del catorce al dieciocho

catorce

Anoche mi tío nos llevó al potrero porque una de las yeguas estaba pariendo. Bajo el vientre del animal, solo se veían las patas del potrico y el abuelo, agachado, las fue halando despacio, pero con fuerza, hasta que este cayó al suelo. Fue impresionante. La madre lo lamía y el recién nacido, algo torpe, intentaba levantarse. “¡Es hembra!”, dijo el tío. “Hay que ponerle nombre”.

“¡Daína!”, dije enseguida. A Helem no le gustó y discutimos. Al final el abuelo le puso Rosaura, un nombre feísimo. Me acosté en mi cama muy disgustado con Helem, pero ella vino con unas guindas e hicimos las paces.

“Yo quería ponerle Nieve, extraño la nieve”, dijo y me dio pesadumbre. Fui adonde el abuelo, quien me escuchó paciente bajo su mosquitero.

“Se llamará Nieve entonces”, sentenció y casi inmediatamente ya estaba roncando.

Madrugada.

Al ir a hacer pipi,

salta una rana.

 

 

quince

Esta mañana, mientras escuchábamos la radio, Helem me enseñó lo que era la ópera. La pieza que escuchamos es su favorita y se llama “Nessun dorma”. En español quiere decir “Nadie duerma”. Me quedé fascinado con la voz y tuve ganas de cantar así, como en la radio. Estuvimos toda la tarde jugando a la ópera bajo el árbol de los anones; luego fuimos a ver a Nieve, la potrica. Helem le fue a dar azúcar, pero la mamá empezó a relinchar y salimos corriendo.

 

Truena a lo lejos.

Descolgamos la ropa

de la alambrada.

 

 

dieciséis

Nadia me regañó muy fuerte. Me vio cazando cocuyos y metiéndolos dentro del frasco de Novatropín de mi madre. “¿A ti te gusta estar encerrado?” Le dije que no y me dieron ganas de llorar. Ella los soltó. Yo solo quería hacer una lámpara.

 

Miedo.

Entre las vigas del techo

salta una rata.

 

 

diecisiete

Nadia nos leyó un libro de astronomía. Dice que debemos leer más de ciencias. Nos habló de las estrellas- soles y los cometas. Pero también nos dijo que el sol se apagará y todo dejará de existir. Es la peor noticia del mundo.

Mi madre discutió con ella porque me hizo llorar con lo del sol. Le dijo que era una hipócrita porque hablaba de ciencias pero enseñaba a rezar a su hija. Nadia se molestó tanto que empezó a chillar en ruso. El tío David dijo que recordáramos que nosotros éramos los recién llegados y no ella.

“¡Yo nací aquí!”, gritó mi madre.

 

Atardecer en el río.

Lava el guajiro sus botas

con una tusa.

 

 

dieciocho

El abuelo llegó temprano hoy. Casi nunca está en casa porque trabaja en una cooperativa. La mayor parte del tiempo nos ignora. Por lo de los dientes, sé que es divertido. Sin embargo se hace el serio.

Abuela tiene un altar a San Lázaro en la esquina de la casa y dice que a mi abuelo le gusta burlarse, pero ella es la que manda y pone maíz y una taza de vino seco al santo. Dice que abuelo no cree en nada porque es del Partido Comunista, como papá.

Duerme el abuelo.

Sus chanclas cruzadas

bajo la cama.