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Gyouga-Manroku: breves notas previas de Masako Hirai

Gyouga-Manroku (Registros de las miradas y preguntas de un poeta tumbado en la cama) es el registro personal honesto del poeta, hasta su último aliento, de su lucha con los dolores y horrores de la consunción espinal, de la fascinación de los diversos alimentos para al que estaba profundamente apegado, y de su vida cotidiana ysus acontecimientos, como una calabaza que se hinchaba o se caía en la noche tormentosa, en el jardín que podía ver desde su posición acostada. Reflejaba su curiosidad pura, casi infantil, y su alegría por descubrir cosas, y su pasión por registrar sus vívidos sentidos y observaciones.

No es solo un diario, sino una disposición directa, total y orgánica de sus bocetos, notas, imágenes y haiku, como simples valores tangibles de la vida. No están la totalidad de las páginas de este registro, pero sí las suficientes para mostrar su imagen y significado total. Para ayudar a comprender el contexto de este escrito, nos referimos a la lista de diez períodos de la condición física de Shiki que se expone más adelante (proporcionada por Katsushi Wada), en estas condiciones extremas, Shiki escribió y dibujó, sin ninguna intención de publicar el registro, y fue esta escritura que debe haberlo mantenido vivo y humano hasta el final.

Masako Hirai

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No importa cuán enfermo estuviera, Shiki nunca dejó de escribir hasta el final. Siento su pasión, incluso su obsesión, por escribir. Estoy seguro de que “escribir” le dio el mejor motivo para vivir.

Saori Uwa

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Diez Períodos de la Condición de Shiki

  • Primer periodo (hasta abril de 1899)

Se acuesta y tose sangre por primera vez en 1895, vuelve a casa, y trata de recuperarse, sin éxito. A veces escribe acostado en la cama

  • Segundo Período (de marzo a julio de 1899)

Le resulta doloroso sentarse. Escribe apoyando el codo en el futón, en el suelo de tatami

  • Tercer Período (de julio a agosto de 1900)

Encuentra dificultad para voltearse en la cama. Sigue escribiendo, apoyando el codo en el futón

  • Cuarto Período (comienza el 13 de agosto de 1900)

Escupe mucha sangre

  • Quinto Período (comienza en abril de 1901)

Suspende su cuerpo de una cuerda de cáñamo para evitar el dolor de estar acostado. Aún escribe, torciendo el cuerpo

  • Sexto Período (comienza en julio de 1901)

Empieza a usar drogas para aliviar el dolor

A partir de septiembre, comienza a escribir Gyouga-Manroku (Notas escritas tumbado, viendo y grabando desde la cama)

  • Séptimo Período (desde octubre a enero de 1901)

Tiene convulsiones

  • Octavo período

Las convulsiones empeoran

– En febrero y marzo de 1902 escribe haikus en el Gyouga-Manroku

– En marzo de 1902, solo escribe tres días en el Gyouga-Manraku

– En mayo, comienza su diario público “Una cama de enfermo de seis pies de largo”

– En junio escribe “Diario de la toma de anestesia”

  • Noveno periodo

Obtiene algo de estabilización

En julio de 1902 escribe dos pequeños cuadernos de haiku

  • Décimo periodo

Tiene convulsiones finales

En septiembre de 1902 escribe sus tres últimos haikus

 De Katsushi Wada, “Gyouga-Manroku”,
en Gyouga-Manroku (Kyoshi Memorial Museum, 2002)

Masako Hirai: su Presentación del texto, de Shiki y su diario

Masao Hirai (1949-2007) era Profesora en el Departamento de Inglés en el Kobe College en Nishinomiya, Japón, donde enseñó desde 1977. Licenciada en Letras por el Kobe College, Master en Letras por la Universidad de Kobe y Doctora en letras por la Universidad de Kyoto. Como estudiante de secundaria, estuvo con una familia estadounidense cerca de Chicago en 1967-68. Fue miembro visitante del Clare Hall de la Universidad de Cambridge en 1968-1988 y fue nombrada miembro vitalicia. Realizó ponencias en prestigiosas Conferencias internacionales y tiene numerosas publicaciones.

 

Presentación (por Masako Hirai)

Shiki Masaoka (1867-1902) es un poeta extraño. Antes de explicar por qué, quizás debería repetir lo que es ampliamente aceptado en Japón: que si Bashō (1644-1694) es el “dios”, Shiki es el “padre” del haiku moderno. El estilo poético espiritual de Bashō recreó o convirtió el haikai anterior (poema corto satírico o lúdico que consta de 17 sílabas) en un verdadero “arte” del haiku. No es que todo el mundo pueda ser creativo con el haiku. Shiki señaló que incluso Bashō solo podía escribir “doscientos buenos haiku de más de mil” y que los seguidores y adoradores de Bashō, en la época de Shiki, no tenían creatividad ni comprensión genuina del haiku como una experiencia de lectura. De esta manera, criticando a sus contemporáneos, Shiki examinó los innumerables haiku de diferentes épocas y trató de establecer los valores y principios del buen haiku, mientras producía haiku como un poeta. El método principal o esencial que descubrió fue el shasei: hacer un dibujo de un objeto vivo, observar, captar y reflejar la vida del sujeto que el haiku intenta representar.

Lo que mis estudiantes y yo tratamos de resaltar en este libro (Now, to Be!) sin embargo, no es esta información crítica general. Es Shiki como un alma humana extraña, vivaz y brillante que nos atrae a través de sus palabras e imágenes aparentemente simples. Encontramos en Gyouga-Manroku algo que puede conmover a cualquiera, incluso a aquellos que no están familiarizados con el arte del haiku, y que representa el espíritu del haiku en su esencia. Nuevamente digo que Shiki es un poeta extraño. Murió a la edad de treinta y cinco años, de tuberculosis espinal, que terminó por abrirle siete heridas a lo largo de su espalda y cadera izquierda. Todos los días gritaba cuando había que cambiarle los vendajes. Su dolor era inimaginable, sin importar la posición que tomara, y apenas podía moverse en su futón (ropa de cama japonesa extendida sobre el piso de tatami). También sufría de dolores de cabeza y fiebre, que casi lo volvían loco. A pesar de todo, su imagen es sumamente alegre y viva.

Fue por una extraña coincidencia, quizás por el destino histórico, que Gyouga-Manroku llegó a ser traducido por los estudiantes de posgrado y pregrado del Kobe College, cien años después de la muerte de Shiki. Hace unos cincuenta años se perdió el diario. Se había convertido en un diario “visionario”, hasta que, en 2001, justo antes del 100 aniversario de su muerte, fue descubierto nuevamente detrás de un casillero en el almacén construido junto a la casa de Shiki en Tokio. La noticia se informó ampliamente en los periódicos, con fotografías de sus escritos característicos y pinturas coloridas que de alguna manera eran muy frescas y conmovedoras.

De acuerdo con el deseo de la familia Masaoka, Gyouga-Manroku fue entregado al Museo Conmemorativo de Kyoshi, el lugar que contiene documentos relacionados con Kyoshi y otros poetas modernos de haiku. Kyoshi era el amigo más cercano y sucesor de Shiki, quien editó la revista nacional de haiku Hototogisu, iniciando la difusión del haiku moderno entre el público japonés. El Museo Kyoshi, además de exhibir ocasionalmente el diario, imprimió el Gyouga-Manroku como folleto. La directora del Museo Kyoshi y actual editora de Hototogisu es Teiko Inahata, la nieta de Kyoshi. Como una de sus alumnas de haiku y colaboradora habitual de Hototogisu, mi madre me mostró el folleto de Gyouga-Manroku.

En ese momento, mis alumnos y yo buscábamos una selección o antología de haiku, con algunas imágenes para ilustrar. Queríamos traducirlos y publicar un libro, escrito en inglés y japonés, para dar una introducción simple pero conmovedora al espíritu del haiku. Había dos propósitos inmediatos para esto.

De junio a julio de 2003, la Conferencia Internacional de Lawrence se llevará a cabo en Kioto. La Conferencia se ha llevado a cabo en varias partes del mundo, siguiendo el espíritu de DH Lawrence (1885-1930) quien, creciendo en una comunidad minera en Inglaterra y llegando a criticar la civilización europea moderna como “muerta” en cuerpo y espíritu, se fue a vivir al sur de Alemania, Italia, Australia, Sri Lanka, Nuevo México y México, en busca del paisaje, la cultura y las personas que pudieran darle una nueva vida. A causa de la tuberculosis, Lawrence se vio obligado a regresar a Europa y murió en Francia. Para los cincuenta ponentes del extranjero en la Conferencia de Kioto, mis alumnos y yo queríamos traducir un libro de haiku. Quisimos introducir nuestra cultura tradicional “viva”, no muerta, a través de nuestro sentir.

En ese momento, mis alumnos y yo buscábamos una selección o antología de haiku, con algunas imágenes para ilustrar. Queríamos traducirlos y publicar un libro, escrito en inglés y japonés, para dar una introducción simple pero conmovedora al espíritu del haiku. Había dos propósitos inmediatos para esto.

Además de en la Conferencia Internacional de Lawrence, hay otro lugar para el que queremos hacer nuestro libro de haiku. Ese es Clare Hall, de Cambridge, que va a construir un Centro de Estudios Internacionales, con un teatro central, salas de seminarios y dormitorios-suites, donde las culturas asiáticas y otras étnicas, así como las investigaciones académicas, pueden ser compartidas y apreciadas por personas de diferentes culturas y razas.

Los alumnos que se reunían en mi despacho después de clases se mostraban especialmente animados, teniendo la visión inmediata de aquellos futuros lectores disfrutando de “nuestro libro”; durante horas, algunos estudiantes graduados y no graduados leyeron y discutieron literatura, sin importarles el hambre o la oscuridad que se acumulaba entre los árboles en el campus de la ladera. Aunque nos conocimos en el espíritu de “novatos” en la literatura haiku, y tal vez porque nos reunimos con el espíritu de “novatos”, descubrimos mucho cada vez que nos reuníamos y nos gustaba más Shiki, capturados por una extraña simpatía con Gyouga-Manroku.

¡Oh, gloria de la mañana,

late mi corazón

deseando dibujarte!

 El encanto de Gyouga-Manroku también dependía de los bocetos de acuarela de Shiki allí. ¿Por qué nos gustan las pinturas de Shiki? No es que las pinturas de Shiki fueran “profesionales”. Tal vez eran incluso de aficionado, pero tenían la frescura que sólo podría tener la obra de un aficionado o, tal vez debería decir, sólo podría tener la obra de un genio. Todo el mundo conoce el nombre de Shiki como poeta y crítico. Probó con sus acuarelas solo en los últimos años de su vida. Shiki simplemente disfrutó y dedicó su energía a esas pinturas, aunque es difícil imaginar cómo se las arregló para dibujar líneas y aplicar colores en su dolorosa y apretada postura en su cama. Es como si el espíritu de la literatura de Shiki, en su forma más pura, entrara en sus pinturas, mientras que la dicha y los descubrimientos de la pintura se hacían eco en su haiku y sus notas y reflexiones impresionistamente anotadas en la misma página.

A través de mi madre conocí a Teiko Inahata y le expliqué todo esto, y ella amablemente nos permitió imprimir fotografías no solo de Gyouga-Manroku sino también algunas imágenes importantes de Shiki. Mis alumnos, que visitaban el Museo Conmemorativo de Kyoshi en Ashiya, no podían apartar la vista de los retratos y las letras cuya caligrafía y palabras revelaban el espíritu y la amistad de Shiki, Kyoshi y Soseki. Viajamos al lugar de nacimiento de Shiki, Matsuyama, respirando el aire cálido y relajante de la ciudad-castillo rural, y en el Museo de Shiki paseamos por las diferentes fases de su historia, como su abrumadora tarea de leer y clasificar montones y montones de la literatura haiku, su entusiasta presentación del béisbol a sus compatriotas, su desesperado deseo como periodista de ver la Guerra Japón-China con sus propios ojos, lo que le hizo toser sangre en su viaje de regreso, y una copia a tamaño real de su amigo y más tarde la casa del gran novelista Soseki, a la que Shiki fue invitado a descansar después de su hospitalización en Kobe, y tomamos prestadas más fotos de Shiki. Para rematar esas experiencias de mirar y sentir a través de nuestros propios sentidos, sentí que tenía que visitar el dormitorio de Shiki en su última casa en Tokio. De hecho, me acosté allí para hacer un boceto, la experiencia que cuento al final de este libro para hablar más a fondo del arte y la literatura de Shiki.

Masako Hirai. 30 de mayo de 2003

Índice

2 consideraciones previas

Masako Hirai y su “Presentación del texto, de Shiki y su diario”.

Gyouga-Manroku: breves notas de Masako Hirai

 

Entradas de Shiki en el diario

2 de septiembre de 1901 (el año 34 de Meiji), lluvioso, húmedo y caluroso

Una niña vestida de Ch’ima-Chogori

Desayuno, Almuerzo, Merienda

Observación desde la cama

Un molde de una rana puesta en pie sobre una pata

El peluquero me regaló esta maceta enana

La gloria de la mañana

La carta de arriba vino del Sr. Asai en París

La etiqueta del Pan de Pollo

Frente a la habitación de enfermo

Kohaku llamó, “Ven”

Gloria de la noche y dos calabazas de secar

Etapas en la ruta de Tōkaidō

Teidou Oshou me regaló un pergamino con cien flores de Nangaku

Lirios y ojos

Yūgao

Tsuku-tsuku-boshi

El haiku de Bashō

Lo que encuentro divertido en los periódicos y todavía lo recuerdo

Despunta el joven ciruelo…

Materiales de referencia

 

2 consideraciones posteriores

De Shiki a Kyoshi, el mensaje del «corazón-bambú”, de  Teiko Inahata

El cielo azul de Shiki-an – El mundo de Shiki visto tumbado, de Masako Hirai

Presentación del Gyouga-Manroku en español

(Registros de las miradas y preguntas de un poeta tumbado en la cama, el diario más personal de Shiki)Shiki escribió en los últimos meses de su vida tres diarios. Dos de ellos los escribió para ser publicados en prensa y ya tuve la oportunidad de presentarlos en español: Una gota de tinta y Una cama de enfermo de seis pies de largo. El tercero, el más personal de los tres, lo escribió para él, y por ello es rico en anotaciones muy personales y dibujos: es el más “vistoso”. Se trata del Gyouga-Manroku (título traducido de innumerables formas al español, básicamente: “notas escritas acostado boca arriba”). Hacia 1950, el diario se extravió y dejó de ser visto. No fue hasta 2001 que de nuevo apareció detrás de un casillero en un desván de Shikian (la casa de Shiki en Tokio).

La familia Masaoka pidió que el Gyouga-Manroku se depositara en el Kyoshi Memorial Museum, en reconocimiento a la amistad y entrega de Kyoshi. El Museo, expone periódicamente el diario y permite la visualización de imágenes y reproducción de textos en su web.

En 2003, un grupo de alumnas de pre y posgrado, dirigidas por la profesora Masako Hirai (Profesora de inglés del Kobe College), realizaron una traducción al inglés que presentaron en un precioso texto bilingüe con las imágenes insertadas, ya que como decían, el encanto de Gyouga-Manroku también dependía de los bocetos de acuarela de Shiki.

La profesora Hirai falleció súbitamente en octubre de 2007. Por ello, vaya este trabajo como muestra de homenaje a su extraordinaria aportación a la obra de Shiki.

Este Gyouga-Manroku en español, está basado pues en el trabajo de traducción de la profesora Hirai y sus alumnas, así como en la exposición en línea del Museo Memorial de Kyoshi. No contiene muchas nociones teóricas de Shiki, pero sí percepciones muy personales, haikus y poemas que escribía sobre el mínimo mundo en que vivía, así como numerosas pinturas y dibujos, esbozos y bosquejos desde la vida, que diría él. Irá siendo publicado y anunciado siguiendo una a una las entradas de Shiki, paulatina, pero frecuentemente. Con él, cerramos el ciclo de ofrecer en español los tres diarios del creador del llamado haiku moderno: Masaoka Shiki

Gracias a cuantos me han ayudado para la traducción desde el inglés y desde el japonés.

Elías Rovira Gil

En recuerdo y agradecimiento
a la profesora Masako Hirai.

Acercamientos

    Decíamos que el poema de la rana era el mito fundador del haiku, además de ser un texto sencillo y difícil de asimilar. Como se verá, esta serie es una peregrinación, una romería en espiral hacia esas tierras hondas de una poesía que fascina a quien se adentra en ella.

   Al terminar los estudios de bachillerato, algunos compañeros nos seguimos frecuentando. Como distracción intentamos el juego del haikai, le tomamos gusto. Eran japonerías y exotismos en los que Aziyadé se codeaba con Madama Crisantemo, y las katanas brillaban entre velos azules del Sahara. Uno de los compañeros, Arcángelo, nos dijo que, si nos agradaba el haikai, deberíamos jugarlo rigorosamente. Tomé en serio sus palabras. Consiguió libros acerca de Japón, entre ellos, el de Gómez Carrillo y, el que fue nuestro guía: La literatura japonesa de D. Keene, un breve volumen que acrecentó nuestra amistad y acabó por convertirnos en “los conjurados del Breviario”, ya que, por cuestiones de estudios o trabajo, dejamos de ver a los demás camaradas.

   Donald Keene, en efecto, nos daba las bases de lo que era el haikai, empezando por el nombre. Desde 1956, en que se publicó su libro en castellano, aparece denominado como haiku. Nosotros preferíamos llamarlo, según la costumbre, haikai. -Las ideas novedosas tardan en abrirse paso, afirma Robert H. March, aunque no lo notábamos en aquel entonces-. D. Keene compara el haiku con el teatro Nô, el cual representa solamente los momentos culminantes del drama de una manera que sugiere lo demás, aparte de tener, también, dos elementos en su estructura. La pieza central de esa composición era la palabra eje que, por su doble sentido, permitía dos lecturas diferentes. No todos los haikus tenían esa complejidad, algunos eran sencillos, aunque, como el de la rana, eran de una difícil sencillez.

   Visitamos al Maestro Muñoz Cota, quien nos contó una anécdota, incluida más tarde en su ensayo Fernando el Magnífico. Fernando de la Llave era un poeta que, por vivir al extremo la vida bohemia, dejó de escribir poemas. Cuando sus amigos le preguntaron el motivo por el cual ya no los escribía, contestó: “Ustedes escriben poesía. Yo vivo en poesía”. Y nos dijo que Fernando era ese personaje que habíamos visto en el café Kiko’s.

   Mientras caminábamos de regreso, nos detuvimos frente a un álamo blanco agitado por el viento. Tenía como fondo la luz del ocaso, sus hojas mostraban el envés. Arcángelo hizo memoria:

El compromiso:

mañana, Cuernavaca;

hoy, lumbre al puro.

Esas eran las líneas que nos había leído aquel anciano de gorra madrileña. No, no parecían ser un poema, eran haikai.

Si el legendario Fernando ya no escribía poesía, ¿por qué hacía haikai?

El haikai es un poema que no parece poema. Luego, entonces, Arcángelo arriesgó la conclusión: es una poesía nada poética.

Nos despedimos sonriendo y glosando a Kant:

Cese el haikusear mientras no se contesten las siguientes preguntas:

¿Qué es el haiku?, ¿qué quiso decir Bashô en el poema de la rana?, ¿por qué hay haiku lírico y haiku no poético?

Nos volvimos a encontrar seis años después, en la década de los setenta.  Éramos adultos jóvenes, y celebrábamos la edición de Sendas de Oku. Compartimos la lectura de varios pasajes, nos extrañaba que Octavio Paz no le diera importancia a la técnica del kakekotoba. Más extrañeza nos causó que el Maestro Fernando Rodríguez Izquierdo, en la ya clásica obra El haiku japonés. Historia y traducción, aunque mencionaba los juegos de palabras y daba ejemplos de su uso, se refiriera a la palabra eje, el doble sentido, sin utilizar el nombre que, para nosotros, era la piedra clave del haiku: kakekotoba. Sin embargo, fue un consuelo enterarnos que, al menos uno, como dicen los lógicos, empleara dicha técnica en la composición de sus haikus. “Los conjurados del Breviario”, una minoría poética, estábamos representados en la industria editorial gracias a los haikais con palabra pivote de José María González de Mendoza “El Abate”.

A principios de los ochenta dejamos de vernos. Mi amigo conoció a una afrocosteña, Tomaza, así, con zeta española. Le pasó lo que a Fernando el Magnífico: vivir en poesía. Sus lecturas eran Sedar Senghor, Aimé Cesaire, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Gonzalo Aguirre Beltrán. Aguirre Beltrán, cuya investigación etnohistórica culminó con el descubrimiento de la presencia africana en todo México y, algo más: que los llamados criollos de la Nueva España, los hijos de españoles nacidos en América, debido a la escasa inmigración de mujeres españolas, eran productos de mezcla, sus madres eran descendientes de los primeros habitantes de América o africanas. Para rematar, unos antiguos compañeros del Taller de oratoria lo invitaron a las campañas electorales. Tuvimos poca comunicación, no había celulares, las cartas tardaban en llegar. Hasta el segundo milenio tuvimos noticia el uno del otro, gracias a las webs. Nos reconocimos por el estilo, mas, no logramos reunirnos antes de la primera década.

Una mañana de octubre, durante los festejos de la Patria chica, en la plazuela, nos señalamos a la vez y exclamamos a coro: ¿eres tú? Después de la sorpresa y las efusiones, me enteré de que fue a la costa, -anhelaba ser el Lorca de los afrocosteños-; antes de las campañas hubo un incidente, se puso de parte del bando de su Dulcinea. Tenía una colección de haiku, fue prologada, pero se canceló su envío a la imprenta. Se consolaba repitiendo un aforismo: Enmendar por el fuego, privilegio de los inéditos.

Varias mariposas revoloteaban entre la gente. La niña de unos conocidos atrapó una espejitos y la acercó a sus ojos para ver a través de las alas trasparentes. Sonreímos. Arcán me dijo: el haikai no hokku es como las alas de esa mariposa, nos da el marco para contemplar lo que el haijin contempló.

Recordamos los 70, la historia de Hirô Onoda, el soldado japonés que estuvo oculto en la selva durante treinta años sin rendirse porque no se había enterado del fin de la guerra; recordamos, asimismo, el haiku en su honor:

Feria de la caña,

en la gallera

el más bravo es el giro

Opiné: tiene kigo y kakekotoba. Es un haiku de felicitación.

Por Diógenes, contestó, no pulas mi vanidad. Siento que es uno de esos poemas que le causaban remordimiento a Bashô.

Comentamos las novedades del siglo:  que la historia del haiku en México debe tener en cuenta las webs, sobre todo la de Asfalto Mojado y el grupo de mexicanos formado por Israel López Balán, el director, Carmen Millán “Camila”, Susana Dorantes y el compañero que firmaba como “Z”.  El magisterio del nuevo niponólogo, que la doble lectura era cosa de los primeros orientalistas, y el haiku tiene su propio desarrollo. En fin, que, en cierta forma estuvimos, como Onoda, ocultos en una selva.

He aquí el canto del cisne de nuestro viejo estilo:

en la alameda

un anciano leyendo –

crujir de hojas de haya

La amistad se reanudó. En nuestras charlas llegamos a la conclusión de que en México hubo dos vertientes de haikai, la de Tablada y la de su amigo El Abate; los dos José; José Juan, el lírico modernista, y José María, el cultor de la palabra pivote. Nosotros, sin saberlo, seguíamos la tendencia minoritaria de González de Mendoza. Si la corriente de José Juan Tablada puede considerarse como un acercamiento a Sokán y Moritake, la de El Abate se acercaba a Sôin y Teitoku. Ambas, prebashônianas, centradas en figuras retóricas. Y que no había nada como la sencillez del haiku de la rana, del cual se puede decir:

shitodo ni nurete

kore wa michi-shirube no ichi

(Santôka)

Empapada del todo,

ésta es la piedra de hito del camino.

(Trad. Antonio Cabezas)

Espacio para el vuelo (1)

Aire *

                  En la honda quietud, un escorzo de brisa, apenas perceptible en las alas de una mariposa dormida. Ahí empieza el mundo. Síntesis: todo es aire. Criatura de frontera, como la luz. Invisible y sensible: una corporalidad que brota del silencio y se va despertando, primero leve, luego firme, creciente, arrebatada hasta el aullido. El lenguaje marca las estaciones de ese viaje perfecto que vuelve a descender desde las crestas del huracán hasta los manantiales de la brisa recién nacida: aire, hálito, soplo, respiración, jadeo, grito, bramido. Lo que es y lo que significa este archipiélago del verbo se funde y se resume en una cristalización sustantiva: vivir.

                En la respiración, todo se crea y se vuelve a crear. Y el aire es su alma. Hay en el respirar un misterio de renovación infatigable que se cifra en el equilibrio del dar y del recibir. Dándose, exhalándose sin usura, el aire se recobra más limpio. Libre porque carece de posesividad, va y viene de un mundo a otro trasegando vida.

                Nombres griegos del aire: boreas, noto, meltemi… Nombres que encarnan una textura, una velocidad, una densidad e incluso un sabor. Y, coronándolos, meciéndose en la cresta de sus encarnaciones, el “neuma”: aire, pero también espíritu. Como si se dijese aire del aire, su alma viva. Aire de profecía agitando las hojas del roble sagrado en Dodona.

                ¿Qué es la palabra misma, que profetiza o que nombra las cosas, sino aire inteligible? La pitonisa en trance, balbuciendo una vaguedad sagrada. Demóstenes ordenando su tartamudez frente al bramido de las olas. Un verso de Homero que contiene y celebra el imperecedero soplo marítimo:

“aura pontiás, aura”

                (Ese verso nostálgico basta para toda una vida: frescor, oreo, sustancia del ser, primer principio, como soñara Anaxímenes).

                De la hermosura de ese aire participa también el clamor de los diez mil al avistar de nuevo la gloria del oleaje nativo: “¡Thálassa! ¡Thálassa!”

                Al ser alumbrada, la criatura prorrumpe en un grito que es, a la vez, afirmación y espanto. Abandona el misterioso soplo nutricio, en ósmosis con la madre, y asume su propio respirar. Pero esa afirmación es también desamparo. Ese grito inaugura la nostalgia del seno, el hermoso desequilibrio que resume la vida.

                El vagido primero desemboca en el suspiro último, en el expirar que es exhalación del espíritu, entrega del alma: reintegración a la invisible, misteriosa y redonda quietud. El cuerpo se desintegra, como desentendiéndose de sí, pero baja a sumarse a la gran respiración cósmica, para alentar, oculto, en las savias y en las floraciones. En esa suspensión de la vida se genera más vida. Y todo vuelve a ser soplo y germen.

                El aire es sonido. Su propia armonía infinitamente matizada y la selva de voces que transporta en sus alas relampagueantes. Toda la dulzura de Orfeo, toda la seducción de la sirena, toda la soledumbre hímnica del ángel. Y el prodigio más nuestro: la voz humana. Aria es aire. Aquella de la “Pasión según San Mateo”, de Bach, que interpretaba Norma Prochter con la tesitura más sensual que existe: la de contralto. El “Lamento” de Dido en la garganta estremecida de Kirsten Flagstad. Aquella voz de niño, en Santiago de Compostela, despertando en el romance del Conde Olinos toda la belleza del mundo. La doble octava cavernosa, inverosímil, de algunos monjes tibetanos. Y Mahalia. Y María del Mar… Y aquí, en la tierra del canto, una creciente e impetuosa dulzura: de Orfeo a María Callas; de las sirenas y de la lírica griega arcaica al marinero anónimo que estremece las noches; del treno bizantino a esas mujeres de Rodas o de Salónica que cantan la “ramita de ruda” o las gracias de la novia que sale del baño.

                La brisa expresa, en su levedad, la cualidad de lo invisible. ¿No celebran todavía en Egipto la fiesta más antigua del mundo, “Sham El Nessim”, “Sentir la brisa”? Llegado mayo, hay que salir a los jardines para sentir el “shefir”, ese suave y fresco viento del norte que los egipcios divinizaron como Zefer y los griegos como el Céfiro que les llegaba del oeste cada primavera. La brisa es la delicadeza de la ternura, el roce de las almas. Al otro lado de la vida, el huracán se adensa; se diría que, en el límite de su furia, está a punto de materializarse densamente, que nos va a revelar, por fin, el rostro de un dios…

                Hay un aire que se saborea, cargado de aromas, de humedad, de salinidad, de bochorno, de frescores, de fríos que cortan el aliento, de voces, llantos, gritos vívidos, risas, naturaleza, rumores y corrientes de amor…

                Aliado con la luz, criatura de umbral como ella, el aire de los días claros y ventosos: punzante, fresco, vivo. El de la tormenta y el de la calma, el diurno y el de la noche, el aire estacional, el de las horas y el de los meridianos, el que transforma hasta la locura, el que arrulla y el que despierta, el que ilumina y el que mata.

                El aire, que a nadie se le niega –ni siquiera al preso- es también la metáfora de la dignidad, la gracia del ser libre. Sobrevuela como la luz, asiste a toda vida. Místico y amoroso, fluye como un bramido de la eternidad, exhalado en la sílaba sagrada, “OM”, y en el delirio del poeta endiosado: el “aspirar del aire”, “el ventalle de cedros”, “al aire de tu vuelo”, “y en tu aspirar sabroso”, “noches, aires, ardores”, “en las frescas mañanas escogidas”, “¡detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores!”, “el silbo de los aires amorosos”…

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* del libro “Cuaderno griego”.

Marzo 2023

Durante marzo, en el hemisferio norte todos esperan la llegada de la primavera, sin embargo, en el calendario lunar que se utilizaba en Japón en la época de Bashou, el tercer mes era el último de esta estación, la cual terminaba a principios del cuarto. Pero consideraciones aparte, primaveral es el haiku que les traigo en esta ocasión.

藻にすだく白魚やとらば消えぬべき

mo ni sudaku shirauo ya toraba kienubeki

reunidos en las algas si lo atrapas el shirauo desaparecería

La inspiración que toma Bashou para este haiku es el poema 2173, de autor anónimo, que pertenece a una serie de tankas dedicados al 露 “tsuyu” o “rocío”, recopilados en el Rollo X del Manyoushuu, primera antología de poesía autóctona japonesa, compilada en 759 por Ootomo no Yakamochi y que contiene más de 4500 poemas en total.

白露を取らば消ぬべしいざ子ども露に競ひて萩の遊びせむ

shiratsuyu wo toraba kenubeshiiza kodomo tsuyu ni kiohite hagi no asobisemu

si tomas el rocío este desaparecerá ¡vamos todos! no perdamos contra el rocío y disfrutemos la lespedeza

Pero no es exactamente el rocío ―que es un kigo de otoño― el concepto que Bashou utiliza para componer su haiku, sino 「取れば消ぬ」 “toreba kenu” o “si lo tomas desaparece”. En el caso de este haiku, esta noción se aplica al 白魚 “shirauo” o “salángido”, también llamado pez de hielo asiático, el cual tiene un cuerpo translúcido sumergido en el agua, pero que al sacarlo se ve blanco. Esta idea de que si se atrapa algo esto desaparece o deja de ser, es frecuente en poesía tradicional. Un ejemplo lo vemos en el tanka a continuación, de autor desconocido, y compilado en el Kokin Wakashuu con el número 223 en el Rollo IV de Otoño. En él se emplea la expresión 「落ちぞしぬべき」 “ochizo shinubeki” o “si cae desaparecerá”:

をりて見ばおちぞしぬべき秋はぎの枝もたわわにおけるしらつゆ

orite miba ochizo shinubeki aki hagi no eda mo tawawa ni okeru shiratsuyu

si quebrase una caería y desaparecería, las ramas de la lespedeza otoñal dobladas con el blanco rocío

Esta noción es, hasta cierto punto, similar a nuestro “si lo amas déjalo ir”. Así también, se puede considerar junto al concepto de la impermanencia, tan fundamental en la filosofía nipona. La belleza, la juventud, la riqueza, no se pueden mantener en nuestro poder de manera permanente; van y vienen, así como las estaciones del año.

Un par de aclaraciones lingüísticas: en el poema 2173 del Manyoushuu, en el que se inspiró Bashou para su haiku, el término 子ども “kodomo”, que en la actualidad se entiende como “niño”, se utiliza en este caso para referirse de forma amistosa a personas jóvenes, o de rango inferior, y la expresión 萩の遊び “hagi no asobi” se refiere a un banquete que se realiza mientras de contemplan las flores de la lespedeza.

Con este sutil haiku primaveral de Bashou, me despido de ustedes agradeciéndoles el haberme acompañado una vez más por este paseo a través del tiempo, los autores y los textos. Espero todos tengan un maravilloso fin de invierno y un hermoso inicio de primavera. Un abrazo desde Santiago de Chile.

Haiku 49

49

Nota previa: “Escuchando el Koto en el atardecer de primavera”

 

春月や印金の木間より

Shun getsu ya Inkindau no kono mayori

Sobre los árboles
del templo de Inkin,
la luna de primavera…

 

Comentario y notas culturales

Junto al sonido de una melodía tras los pulgares del koto queda la contemplación de una luna de primavera. Acostumbrado el japonés a la belleza de este cuerpo celeste en otoño, esta descripción es menos frecuente y más innovadora.

De nuevo, el aware se centra en la captación del aquí y ahora del poeta, de su realidad íntima capaz de vincular todos los seres en una red invisible: el sonido de un instrumento musical, el templo y la luna de primavera al atardecer saliendo, “surgiendo” de aquellos árboles. El blanco junto al fundido en negro.

Haibun 43

Haibun 43

Los caminos del Sur

 …un Aleph es uno de los puntos del espacio
que contiene todos los puntos.”Jorge L. Borges

 Me adentro en los senderos del Sur, en los secretos rincones de la Patagonia,  un lugar sagrado, un espacio de pequeñas revelaciones, un aleph donde se manifiestan todas las sensaciones y son satisfechas  todas las necesidades: el bosque de galería ofrece sombra, el lago sacia la sed, las moras y las cerezas silvestres son un banquete con sólo extender la mano, el silencio aquieta y el grito de las bandurrias me despierta cuando es necesario. La única condición es estar atento y tomar lo imprescindible, sin voracidad ni apuro.

El camino al cerro López es largo y muy bello, hay miradores sobre el lago que son una promesa para seguir avanzando aunque el sol  sea ya muy intenso  y los tábanos, un desafío.

En el horizonte se atisba la enorme pared de piedra que invita al ascenso. Camino en silencio y de puntillas para no espantar  a un zorro joven que se asoma entre las zarzas, nos miramos un instante, reconociéndonos.

 camino al cerro,
 con la boca teñida
 de frutos rojos

 Aquí siento un a necesidad irrefrenable de agradecer cada uno de estos asombros, digo “gracias” como un mantra y  disfruto sabiendo que son únicos. Cada pequeño cambio de luz, cada rabo de nubes me hablan de la belleza de la impermanencia  … del privilegio de formar parte de este momento irrepetible.

Esta itinerancia  es mi guía, mi única certeza, siento la insuficiencia de las palabras y simplemente camino…

Con la espalda en la pinocha de un claro del bosque  y los pies en el agua helada, una serenidad desconocida relaja cada músculo.

Lago encrespado…
¡tan frío
el tronco del arrayán!

Abrigo la esperanza de disolverme en las aguas del Nahuel Huapi  y, cuando llegue el momento, formar parte de ese azul infinito.

María Rosalía Gila
Buenos Aires  (Argentina)