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EL PUENTE

Antes de abordar el tema de la mística oriental, quisiera compartir el hallazgo de unas líneas que me sorprendieron por su lenguaje sencillo, directo, y con un cierto aire de travesura:

<Si antes de tratar nuestro tema detenidamente, dijéramos, como en broma, que todos los seres desean contemplar y miran a este fin, tanto los racionales como los irracionales, y aun las plantas y la tierra que la engendra; y que todos estos seres llegan a este fin en cuanto ellos son capaces, de acuerdo con su naturaleza; pero que ellos contemplan cada uno a su manera (…)

Digamos cuál sea su contemplación, y cómo podemos reducir las cosas producidas por la tierra y salidas de ella a su actividad contemplativa; cómo la naturaleza que se dice carecer de fantasía y de razón, posee en sí contemplación y lo que hace lo produce por la contemplación que, [según algunos dicen], ella no posee.

Si uno le preguntara [a la naturaleza] por qué produce, ella le respondería, si pudiera entender la cuestión y hablar: “No es necesario preguntar, sino comprender y callar, como yo misma callo, pues no tengo la costumbre de hablar”. 

¿Qué quieren decir estas palabras? (…) ella tiene en sí una contemplación silenciosa, que no está dirigida ni hacia [los seres] de arriba, ni hacia [los de] abajo, permaneciendo en donde está, en el reposo y en el conocimiento de sí misma>.  

Si a la experiencia de Plotino, en tanto mística, se le puede dar una gran variedad de sentidos, de acuerdo con el criterio de Scholem; entonces, es válido acercarse a las líneas de su discurso, (emanadas de dicha experiencia), desde cualquier ángulo. Plotino, al hablar de la contemplación se sitúa en el plano metafísico; yo hago un enfoque estético-poético, mas no a través de otro esquema de ideas, sino que me atengo a la experiencia con los vegetales:

Cuando estuve en la costa aquella donde aportaba la “Nao de la China”, tomé unas semillas de estropajo, (Luffa aegyptiaca), y se me ocurrió, curiosidad infantil, sembrarlas en el jardín. Lo hice a hurtadillas porque se me había advertido que no era planta de ornato. Brotó una plantita de hojas gruesas, ásperas, vellosas. Esperaban que la arrancara de inmediato; preferí observar cómo crecía. El tallo sarmentoso llegó hasta la tapia. Sus zarcillos se fueron adhiriendo a la pared a lo largo del pasillo. Trepó al almendro de la entrada y, desde las ramas, pasó al cable de teléfono. Cuando llegó el fin de semana en que se vencía el plazo para cortarla, empezó a florecer: unas corolas amarillas de cinco pétalos se mecían al frente de la casa. Pedí prórroga para contemplarlas, y la prolongué porque aparecieron unos frutos verdes que se alargaron hasta adquirir la forma de pepinos de gran tamaño. Esperé a que se secara la planta para retirarla de los cables, y tuve suficientes estropajos para compartir con la familia y los vecinos.

La planta de estropajo estuvo absorta en su labor. Se dedicó a lo suyo: absorber agua, luz solar, crecer, trepar, extenderse. Dio flor y fruto, sin hacer caso de las opiniones del vecindario. Su contemplación fue acción creadora.

Yûgao ni
mitoruru ya mi mo
ukari-hyon

(Bashô)

Ante la flor del yugao,
pasmado hasta ausentarme
de mi propio cuerpo

(Trad. Vicente Haya)

Los párrafos de Plotino son parte de una selección de las Enéadas que tradujo Ismael Quiles (1906-1993), filósofo español radicado en Argentina, pionero de los estudios orientales en América Latina.

Ismael Quiles viajó al Oriente: India, Japón, Taiwán. Filósofo de la interioridad, escribió sobre yoga y budismo. Fue también, un impulsor del yoga. Es, pues, parte de ese ir y venir entre Oriente y Occidente que ha venido a conformar esa especie de ruta que, a diferencia de la “ruta de la seda”, en vez de productos materiales, ha traído cosmovisiones, mística y poesía.

Otro de los que fueron al Oriente, es Xavier Escalada; periodista, escritor e historiador religioso, nacido en España y nacionalizado mexicano (1934-2006).  Escribió sobre yoga y difundió su práctica, asimismo escribió sobre las técnicas budistas de concentración.

Víctor Becerril Montekio, mexicano, trajo el Taiji Quan y el taoísmo. Y no necesitó trasladarse al Oriente para entrar en contacto con esa legendaria región. Mientras estudiaba sociología en París entró en contacto con hombres que traían el Oriente en el cuerpo-mente, porque, ya lo decía Alan Watts: <Cada vez más “el Oriente”, como fuente de sabiduría, significa algo no geográfico, sino interno>.

Puede considerarse a Vivekananda como el iniciador de esta ruta de sabiduría. En 1893 participó en el Parlamento Mundial de las Religiones, celebrado en Chicago. Permaneció tres años dando cursos y conferencias; con base en ellas, publicó libros sobre Yoga y Vedanta, que incluyen una traducción comentada de los Sutras de Patanjali.

Las aportaciones del Swami Vivekananda, de fines del siglo XIX, siguen teniendo vigencia. Más adelante veremos esto. De momento me limito a señalar que, en sus lecciones de Raya Yoga, presenta esta disciplina de una manera asequible a las mentes occidentales, y podemos afirmar que es una especie de ultra fenomenología que va más allá de la epojé, la imagen y el concepto. Es el yoga de los contemplativos; pero, hay también un yoga de la acción o Karma Yoga, que consiste en cumplir con el propio dharma o deber que nos corresponde, sin apetecer los frutos de la acción, es decir, actuando con desapego. Este yoga nos permite entender la aplicación del budismo a las diferentes actividades de las personas.

Por parte del budismo, Taisen Deshimaru fue a Francia a enseñar el zazen. Y, de los que llegaron a los Estados Unidos, destaco a Shunryu Suzuki, que fundó un monasterio en California y, entre sus lecciones, tradujo y comentó el Sandokai de Sekito Kisén, un poema chino que arroja luz sobre el Yogacara de Asanga y Vasubandhu, aclara el concepto de eso que llamamos “realidad”, y nos acerca a las relaciones de esa “realidad” y el lenguaje manejado por Bashô.

De los viajeros que han cruzado tierras y océanos para entablar un diálogo de arte y sabiduría, no puedo dejar de mencionar a Yogananda y D.T.Suzuki. Y, de los occidentales, a Percival Lowell, Lafcadio Hearn, Blyth, Donald Keene, Enrique Gómez Carrillo. Este ir y venir de los humanos tiene su contrapunto numinoso en la antigüedad. Antes de que Mitra y otras divinidades asiáticas llegaran a Roma, Alejandro y sus falanges fueron al Oriente acompañados por unos filósofos, y también por los númenes. Ahí está el testimonio de Palas Atenea blandiendo el rayo en las monedas de Menandro, rey indo-griego. Y Apolo, haciendo visible al Buda, en Gandhara, al darle rostro y figura con todo y halo solar.

¡Cuántas personas
han pasado a través de la lluvia de otoño
por el puente de Seta!

(Jôco)

Una Cama de enfermo de seis pies de largo

El último diario de Shiki. Un extenso libro donde conocer al maestro y sus pensamientos y reflexiones sobre muy diversos temas. Además, está enriquecido con numerosas notas a pie de página y enlaces con explicaciones sobre lugares, comidas, historia, arte… y todo lo que se habla del ámbito y la cultura japonesa.

Puedes descargarlo gratuitamente desde aquí:

«Una cama de enfermo de seis pies de largo»

LIBRO «SHIKI: A PROPÓSITO DE SUS IMÁGENES»

A lo largo de 2023, Elías Rovira Gil ha desarrollado en ERDH una serie en la que cada mes entregaba algunas imágenes, en general muy poco conocidas en nuestro entorno, de o sobre Shiki, acompañadas de algún comentario o texto al respecto. Conocimos así de forma ligera más cosas sobre la vida y obra de este genio del haiku.

Ahora, la editorial wabi-shiori y su director Jaime Lorente, ofrecen dicha serie a golpe de un click.

PUEDES DESCARGAR GRATUITAMENTE EL LIBRO «SHIKI: A PROPÓSITO DE SUS IMÁGENES» clicando en este enlace:

«SHIKI: A PROPÓSITO DE SUS IMÁGENES»

 

Diciembre 2023

CONSTRUIR

Unas hojas,
Sin nada esperar del mundo.
Sobre los coches. 

DECONSTRUIR

Como el del mes pasado, también este es un haiku urbano. La naturaleza, hay que recordarlo, no está solo en el campo, el mar o la montaña, sino que la naturaleza es —no está mal recordarlo— igualmente la ciudad, incluyendo cables eléctricos, como en el haiku del mes pasado, aceras, coches y… en algunos casos, un aire nada limpio. ¿Una naturaleza pervertida (no perversa)? Sí, probablemente, pero naturaleza al fin y al cabo. Y el haijin, como no podía ser de otro modo, está en su seno.

También el haiku de este mes posee un marco otoñal. Hay pocas imágenes más otoñales que las hojas que caen de los árboles tras haber cumplido su ciclo vital. Las hojas caídas, ochiba en japonés, es un motivo frecuente en la vieja poesía japonesa sobre el otoño. En el waka clásico, que es el abuelo del haiku moderno, las hojas suelen venir empurpuradas: son las de los arces, de bellos tonos carmesíes y ocres en el otoño: son las famosas momiji, cuya contemplación es, al lado de la eclosión primaveral de flores de cerezo, uno de los grandes eventos anuales que la naturaleza regala al pueblo japonés.

Pero las hojas que vi la semana pasada en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera no estaban adornadas de esos atractivos colores. Tampoco cayeron en la tierra de un jardín o campo, ni siquiera acabaron mansamente en  el suelo de la acera de la calle. Nada de eso. Las hojas que capturaron mi atención cayeron sobre la dura, fría superficie metálica de los coches aparcados en la calle. Por alguna extraña razón sentí que fueron hojas sin suerte en la vida. Y sin esperanza. A lo sumo su esperanza era esa: no tener esperanza. Una esperanza que ciertamente no les dará este mundo, pero sí tal vez el mundo de lo invisible, como el mundo de la poesía. Aquí, un modesto tributo a su destino.

En un célebre haiku, Kobayashi Issa, el haijin de los insectos y otros pequeños animales, tiene un haiku donde quien nada espera es una mariposa:

Chō tobu ya                                      ちょう飛ぶや
Kono yo ni nozomi                         この世に望み
Nai yō ni.                                           ないように

La mariposa
Como si nada esperara de este mundo
Revolotea.

Los versos del maestro Issa, sin duda, son más poéticos porque en su segundo verso asoma la interpretación de una apariencia: el “como si”. En los míos, por el contrario, en el segundo verso reina la certeza.

Una mariposa en el caso de Issa; unas hojas en el mío. En los dos, un ser humano, un haijin que, sea adulto o niño, y con característica arrogancia, pone voz a la naturaleza.

Releo mi haiku ahora y se me antoja duro, casi inquisitorial, algo intelectual. No creo que sea el haiku que hubiera compuesto un niño.

El niño, por su edad, no ha desarrollado aún la capacidad de hacer metáforas ni de expresar abstracciones ni imágenes intelectuales. Su visión, por el contrario, es directa e inocente: pura sensación. Es un haijin por naturaleza.

Que un haiku posea inocencia infantil, que pueda ser obra de la visión de un niño o niña es, para mí, la prueba de algodón de un buen haiku. Dicen que Bashō insistía en esta cualidad. ¿La tiene este de las hojas sin esperanza caídas sobre unos coches una mañana de otoño? No estoy seguro.

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PARTE 3. HAIKU Y POESÍA. HAIKU Y POESÍA (1 de 2)

PARTE 3

HAIKU Y POESÍA

HAIKU Y POESÍA

En Biographia Litteraria (capítulo XIV), Coleridge nos da una definición de la poesía que difícilmente encajará con el haiku, aunque puede aplicarse a otras formas de poemas:

Poesía es aquella especie de composición que se opone a las obras de la ciencia, por proponerse como su objeto inmediato el placer, no la verdad.

Es extraño que un crítico que también era poeta, no se diera cuenta de que la poesía es algo que, por su naturaleza, no puede definirse. Cuando tenemos la experiencia de la poesía sentimos,

A través de todo este vestido de carne,

brotes brillantes de eternidad.

No es placer; o si lo es, es placer poético, y estamos en la misma dificultad que antes.

La vida es una llama pura, y vivimos por un sol invisible de nuestro interior.[1]

Es invisible, pero sabemos que la llama está ahí. No vemos la luz; vemos por ella.

El haiku es la expresión de una iluminación temporal, en la que vemos la vida de las cosas.

稲妻にこぼるる音や竹の露

inazuma ni    koboruru oto ya    take no tsuyu

¡Un relámpago!
el sonido de las gotas
cayendo entre los bambúes.

(Buson)

Imagen 20Alcaudón chillando en una rama muerta,
de Miyamoto Musashi

No hay distinción entre el momento de la composición y el de la apreciación, entre lo interior y lo exterior. La vida discurre tan libremente entre ambas partes que percibimos las cosas mediante introspección, y nuestras experiencias del mundo exterior tienen la misma inmediatez, validez y certeza que los estados de pura autoconciencia. Mientras Hōjō (法常) agonizaba, una ardilla voladora (麗鼠) chilló. Entonces dijo:

御物、 非他物。北等諸人普護持之, 春今題

Lo inmediato es esto; no es eso. Todos ustedes, monjes, aférrense a esto (la inmediatez). Ahora me marcharé.

De la misma manera Confucio dice:

二三子以我盛呼、春無隠平。

(龍番七、ニ十三)

Amigos míos, ¿creéis que os oculto algo? No os oculto nada.

Este es el trabajo de un poeta, no ocultarnos nada. Cuando lo hace, se ve claramente la naturaleza búdica de una cosa.

Cada cosa predica incesantemente la ley, pero esta ley no es algo diferente de la cosa misma. Haiku es la revelación de esta predicación, al presentarnos algo desprovisto de toda nuestra distorsión mental y decoloración emocional; o más bien, muestra la cosa tal como existe al mismo tiempo fuera y dentro de la mente, perfectamente subjetiva, nosotros inseparados del objeto, el objeto en su unidad original con nosotros mismos.

傘におしもどさるいしぐれ設

Karakasa ni oshimodosaruru shigure kana

Caminando bajo la lluvia invernal,
el paraguas
me empuja hacia atrás.

(Shiseijo)

El haiku, por tanto, plantea la mayor exigencia a nuestra pobreza interna. Shakespeare derrama su alma universal y nos humillamos ante su omnisciencia y su poder desbordante. Los haiku exigen de nosotros que nuestra alma encuentre su propia infinidad dentro de los límites de algo finito. En este sentido, nada se nos oculta. El haiku es el resultado del deseo, del esfuerzo, de no hablar, de no escribir poesía, de no oscurecer más la verdad y la talidad de una cosa con palabras, con pensamientos y sentimientos. De estas cosas, digo con Emerson,

Lo que eres habla tan alto, que no puedo oír lo que dices.

Las cosas deben hablarnos tan alto, que no podemos oír lo que los poetas nos dicen de ellas.

Un haiku no es un poema, no es literatura; es una mano que señala, una puerta entreabierta, un espejo limpio. Es una manera de regresar a la naturaleza, a nuestra naturaleza lunar, a nuestra naturaleza de flor de cerezo, a nuestra naturaleza de hoja que cae, en definitiva, a nuestra naturaleza de Buda. Es una manera en la que la fría lluvia invernal, las golondrinas de la tarde, incluso el mismo día en su calor y la duración de la noche cobran verdadera vida, comparten nuestra humanidad, hablan su propio lenguaje silencioso y expresivo.

舟と岸と話してねる日永かな

Fune to kishi to    hanashi shiteiru    hinaga kana

Qué largo el día:
el barco está hablando
con la orilla.

(Shiki)

Es un lenguaje silencioso porque sólo llama a una determinada área y no explica por qué, dónde ni cómo. En el poema anterior de Shiki, el simple significado de que el hombre en el bote está hablando con el hombre en la orilla no es, a pesar de su brevedad poética, el punto realmente significativo del poema. Esto se encuentra en un ámbito completamente diferente, donde los barcos y las costas hablan libremente entre sí y continúan sus eternas conversaciones, indiferentes a nuestra prosaica e intelectual protesta.

¿Qué es un poeta? Un poeta es un espíritu que habla a los espíritus.

相見阿阿笑

園林落葉多

(頑林旬集)

Al encontrarse, los dos amigos ríen en voz alta:

en la arboleda, las hojas caídas son muchas.

Confucio no está pensando en un poeta, pero sus palabras son válidas:

唯天下至誠、能索共性、能恭其性、 能盛人之性、 能憲人之性、則能輩物之性、 能哉物之性、則可以賛天地之化育、 可以 質天地之化育、 則可以奥天地参夫。

                                                                               (中庸中ニ)

Sólo aquel que ha alcanzado la sinceridad (perfecta) bajo el Cielo puede agotar (las infinitas potencialidades de) su naturaleza. Quien hace esto, puede agotar la naturaleza del hombre y, por tanto, la naturaleza de (todas las demás) cosas, logrando así (el poder de) participar en la (actividad) transformadora y vivificante del Cielo y la Tierra, y como Hombre, haciendo un tercero con ellos.

¿En qué idioma se hablan los poetas entre sí?

No se expresan ni con palabras ni con silencio. En esa condición que no es ni palabras ni silencio, se capta su naturaleza. (Sōshi, 25).

¿Qué dicen los poetas de los que no lo son?

道郎太禁道

貝道得八成。

(碧、八十九)

Cuando hablas, hablas bien,

pero tu hablar es incompleto.

Por eso es tan agotador leer poesía, por eso la evitamos instintivamente. Entrar en estrecho contacto con cosas o personas es a menudo una tarea dolorosa. Incluso con Dios esto es así.

Dios ama todas las cosas por igual.

Gott ist in allen Dingen und an allen Orten gleich, und ist uberall gleich bereit sich dem Menschen zu schenken, so weit es an ihm liegt.

(NT: Dios es el mismo en todas las cosas y en todos los lugares, y está igualmente dispuesto a entregarse a los hombres en todas partes, en la medida que a él le corresponde.)

La intuición de Eckhart se expresa de un modo típicamente zen:

虚容無脊面

鳥道紙東西

(障林旬集)

En la vasta inanidad, no hay detrás ni delante;

el camino del pájaro conquista el Oriente y el Occidente.

Pero todas las cosas no reciben ni pueden recibir ese amor por igual, Dios está en todas las cosas por igual, pero las cosas no lo manifiestan en el mismo grado. Eckhart dice,

Nun habe ich schon oft gesagt: wenn ich von Gleichheit spreche, so meine ich nicht, dass man alle Werke und alle Orte und alle Leute fur gleich halten soll. Das ware unrecht; denn Beten ist ein besser werk als Spinnen, und die Kirche ist ein edlere Statte als die Strasse. Aber du sollst in den Werken ein gleiches Gemut und ein gleiches Zutrauen und einen gleichen Ernst zu deinem Gott haben.

(NT: Ahora bien, he dicho muchas veces: cuando hablo de igualdad, no quiero decir que se deban considerar iguales todas las obras, todos los lugares y todas las personas. Eso estaría mal; porque mejor trabajo es orar que hilar, y la iglesia es un lugar más noble que las calles. Pero debéis tener el mismo espíritu, la misma confianza y la misma seriedad hacia vuestro Dios en vuestras obras.)

Y estas diferencias en las cosas, estas limitaciones son, de la manera más asombrosa, las mismas cualidades que manifiestan a Dios. Es en virtud de la falta de algo, que una cosa tiene valor.

樹呈風態

波弄月神

(林句集)

El árbol manifiesta el poder corporal del viento;

la ola exhibe la naturaleza espiritual de la luna.

Si el árbol fuera lo suficientemente fuerte no manifestaría nada. Si la ola fuera rígida, la naturaleza de la luna no se podría expresar en ella. Esta fuerza perfeccionada en la debilidad es lo que Eckhart llama convertirse en hijo, alguien que no rechaza nada, que deja de lado todo lo que dificulta la unión perfecta con todas las cosas, buenas y malas, provechosas y no rentables, puras e impuras.

Sollt ihr also ein Sohn sein, so müsst ihr ablegen und von euch scheiden alles, was eine Besonderheit an euch ausmacht.

(NT:Por eso, si queréis ser hijos, debéis descartar y separar de vosotros mismos todo lo que tenéis de especial.)

Un poeta ve las cosas como son, en la medida en que es desinteresado.

Mi juicio es justo porque no busco mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió.

En relación con cada circunstancia, debemos ser como los sirvientes en la fiesta de Caná:

Todo lo que Él os diga, hacedlo.

Las flores dicen “¡Florece!” y florecemos con ellas. El viento sopla y nos balanceamos entre las hojas. Lawrence describe al poeta con las siguientes palabras:

El hombre animal puro sería tan hermoso como un ciervo o un leopardo, ardiente como una llama alimentada directamente desde abajo. Y sería parte de lo invisible, como lo es incluso un ratón. Y no dejaría de maravillarse, respiraría silencio y asombro invisible, como lo hacen las perdices que corren entre los rastrojos. Sería todos los animales, por turnos, en lugar de la cosa fija y automática que es ahora, machacado por los nervios.[2]

Podemos llegar a la misma conclusión desde el otro extremo de la escala. En la medida en que existe un tomate, existe Dios. Cuando un tomate se pudre, Dios se pudre. Dios florece en las flores del verano, cae en las hojas del otoño, yace tranquilo y frío en la nieve y el hielo del invierno.

青山元不動

白雲自去楽

(碑林句集)

Las colinas azules son por naturaleza inamovibles;

las nubes blancas van y vienen por sí mismas.

De nuevo decimos: Dios ama a todas las cosas por igual, al ratón que atrapa el gato, el agua que engulle al marino, el hombre que mata a golpes a su madre. Sustitúyase la palabra “Dios” por la palabra “poeta”, y las afirmaciones anteriores serán igualmente verdaderas. Si usted piensa que el universo le es hostil, es simplemente un reflejo de su enemistad con el universo. Si usted piensa que

estoy tan contento de que Jesús me ame

eso es un reflejo de tu amistad con él. De hecho, no es ni hostil, ni amistoso, ni indiferente. Eres tú, tu verdadero yo. La vida poética, la religiosa, es la de los ángeles

que siempre contemplan el rostro de su Padre en el Cielo.

Así, aunque la vida del poeta es de dolor, también es de paz. La interpenetración de la vida con la vida es un asunto agonizante, pero es como la punción de un forúnculo, como el nacimiento de un niño, en el lenguaje de Dante,

com’ acqua recepe

raggio di luce, permanendo unita.[3]

como el agua recibe

un rayo de luz, permaneciendo íntegra.

Lo siguiente, es obra de Bashō

古池ふるいけや蛙飛びこむ水の音

Furuike ya     kawazu tobikomu     mizu no oto

El viejo estanque;
una rana salta dentro;
el sonido del agua.

Es de muy dudosa autenticidad, y en cierto modo estropea la sencillez y aparente espontaneidad del original. De hecho, se siente una tendencia a arrancar del inconsciente y lo instintivo lo que debería quedar allí, una cierta artificialidad y convencionalismo esotérico que es repulsivo para la mente poética. No obstante, ilustra una de las formas en que el zen y el haiku están relacionados y, además, muestra una cierta forma del pensamiento poético que ha acompañado al haiku desde la aparición de Bashō.

Bucchō, (柳頂), del Templo Komponji, (常州島根本寺), un monje de amplia lectura y profunda iluminación, se convirtió en el maestro de Bashō. Tras trasladarse al templo Chōkeiji, (長慶寺), en Fukagawa, cerca de Edo, un día visitó al poeta, acompañado por un hombre llamado Rokusō Gohei, (六前五兵衛). Este último, al entrar por primera vez en la ermita, gritó: “¿Cómo es la Ley Budista en este tranquilo jardín con sus árboles y hierbas?”

如包なるか是れ庭草木中の仰法。

Bashō respondió: “Las hojas grandes son grandes, las pequeñas son pequeñas”.

葉に大は大、小底は小な

Bucchō entró entonces y dijo: “¿qué ha conseguido recientemente?”.

近日何の有る所ぞ。

Bashō respondió: “Se acabó la lluvia, el musgo verde está fresco”.

雨過ぎで青苔を洗よ.。

Bucchō le preguntó además: “¿Cuál era esta ley budista antes de que creciera el musgo verde?”

如何なるか是れ青昔未生前の働法。

En ese momento, al oír el sonido de una rana que saltaba al agua, Bashō exclamó: “El sonido de la rana que salta al agua”.

駐飛び込む水の音

Bucchō se llenó de admiración ante esta respuesta, considerándola una prueba del estado de iluminación de Bashō…… En ese momento Sampū (杉風) felicitó respetuosamente a Bashō por haber compuesto este verso, reconocido por Bucchō, añadiendo al arte la gloria de la religión; Ransetsu (嵐雪) dijo: “Puede decirse que esta frase del sonido del agua representa plenamente el significado del haiku, pero falta la primera parte del poema. Por favor, complételo”. Bashō respondió: “Yo mismo estaba pensando en ello, pero me gustaría escuchar sus opiniones primero y luego decidiré”. Varios de sus alumnos lo intentaron; Sampū sugirió

宵闇や  El crepúsculo de la tarde;

como las cinco primeras sílabas;

Ransetsu,

林しさに En la soledad,

Kikaku,

山吹や    La rosa de la montaña

Bashō, mirándolos, dijo: “Todos y cada uno de ustedes en su primera línea expresaron un aspecto del asunto y compusieron un verso de calidad por encima de lo común; especialmente el de Kikaku es brillante y fuerte. Sin embargo, no seguiré el modo convencional, lo haré solo por esta noche,

古池や     El viejo estanque

Todos quedaron impresionados y con un profundo asombro. En este poema, el Ojo del Haiku se abre por completo. Conmueve al Cielo y la Tierra y a todos los Dioses y Demonios que hay en ellos hasta la admiración. De hecho, este es el camino de Shikishima, equivalente a la creación de un Buda. El Dharani de Hitomaru (人丸) y el Alabando la Venida del Buda (来迎和讃) de Saigyō, están contenidos en estas diecisiete sílabas.

De alguna manera todo esto no me importa. En mi opinión, el haiku y la práctica del Zen deberían mantenerse separados. El Zen como ejercicio que conduce a la iluminación es una cuestión de vida o muerte para el alma. El haiku sólo se ocupa de la vida. Es la flor de la vida. Es bastante cierto que en el Zen nos esforzamos por ver el mundo como un poeta ve un árbol en flor, pero para llegar a ese estado se necesitan esfuerzos violentos, convulsiones espirituales extremadamente antipoéticas, muy diferentes de las que se ven en el Zen, es la

emoción recogida en la tranquilidad,

que es el flujo de entrada y salida del objeto y la mente en momentos de percepción poética. Un mejor ejemplo de la relación entre Zen y haiku es el siguiente. Cuando Sotōba (蘇東坡), el gran poeta chino de la dinastía Sung, estaba estudiando el problema de la Predicación Insensible (無情説法), en el templo Ryukōji, (りゅこう寺), en Rozan, (蕗山), bajo la dirección de Jōchō (常張), saliendo del templo al amanecer, de repente se iluminó y expresó su comprensión en el siguiente poema muy conocido;

演弊便是度長舌、山色登非非清浄身。

夜来八高四千優、他日如何撃示人。

El torrente de la montaña es la lengua ancha y larga de Buda;

los colores de las montañas, ¿no son su Cuerpo Puro?

Toda la noche, ochenta y cuatro mil versos budistas,

pero en días venideros, ¿cómo mostraré esto a los demás?

Este es también el problema del poeta: transmitir algo de lo que ha visto, transmitir más bien el poder de ver, la vida creativa que forma la parte esencial de lo que aparece en palabras, rima y ritmo.

Esta misma identidad de poeta y santo la tenemos en los versos de Sotōba, en los que describe su experiencia en los montes de Ro (魔:):

虚山姻雨所江潮、不到千般恨未、

到得師楽無別事、虚山蝦雨所江潮。

Lluvia brumosa en el monte Ro, sube la marea en Sekkō,

te arrepientes mucho por no haber estado antes;

cuando ya has estado allí y regresas,

es simplemente una lluvia brumosa en el monte Ro, subiendo la marea en Sekkō.

Esta experiencia de Sotōba, el hombre, es más profunda de lo que el lector podría suponer, pero también lo es la de Sotōba el poeta. La diferencia entre los dos es que la experiencia poética puede estar, y generalmente está, confinada a esa área de la mente que se ocupa de las cosas particulares, mientras que la del iluminado se extiende, quiera o no, por toda la personalidad, por toda la actividad. En Sotōba tenemos la combinación de hombre y poeta en uno, y desde ambos puntos de vista se puede intuir su experiencia total. Los picos vistos a través de la lluvia que parece humo, el poeta los percibe como la deidad manifiesta; el agua creciente del arroyo es Dios mismo, pero sólo si así se percibe inmediatamente; cuando hay un mínimo de separación entre ellos, entre la cosa y Dios, entre él mismo y Dios, tenemos una división intelectual que ninguna pasión puede volver a unir. Cuando pensamos que esto es eso, no es así, y ninguna intensidad de pensamiento lo hará así, porque es el resultado de nuestra inmediatez de percepción que sea así. Además, cuando se percibe este estado de las cosas, es con éxtasis, pero tan pronto como se ha convertido en una experiencia cotidiana y ha perdido su primer impacto de sorpresa, ese mundo recién creado se convierte en el mundo cotidiano en el que vivimos, y este mundo no es el del hombre práctico, apoético, no iluminado, desprovisto de religión o poesía. Esto es lo que Sotōba quiere decir cuando dice que estas montañas brumosas y estas olas agitadas no son nada especial, nada fuera de lo común. Las personas que viven en el Cielo, aquellos que tienen una paz sin deseos, que miran las cosas sin tener en cuenta las ganancias y pérdidas para ellos mismos, encuentran sus vidas bastante ordinarias y aburridas.

Para el lector, cada haiku es un kōan, una pregunta zen, una puerta abierta que parece cerrada, que conduce a ¿…? A nada ni a ninguna parte, porque la puerta es aquello a lo que te conduce y aquello de lo que se sale. Ni siquiera es diferente lo que la atraviesa, que no tiene existencia real alguna. Todo a lo que nos enfrentamos es a un kōan, un examen en el que podemos fracasar o aprobar, cosas del pasado, del presente y del futuro, cosas cercanas y cosas lejanas, reales e irreales, abstractas y concretas. Y todas estas cosas son en sí mismas poemas como esas flores de agua artificiales secas (水造花) que se abren cuando se sumergen en el agua de la mente. Nosotros damos a las cosas su vida, ellas nos dan nuestra vida.

No debemos ser ni esclavos ni amos de las cosas. Hoy es Año Nuevo, y cuando salimos al pozo por la mañana temprano y vemos los rayos del sol brillar en el agua mientras la vertemos en el cubo, decimos:

汲上る水に春たつ光りかな

Kumiageru    mizu ni haru tatsu    hikari kana

En el agua que saco,
brilla el comienzo
de la primavera.

(Ringai)

Pero

Cada día es un Buen Día, 日々是好日

o como lo expresa el poeta:

やつと家た元且も只ひと日哉

Yatto kita    gantan mo tada    hitohi kana

Este día de Año Nuevo
que ha llegado por fin;
es sólo un día.

(Hōrō)

La luz en el agua no es diferente a la de cualquier otra mañana. Nos debatimos entre el sentimiento de que es especialmente brillante y significativo, y la certeza de que no lo es. Aférrate a ambos; no dividamos lo que se da de lo que damos. Todo es como es, pero todo es maravilloso. Todo es ley, pero somos libres. Por un lado, las cosas son como son:

El mar estaba tan mojado como podía estarlo,

las arenas estaban secas …secas.

No podías ver una nube, porque

no había ninguna nube en el cielo:

ningún pájaro volaba sobre nuestras cabezas;

no había pájaros para volar.

Por otra parte, nada es lo que parece, todo es tremendamente improbable y contradictorio. Sentimos nuestro profundo parentesco espiritual con el Caballero Blanco:

“Dijo: Busco ojos de abadejos

entre los brezos brillantes,

y los transformo en botones de chaleco

en la noche silenciosa.

A veces busco panecillos con mantequilla,

o pongo ramitas encaladas en busca de cangrejos,

a veces busco las lomas cubiertas de hierba

buscando ruedas de carruajes.”

Estamos con Puck en que

 las cosas absurdas

son las que más me gustan

Es decir, las cosas son impredecibles, únicas, sin ley. Sin embargo, las cosas son simplemente lo que son, sin ningún significado ulterior. Las cosas tienen un significado infinito; pero también son decepcionantes, son finitos y limitados. Pero en el fondo, en el fondo de nuestra existencia, no pedimos nada, ni siquiera que las cosas sean como son. A pesar de todos nuestros deseos y odios, nuestro instinto más profundo es:

元且や何ももとめぬ宿のさき

Ganjitsu ya    nanimo motomenu    yado no saki

Día de Año Nuevo;
la cabaña tal como está,
nada que pedir.

(Nanshi)

Fin primera parte: Continúa

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[1] Browne, Hydriotaphia.

[2] St. Mawr.

[3] Paradiso, 2, 85-56.

La flor de la chumbera

Barranco de Lújar –
Que suave la flor
de la chumbera

Pilar Carmona

 

Cientos de estrellas
De aquí allá un maullido
en la nopalera

Jaspe Uriel Martínez

 

Almendro en flor;
la chumbera ya llega
hasta las ramas.

Manuel Díez Orzas

 

Chorreando lluvia,
al borde del barranco
la palera en flor

Juan Francisco Pérez

 

en los nopales
semillas del dandelión –
nubes oscuras

Cecilia Iunniso

 

Chumberas de higos verdes –
Tierra adentro
las nubes se juntan

Mavi Porras

 

Fin del invierno.
Se retuerce sin vida
la palera

Paco Ayala

 

brisa nocturna-
llega hasta las chumberas
aroma de yerbabuena

Juan Carlos Moreno

 

 

 

Haiku 58

58

 

草霞み水に声なき日ぐれ哉 

Kusa kasumi mizu ni koe naki higure kana

La hierba brumosa,
el silencio del agua
al atardecer.

Buson escribe aquí un poema del “no sonido” 声なき (koe naki) del agua en la llegada del ocaso. La niebla aún no se ha retirado de la hierba y, a modo de obra pictórica, la paleta de colores del haijin es múltiple: el blanco, el verde, el azul y el naranja/negro del atardecer. Una fusión de sensaciones que incide en el cromatismo de la escena, en el aware del haijin condensado en la brevedad límite del poema. De nuevo, Buson nos muestra la matriz pictórica de una escena, primitiva y profunda,  sugerente y ancestral: el agua, la hierba, y el ocaso pintados de silencio.

 

Haibun 51

Haibun 51

Este dos de noviembre

La luna está en menguante. Las nubes, de un gris lagartija, arrastradas por el viento frío, la cubren de inmediato. Mis piernas temblorosas dan media vuelta y regresan a casa.
Empieza a amanecer. Me traslado, no «a lomo de mula», sino «a lomo de memoria», a la tierra de mis parientes. Desde el arroyo hasta el borde de la barranca, todo era un vergel. Y ese paraíso fue brotando, poco a poco, gracias a las manos callosas de los bisabuelos que talaron el palo hueco del huarumbo lleno de hormigas, respetaron el cornezuelo, esa especie de huizache de los linderos del siempre verde potrero, y sembraron «matas de café», «matas de plátano», árboles frutales, maíz y frijol. Pero todo fue desapareciendo a medida que se llenaba de cañaverales. Ya pasó la zafra. Mis pies se cubren de ceniza y se manchan con el cisco de los restos de la «roza», la quema de los muñones de la caña. ¿Para qué buscar a los tíos en el camposanto? Este desierto es un cementerio, sus huellas están bajo el polvo. Y en este día de muertos quiero pedirle un favor a la más chica de las tías, que me preste al «Turi», ese perro bravo y fiel, mestizo de «pastor» y «perro criollo». La familia de la abuela, en aquellos tiempos, no podía pagar el óbolo de la barca, y tenía que usar, a manera de «jamaca» o puente colgante, el rosario de la Virgen, Patrona del «pueblo», más bien del caserío que, entre todos, levantaron a su llegada. Pero mi abuelo sí necesita un can fuerte y leal para cruzar las aguas de regreso al otro mundo.

Altar de muertos –
El dibujo de un perro
junto al abuelo

Jorge Moreno Bulbarela  “Jor”
 Xalapa, Ver., México

Diciembre 2023

“Este es el último artículo de la columna «Bashou y los clásicos».” Escribiendo esta frase me abruman muchas emociones, muchos recuerdos, pero no las palabras adecuadas para expresarlos. Por una parte, está el honor inmenso que significa ser invitada a formar parte de los colaboradores de El Rincón del Haiku, una comunidad tan importante, la más importante en habla hispana con respecto a la difusión e investigación de este arte poético japonés, y en la que han dejado sus ensayos, ideas y sentimientos plumas destacadísimas, a quienes había leído durante años con la reverencia del alumno al maestro. Por otra, confieso que ese honor iba acompañado de cierta cuota de aprensión, sin saber si estaría a la altura, si mi línea investigativa sería interesante para los lectores, si lograría cumplir mi cometido. Pero ha sido una aventura interesante, entretenida, compleja, que me ha permitido dar a conocer parte de mi trabajo, pero también me ha ayudado a desarrollar mis habilidades investigativas y de redacción, por lo que estaré por siempre agradecida de esta oportunidad maravillosa.

Y como corresponde, me despido con un haiku que se inspira en un poema que, a su vez, se inspira en otro, para ejemplificar magníficamente el propósito de esta columna durante estos tres años: mostrar que en el haiku, específica, pero no exclusivamente, de Bashou, no sólo encontramos la inspiración del instante, sino el destilado de una tradición literaria milenaria que va manteniéndose vigente en su iteración, en su reinterpretación, que conserva fresco y vigente lo clásico y ancestral. El haiku que elegí es, además, uno que puede parecer, a simple vista, triste, pero que, considero, muestra esa actitud muy budista, muy zen, muy japonesa, de aceptar la vida y vivirla en su totalidad.

世にふるもさらに宗祇のやどり哉

yo ni furu mo sara ni sougi no yadori kana

vivir en este mundo, es más que nunca como la posada de Sougi

Bashou compuso este haiku pensando en uno de los poetas japoneses más admirados por él, Sougi (1421 – 1502), considerado el más grande maestro de renga; poema continuado compuesto por varios poetas. Más que una inspiración, diría que es una cita, algo indirecta, ya que para entenderlo debemos conocer el original, que es el siguiente:

世にふるも更に時雨のやどりかな

yo ni furu mo sara ni shigure no yadori kana

vivir en este mundo, y además la lluvia en la posada

A su vez, este poema de Sougi toma inspiración en un tanka que figura en la octava antología imperial (1205) Shin Kokin Wakashuu, compilado con el número 590 en el rollo de Invierno, de la poeta Nijou In no Sanuki (¿1141 – 1217?), dama de la corte del Emperador Nijou.

世にふるは苦しきものを槇の屋にやすくも過ぐる初時雨哉

yo ni furu wa kurushiki mono wo maki no ya ni yasuku mo suguru hatsu shigure kana

vivir en este mundo, en ese dolor la primera lluvia cae sin contemplaciones sobre la habitación de kusamaki

Los tres poemas utilizan el mismo primer verso “世にふる yo ni furu”, el cual significa “sobrevivir en este mundo”. El verbo del verso “ふる furu” es un kakekotoba ―palabra homófona― de 降る o llover y 経る pasar por; por otra parte, “世 yo” es el mundo, la sociedad que habitamos, de ahí el sentido del verso, que juega con la sonoridad del kakekotoba para asociarlo, a su vez, con la lluvia.

A primera vista ―o lectura― parecen poemas tristes, que hablan de la dificultad de vivir en el mundo que nos ha tocado habitar, interesante considerando que los autores compusieron separados por siglos, pero como dicen, los problemas son para quienes los tienen. Sin embargo, si hacemos una lectura más reflexiva, también podemos percibir una cierta aceptación de las circunstancias, incluso un pequeño disfrute. Tanto Sougi como Nijou In no Sanuki encuentran refugio de la lluvia, y Bashou encuentra el solaz de la poesía de un admirado maestro. O, como se ha dicho en Asia durante milenios, las cosas no son buenas ni malas, simplemente, son.

Las despedidas siempre son tristes, no obstante, este es el último paso de un camino para dar el primero en otro. A partir de enero 2024 les traeré otra columna en la que combinaré mi amor por la poesía, especialmente el haiku, con mi pasión por los idiomas y mi experiencia como profesora y traductora de japonés. Así que esto es un hasta pronto. Muchas gracias por haberme acompañado mes a mes durante estos tres años. Espero haberles acercado el trabajo de Matsuo Bashou de una forma diferente y haber complementado un poco todo lo ya dicho sobre el maestro. Quiero agradecer también a quien me ha acompañado en esta aventura, mi editora Constanza Veloso, quien lucha valientemente por mantenerme dentro de los márgenes de la coherencia narrativa.

¡Nos vemos el 2024 con mi nueva columna en El Rincón del Haiku!