Ante el Año Nuevo que estrenamos, veo oportuno tratar dos temas:
- La estación climática y su celebración mediante el haiku.
- La escritura misma y su práctica en nuestra lengua española.
En cuanto a la estación, nosotros entramos en Año Nuevo siempre en invierno, aunque para los países del hemisferio Sur tales fechas coinciden con el verano. Para los japoneses del siglo XVIII, que se regían por el calendario lunar, el Año Nuevo coincidía con la entrada de la Primavera. De ello se desprende que las lluvias primaverales pudieran convertirse en tema de Año Nuevo, como símbolo –además- de fecundidad y buenos augurios.
El tema de escribir sobre lo experimentado vivencialmente es muy propio del haiku, máxime cuando dicha experiencia brota de la contemplación de la naturaleza y la inmersión en ella.
Hoy día vivimos una crisis de escritura manual. He oído decir la frase –muy acertada, creo-: “Ya no escribimos; tecleamos”. Efectivamente, usamos el ordenador o el móvil para poner mensajes. Es un medio muy apreciable y eficaz, pero es lástima que poco a poco vaya acabando con la “letra” propia de cada uno al expresarse por escrito, algo tan personal y posiblemente bello, si se cultiva.
De mí sé decir que a mis 83 años trato de mejorar mi letra, y siempre escribo a mano mi primera traducción de un haiku, o la primera versión de un haiku mío propio.
Paso a comentar brevemente el haiku de Buson que ahora presento, y al final añadiré algo de mi cosecha. El haiku reza así (ver ic.1):
harusame ya
mono kakenu mi no
aware naru
Lluvia vernal,
¡pobre de quien no puede
escribir nada!
Una traducción “gramatical” del haiku elegido, nos daría:
Primavera-lluvia- (marca de cesura: “ya”)
cosa – no poder escribir – persona – de
compasión- es
Este haiku lleva un preescrito, que se lee “muchuugin”, y significa: “poema escrito en un arrebato de ánimo”.
Sobre la interpretación del poema, hay detalles que deben puntualizarse.
En primer lugar, el sexo de la persona supuestamente protagonista del haiku es un dato no definido. Como nuestra palabra “persona” que –aun siendo gramaticalmente femenina- semánticamente abarca los dos sexos; lo más cercano a dicho concepto en el texto es “mi” en japonés, que significa ‘persona’ o ‘cuerpo’ (algo así como el “body” de “everybody” en inglés). De ahí han partido dos interpretaciones: la primera se basa en que el texto habla de alguien que “no puede escribir”, e interpreta que se trataría de una mujer del siglo XVIII, que hubiera recibido muy poca instrucción sobre la gramática y la escritura.
La segunda interpretación consiste en que puede tratarse de un hombre, incluso instruido, pero que por dificultades circunstanciales –desconcierto, turbación, emoción fuerte- se ve imposibilitado de tomar el pincel para escribir. De hecho, el preescrito ya referido apoya dicha interpretación. Y así como Buson confiesa en su preescrito haber compuesto el haiku en un momento de éxtasis, lo contrario le puede pasar a esa persona “que no puede escribir”, referida en su haiku.
Como hemos dicho, los datos lingüísticos no resuelven el dilema. Una emoción honda tiende a paralizar a cualquiera respecto a tomar iniciativas personales.
De las dos traducciones inglesas de este haiku que aparecen en las obras de Blyth, en una se atribuye el protagonismo a una mujer, y en la otra puede referirse a hombre o a mujer: “one who cannot write”. En este sentido va mi propia traducción.
La edición más autorizada que he visto para este haiku es la de la editorial japonesa Iwanami. Allí encuentro, en nota marginal, que no se trata de incompetencia lingüística o artística en cierta mujer, sino de una fuerte alteración del ánimo, atribuible a cualquiera de los dos sexos. Asimismo encuentro que no se trata meramente de «escribir» -como dice Blyth, añado yo- sino de la forma potencial y negativa del verbo «kaku», a saber: «kakenu» , “no poder escribir”.
Abordando finalmente mi segundo tema ya presentado –a saber: la práctica manual de la escritura, y no tecleando-, voy a ofrecer a los lectores de “El rincón del haiku” un haiku mío de 7/7/5 sílabas, que puede servirles para practicar las 27 letras de nuestro abecedario, sin que se repitan ni una sola vez las consonantes. Ver ic. 2)
Así pues, ¡despacito y buena letra! Celebremos la entrada de 2021 escribiendo serena y alegremente. No nos dejemos sobrecoger por la emoción, sino más bien disfrutémosla. ¡Suerte!
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala.
Universidad de Sevilla.