabras que se pueden utilizar durante todo el intervalo estacional y cada uno de los tres meses que lo abarcan. 三夏 sanka o tres veranos, corresponden a palabras que representan la estación en su totalidad y se pueden utilizar durante toda su duración. Describen el fresco calor de inicio de verano, la humedad de la temporada de lluvias o 梅雨 tsuyu a mitad de la estación y el calor abrasador al final del período. Luego tenemos 初夏 shoka o inicio del verano; de acuerdo con el calendario solar sería mayo, y con el lunar, Udzuki. El cielo es claro y despejado y el calor todavía no tan intenso, por lo que la gente aprovecha los largos feriados para vacacionar en las montañas o el mar. La siguiente división es仲夏 chuuka, mitad del verano; junio en el calendario actual y Satsuki, el quinto mes del calendario lunar. Coincide con la temporada de lluvias, en la que el verdor de la vegetación parece brillar de lo intenso y la humedad y calor sofocan. Por último, 晩夏 banka, fines del verano; corresponde a julio o el sexto mes del calendario lunar, Minadzuki. A pesar de estar finalizando la temporada el calor sigue muy alto, sin embargo, la pronta venida del otoño se puede notar en el viento que sopla temprano en la mañana y al atardecer.

Como he mencionado en los artículos anteriores, cada una de estas divisiones tiene, a su vez, las siete categorías 時候 jikou, estacional; 天文 tenmon, astronomía; 地理 chiri, geografía; 生活 seikatsu, vida cotidiana; 行事 gyouji, eventos; 動物 doubutsu, animales y 植物 shokubutsu, vegetación.

Los dejo con algunos haikus que seleccioné y traduje, correspondientes a la clasificación 三夏 sanka, que describe toda la estación, y 初夏 shoka o inicio del verano.

 

Kigo: 短夜 mijikayo literalmente significa corta noche; noche de verano, noche estival.
Período: 三夏 sanka o tres veranos
Categoría: 時候 jikou, estacional
Haijin: Takizawa Kazuharu (1953 -)

短夜の鉤爪動く檻の中

mijikayo no kagidzume ugoku ori no naka

dentro de la jaula se mueven las garras de la noche estival

 

 

Kigo: 風薫る kaze kaoru o 薫風 kunpuu; literalmente significa el aroma del viento o brisa fragante; el viento que sopla en verano. También describe el viento que sopla cuando florece fresca vegetación y hojas nuevas.

Período: 三夏 sanka o tres veranos
Categoría: 天文 tenmon, astronomía
Haijin: Yamaguchi Soku (1929-2016)

薫風に風のさざなみ草千里

kunpuu ni kaze no sazanami kusa chisato

brisa fragante, millas de hierba ondulada por el viento

 

 

Kigo: 薄暑 hakusho, suave calor a inicio del verano.
Período: 初夏 shoka o inicio de verano
Categoría: 時候 jikou, estacional
Haijin: Iida Ryuuta (1920-2007)

山の木に風すこしある薄暑かな

yama no ki ni kaze sukoshi aru hakusho kana

en los árboles de la montaña hay un poco de viento y un suave calor

Kigo: ネル neru o franela, tejido suave y ligero que puede utilizarse como material para ropa de dormir veraniega.
Período: 初夏 shoka o inicio de verano
Categoría: 生活 seikatsu, vida cotidiana
Haijin: Shimada Seihou (1882-1944)

ネル着たる肉塊の女に聖書かな

neru kitaru nikukai no onna ni seisho kana

vestir franela es palabra sagrada para el cuerpo femenino

Me despido de esta pausa mental para retornar a este invernal y oscuro Santiago, deseando que, si no puedo disfrutar del verano por los próximos meses, cuando menos el otoño reclame su lugar para alegrarnos los días con su dorada luz. Hasta el próximo artículo, en el cual continuaremos con el análisis de las categorías.

Los capullos del rosal con pulgón

“Siempre hay flores para aquellos que desean verlas”
Henri Matisse

Tradicionalmente, el mes de mayo se asocia con el apogeo de la época vernal, cuando los días son más largos y el frío del invierno cede el paso a la templanza y a la calidez de la primavera. Ya lo afirma la paremiología: “marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso”. En esta entrada, admiraremos el mundo a través de haikus cuyos polos giren en torno a las flores, preámbulos y símbolos del nacimiento de la vida, y de cuya importancia primordial ya eran conocedoras las civilizaciones más pretéritas.

No hay nada mejor que disfrutar de esas flores y aspirar su aroma:

Mientras sonríe
corta del naranjo
un ramito de azahar

 ¿Somos nosotros los únicos a los que los textos que hablan sobre sonrisas nos arrancan una? No hay mayor prueba de la alegría de vivir que una sonrisa. En este haiku espectacular, el agente —haijin o no— es feliz mientras corta esas ramitas de azahar, cuyo delicado olor añade una nota más de pureza e inocencia a la imagen que este haiku nos evoca.

Cerro Siete Colores –
Iluminada
brota la flor de cactus

 El cromatismo de este haiku es exquisito. Destaca en el primer verso del haiku, a modo de encuadre fotográfico, el cerro Siete Colores, cuya originalidad natural ya es suficiente como para admirarnos de su magia. Pero el milagro real acontece en el último verso: esa flor de cactus que, iluminada —no sabemos si por el sol o por la luna, pues deja la interpretación abierta al lector; para nosotros, la primera lectura nos evocó la noche, cuando algunos cactus florecen—, se va abriendo paso hasta que pasa al plano principal de la existencia. El cerro, imponente y masivo, deposita su grandeza y se empequeñece para servir a la flor, pequeña y delicada. El aware, la admiración por convivir el mundo, está ocurriendo continuamente ante nosotros.

La tarde en calma
Unas flores de adelfa
caen al mar

Este haiku destila tranquilidad por sus versos. Apenas corre una breve brisa frente al mar: la tarde está calmada y no hay viento ebullendo en movimiento. El mar que se nos muestra también está tranquilo; ni está bravo, ni hay temporal que lo revuelva. En esa estampa de quietud, unas flores de adelfa ―preciosas― caen al agua y flotan sobre esas olas, como si el mar fuese una cuna que meciese a las flores ofrendadas. Ese leve vaivén, que desencadena al haiku, podría contemplarse durante horas sin perder un ápice de espontaneidad.

 No conseguimos reponernos de un haiku bello cuando viene otro que también demuele el corazón:

Arrullos
Los capullos del rosal
con pulgón

Sinceramente, magistral. Hay una mezcla de elementos, un no sé qué que deja balbuciendo al lector, cuyas conexiones racionales son horadadas por los arrullos, heridas por el pulgón y desgarradas por la compasión por el rosal. Esa última sensación es inmensa: ¿por qué debe sufrir el rosal por el pulgón que lo daña? ¿Por qué? ¿Por qué sentimos compasión por las cosas bonitas, y no tanta por las que no lo son, cuando todas ellas forman parte del mismo mundo por igual? ¿Nos hace todo lo anterior más humanos, o menos? Ante este ensañamiento del mundo con su propia belleza, y ante esa imprecación que nos deja sollozando en la racionalidad ―incapaz de comprender el mundo― al proponer la pregunta del porqué ―no podemos alterar el orden de las cosas―, los arrullos de los pájaros confortan al lector.

 Casi la noche
el canto del cardenal rojo
entre las magnolias

 Concluimos esta sección con otro gran haiku. El canto del cardenal es determinante, pues motiva la escena del haiku, pero su agente se intuye solamente: la luz del crepúsculo parece insuficiente incluso para dibujar la silueta del ave. El agente se esconde en una cama de magnolias, cuyo olor impregna a su cantor y a la escena percibida. Un contraste percibido entre el dulzor de la melodía y el de las flores; la oposición entre el color de las magnolias y de los colores térreos del ocaso, desdibujados por la penumbra que avanza inexorablemente en el tiempo. En definitiva, el haiku presenta unos elementos combinados y unos sentidos evocados difíciles de olvidar para el lector.

(Los autores de los haikus corresponden, en orden de aparición, a Idalberto Tamayo, Bibisan, Piluca C.P., jlcarcas y William Cue).

Tàpies, la miel de la sabiduría

El centenario de Antoni Tàpies (1923-2012) ha motivado una de las exposiciones más completas dedicadas al artista catalán. Tras su paso por el Palacio de Bellas Artes de Bruselas, la muestra ha llegado a Madrid y se exhibe -hasta el 24 de junio próximo- en el Museo Nacional Reina Sofía, que albergó ya, en el año 2000, una memorable muestra antológica. En esta ocasión, más de 220 obras acreditan la originalidad y la coherencia de un creador que soñaba ser un chamán y evocaba así sus comienzos: “Para ser chamán hacen falta dos condiciones: haber rozado la muerte o haber padecido una larga enfermedad. Yo he vivido ambas experiencias: a los diecisiete años sufrí un ataque cardíaco y como consecuencia tuve graves problemas de salud. Eso me dio una especie de hipersensibilidad y clarividencia que me permitía ver la interioridad de las cosas…”

Alentado por la figura de su abuelo -librero y editor- y por la curiosidad intelectual de su padre, que poseía una selecta biblioteca, el joven Tàpies se interesó por el existencialismo, el marxismo, el psicoanálisis y la gran literatura rusa -Dostoievski, Chejov-, decantándose muy pronto por el pensamiento extremo-oriental: el “Tao-Te-Ching”, el “Rigveda”, el “Ramayana”, los “Upanishads” o el “Bhagavad Gita”, con especial predilección por la poesía china y japonesa -sobre todo por el haiku- por obras como “El arte japonés”, de Tsuneyoshi Tsudzumi, y “El libro del té”, de Kakuzô Okakura, su favorito. (En su primera exposición personal de París, en 1956, un grupo de japoneses le buscó para decirle que algunos cuadros producían la misma sensación que los jardines de arena de Kioto.)

Escoltada por la reflexión y por la duda fértil, la obra de Tàpies sorprende por su coherencia: desde sus inicios con la vanguardia de Dau al Set, pasando por las distintas fases de experimentación con la materia hasta desembocar en la melancolía de un final presentido. El subtítulo de esta exposición conmemorativa –“La práctica del arte”- sugiere el compromiso de Tàpies con la realidad personal y social, tal como él mismo lo expresa: “El arte continúa siendo, para mí, una gnosis y una moral, como en todas las grandes tradiciones estéticas. El artista trata, a través de la obra, de conocer las cosas, el mundo, la realidad. El arte es, ahora y siempre, un fenómeno de investigación del conocimiento.” Tàpies se repite, como el ruiseñor de Chiyo-ni, y no se cansa. Practica el “samadhi de la tinta”, el equilibrio mental, la espontaneidad pura y vacía transmitida por el pincel; pinta deprisa -porque la tinta china se seca de inmediato- pero intuye que el agotamiento anuncia la iluminación. La apuesta por lo real es irrenunciable. El artista lo expresa rotunda y crudamente: “Confundirse con el polvo, he aquí la profunda identidad, es decir, la profundidad interna entre el hombre y la naturaleza.” La actitud es impecable: “Es aquella sugestión de la unidad primordial, aquella forma directa de amar lo terrenal, de compenetrarnos con todo, y con todos. Y muy especialmente con la valoración de todo lo que es menospreciado, que, en años posteriores incluso se concretaría en la imagen de la paja, de la basura, de los calcetines sucios, del casi nada…”

Comentando la muestra del 2000, decíamos: “En el origen y en el fondo de su aventura artística hay algo que parece nacer de la raíz de su propio apellido: ‘Tàpies’, ‘muro’, un lienzo de pared donde se nos va revelando el pulso de la vida. (…) Sobre ese muro infinito, que nunca renuncia a su esencial austeridad, Tàpies va trazando una historia infinita. Hay, sí, un amor hondo por los objetos cotidianos, que enlaza con los bodegones españoles del siglo XVII -con los ‘cacharros’ de Zurbarán, por ejemplo-, pero hay, sobre todo, un amor, mucho más primitivo, a la materia misma, que se transforma, que vibra, que se hace mágica. A través de ella, sentimos nuestra propia transformación. Ese amor a la materia no es, en absoluto, platónico, sino profundamente sensual. Esa materia es calor, latido, desgarramiento, abrazo…  Esa materia es, siempre, hermosa. Es, sobre todo, vulnerable, como lo es el verdadero amor, y, por eso, se abre a todo: no para devorarlo, sino para darle belleza y dignidad. Sobre ese muro, sometido él mismo al estrago del tiempo y la alquimia de la transformación, brota un lenguaje de signos: letras, rasguños, rayas, incisiones…, que despiertan en nuestra mirada una misteriosa intensidad.”

Uno de los últimos proyectos de Tàpies, fechado hacia 1991, se llama, expresivamente, Celebració de la mel (Celebración de la miel), pues, según el texto sagrado de los Upanishad, la identidad espiritual entre el universo y los seres que lo integran se expresa con la miel: “Dulce como la miel es esta tierra para todos los seres. Dulces como la miel son todos los seres para esta tierra. Dulce como la miel es el Ser radiante e inmortal que ocupa el Cosmos y el Ser radiante e inmortal que habita y ocupa este cuerpo”.  Podríamos intuir, en la misma dirección, celebraciones del aire o de la luz, esas “criaturas” misteriosamente fronterizas, pero Tàpies eligió, de manera muy significativa, la miel: luminosa, pero espesa; sutil, pero intensa; una materia que se palpa y que se saborea, y que se asocia simbólicamente a la sabiduría y a la profecía.

***

Los tlacuachitos saliendo del marsupio

Los tlacuachitos1 saliendo del marsupio

 1 tlacuache: Méx. Zarigüeya

 En esta serie de entradas no podía faltar una que intentara hacer justicia al propio nombre de la sección: Celebrar la vida. Por ello, en esta entrega comentaremos algunos haikus que cantan a la vida y se emocionan con la existencia por el mero hecho de ser y de seguir estando. El misterio de la vida, que suscita más preguntas que respuestas, es el tema principal de lo sagrado —no hay nada más sagrado que la propia vida—, que bien merece una selección y comentario por todo lo alto.

 

Acahuale2
y los tlacuachitos
saliendo del marsupio

2 acahuale: Méx. Derivación paragógica de acahual, ‘girasol’ o ‘hierba alta y de tallo algo grueso de que suelen cubrirse los barbechos’.

 

El exotismo fónico-léxico de este haiku para oídos españoles no resta un ápice de entendimiento en cuanto al sentimiento que transmite: la alegría del haijin por ser testigo de escena tan tierna como ver a esos tlacuachitos que salen, independientes, a continuar con el ciclo de la vida. El primer verso aporta una nota de compasión: los acahuales, que esconden a las zarigüeyas, los protegen de la crueldad del mundo que les espera afuera.

No podría faltar en esta sección un haiku que tratara sobre el agua como generadora y fuente de vida:

 

La Sagra en verano.
Por donde pasa el río
verdean los surcos

 

En este haiku tan delicado, la autora percibe en un entorno privilegiado que aquellas zonas contiguas al río reverdecen más que las más lejanas. Se emociona con el hecho de que el agua posibilita la existencia de vida, y no juzga si dicha vida es más o menos compleja que otra, pues, al fin y al cabo, todas y cada una de las formas de vida existentes tienen ese derecho a existir.

 

Escarcha en la huerta
Los saltos del potrillo
que se ha curado

 

La enfermedad y el dolor, inherentes a la existencia, quedan superados en este haiku magistral que, con palabras y gestos muy sencillos, encierra una gran lección de vida. La alegría del potrillo es evidente: está tan feliz que salta de alegría por haberse recuperado. ¿No es maravilloso que podamos emocionarnos con los sentimientos de otros seres? ¿Acaso no es motivo de alegría saber que otros seres son felices? Completa la escena el primer verso, que imprime una fuerza especial al segundo polo: la antítesis del vigor, asociado de manera inconsciente al calor y a la vitalidad, contrasta con la frialdad y quietud de la escarcha presente en la escena.

 

Pacas de heno
Se tambalea el potro
recién nacido

 

Otro haiku excelente, que canta directamente al nacimiento de un ser: al comienzo de la existencia de otra entidad que antes no estaba. Dicho sentimiento inunda el haiku de ternura y compasión por el potrillo recién nacido.  El olor y el tacto de las pacas de heno, que encuadran perfectamente la escena, amplifican la dimensión y la potencia de este haiku. Nacer es un misterio para la racionalidad: más allá del instinto de procrear y perpetuar la especie; ¿acaso no hay mayor muestra de amor que regalar la vida y cuidar a otra criatura?

 

d’una flor a una altre
es van aparellant
dos papallones

 

de una flor a otra
se van apareando
dos mariposas

 

Este haiku tan elegante describe la cópula de dos lepidópteros de flor en flor. La imagen es muy bella y delicada: el vuelo intermitente de las mariposas, con cuyo movimiento doblan los tallos de las flores mientras cantan a la vida, es el aware demoledor que nos hace enmudecer ante esta estampa tan sagrada. En definitiva, un haiku de primera que revela la sensibilidad extraordinaria del autor.

 

Brisa helada.
En la mano,
un huevo recién puesto

 

Este haiku es una explosión de sensaciones. El huevo, receptáculo de vida, aún caliente, se siente casi palpitante en la mano de la autora. Contrasta el calor inherente a la vida con la brisa helada que, probablemente, haya enfriado las manos antes de tocar el huevo y cuyo calor le transmite de nuevo: ese hosomi tactual anticipa el perfecto nibutsushougeki (contraposición de dos polos no armónicos: brisa helada/calor del huevo). Dicha oposición cierra esta obra maestra con el sello propio de la vida, a saber: la conjugación acumulativa de realidades antagónicas, que, sin ser paradójicas ni excluirse mutuamente, se potencian y realzan entre sí hasta el extremo.

(Los haikus seleccionados, en orden de aparición, pertenecen a Jorge Moreno Bulbarela, Encarna, Piluca C.P., Idalberto Tamayo, mencs6 y Mavi).

Caminar I

Abril, 2024
Otoño
Córdoba, Argentina

Caminar I

 Sin talento e incompetente como soy, hay sólo dos cosas que puedo hacer:
caminar, con mis propios pies; componer, mis propios poemas
(Santôka, 2003, p. 9) *

 ¿Qué significa hacer un viaje a pie? Ponerse en marcha y caminar, dar un paso tras otro paso sin saber muy bien cuándo y dónde aparece el destino. Viajar a pie no tiene nada de planificación es más bien librarse al azar. ¿Qué sentimientos invadirán al cargar un bolso y un paraguas, salir de casa y abandonarla lentamente, sin la ansiedad ni del regreso y la llegada. Caminar por nuestra propia ciudad hasta sus límites donde la naturaleza le gana terreno a la urbanización. Disfrutar del frescor de las sombras en los senderos de los bosques pero también librar una lucha cuerpo a cuerpo con los azares de la naturaleza. Admirar el frescor del agua, alimentarse de los frutos del camino, las mariposas y las hormigas que siguen nuestra con la misma intensidad en que padecemos el hambre, la fiebre y los dolores causados por el viaje.

大地ひえびえとして熱あるからだをまかす

Daichi hiebie to shite netsu aru karada o makasu

Confío mi cuerpo
con fiebre
a la tierra fría

(Santôka, 2006, p. 164)

Trad. Vicente Haya

 

*

 

いつまで旅することの爪をきる

itsu made tabisuru koto no tsume o kiru

¿Cuánto tiempo más me cortaré las uñas para viajar?

 

*

 

炎天をいただいて乞ひ歩く

Enten wo itadaite kohi aruku

Bajo un sol ardiente, pedir y caminar.

 

*

 

投げだしてまだ陽のある脚

Nagedashite mada hi no aru ashi

Me rindo, aún el sol me da en los pies

 

*

 

生き残ったからだ掻いてゐる

Ikinokotta karada kaiteiru

Me rasco el cuerpo ¡Todavía sigo vivo!

Trad. Julia Jorge

 

Cuando leo acerca de Santôka, sus críticas, sus diarios de viaje y sus haikus, la idea de “el último monje mendicante peregrino» se desvanece en varias facetas. Su escritura ha dejado testimonio de las oscilaciones del pensamiento, de los vaivenes de las decisiones, del reconocimiento de su propia hipocresía y de la aceptación de un modo de vida susceptible de crítica, pero que le permitió sobrellevar sus malestares existenciales, sus dolores heredados y el sentimiento constante de estar al margen de lo común.

En lo familiar, el margen comienza con el suicidio de su madre, luego de su hermano, el alcoholismo de su padre y la venta de las tierras familiares para la apertura en 1906 de una fábrica de alcohol que quebró diez años después. En lo personal, su ingreso a la universidad de Waseda que abandonó en 1904 a causa de un ataque de nervios que coincidía con su frecuente consumo de alcohol. También su fallido matrimonio arreglado por su padre con Sato Sakino. Aunque su carrera literaria fue bastante escribiendo bajo la tutela de Ogiwara Sansensui desde 1913, cultivando el estilo libre (shinkeikô) y convirtiéndose en editor de la revista Capas de nubes (Soun) en 1916. Sin embargo, en 1919 apostó por su traslado a Tokio para convertirse en poeta y encontrar un buen futuro laboral, abandonado a su hijo ken y a su esposa. Esta decisión se vio afectada por su consumo de alcohol lo que llevo a perder su trabajo como bibliotecario en 1920. Borracho en 1924 intentó suicidarse arrojándose a las vías de un tren. Este intento fue una bisagra en la vida de Santôka, que rescatado de su intento de suicidio fue trasladado a un templo zen y dejado a cargo del monje Mochizuki Osho Gian. Allí permaneció y se ordenado como monje en 1925.

La conjunción de estos dos periodos de su vida son el motor de sus peregrinaciones. Santôka se refería a estos viajes con el nombre de mendicación itinerante (gyōkotsu). Durante el día reunía el dinero suficiente para pasar la noche en una posada barata, abastecerse de sake (licor de arroz) o shôchû (licor de batatas). Pese a intentar sostener los hábitos zen, en sus Diarios confiesa reiteradamente la hipocresía que residía en la práctica mendicante. Su actitud contrasta con la larga tradición budista y zen, en la que los viajes a pie eran una forma de poner en ejercicio la meditación. Tradicionalmente, estas expediciones mendicantes (takahatsu) se hacían en grupo y las limosnas eran recibidas en nombre de un templo. A diferencia de estas expediciones, Santôka peregrinaba de forma independiente y su cuenco para mendigar no tenía el nombre de ningún templo. Esta situación le costó varios interrogatorios de la policía, dada la desconfianza que generaba un sujeto cuya mendicidad no tenía motivos religiosos estrictos. Más que un monje, parecía un mendigo.

Visto así, Santôka parece aventurado en una travesía inútil, dada su falta de fines y destinos, Santôka camina por el solo hecho de caminar. La pregunta por el dónde no tiene respuesta. El solo hecho de conservar ese interrogante es lo que lo mantiene en marcha y caminar es su único destino:

この道しかないひとりであるく

Kono michi shika nai hitori de aruku

No hay más que esta senda
Camino en soledad

(2006, p. 36)

 

どうしようもないわらしが歩いてゐる

Dô shiyô mo nai watashi ga aruite iru

No hay forma de evitarlo
ya estoy andando

(2004, p. 32)

Trad. Vicente Haya

 

*

 

炎天をいただいて乞ひ歩く

Enten wo itadaite kohi aruku

Bajo un sol ardiente, pedir y caminar.

 

*

 

どうしようもないわたしが歩いてゐる

Dôshô mo nai watashi ga aruiteiru

Nada qué hacer, solo caminar.

 

*

 

まつすぐな道でさみしい

Masuguna do de samishii 

Solo por un camino recto.

Trad. Julia Jorge

 

Referencias

Santôka (2003). For all my walking. Free-verse Haiku of Taneda Santōka with Exerpts from His Diary [Introducción y traducción de Burton Watson]. New York: Columbia University Press. La traducción es nuestra y ha sido cotejada con el original en japonés.

_______ (2009) El monje desnudo. Miraguano, Madrid.

______ (2004) Saborear el agua. Hiperión, Madrid.

______ (20 de marzo de 2008). 行乞記(一)[Diarios mendicantes (1)]. Aozora Bunko. Recuperado de:
https://www.aozora.gr.jp/cards/000146/files/44913_30581.html

La traducción es nuestra.

Abril 2024

Les saludo desde un Santiago de Chile que intenta sobrevivir a marzo, mes en el que comienza el año académico y la mayoría de las personas vuelve de las vacaciones estivales a sus trabajos. Si bien el otoño llegó a los árboles del parque cercano a mi hogar a fines de enero, es por estos días que la nueva estación se respira en el aire y se siente en la luz del sol.

En el artículo de este mes de “El mundo del kigo” continuaremos revisando las categorías en que se dividen estas palabras estacionales. Como indiqué previamente, tenemos la división por estaciones ―primavera, verano, otoño, invierno y Año Nuevo― y estos períodos, a su vez, se dividen en tres subsecciones. Por otro lado, tenemos siete categorías temáticas dentro de cada una de estas subsecciones estacionales. En el artículo de marzo vimos 時候 jikou o estacional, y en abril nos corresponde analizar 天文 tenmon o astronomía.

Si bien el término 天文 tenmon significa, como indiqué, astronomía, su uso en haiku hace referencia a lo que hoy llamaríamos “meteorología”. Fuera de algunos cuerpos celestes como la luna y las estrellas, los temas que encontramos mayormente en esta categoría son vientos, lluvias, nubes, etc. El físico y autor Terada Torahiko, en su ensayo Tenmon to haiku “Astronomía (meteorología) y haiku”, indica que, probablemente, esta confusión se generó ya que, desde la antigüedad, tanto en China como Japón, se utilizaba tenmon en el mismo sentido que el concepto griego de “μετέωρος meteoros” definido como “todos los fenómenos entre el cielo y la tierra”. De esta forma nos encontramos con kigos como “逃げ水, 逃水 nigemizu = agua que escapa” y que se refiere a un fenómeno de espejismo que parece un charco de agua en el asfalto en un día soleado y caluroso. O “油風 abura kaze = viento aceitoso”, suave brisa que sopla en los días soleados de fines de primavera, alrededor de abril. Y también “初虹 hatsuniji = primer arcoíris”; aunque la palabra 虹 niji sola es kigo de verano, hatsuniji es de fines de primavera, y se refiere al primer arcoíris que aparece en esta época y que se genera con un sol débil, por lo que sus colores son lavados.

Los haikus que seleccioné y traduje para ustedes este mes corresponden al período “晩春 banshun o fines de primavera”, lo que nos permite ir con el paso de las estaciones según el calendario de haiku. Así, en enero tuvimos de Año Nuevo; en febrero, de inicio de primavera; marzo, kigos de mitad de primavera, y ahora en abril llegamos al fin de la estación.

Kigo: 花曇り hanagumori = nublado de cerezos. Hace referencia al cielo nublado de primavera en la época de florecimiento de los cerezos. El cielo está relativamente azul, con nubes altas. En ocasiones se ve un halo en el sol. Variaciones 養花天 youkaten y 春陰 shun’in.

Período: 晩春 banshun o fines de primavera

Categoría: 天文 tenmon o astronomía

Haijin: Hara Sekitei (1886-1951)

門の花静かに白し花曇

mon no hana shizuka ni shiroshi hanagumori

las flores de la puerta tranquilamente blancas, nublado de cerezos

Kigo: 蜃気楼 shinkirou = espejismo. Cuando la temperatura cerca de la superficie de la tierra varía de un lugar a otro los rayos de luz se refractan debido a la diferencia en la densidad del aire, lo que hace que los objetos en el suelo parezcan flotar en el aire y que las cosas distantes parezcan más cercanas.  Variación 海市 kaishi.

Período: 晩春 banshun o fines de primavera

Categoría: 天文 tenmon o astronomía

Haijin: Mimura Jun’ya (1953- )

蜃気楼将棋倒しに消えにけり

shinkirou shougidaoshi ni kie ni keri

espejismos, desaparecieron como fichas de dominó

Kigo: 忘れ霜 wasurejimo = helada tardía, literalmente “helada olvidada”. Helada que sucede a fines de primavera, que daña los vegetales, las moras y las plantas de té. En la antigüedad se le llamaba “helada de despedida de la 88° noche” y era muy temida por los agricultores. Variaciones 別れ霜 wakarejimo、霜の名残 shimo no nagori、晩霜 osojimo、終霜 shuusou、名残の霜 nagori no shimo、霜の別れ shimo no wakare、霜の果 shimo no hate y 霜害 sougai.

Período: 晩春 banshun o fines de primavera

Categoría: 天文 tenmon o astronomía

Haijin: Kobayashi Issa (1763-1828)

鶯も元気を直せ忘れ霜

uguisu mo genki wo naose wasurejimo

ruiseñor recupera tu energía, es la última helada

Con este haiku que nos llama, como al ruiseñor, a enfrentar con ánimo una nueva estación, y agradeciendo su compañía en otra jornada de este viaje por “El mundo del kigo”, me despido hasta el próximo artículo.

Marzo 2024

CONSTRUIR

En los cristales,
El roce de unas ramas
Al caer la noche.

DECONSTRUIR

Se dice frecuentemente que el haiku es la poesía de la sensación (no de los sentimientos).

A este respecto, me gusta citar estas palabras del poeta portugués Fernando Pessoa: «La única realidad para mí son mis sensaciones. Yo soy una sensación mía. Por lo tanto, ni de mi propia existencia estoy seguro». Me gustan porque retratan claramente no solo la inseguridad existencial del haijin, traducida en su radical soledad en el mundo, sino porque esas palabras parecen insinuar la anulación de la individualidad del haijin, de su yo.

    Sí, el haijin es un solitario (no en vano el haiku es la poesía más cercana al silencio). ¡No tiene ni yo! Una verdad de la que debemos estar, secretamente, orgullosos: estamos solos con nuestra sensación. Es nuestra única realidad: la sensación. Nada más. Sí, solitarios pero, es justo añadir, con las entrañas perforadas por los latidos del universo (Universo como escribiría el maestro del zen Daisetz Suzuki).

   En cuanto a la anulación del yo o de la individualidad, cuando hablo o escribo sobre la historia de la poesía japonesa, suelo afirmar que esta poesía es un camino hacia la anulación del yo o, más bien, expresado en términos del misticismo español, hacia el desasimiento del yo.

   En términos de la historia de la poesía japonesa, tal camino va desde los tiempos del waka (poemas japoneses de cinco versos) de la poesía cortesana, fuertemente codificada, que se encuentras en la antología Kokinshū (año 905), pasando por el renga –poesía con estrofas encadenadas escritas en equipo– y llegando al haiku –poesía de 17 sílabas escrita por una sola persona–. Tres hitos fundamentales –hay otros secundarios– representados por la respectiva importancia que en los trechos que delimitan cada uno de esos hitos tuvieron, respectivamente,  la tradición codificada, los colaboradores y la sensación individual.

   Sobre renga, poesía encadenada y colaborativa, tengo que hablar en el curso presencial que imparto todos los martes en Casa Asia Madrid, titulado “Poesía clásica y moderna de Japón”. Por cierto, y por si fuera de interés para los lectores de El Rincón, desde el 16 de abril próximo, Casa Asia Barcelona ha organizado otro curso, idéntico al anterior, pero esta vez online, y apropiado, por tanto, a quien desee seguirlo desde su casa. Será también los martes. Más información en   https://www.casaasia.es/actividad/curso-online-poesia-japonesa-clasica-y-moderna/

   Investigando estos días sobre la poesía renga, hallé la siguiente cita de Shinkei (1406-1475), un maestro de renga, en la que nos explica las claves de composición de este arte, muy popular en el Japón entre los siglos XIII y XVI (y que Bashō también cultivó).

«El arte del renga no es el arte de componer poemas o las estrofas de un poema, sino un ejercicio del corazón de penetrar en el talento y en la visión de otra persona». Seguir la propia pendiente: no es así como podremos aprehender el sentido indescifrable del otro».

   De hecho, en aquellos días, en las reuniones de varios poetas para componer renga, si un poeta seguía su propia pendiente y mostraba voluntad de destacar saliéndose del espíritu de grupo, no se le volvía a invitar más a dichas reuniones.

    El pensar en el corazón del colaborador, del otro  cuando se escribe un poema colaborativo (renga) no es nada fácil de entender en la cultura occidental de nuestros días, en donde prima la individualidad y está entronizado el yo del creador, del artista, del poeta.

     Aunque el haiku sea un arte individual, y no colaborativo, la ausencia del yo intelectual, del yo sentimental o afectivo, hasta del yo estético, creo que es una herencia natural del renga. No en vano este arte fue progenitor del haiku en la historia de la poesía de Japón.

    En el poema de este mes, dominan la sensación acústica –el sonido áspero de las ramas contra el cristal–  y la de soledad –con la noche en ciernes– que podrían percibir no solamente yo, sino cualquier persona.