Abril 2022

CONSTRUIR

Tarde de abril.
Con nada que se interponga
entre el agua y yo.

 

DECONSTRUIR

Con el paraguas en la mano por si me sorprendía la lluvia, en el paseo de la tarde de hace dos o tres días, mis pasos me llevaron al paraje que por acá llaman “los praos cimeros” (sin duda por oposición a los prados bajeros que están, muy cerca, en el fondo del vallejo donde suelo pasar los fines de semana, en el Real de San Vicente). Me sorprendió el vigor y alegría con que salía el agua de la fuente de ese paraje. Una fuente con sus tres caños rebosantes de agua, como se puede apreciar en la foto. Una vigor y alegría tal vez debidos a las abundantes lluvias de las últimas semanas, después de un invierno bastante seco.

  El agua. Cuando mis ojos se clavaron en los tres chorros, con el cuerpo suspendido entre una tierra bajo la cual corrían los manantiales y un cielo preñado de nubes, con la cabeza perdida en medio del aire húmedo de la tarde, me pareció que el agua y mi conciencia eran uno, un algo que no supe qué.

    Dándole vueltas a esta impresión, cuando regresé a casa, me acordé de los maravillosos versos de la haijina Tagami Kikusha (1753-1826) donde, tal vez con una sensación teniendo, en su caso, a la luna enfrente, escribió:

Tsuki to ware to
Bakari noririnu
Hashi suzumi.

Tomando el fresco
sobre el puente a solas,
la luna y yo.

Parece que pudo inspirarse en este otro haiku de la famosa Sono jo o Shiba Sonome:

Dormidos todos,
no se interpone nada
entre la luna y yo. 

Es un acto osado personalizar el haiku con un pronombre cualquiera, como el “yo” de la última palabra de mi haiku (o el ware japonés del primer verso de Tagami) porque el haiku es, por esencia, impersonal, tan impersonal como es la naturaleza. Pero en este caso, me ha parecido que no iba contra el espíritu poético el incluir esta concesión, porque la individualidad se me apareció disuelta en la naturaleza representada aquí por el agua.

   Que el haijin se disuelva en su entorno (naturaleza o situación ambiental) al máximo y, camuflado en el peor de los casos, lance al aire su “fotografía” de tres versos, es tan natural como la respiración o el sonido suave de la lluvia al caer en un charco.  En el haiku de este mes el camuflaje ha sido torpe: el pronombre “yo” dentro de una fuente cantarina al comienzo de la primavera.

Lluvia y fuente. Otra vez  el agua…  Y es que el agua… ¿Es que somos algo más que agua con sensaciones?

Cerezos

El cerezo nos regala belleza, nos regala vida. “Imán de los sentidos” –recordando a Calderón-, el cerezo es luz, armonía, fragancia, alimento y abrazo. Si Herodoto llamó a Egipto “don del Nilo”, podemos decir que el Valle del Jerte ha llegado a ser el “don del cerezo”. Se cree que fueron los árabes quienes bautizaron al río y al valle como “Xerit” o “Xerete” –con el doble significado de aguas cristalinas y paraje angosto- y quienes implantaron o perfeccionaron el cultivo del cerezo. Todo es bello en el árbol: el raso gris de la corteza, el satén deslumbrante y delicado de las flores, la forma y el color del fruto, las hojas verdes del verano, sus tonos ocres y leonados en la melancolía del otoño…

El cerezo es un mundo: junto al frutal originario del Asia Menor, que nos brinda, en sus múltiples variedades, la “perla roja” –que aquí, en el Valle del Jerte, alcanza su máxima calidad reconocida-, se despliega el cerezo ornamental, nacido en el corazón de Asia y reimplantado en China y en Japón. Los remotos antepasados del Neolítico ya conocían y disfrutaban de los frutos del cerezo salvaje. Las primeras referencias de cultivo se remontan a la Grecia clásica, y los romanos cultivaban más de diez variedades, entre ellas la afamada cereza de Lusitania, probable antecesora de la nuestra. Según cuenta Plinio, fue Lúculo, general romano, quien importó algunas variedades de cerezo desde la colonia griega de Kerassos, ubicada en la costa del Mar Negro, tras combatir contra Mitrídates, rey del Ponto, a finales del siglo I a. C. Ahí podría estar también el origen de la palabra “cerezo” (del griego “kerassos”, que habría derivado en el latín “cerasus”).

En la cultura japonesa, la flor del cerezo –asociada con el ruiseñor, uguisu– llegó a imponerse como símbolo de belleza y de afirmación nacional frente a la cultura china, simbolizada por la flor del ciruelo. Hoy como ayer –en una larga persistencia popular y culta- las flores por excelencia, hana, son las del cerezo, sakura, que resumen, al mismo tiempo, toda la primavera, como recordaba Dogen, poeta y monje del siglo XIII: “En primavera, las flores de cerezo; en verano, el cuco; en otoño, la luna llena; en invierno, la nieve límpida y fría; si la mente está serena, ésa es la estación más feliz del año”. En la estética japonesa, “nieve, luna y flores” forman la “trinidad de la belleza” que sigue el paso de las estaciones y representa la totalidad de la naturaleza y de los sentimientos humanos. Ryôkan (1758-1831) lo expresó maravillosamente en su “poema final”:

 

«¿cuál será mi legado?

las flores de la primavera

el cuco en las montañas

las hojas del otoño”. 

                No hay nada más bello ni más frágil. La flor del cerezo nos recuerda, en su fugacidad, que, aunque estamos de paso, debemos valorar cada instante y aprender a morir bellamente. Por eso simboliza el honor del guerrero o samurai: porque cae antes de perder su integridad, y porque encarna las cualidades esenciales del ideal caballeresco: pureza, lealtad, honestidad y valor. El samurai se parece a la flor del cerezo, presta a morir al primer soplo de la brisa matinal. Cada primavera, desde el siglo VIII, los japoneses celebran el festival de hanami (“contemplar las flores”), cuando los cerezos ornamentales despliegan su floración rosada. Una leyenda dice que la flor del cerezo japonés es, en origen, blanca –como la nuestra-, pero que toma esa tonalidad rosa de la sangre de los antepasados que yacen bajo el árbol… La celebración del hanami reúne, en comunión gozosa, a nativos y a forasteros, tal como dice un célebre haiku de Issa:

“bajo la sombra

del cerezo florido,

nadie es extraño”.

La gente suele llevarse una esterilla –que se llama gozâ– y, a la sombra de los cerezos en flor, se bebe sake (vino de arroz), se canta y se baila., en una fiesta que se prolonga hasta muy tarde con la contemplación de los “cerezos de noche”. Todo el país sigue con expectación los partes meteorológicos que anuncian, con varios días de antelación, el acontecimiento, y se disponen trenes especiales, los “trenes de las flores”, para visitar los parajes más célebres. Los primeros cerezos florecen, en enero, en las islas de Okinawa (al sur), y los últimos, en mayo, en la isla de Hokkaido (al norte). Son muy populares los hanami de Kyoto, Tokio y Yokohama, pero el más famoso es el del monte Yoshino, en la región de Nara, donde unos cien mil cerezos, agrupados en masas discontinuas, florecen hacia el 10 o el 15 de abril. Se dice que los primeros cerezos fueron plantados en Yoshino por el sacerdote budista Enno Ozunu (a finales del siglo VII), poniéndolos bajo la protección de Zaô Gongen, divinidad de la montaña, que representa la fuerza y la cólera contra el espíritu del mal. Otra leyenda habla de la diosa de la primavera, cuyo espíritu habría tomado posesión de un cerezo que habría hecho descender del cielo.

                En la pintura clásica coreana aparece con frecuencia el tema de las “cuatro plantas nobles”: la flor de cerezo, la orquídea, el crisantemo y el bambú, pero el cerezo tiene también una larga e intensa simbología en Europa. Bajo su sombra bailan las hadas eslavas y los duendes nórdicos, en una ambigua danza de protección o de amenaza; sus flores representan el incesante ciclo del vivir, el morir y el renacer, y el árbol mismo entra de lleno en la “leyenda dorada”: floreciendo o reverdeciendo a destiempo, quemándose en el solsticio invernal para fortalecer al sol o para asegurar la fertilidad, dando nombre a numerosas advocaciones marianas… El “tiempo de las cerezas” evoca la primavera, pero es también el título de una canción alegre y subversiva que alentó a los revolucionarios de la Comuna de París.

En el imaginario colectivo, el cerezo –consagrado a Venus- favorece el amor, permite expresar los tres deseos de los cuentos y adivinar el futuro, protege a las personas y a los bienes, modula los sueños con diversa fortuna… También aquí, en el Valle del Jerte, protagoniza la “enramá” de la noche mágica de San Juan y el caudal de las coplas:

“A tu puerta puse un guindo,

y a tu ventana, un cerezo,

por cada guinda, un abrazo

por cada cereza, un beso.”

La cereza es el “fruto del paraíso” que se sugiere en algunas obras del arte cristiano medieval, pero es, directamente, el alimento prodigioso –entre la necesidad y la gula- que remite a la niñez, al robo furtivo, a la libertad de los campos. Rica en potasio y en vitaminas A y C, baja en calorías, la cereza despliega sus poderes con adjetivos rotundos: diurética, refrescante, astringente, reconstituyente, antirreumática, cardiotónica, cicatrizante… En sí misma, o en sus conexiones naturales con el árbol que la regala, participa en el “agua de vida” -ese aguardiente insuperable de 42 grados- y aviva la imaginación gastronómica en toda su gama. Y aquí, precisamente aquí, contamos con las mejores cerezas del mundo, ésas que han merecido el sello de denominación de origen: la “navalinda” con rabo, y las cuatro picotas que son como los cuatro ases de la baraja: la “ambrunés”, la “pico negro”, la “pico limón negro” y la “pico colorado”.

                El cerezo requiere aire, altura, frescor: todo un ideal de vida. Un millón de cerezos aguardan al viajero en el Valle del Jerte. Uno solo sería suficiente para la felicidad. A finales del siglo XII, el poeta japonés Saigyô –que tanto amó este árbol- se despedía del mundo con este deseo:

Quiero morir

bajo los cerezos floridos

en este mes primaveral

cuando sea luna llena.

***

Abril 2022

Otoño

Aires  de otoño con nieblas, alternancia de días cálidos y frescos.

La achicoria silvestre sigue regalando la belleza de sus flores celestes a pesar que sus tallos,  al ritmo de la nueva estación,  se notan secos. Como muchas de las autóctonas de esta región, al querer cortar una rama, sus espinas se dejan sentir.

Con los primeros rayos de sol, la mañana apacible invita a disfrutar de la naturaleza. Sobre la piel ese aire fresco con retazos de olores marinos. Unos zumbidos de abejas, el trisar de golondrinas que llega desde algún lugar, el olor de pan horneando, se mezclan con el verde  de este pequeño espacio.  Recorro el sendero de lajas hasta llegar al rincón de rocallas y encuentro al cactus espiral en actividad, si, actividad!!!  El pimpollo, grande, alargado, hoy muestra los sépalos, blancos en el centro con borduras moradas hacia los extremos.

Tomo fotos y regreso a preparar el desayuno

Pasados unos minutos salgo, no puedo dejar de pensar en esa belleza que esta mañana me regala, vuelvo al lugar y noto que sigue el proceso natural   y  abre los pétalos, me quedo cerca con mi cámara fotográfica y  puedo seguir todo el proceso.

Mañana de sol

Infinidad de estambres

en el cactus espiral

Una maravilla de la naturaleza.

Ayer…hoy

La flor de ayer,

en el cactus espiral,

se ha cerrado.

Un cielo rojizo, la quietud de hojas amarillando en los álamos, los gorriones, el ruido de las olas desde la lejanía, bandadas de gaviotas…

Moscas…

Los pétalos atigrados

de la flor estrella

Abril 2022

Mentre camino pels entorns del poble, de vegades em pregunto per què aquest temps em costa de passar.

A partir de mitjans de febrer, encara que fa fred -molt de fred alguns dies- si no fa aire, l’ambient resulta molt agradable, fins i tot calorós a migdia. Normalment, es van repartint algunes pluges lleugeres al llarg dels dies, i no és estranya  alguna nevada a final de mes o la primera quinzena de març. El bosc es comença a poncellar, ja se sent el reclam dels ocells que cerquen parella per niar i, de vegades, se’ls pot arribar a veure portant branquillons d’aquí cap enllà.

remor d’aigua
empaita una femella
l’ànec collverd

Tot és un esclat de vida al meu voltant. Als carrers es veu més gent, més alegria i ganes de respirar a l’aire lliure, de seure a les terrasses a fer el vermut el diumenge. La roba és més acolorida, com els arbres o el sotabosc, en què algunes flors es van obrint. Els conreus verdegen…

el record d’una antiga pèrdua
arriba la primavera

-.-

Mientras camino por las cercanías del pueblo, a veces me pregunto por qué me cuesta pasar esta época.

A partir de mediados de febrero, aunque hace frío -mucho frío algunos días- si no hay aire, el ambiente resulta muy agradable, incluso caluroso a mediodía. Normalmente, se van repartiendo algunas lluvias ligeras a lo largo de los días, y no es extraña alguna nevada a fin de mes o en la primera quincena de marzo. El bosque empieza a brotar, ya se oye el reclamo de los pájaros que buscan pareja para anidar, y, a veces, puede llegar a vérseles llevando ramitas de aquí para allá.

rumor de agua
persigue una hembra
el pato de collar *

Todo es una explosión de vida a mi alrededor. Por las calles se ve más gente, más alegría y ganas de respirar al aire libre, de sentarse en las terrazas a tomar el aperitivo el domingo. La ropa es más colorida, como los árboles o el sotobosque, en que empiezan a abrirse algunas flores. Los cultivos verdean…

el recuerdo de una antigua pérdida
llega la primavera

* https://www.audubon.org/es/guia-de-aves/ave/pato-de-collar

Haiku 38

38 

LAS VACACIONES DE LOS SIRVIENTES [1]

  

やぶ入の夢や小豆の煮るうち

Yabuiri no yume ya azuki no niru uchi

El joven criado está durmiendo
en sus vacaciones,
mientras hierven las judías.

Desglose:

 やぶ入[ yabuiri: vacaciones concedidas a los criados], [yume: sueño], 小豆[adzuki: judía o frijol rojo], 煮る[niru: hervir, cocinar a fuego lento], うち[uchi: dentro, mientras].

Comentario y notas culturales:

 Sin duda se trata del regreso a casa en las vacaciones concedidas a los criados, aprendices y sirvientes. Quizá, lo primero e imprescindible era un sueño reparador en el hogar, en la cama que se añora. Litetalmente hablamos de sueño, por lo tanto duerme en un merecido y profundo descanso. A partir de aquí, el haiku sugiere y relaciona las imágenes en una escena: hierven las judías rojas a fuego lento (véase la sugerente imagen y los matices cromáticos del rojo en ambos elementos. ambos “rojos”…Según Blyth (Spring, págs. 145-146): “en Kyoto existía la costumbre de dar a los aprendices que regresaban pastel de arroz con una pasta de judías rojas” -a este plato se le conoce como “botamochi”-. Según el orientalista británico, el joven había llegado a casa y conversado con su madre, quien le estaba preparando la comida. Hubiera o no madre, lo importante es el detalle: un fuego lento que no hace ruido, que no parece suficiente para despertar al criado de su sueño.

 

 [1] Dos veces al año los sirvientes (criados y aprendices) disponían de unas cortas vacaciones. El referido a la primavera se conoce como Yabuiri o Día de los sirvientes -el 16 de enero- mientras que el segundo ocurría en la misma jornada del sexto o séptimo mes. Era, en algunos casos, la única oportunidad de ver a sus familias. Estas breves vacaciones solían comenzar con luna llena y se prolongaban algo menos de dos semanas. Por último, el kigo yabu-iri significa literalmente “entrada al matorral/arbusto o arboleda”. Véase al respecto Amy England: “Translation From Yosa Buson Yabu-Iri: Servants’Holiday” (Frogpond, The Journal of the Haiku Society of America, vol. 33, 2, spring/summer 2010, págs.82-87).

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Abril 2022

En la época en que en Japón se utilizaba el calendario lunar, el cuarto mes marcaba el fin de la primavera. Así, mientras en la actualidad, en el hemisferio norte se le da la bienvenida, Bashou le da la despedida en el haiku que revisaremos este mes.

La inspiración de este poema viene del final de la primera sección del capítulo “Waka Murasaki” del Genji monogatari, aquel en el que Genji conoce por vez primera al amor de su vida ―o a uno de los más puros que tuvo―. En él, durante una fiesta improvisada a las afueras de un templo rural, se le pide que toque el koto con el siguiente comentario: 「みてひとつあそばして山の鳥をも驚かし給へ」’Basta una melodía… para sorprender a las aves de la montaña’. De ahí toma Bashou la inspiración para el siguiente haiku.

 

散る花や鳥もおどろく琴の塵

chiru hana ya tori mo odoroku koto no chiri

flores que caen y aves sorprendidas, polvo del koto

 

El último verso, 琴の塵 “koto no chiri”: polvo del koto, a su vez, hace referencia a una leyenda china sobre un noble que cantaba tan bello que la vibración de su voz movía el polvo en la viga que sostenía el tejado.

Un aspecto interesante de este haiku es el vuelco direccional de la sorpresa: habitualmente, en poesía, es el hombre el que se siente conmovido por la naturaleza, pero en esta ocasión, es el mundo natural el que es estremecido.

Así, con la despedida de Bashou, saludamos a esta nueva estación. Y para mover aun más el torbellino del tiempo, incorporamos la geografía en la ecuación, pues desde donde estoy escribiendo este artículo; Santiago de Chile, le damos la bienvenida al otoño.

Cómo diría Bécquer, sin importar el cuándo o el cómo, ¡habrá poesía!

Rodolfo Langer

 

 

 

 

 

 

 

Unas palabras del autor

    Vivo en Buenos Aires, la Reina del Plata, Argentina, pero nací en Punta Alta, en el sur de la Provincia de Buenos Aires, tierra de mar, viento y arena.

   Profesionalmente soy Contador público recibido en la Universidad de Buenos Aires, Auditor internacional recibido en el Instituto Internacional de Auditores (U.S.A) y por placer personal me recibí de Técnico Ludotecario.

   Escribo novelas cuentos y poemas, con diversas publicaciones y premios.

    Llegué al haiku a través de la revista El Rincón del Haiku, en el año 2006, bajo la dirección de Luis Corrales Vasco, donde aprendí la mayoría de lo que conozco del tema.

    Participé en varias antologías, las más recientes: Perro sin dueño (2009), Un viejo estanque (2013) y El Reflejo de Uzume que coordina Uzume Kotori (2022).

     Dejé más de 10 años la actividad y retorné en 2021. Me estoy poniendo al día leyendo y participando del taller de ERDH, donde aprendo diariamente, en compañía de haijines de gran nivel.

 

Rayo de sol.

Sobre la vieja lápida,

heces de pájaro

*

Anochecer.

Va buscando el camino

un perro ciego

*

Bosque nevado.

La bandada de estorninos

levanta vuelo

*

Viento seco.

Un cactus florecido

en el páramo

*

Atardecer.

Gorriones a saltitos

entre las tumbas

*

Se pone el sol.

Los pintos forrajean

llenos de abrojos

Pinto: caballo de pelaje manchado.
Abrojo: fruto con pinches que se adhiere al pelaje de los animales, en el campo.

*

Corre un ratón

entre los girasoles.

Gotas de lluvia

*

Bajo la higuera

La abuela prepara

su mermelada

*

Zumba una mosca.

Margaritas mustias

sobre el altar

*

Sol de otoño.

La pluma del caburé

brilla aún

*

Siesta.

El grito del halcón

sobre el erial

*

El viejo pino

cruje con el viento

Amanecer

*

Madura el trigo.

Una brisa sacude

al espantapájaros

*

Aire de lluvia.

Picoteando un huevo

la bataraza

Bataraza: Gallina de plumaje gris con manchas y pintas blancas.

*

Arde el follaje.

Lentamente a la deriva

los camalotes

Abril 2022

Haibun 31

Hoy ha dejado una gata negra dos gatitos ciegos en el patio.

            Me acerco a ellos, que se mueven a tientas y maúllan llamando a su madre. Tienen los ojos hinchados y con costras en los párpados. Tal vez nunca hayan visto a luz.

            Vuelvo pronto con unas gasas y suero fisiológico. Cojo al más pequeño y con paciencia le voy lavando los ojos hasta que distingo sus pupilas. Entonces me ocupo del otro, también blanco y negro, suave, como si fuera aquel borrico llamado Platero, que me trae tan buenos recuerdos de hace mucho tiempo y también le lavo los ojos hasta que puede abrir los párpados.

            Vigilo desde un lugar escondido y entonces se acerca la gata y les da de mamar como si yo nunca hubiera estado allí.

           Cuando vuelvo ninguno de los tres está en el patio. La gata sabía lo que necesitaba y tal vez vuelvan algún día.

Gatitos maullando.
Desde las tomateras
mira la gata.

 

 Juan Lorenzo Collado Gómez
Albacete (España)