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Hospedarse

Julio 2024
Invierno
Córdoba, Argentina

Hospedarse

El haiku captura el instante, lo fugaz parece poder detenerse e imponérsele demora con algunas pocas palabras. Parecería contradictorio que dijésemos que la poética de Santôka hace de la demora y de la detención una faz de su poética. Pero, me gustaría plegar y desplegar la contradicción que creo que habitaba en su corazón.

Hemos hablado del caminar. Pero creo que vale la pena ahora doblegar una apuesta por la estancia: detenerse también forma parte del camino. Hay en Santôka un modo de convertir los espacios y objetos concretos en zonas sensibles. Por ejemplo, haciendo de la casa un espacio de luminosidad, siendo la luz eso que destella y se destaca en el siguiente haiku:

雪のあかるざが家いっぱいのしづけさ

Yuki no akarusa ga ie ippai no shizukesa 

La luminosidad de la nieve
llena la casa
en calma

 (2006: 150)
Trad. Vicente Haya

En este haiku dos imágenes se yuxtaponen: la luminosidad de la nieve y repleta de calma. Ambas imágenes afectan un espacio específico: ie, hogar o casa (que no refiere al espacio material sino al hogar simbólico). Si la segunda imagen describe la primera, la luminosidad ingresa en un plano activo: la luz de la nieve tiene potencialidad de llenar un espacio. En otras palabras, de atiborrarlo hasta el punto en que no haya lugar para otra cosa. Pareciera que a Santôka, la naturaleza no cesa de invadir las detenciones. No hace falta ir demasiado lejos para captar sus sutilezas y poderes. Incluso me animaría a decir que pareciera que cuando el poeta se detiene la sutileza desaparece y todo lo que proviene del entorno natural demuestra en su demasía, en su fuerza. Otro haiku:

窓あけて窓いっぱいの春

Mado akete mado ippai no haru

 Abriendo la ventana
a reventar de primavera

(2006: 133)
Trad. Vicente Haya

El kanji de ventana se compone de corazón-mente (es decir, kokoro), abertura y vacío. Pero ese vacío (ese umbral espacial que distancia el adentro y el afuera) al mismo tiempo conecta lo diferente: no puede estar sino habitado por el corazón, donde la cosas se suspenden. La primavera traspasa aquello que la contenía: tanto la ventana de la casa (la que puede abrirse, mado akete) como otra ventana, implícita en la escritura de mado ippai (la ventana que deja pasar la totalidad). Se trata de dos ventanas, la que estará por abrirse pero permanece cerrada, una más permisiva que la otra. Así entre las dos repeticiones de mado hay una fisura que diferencia las ventanas. El haiku no busca priorizar una sobre la otra, sino ubicarse en esa fisura durante la detención. Esto mismo puede observarse en:

くりやまで月かげのひとりで

kuriyama made tsuki kage no hitori de

Penetra la luz de la luna
hasta la cocina
Estoy solo.

(2006: 27)
Trad. Vicente Haya

El haiku comienza determinando un espacio específico, la cocina. Seguidamente, nombra lo apenas visible en ese espacio. Se trata de un pliegue entre dos sombras: una, tsuki kage, aquí traducido como luz de luna, pero que su significado literal es sombra de luna. El japonés la sombra no es una región de oscuridad donde la luz está interrumpida, sino la luminiscencia de aquello que no poseen luz propia pero que hacen visible (o se hacen visibles) las cosas para el ojo. La sombra de la luna permite discernir en las tinieblas otra sombra, la de hitori. En el pliegue de una sombra y otra se revela el matiz de este haiku: en la sombra de la luna vemos el volumen de otra sombra. Ella no le pertenece a nadie, configurando un espacio de una existencia sin sujeto. Un espacio donde la naturaleza es testigo de existencias visibles, pero totalmente ignoradas por aquellos que la sostienen. Más explícitamente, escribe Santōka:

茶の木かこまれそこはかとないくらし

Cha no ki ni kakomare sokohakatonai kurashi

Rodeado por arbustos de té,
llevando una existencia anónima

(2006: 154)
Trad. Vicente Haya

La determinación espacial parece delimitada perfectamente al comienzo de este haiku con cha no ki kakomare, rodeado por los arbustos de té. Por otro lado, la expresión sokohakatonai kurashi. El adjetivo sokohakatonai significa débil, leve, vago, nebuloso, indeterminado. Este sentido deriva de la significación de esta palabra cuando es leída como frase: soko ha ka to nai, que literalmente es no hay algo. Kurashi significa condiciones materiales de vida o circunstancias de vida. Así, el haiku nos muestra dos imágenes: la primera la frondosidad de los arbustos de té que rodean a quién escribe. Estos arbustos parecieran lavar la segunda imagen, donde quien se encuentra acorralado por los arbustos de té solo puede tener débiles condiciones de vida.

Referencias

Santôka (2006). El monje desnudo. Trad. Vicente Haya.  Madrid: Miraguano.

El olor del hinojo al granizar

“Con lluvia, este camino sería otro camino, este bosque otro bosque”.
Patrick Rothfuss

 

¿Qué tendrá la lluvia para sobrecoger con su repiqueteo silencioso?

El olor del hinojo
al granizar –
Arrecia la lluvia

 La fuerza de la imagen transmitida es formidable. En este haiku se aprecia la violencia de la escena: llueve y graniza con fuerza, y el hinojo, que es golpeado sin piedad por las inclemencias meteorológicas, huele más aún por la lluvia que le cae. ¿Acaso no es mágico percatarse de que el agua, amén de dadora de vida, también realza y dignifica las cualidades inherentes a las propias realidades? En medio de la crudeza de la escena, el haijin se percata de que la lluvia acentúa el olor del hinojo, y lo pone por escrito con este potentísimo aware.

De pronto lluvia…
el olor de la tierra
en el cachorro

 Nos encontramos ante otro haiku cuyo detonante, el agua de la lluvia, actúa como amplificador de las sensaciones percibidas. El cachorro ya tiene su olor característico, pero la tierra empapada de lluvia lo impregna de petricor1, el cual se mezcla con su propio olor. La potencia de ambos olores combinados parece percibirse aún mayor con la escena a oscuras. La lluvia, al restar luminosidad a la escena, reduce el marco espacial del haiku, y concentra más sus elementos en torno a un punto, de suerte que confiere más importancia a los demás sentidos al centrar la atención en lo que no se ve. Una combinación atávica, la del olor de la tierra mojada con el de los propios seres, que conduce sin temor a este aware tan potente.

 1 Petricor: m. Olor a tierra mojada.

 

la lluvia de anoche
centellea
en los kakis maduros

 Este haiku de un solo polo muestra una imagen bellísima. Sobre los kakis, todavía colgando del árbol, permanece la lluvia del día anterior, que brilla con el reflejo del sol y el leve movimiento de los frutos. Se percibe también una humedad templada y el olor de la tierra mojada, cuyos tonos térreos armonizan con el color de los kakis maduros. En definitiva, un haiku de aware fino que nos invita a reparar en las deliciosas relaciones sutiles de la naturaleza.

Sabemos que la unidad temática y formal del haiku están en continua revisión, pero nosotros estamos plenamente convencidos de que el fondo del haiku determina si algo breve es haiku o no. Por ello, este de dos versos es excepcional:

Grillos…
La lluvia de otoño

 ¿Hay que decir algo más? ¿Se puede describir mejor esta escena con menos palabras? Para nosotros, no: está todo dicho, no encontramos palabras para explicar lo que acontece. El haiku no puede celebrar la vida con más intensidad que de esta forma. Solo nos queda invitar a releer de nuevo este magnífico haiku con el fin de saborearlo y deleitarnos con su sublime sencillez.

Pasa un mirlo.
De la col se derrama
la lluvia de anoche

 Este haiku rebosa tanta sutileza como agua derramada de las hojas de las verduras de la huerta. La haijin nos dice que ha llovido, y que esa lluvia permanece acumulada en las hojas de las coles. Y, al planear bajo un mirlo, provoca una onda lo suficientemente expansiva como para derramar el agua de dichas hojas. ¿Acaso hay algo más bonito que ser consciente de las relaciones que conectan todas las cosas, que este musubi entretejido que, gracias a la mirada fina de la haijin, nos deja extáticos por habernos descubierto semejante momento tan hermoso? Este haiku nos enseña que el sentido de la vida, en este aware colosal, está en el agua y el viento entremezclados.

 Cambia el tiempo
Con las primeras gotas
chirrían las brasas

Concluimos esta sección con otro contraste prehistórico: el contacto del agua con el fuego. Empieza a llover sobre las brasas, que sollozan al apagarse con ese sonido tan característico y cicatrizan en tizón que huele a madera quemada. La paleta de colores del haiku se oscurece y la atención cromática se focaliza en las brasas incandescentes, condenadas a extinguirse si sigue lloviendo. Además del contraste visual, olfativo y sensorial —el olor de esos nubarrones, el tacto de la lluvia, el crepitar de la hoguera, la madera quemada—, precioso de por sí, el aware se amplifica al tener lugar en la dimensión vertical: el humo asciende del suelo al cielo, y la lluvia cae al revés: del cielo al suelo. En el eje horizontal se sitúa el plano de la escena, pero el aware transcurre a lo largo del eje vertical. El mundo, tal como demuestra este haiku mágico, es un milagro tras otro en todas las direcciones de los ejes cardinales.

(Los haikus seleccionados pertenece, en orden de aparición, a Gorka Arellano, Bibisan, Mavi, Gorka Arellano, Hikari e Idalberto Tamayo).

Risshakuji: el sonido que el silencio traspasa.

Risshakuji: el sonido que el silencio traspasa

Roxana Dávila Peña
«mushi»

Por fin, me encuentro frente al Buda de la Medicina del Recinto Fundacional (Konponchūdō) de Yamadera, el templo en las montañas de Yamagata donde, ya trepado por los peñascos, Matsuo Bashō escribió el hokku “¡cuánta calma! / la voz de la cigarra / inunda las rocas”.

Sin saber cómo hacerlo, intento purificar el karma negativo. Pienso en mis elecciones y en lo bien que me haría perdonarme y sentir más compasión por todos los seres.

Algo hay aquí en el bosque, no sé bien qué es. Surge y desaparece. Reconozco el sonido de un grillo que salta hacia la maleza y luego hacia el hueco de un roble. Permanezco inmóvil mientras vuelve y se va. De momento, ocupa toda mi atención, aunque sé que apenas comienza la subida hacia lo más alto de la montaña. Hay más de mil escalones, además de piedras, estelas con poemas grabados y faroles cubiertos de musgo.

Por el espacio vacío entre las hojas, se cuela la luz del sol hasta las raíces de los cedros. El tono de los verdes cambia y se vuelve más intenso. El follaje se agita nuevamente. En la senda, hacia la parte superior del templo, veo las sombras de los peregrinos que van y vienen sobre la escalera, la cual se va llenando de las hojas que caen poco a poco aquí y allá. Una queda atrapada en una telaraña que apenas se distingue al brillar por un instante.

Comienzo a sentir el peso de mi mochila. Mis pies se entumecen otra vez y avanzo lento. El grito de un cuervo viene y va. Lo puedo escuchar claramente; tan pronto como surge, desaparece de nuevo e intento seguirlo con la vista de un pabellón a otro entre las rocas escarpadas. Siento cómo voy dejando atrás algunos sinsabores y uno que otro resentimiento. Agradezco cada lección de vida y todas las bendiciones y oportunidades que me rodean. Conecto con la abundancia del presente y reposo por unos minutos. Aflojo mi bufanda y siento en el cuello una brisa ligera. Logro despejar mi mente. Regalo mis mandarinas.

Unos escalones más, ya los últimos, hasta llegar al Recinto de los Cinco Grandes (Godaidō) en la cima, donde las nubes, al disolverse completamente, me permiten contemplar los colores otoñales de las montañas llenas de arces y hayas que contrastan con el verde del campo. Parece tan pequeño desde ahí arriba y yo también me siento pequeña, muy pequeñita.

Un escalón más arriba,
la única hoja
que no lleva el viento.

Julio 2024

El artículo de este mes lo escribo mientras vivimos una serie de temporales; eventos climáticos de intensa lluvia y fuertes vientos, que me traen el recuerdo del clima de mi niñez. Días y días de lluvias continuas, que, dado el fenómeno de la Niña —o eso es lo que dicen los meteorólogos— prácticamente olvidamos y las nuevas generaciones nunca conocieron. Pero este año nos visitó el Niño y, por lo tanto, hemos tenido el otoño más lluvioso en décadas. Estos cambios en el comportamiento de las estaciones me llevan a pensar en lo interesante de un estilo poético que no sólo incorpora su utilización, algo bastante usual en la poesía de muchos países, pero que además, lo regula y sistematiza. Uno de los desafíos más evidentes es la desconexión entre los términos que se pueden utilizar y la correcta representación de la estación que el poeta está contemplando y quiere expresar. Porque debemos recordar que el kigo en japonés es una palabra establecida, aceptada e integrada a los diccionarios con la fecha o el período desde el cual se usa; no cualquier palabra es válida como kigo. Este desafío, o problema, según se quiera mirar, tal vez sea una de las razones de que el haiku contemporáneo no lo considere como obligatorio. Pero, por otra parte, también nos ofrece una ventana al pasado, una forma de conocer de qué manera se manifestaban los cambios durante el año en épocas más o menos lejanas.

Luego de esta larga reflexión, comenzaremos con el tema a tratar en julio. En nuestra revisión de las categorías en que se dividen los kigos ya hemos visto 時候 jikou o estacional, 天文 tenmon o astronomía y 地理 chiri o geografía; este mes le toca el turno a 生活 seikatsu o vida diaria. Tal como su nombre indica, se refiere a los aspectos cotidianos de las personas. Los kanjis que componen el término son 生 sei o vida y 活 katsu o actividad. Se divide, a su vez, en cinco grupos: general, trabajo y estudio; juego y deportes; ropa y accesorios; comidas y cocina; vivienda y utensilios o herramientas. Es de las categorías con más palabras, junto con 植物 shokubutsu o vegetación, y también la que incorpora mejor el cambio en las costumbres y tecnologías a través de las épocas. Por ejemplo, si analizamos algunos de los correspondientes a fin del verano, nos encontramos con palabras como 梅酒 o umeshu: sake hecho en base a remojar ciruelas verdes en shochu junto con azúcar y dejándolo envejecer. Suele madurar durante el verano y es una excelente bebida fresca para combatir el calor. Otro término es ナイター o naitaa, el que hace referencia a un partido de beisbol que se juega en la noche con iluminación artificial. Jugar bajo el calor abrasador es agotador tanto para los jugadores como para los espectadores, por lo que los partidos comienzan al atardecer y continúan hasta medianoche. O 砂日傘 o sunahigasa, gran parasol para utilizar en la playa y protegerse de los rayos del sol.

Para completar la estación, los haikus que traduje este mes corresponden a 晩夏 banka, fines del verano; período que comprende julio en el calendario actual o el sexto mes del calendario lunar, Minadzuki.

Kigo: 夏休み natsu yasumi; vacaciones de verano. Con la variación 暑中休暇 shochuukyuuka. En la mayoría de las escuelas va desde la segunda mitad de julio hasta fines de agosto, en muchas compañías dura una semana, habitualmente para el festival de Obon. El propósito principal de este descanso extendido es pasar tiempo con la familia y amigos, o viajar de vuelta al hogar a visitar familiares.

Período: 晩夏 banka; fines del verano

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Fukunaga Kouji (1938-1980)

黒板にわが文字のこす夏休み

kokuban ni waga moji nokosu natsu yasumi

dejo mis palabras en el pizarrón, vacaciones de verano

Kigo: 水着mizugi; traje de baño. Con la variación 海水着 kaisuigi. Se comenzó a utilizar como kigo a partir del período Taishou (1912-1926).

Período: 晩夏 banka; fines del verano

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Gotou Hinao (1917-2020)

父母に𠮟られさうな水着買ふ

fubo ni shikararesou na mizugi kau

compro el traje de baño por el que probablemente seré regañado por mis padres

Kigo: 避暑 hisho o escape del calor. Para escapar el calor del verano la gente viaja fuera de la ciudad en busca de lugares más frescos, como el mar, las montañas. Pueden ser viajes cortos de algunos días.

Período: 晩夏 banka; fines del verano

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Takama Reiko

避暑散歩手作りジャムの小店まで

hisho sanpo tedzukuri jamu no shouten made

paseo para escapar del calor hasta la pequeña tienda de mermelada casera

Kigo: 虫干 mushiboshi o aireado de ropas. Con las variaciones 土用干 doyouboshi y 曝書 bakusho. Durante el período de 土用 o doyou (los 18 días previos al cambio de estación) de verano, se sacan al sol la ropa, libros, rollos decorativos, etc. para airearlos y evitar el daño por moho e insectos.

Período: 晩夏 banka; fines del verano

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Kutsuwada Suzumu (1923-1999)

虫干や遺影の兄は椰子に凭り

mushiboshi ya iei no ani wa yashi ni yori

mi hermano, aireando las ropas y el retrato del fallecido, se reclina en la palmera

Espero que, independientemente de la estación que estén viviendo, y de cómo esta se manifieste, puedan disfrutar de bella poesía, entre ella estos haikus que les traje este mes, como el del haijin Gotou Hinao, quien vivió hasta sus 103 años componiendo en este hermoso estilo poético. Gracias por caminar conmigo este sendero que mes a mes profundiza más en El mundo del kigo.

¡Hasta el próximo mes!

El haiku como vida. Kaneko Tohta Omnibus

Finalmente Jaime Lorente ha podido concluir la traducción de Kaneko Tohta Omnibus, los 4 volúmenes (2 ya publicados, Ikimonofüei y la entrevista, a los que se añaden otros 2 con una selección de más de 200 haikus de Kaneko Tohta, con su kigo, metro y explicación oportuna, además de unos jugosos anexos: glosario de términos, cronología anotada, referencias biográficas, etc). Todo ha sido posible gracias al permiso de quienes entrevistaron a Kaneko Tohta, el grupo Kon Nichi liderado por Jim Kacian. Su trabajo en inglés es la única traducción en este idioma del trabajo de Tohta y recibió en 2019 el premio Touchstone Distinguished Books. Afirma Lorente que haberlo podido traducir con su permiso ha sido un verdadero privilegio y cree que será muy positivo para la difusión de su pensamiento, ya que hasta ahora no había nada suyo en español, más allá de algún haiku aislado. Aquí tenemos el pensamiento en bruto de uno de los líderes de la corriente gendai haiku.

¡A disfrutarlo!

DESCARGA GRATUITA

EL HAIKU COMO VIDA
Kaneko Tohta Omnibus

TRADUCIDO AL ESPAÑOL

 

Junio 2024

CONSTRUIR

Muñeca rota
En la calle tirada.
Cae la tarde.

DECONSTRUIR

Al contemplar ese juguete de piernas rotas tirado al suelo. Fue en el curso de un paseo realizado al final de la tarde de un día de estos. Me pareció una visión triste y me vino a la cabeza la imagen de una desconocida mano infantil y amorosa que algún día, sin duda no hace mucho tiempo, se entretuvo jugando con esta muñeca. Hoy la muñeca tiene las piernas rotas y está abandonada en el suelo de un parque.

Pensando esto, pude haber escrito estos otros versos:

Abandonada
De manos infantiles,
Las piernas rotas.

O estos otros:

 El sueño roto
con manos infantiles
de esta muñeca.

 O

 En plena calle,
Muñeco abandonado.
Final de mayo.

O bien estos:

 

La larga sombra
De un muñeco tirado.
Al caer la tarde.

Pero a estos cuatro haikus me parecía que les faltaba ese asiento de sencillez e inocencia que, a mi juicio, sobre el que debe descansar un buen haiku. Eran rebuscados. Así que me decidí por el primero, el de CONSTRUIR, el de la muñeca rota. Incluso en este, apurando aún más la búsqueda de la sencillez, pudiera cambiar el tercer verso por este otro: Ya es tarde. Tiene una sílaba menos y aporta otro significado distinto, pero le da una variación más espontánea. Aún más sencillo, podría ser este otro

Una muñeca
Tirada en la calle.
Cae la tarde.

Hablando de juguetes rotos, me viene a la cabeza un poemario titulado «Juguetes tristes» (Kanashiki gangu / kanashiki). De Takuboku Ishikawa (1886-1912). Fue publicado póstumamente a su temprana muerte. Takuboku, un seudónimo con el hermoso significado de «el árbol que susurra», revolucionó la poesía de su tiempo aportando sentimiento individual, frescura,  sinceridad sin filtros, lo que entonces se llamaba realismo, un ideal poético perseguido por muchos autores de su tiempo a raíz del descubrimiento de la poesía inglesa y francesa. De este gran poeta, quiero ofrecer algunos poemas en traducción de Atsuko Tanabe:

¡Ay, el silencio de muerte
de la arena
que se cuela entre mis dedos!

O este otro, en forma de tanka, pero con aires de senryū:

Mis recuerdos
Se parecen mucho
Al mal humor
Cuando me pongo
Calcetines sucios.

Más famosos son los tankas de su poemario Puñado de arena, como este, tristísimo, del juego con el cangrejo (trad. de Antonio Cabezas):

En la playa de una islita oriental
En la arena blanca
Jugaba yo
Con un cangrejito
Y lloraba, lloraba.

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Aún aprendo

Antonio Machado nos recuerda -a través de su heterónimo Juan de Mairena- algo que oyó decir a un aceitunero sevillano: “Todo lo que sabemos lo sabemos entre todos”. Quizá por eso, Machado decía que la mayor gloria para un poeta es escuchar sus versos en boca del pueblo, como si fueran anónimos. (Anónimo es, según un conocido haiku de Shiki. el autor de un poema magistral sobre la primavera). Bashô acertó a definir en varias pinceladas la esencia del haikai: novedad, inmediatez, ligereza, inocencia, equilibrio entre lo perenne y lo efímero, y, en definitiva, sinceridad. Una y otra vez vuelven a nuestra memoria, iluminándola, sus aforismos: “No sigas las huellas de los viejos maestros; busca lo que ellos buscaron”; “Aprende las reglas y, luego, olvídalas”; “el haikai no está en la letra, sino en el corazón”…

Evocando la difícil facilidad del poema, recordamos a una Chiyo-ni insomne, bloqueada en su intento de escribir sobre el cuco, que, al ver amanecer, encuentra por fin la inspiración en su propio bloqueo. Y recordamos a Setsuko Nozawa, que expresa su desconcierto al recibir de manos de su maestro una nuez, como si fuera un enigma. Pero entre todos sabemos lo que sabemos, y frente a la crispación y a la vanidad, un proverbio yoruba nos dice que “el trato con personas sencillas refresca la mente”.  Sin olvidar la energía de algunos mensajes silenciosos: el de Buda, haciendo girar una flor en su mano; el de la niña que -según Dostoievski- señala con su dedo acusador a quien la ha violado; o el del monje Shisui, que se despide de la vida dibujando en el suelo un círculo, símbolo del vacío y de la iluminación.

En la Academia de Bellas Artes de Madrid sigue abierta -hasta el 23 de junio- la exposición “Goya. El despertar de la conciencia”, junto a las planchas de todos los grabados del genio aragonés, recientemente restauradas. Asombra la intensidad con que el pintor vive la vida en todo su arco palpitante, exaltándola -incluso en sus vertientes más sombrías- y ensanchándola infinitamente con su arte genial, de pie entre un mundo viejo que agoniza resistiéndose y un mundo nuevo que no acaba de cuajar. En sus últimos años, de 1819 a 1828, Goya abraza la litografía, un nuevo recurso pictórico que le permite seguir desarrollándose como artista y que le lleva a un renacimiento personal y vital. La litografía “Aún aprendo”, realizada en 1826 (dos años antes de su muerte) lo dice todo. También Basó aprendió a pintar al final de su vida, ilustrando algunos de sus propios poemas, en la reciente tradición del haiga. También Sócrates y Fernando Zóbel aprendieron a tocar la flauta poco antes de morir. Toda una confesión de humildad y todo un desafío.

***

De noche aún arrancan patatas

En esta entrada, de carácter más teórico, quisiera hablar sobre un valor estético típicamente japonés denominado yûgen. Podemos aproximarnos a la comprensión de yûgen por su etimología: está formado por composición de dos caracteres chinos: (profundidad, oscuridad), y gen (misterio, sublimidad). En sentido estricto, yûgen sería el misterio que encierra algo oscuro o profundo cuyo fondo no llega a percibirse por el hecho de serlo, como si hubiese una cortina vaporosa que separase la realidad de lo que hay más allá de ese medio. Nosotros entendemos que el yûgen se manifiesta a través del medio físico en el que acontece el haiku, que debe tener un carácter absorbente, en el cual las demás realidades entran y dejan de percibirse por sumirse en dicho medio:

Entre la niebla
esparcen el estiércol –
no calla el sapo

El haiku anterior tiene yûgen por la niebla: dentro de ella, las personas que esparcen el estiércol parecen perder entidad; no se ven con definición sus movimientos, sino simplemente se intuyen. La corporeidad de los entes se difumina porque no se oponen al medio que los absorbe. No ocurre así, por el contrario, con el sapo, cuya presencia se manifiesta en su croar incesante. No sabemos dónde está, pero se le escucha: tiene algo que lo distingue de la niebla y no es absorbido por ella. Los humanos, por el contrario, no tienen nada con que resaltar: su entidad “sin reforzar” es subsumida por la niebla, y desaparecen en ella.

No es descabellado, pues, pensar en que el yûgen es un valor principalmente visual, pues es el sentido que mejor permite percibir ese adentrarse, ese ser absorbido en las cosas, y desaparecer en ellas. En la atmósfera de yûgen, la identificación parcial —tradicionalmente occidental— entre lo que se ve y lo que está es aún más evidente (vid. serie “Bashô”, §1.º Transparencia, Mavi Porras, El Rincón del Haiku, sección Debates). Es más; esa identificación apunta a la propia impermanencia de la existencia en cierto modo, pues el ser, aun estando, deja de estar por desaparecer en el medio, por dejar de percibirse.

Otra imagen tradicional que evoca yûgen es la oscuridad de la noche:

Se va haciendo de noche
Hacia la ciénaga
miles de grullas

 En este haiku se combinan las grullas, que se alejan del campo visual, con el anochecer. La oscuridad asociada con la noche acentúa aún más esa sensación de que las grullas son engullidas por un fondo oscuro, que no se resisten a ser atrapadas por el medio. A la sensación de atrapamiento quizá contribuya también la viscosidad de la ciénaga. Un haiku de similitudes que resulta una delicia formal para el paladar de los sentidos.

Noche de enero.
Los ojos del cacomixtle1
en el sabino.

1 Cacomixtle: Hond. Mamífero de la familia de los vivérridos, de color pardo y cola anillada, emparentado con los mapaches.

En este haiku, elegido a propósito con afán ejemplificador, se evidencia que no posee yûgen —que no es ni bueno ni malo, dicho sea de paso—, pues si bien la oscuridad de la noche sume en ella a las realidades que acontecen, no es capaz de absorber la luz brillante de los ojos del cacomixtle. Dichos ojos, al destacar en las tinieblas, no desaparecen en ella: se muestran como son, sin confundirse progresivamente con el medio absorbente hasta formar parte de él.

Finalmente, mostramos otro haiku que rebosa yûgen, donde los hombres quedan sumergidos en la combinación de la noche y la arena del desierto:

Calina.
De noche aún
arrancan patatas

Esperamos que esta entrada acerque la comprensión de un valor estético tan escurridizo como el yûgen, tal como nosotros lo entendemos.

 

(Los haikus seleccionados pertenecen, en orden de aparición, a Hikari, Encarna, Roxana Dávila y Mavi, respectivamente).

Viento

Junio 2024
Otoño – invierno
Córdoba, Argentina

Viento

A la hora de enfrentarnos a poetas como Santôka (cuya irreverencia a las reglas formales propicia su originalidad) podemos abrirnos hacia un campo de exploración sumamente interesante para configurar líneas de lectura cuando entendemos que el haiku trasciende sus tópicos, sus estereotipos, su código poético. Creo que si seguimos sosteniendo que ciertos kigo o kireji tienen un sentido determinado y leemos el haiku contando silabas y apostando por la acreditación o desacreditación de estas, tal vez logremos saber poco y nada de los desafíos que presenta esta escritura poética y el modo en que se modernizó durante el siglo XX. Por esta razón, en esta entrada de ir sin fin, quisiera ampliar el título de esa columna hacia otro lugar: ir sin fin en la lectura, esto es, prescindir de los diccionarios y manuales de haiku para abrirnos a la lectura creativa. Y digo prescindir, lo que no significa abandonar. Sino permitirnos el delirio de una lectura, no solo por el placer de él sino también por el entusiasmo de descubrir lo que hay entre los trazos del haiku.

Tetsuro Watsuji en Antropología del paisaje (Fudô) elabora una hipótesis en torno a las relaciones entre los distintos agentes que participan del clima y los paisajes en relación con el hombre. Específicamente, Watsuji propone una fenomenología del paisaje donde el hombre se explica a través de su entorno. Para argumentar esta hipótesis recurre al concepto de kimochi, “un temple o disposición anímica” que no es un simple rasgo psicológico sino que evidencia un estado de existencia que involucra, al clima, al paisaje y al conjunto de relaciones de existencia humana. Sin embargo, este kimochi no es experiencia cultural codificada, sino que se modula cuando se presta atención a las posibles interpretaciones del haiku.

  Para esta ocasión elegí, el viento. Y elegí el viento para presentar esta idea porque creo que es uno de los fenómenos atmosféricos con más variaciones y una amplitud de kimochi, o diré, de temple, en el haiku. El viento es vendaval, es brisa, el soplo de otoño, pero también se aparece en la forma de los pinos, en el sonido de un furin, en los remolinos de hojas secas. En todas estas manifestaciones el viento moviliza un temple imprevisible, inesperado, particular en uno y cada uno de los haikus. Si el sonido de la campana es manifestación de un viento suave con la fuerza justa para hacer sonar la sutileza del furin, es porque para dar cuenta de él hay un yo que pone el oído antes de la escritura. Watsuji denomina esta relación como “el peso del paisaje [y el clima] en nuestras vidas” (39). Y particularmente, para el filósofo japonés, las expresiones tópicas del haiku expresan mejor que cualquier otro elemento cultural ese peso. Detengámonos un minuto a leer las siguientes líneas de Watsuji:

El estado de ánimo luminoso de un día claro de atmósfera diáfana, el kimochi oscuro de un día de humedad densa y calor sofocante, el sentirse rebosante de vida al contemplar el nuevo reverdecer o el frescor de lluvias primaverales, el temor ante la tempestad…Podríamos seguir enumerando así todas las expresiones poéticas tópicas de los versos haiku japoneses y aún no habríamos expresado por completo el peso del clima y del paisaje sobre nuestra vida, que ofrece una gama tan rica de determinaciones ambientales. Ciertamente, no sólo llevamos con nosotros un pasado sino también uno ambientes y unos paisajes. (Watsuji, 2006: 40)

Sin embargo, dudaría de afirmar que ese peso se manifiesta de una manera tópica, en otras palabras, siempre del mismo modo. Esto significa que la caída de las flores de cerezo evoca cierto sentimiento invariable en el “alma poética” japonesa. Efectivamente, existe un kimochi específico en relación con ese fenómeno, pero podríamos afirmar que a todos los lectores afecta de la misma manera. Y no solo pienso en los occidentales, sino también en los japoneses, porque creo que no deberíamos desestimar la creatividad que reside en los lectores, cuya predilección por este tipo de poema no solo es un poco excéntrica, sino también de cierto entusiasmo. En este punto se abre otro cantar, que requeriría una investigación en antropología de la lectura con lectores de haiku japoneses que llevaría años y creo sería imposible reponer. Pero me atrevo a quedarme con esta idea, y confirmar en la potencia de la lectura poética así como en la potencia significativa del haiku.

Ahora bien, creo que Santôka, ante al viento, muestra un temple bastante distinto. Si se me preguntara por qué creo esto, no podría precisar exactamente de dónde proviene ese gusto por el viento, por el aire, por lo invisible; una preferencia por la levedad y lo invisible que clausura las preguntas y las respuestas. En la antología El monje desnudo, Vicente Haya ante el siguiente haiku de la sección “viento”:

秋風の石を拾う

Akikaze no ishi wo hirou

Con viento de otoño
recojo una piedra

(2006, 174)

Haya encuentra este haiku “perfecto”. Lo es: breve, sencillo, simple en su escritura; expone una imagen fuerte. Ante el viento de otoño, el poeta recoge una piedra. Nada motiva este gesto, como nada motiva al viento. Esta falta de motivación se convierte en el motivo poético del haiku. Es maravilloso: con una sola frase, resume, y me atrevo a decir con mucho pudor, una verdad vital: una vida lo es por imprevisible. Aunque busquemos certezas en los pasados y creamos en la racionalidad que instaura el orden de la causalidad, lo cierto es que si nos entregamos a la vida poética es porque ahí reside el alivio de lo no calculable. Suponiendo, si es que esto es posible, que lo poético contradice el orden de los racionales, lo imprevisible “el gesto inocente” de recoger una piedra sin motivos nos introduce en el orden de lo poético como aquello que, parecido a la vida, no tiene fines, ni destino, demuestra un sin razón y la validez de esa sin-razón, de la estupidez.

どうすることもできない矛盾を風ふく

dō suru koto mo dekinai mujun o kaze fuku

No hay remedio
El viento sopla
contra mis incoherencias

(2006, 104)

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さて、どちらへ行かう風がふく

Sate, dochira e ikô kaze ga fuku

 Bien, ¿a dónde vamos?..
Sopla el viento

(2004, 33)

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何を求める風の中ゆく

Nani o motomeru kaze no naka yuku

¿Qué pretendo encontrar
internándome en el viento?

(2004: 159)

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山から風が風鈴へ生きていたいよおもふ

Yama kara kaze ga furin e ikite itai to omou

Un viento que va
de la montaña a la campanilla…
Yo quiero seguir viviendo…

(2006: 181)

Trad. Vicente Haya

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あれこれ食べるものはあって風の一日

arekore taberumono wa atte kaze no ichinichi

Picando de esto y aquello, viento todo el día.

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松風すずしく人も食べ馬も食べ

Matsukaze suzushiku hito mo tabe uma mo tabe

Confesión: Algunos haikus dejan solos a los traductores. Si solo nos guiamos por nuestros conocimientos del vocabulario poético, inicialmente traduciríamos matsukaze como “el sonido del viento entre los pinos”. Una imagen preciosa, una de esas palabras japonesas que particularizan lo más ínfimo. No es solo el viento o el sonido, sino específicamente un sonido envolvente, que embota a quien lo percibe dentro de un bosque y solo ocurre entre los pinos, solo cuando el viento sopla. Este sentido de matsukaze se combina muy bien con susushiku, que es fresco y agradable. Pero veamos las imágenes siguientes: Alguien come, un caballo también. Y es ahí cuando el haiku nos hace volver al principio. Podríamos traducirlo como: «El sonido del viento entre los pinos. Refresca, alguien come y el caballo también»; podrían comer cualquier cosa, pero inmediatamente se asoma otro sentido de matsukaze: un tipo de galleta espolvoreada con azúcar y semillas de sésamo. Así habría otro tipo de traducción: “Alguien come galletas frescas, el caballo también”. En esta última traducción, habría cierta gracia que distaría mucho del contenido elevadamente estético de “el sonido del viento entre los pinos”. Pero lo grandioso es que ambos sentidos se combinen en un mismo haiku.

Pienso que este tipo de haikus merecen menos traducción que explicación; así, cada lector puede construir la pluralidad de la imagen en la cabeza, reírse y emocionarse a la vez, recordar las valencias del sentido del poema aunque no lo recuerde en japonés. O bien, habrá quienes decidan, con valentía, enfrentarse al instante de decisión sobre la lengua e imponer su traducción, tarea igualmente válida. Pero, insisto, en aprender a abrazar la poesía más allá de sus palabras, cultivar el sentimiento poético, esas variaciones del kimochi que se producen por el olor a galletas recién horneadas, por el sonido del viento y el frescor que trae junto al aroma de los pinos.

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けふもいちにち風をあるいてきた

Kefu mo ichinichi kaze wo aruitekita

También hoy: caminé todo el día contra el viento.

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春風の鉢の子一つ

Harukaze no hachi no ko hitotsu

 Solo brisa de primavera en el cuenco de un niño.

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ふる郷忘れがたい夕風が出た

furu sato wasure gatai yūfū ga deta

Sopla, el inolvidable viento nocturno de mi pueblo natal.

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秋風の鶏を闘はせてゐる

akikaze no niwatori o hasete iru

Viento de otoño. Los gallos salen de riña.

Trad. Julia Jorge

Referencias

Santôka (2004). Saborear el agua. Trad. Vicente Haya. Madrid: Hiperión.

_______ (2006). El monje desnudo. Trad. Vicente Haya.  Madrid: Miraguano.

_______ (16 de septiembre de 2014) 草木塔 [Pagoda vegetal (selección de haikus)]. Aozora Bunko. Recuperado de: https://www.aozora.gr.jp/cards/000146/files/749_34457.html La traducción es nuestra.

Watsuji, Tetsuro. (2006) Antropología del paisaje. Trad. Juan Masiá y Anselmo Mataix. Salamanca: Ediciones Sígueme.