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Esta postal de aquí arriba vino del Sr. Asai, de París.

巴理浅井氏ヨリ上の如キ手紙来ル

Esta postal de aquí arriba vino del Sr. Asai, de París.

 

五月雨ヲアツメテ早シ最上川 (芭蕉)

samidare o atsume te hayashi Mogami-gawa

Recogiendo la lluvia de principios de verano,
fluye rápido
el río Mogami

(Bashō)

Antes de saber lo que era realmente un haiku, éste en concreto me parecía dinámico y grandioso. Por eso creía que era uno de los mejores. Hoy, de repente, este haiku ha vuelto a mi mente y lo he meditado una y otra vez. La palabra «recogiendo» muestra sofisticación gracias a la habilidad del poeta, por lo que carece de una fuerza auténtica.

Comparado con este haiku de Bashō, el siguiente haiku de Buson parece muy superior:

五月雨ャ大河ヲ前ニ家二軒   (蕪村)

samidare ya taiga o mae ni ie niken

Bajo la lluvia de principios de verano,
frente al río crecido
se alzan dos cabañas.

(Buson)

Notas.-

– Chu Asai, el pintor (y haijin) que envió la postal a Shiki desde París, era muy amigo y discípulo se Shiki. Pertenecía al círculo de más de veinte artistas que rodeaban a Shiki y asistían a sus reuniones programadas en su casa. El 16 de enero de 1900 Shiki celebró una fiesta en su casa para despedirlo, ya que precisamente viajaba a Europa para estudiar y asistir a la Exposición Universal de París. Puedes saber de todo esto y de Chu Asai clicando aquí (entrega de sección de mes de marzo) o en este mismo apartado en la entrega que se realizará en unos días, el 1 de abril.

– Hay dos marcas de chinchetas en los lados derecho e izquierdo de la parte superior de la tarjeta postal en la que está el cuadro de Chu Asai, pintor y amigo de Shiki. Antes de pegar la tarjeta en este diario, Shiki probablemente la fijó en un tablero de dibujo y para poder verla fácilmente.

– Shiki recuerda que el haiku que reproduce de Bashō, en su día le gustaba. Tanto es así, que incluso en su mítico texto Bashō Zōdan, en el que criticaba duramente la obra de Bashō (puedes leer Bashō Zōdan traducido al castellano clicando aquí) lo elogiaba. Con el tiempo, Shiki ni siquiera lo salva y no le admite la comparación con Buson. Lo que dice Bashô de este haiku en Bashō Zōdan (pag. 38) es:

<<En el ‘Compendio de explicaciones al ku’ está escrito: “Creo que Bashō aquí se inspira en el maestro Kenkō”:

最上川
はやくぞまさる
雨雲の
のぼれば下る
五月雨の頃

Mogamigawa
hayaku zo masaru
amagumo no
noboreba sagaru
samidare no koro

Río Mogami
sube rápidamente
a las engrandecidas
nubes
y las lleva contigo
con lluvias de verano

Aquí Bashō retomó y reelaboró el tema de la tanka original, pero se le ocurre una expresión perfecta, “recogiendo… fluye más rápido” [atsumete hayashi]. Agregó arte sin caer en la sutileza, solo se ve el fluir caudaloso del río en crecida, lo suficientemente fuerte como para romper rocas y hacer temblar las montañas. Esta vez es la poesía de Kenkō la que no aguanta la comparación. Aquí realmente tenemos que admitir que es el pobre practicante de haikai quien ha dado en el blanco.>>

Observación desde la cama

病牀所見

 

 

 

Notas.-

Una vista del porche y su chozubaki desde la línea baja de visión de la cama de enfermo. Las maderas del marco del shoji, intencionadamente dibujadas, junto al verde intenso de las hojas, resaltan las pequeñas flores rojas de las plantas otoñales.

Shiki recibió unas acuarelas de Fusetsu Nakamura, pintor amigo que participó activamente en las ilustraciones de los periódicos «Nippon» y «Hototogisu».

Chozubachi: es una pila, un recipiente grande con agua para lavarse las manos, generalmente de cerámica o piedra tallada.

Futón: Colchoneta de algodón que sirve como asiento o como cama, típica del Japón.

Tatami: Una estera hecha de juncos. Está colocado en el suelo de una habitación tradicional japonesa.

Shoji: Una puerta o ventana corredera cuyo marco es de madera, y los paneles de papel. Es normal en una habitación tradicional japonesa.

Nota de Youko Akinaga: El punto de vista de Shiki desde la cama es interesante. Shiki expresa su afecto por las begonias, que tan bien conocía en su jardín. Dice que se ha cansado de la flor y, sin embargo, parece que le gustaban las begonias. Fueron las flores que Shiki eligió para su primer boceto en acuarela.  Youko Akinaga

Una niña vestida con Ch’ima-Chogori

チマ・チョゴリの少女

 

 

 

El vecino de al lado de Shiki era Katsunan Kuga, su mejor amigo, miembro y editor del periódico “Nippon”, donde Shiki escribía sus artículos. Al regresar de su viaje a China y Corea, Katsunan vistió a su hija Tomoe con el Ch’inia-Chogrori que le dio el emperador coreano especialmente “para sus hijitas”, y la envió con su esposa a visitar a Shiki para darle consuelo.

Shiki quedó tan impresionado por los colores brillantes de Ch’ima-Chogori* que dibujó a la niña e hizo este haiku. Provocando un poco, afirma que prefiere que las mujeres japonesas usen este kimono Ch ‘inia-Chogori* en lugar del kimono estampado Yuzen*.

………………………………………………….

Notas.-

  • Ch’ima-Chogori: Vestido de mujer tradicional coreano. Priman los colores lisos.
  • Rosa confederación: Rosa mutabilis.
  • Flor de asagao: Rostro de la mañana, gloria de la mañana; como su nombre indica florece y sale en las primeras horas de la mañana. La forma de campanilla de esta flor simboliza la mortalidad y nos permite ver que la vida puede ser corta pero hermosa. Suelen ser de colores violetas o azules. Es kigo de verano.
  • Yuzen: Vestido de mujer tradicional japonés, priman los estampados llamativos sobre seda.
  • Kimono: Vestido de mujer tradicional japonés.
  • Las niñas que se citan, son las mismas que un año después visitan a Shiki y se quedan dibujando con él, tal y como se narra en un entrañable y bonito episodio en la entrega 103 de 23 de agosto de Una cama de enfermo seis pies de largo, que puedes leer (y ver dibujos) clicando aquí.
  • Nota de Fumi-Bai: Shiki elogia la belleza del traje tradicional coreano, en lugar del traje tradicional de su propia cultura. Cuando Shiki compuso este haiku, estaba enfermo en la cama, por lo que el mundo que podía experimentar era bastante limitado. A pesar de esto, tenía una visión muy amplia. Me impresionó profundamente su manera global de pensar (no solo ideas sino sensibilidad y sentimiento) y respeto por otras culturas.
    El sentido de la belleza trasciende las barreras culturales. Fumi-Bai.

 

 

 

Marzo 2023

CONSTRUIR

En medio de la noche,
La rama en flor del almendro,
Tan inmóvil.

DECONSTRUIR

Los almendros en flor de nuestro país mediterráneo son un poco como los famosos sakura en Japón: heraldos de la primavera y causantes de que, mirados con buenos ojos, nos llenen el corazón de una extraña esperanza.

    En mi jardín tengo uno. Ya es viejo y no da muchas almendras. El retraso que este año ha tenido su floración ha merecido la pena, porque esta ha sido magnífica. Admirada en una noche sin viento y sin luna, es especialmente hermosa. La blancura de los pétalos de sus flores ilumina suavemente las tinieblas. Y no solo eso, pues lo que hace la noche con los sonidos, también me parece que lo hace con ciertos colores, como el blanco: los agranda y resalta, como si desplegara ante los ojos un bello y gran tapiz en alto relieve.

   Pero la belleza tiene un peso. ¡Qué bien lo sabía Mizoguchi, el tartamudo y trastornado protagonista de esa gran novela lírica llamada El pabellón de oro, de Yukio Mishima!  Este peso (para algunas sensibilidades opresivo; para otras, incluso destructor) puede producir la sensación de que algo se queda paralizado, presa de una súbita inmovilidad.

    Fue la que yo sentí la semana pasada contemplando, poco antes de acostarme, el almendro de mi jardín, con unas flores ya algo pasadas en sus ramas. A causa de esa belleza y, quién sabe, si por la incipiente marchitez de sus pétalos, rematé el haiku con ese tercer verso: “tan inmóvil”.

   Acompaño una foto.

Viendo esta foto, se me ocurrieron otros dos haikus que someto a la bondad paciente de mis lectores de El Rincón. Podrán juzgarlos y determinar si les gusta más que el primero.

Fueron estos:

De las flores secas

Del almendro en la noche,

¿hay quien se acuerde?

El otro fue este:

En noche sin luna,

Las flores del almendro

Desde mi ventana.


¿Con cuál os quedáis de los tres?

Yo, evidentemente, me quedo con el primero, el que encabeza hoy esta sección. No sé muy bien por qué. Para empezar, me recuerda un bonito haiku de Midorijo, una estupenda haijina japonesa nacida en 1886 que publicó sus poemas en la revista Hototogisu creada por el gran Masaoka Shiki. Dice así:

Viento de otoño.

Un caballo cargado de piedras

¡tan inmóvil!

Ake kaze ya / ishi tsunda uma no / ugokazaru

 

Otra razón de haber elegido el de la inmovilidad de las ramas floridas es que, sencillamente, me parece… bailable. Para mí, un buen haiku, poesía de sensación, es decir, poesía física, es aquel que invita a la danza, aquel que permita que el cuerpo se mueva al ritmo sutil de sus diecisiete sílabas.

   A algunos lectores esto le parecerá un disparate. A lo que no se lo parezca o a los que acepten el desafío, yo los animo a participar en un taller de “danza de haiku” que se celebrará en Madrid dentro de dos semanas.

https://danzartelavida.my.canva.site/elhaikumasterclass

Lo ofrecemos, conjuntamente, el que escribe estas líneas y la bailaora profesional Begoña Castro, una consumada artista. Begoña enseñará a los participantes en esta masterclass de 16 horas cómo suspender sus cuerpos en una inmovilidad sugerente, tras haberlos movido por los meandros insinuantes de las diecisiete sílabas de haikus famosos y también de haikus compuestos por los mismos participantes.

  Porque el haiku es poesía corporal, poesía en movimiento; y para que haya movimiento, al igual que para que haya música tiene que haber silencios, deben existir pausas de inmovilidad.

Como la inmovilidad de esa rama en flor del almendro admirada en una noche sin viento de finales del invierno. Y que ha quedado suspendida para siempre en el tercer verso de este torpe haiku.

2 de septiembre de 1901 (año 34 de Meiji), lluvioso, húmedo y caluroso

明治卅四年九月ニ日        蒸暑

 2 de septiembre de 1901 (año 34 de Meiji), lluvioso, húmedo y caluroso.

En mi jardín, veo plantas colgando de una repisa:

2 o 3 calabazas de botella, 2 o 3 fukube, 4 o 5 calabazas de lufa y 4 o 5 plantas en forma de kinchaku que son difíciles de identificar como calabazas de botella o fukube.

 

 

女郎花     女郎花真盛  鶏頭尺ョリ尺四、

五寸のもの二十本許

Unos 20 ominaeshi en flor/

están unos 4 o 5 sun más altos/

que los keitou

NT: “Unas veinte patrinias en flor / están un palmo más altas / que las crestas de gallo”.

 

 

 

 

 

 

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Notas de traducción:

– Calabazas de botella (llamadas así por su forma) y de lufa (utilizadas por su jugo que alivia el exceso de flemas y seca, sirve de esponja natural)

– Fukube es una variedad de calabaza de botella

– Kinchaku es un monedero o bolso de tela con un cordón que cierra en círculo por arriba. A Shiki hay unas calabazas que le recuerdan esta forma (aparecen en su dibujo) y las “bautiza” con el nombre del tipo de bolso.

– Se han dejado los términos ominaeshi y keitou porque fueron los usados y anotados en la traducción por la profesora Hirai. Directamente al español se diría: “Unas veinte patrinias en flor / están un palmo más altas / que las crestas de gallo”.

– Esta disposición de flores en su jardín, también la narra un año después, en la última prosa que escribió 3 días antes de morir “Mañana del 14 de septiembre” que puedes leer traducida aquí)

– Ominaeshi: una de las “Siete flores silvestres representativas” del otoño que presenta racimos de pequeños brotes amarillos (Patrinia scabiosifolia o nardo sirio).

Ominaeshi

– Keitou: otra flor típica del jardín de otoño, muy roja (flor “cresta de gallo” por su aspecto).

– Sun es una unidad de longitud (aproximadamente 3.03 cm).

– Cicada: Del género de las cigarras. Su chirriar (estridular) se considera uno de los encantos poéticos del verano en Japón. El sonido varía: ruidoso, musical o estridente. Para los japoneses, escuchar cicadas implica escuchar el silencio que hay detrás.

– Shaku es una unidad de longitud (son 10 sun = aproximadamente 30.3 cm)

– Nota de Hiroe Monguchi aportada por Masako Hirai:

Tal vez Shiki esté asociando su corta vida con la de las plantas, cuyas flores pronto caerán. Puede que comparta lo que de débil y efímero tienen como propio las plantas, que deben abandonarse a la naturaleza.

Acercamientos

    Decíamos que el poema de la rana era el mito fundador del haiku, además de ser un texto sencillo y difícil de asimilar. Como se verá, esta serie es una peregrinación, una romería en espiral hacia esas tierras hondas de una poesía que fascina a quien se adentra en ella.

   Al terminar los estudios de bachillerato, algunos compañeros nos seguimos frecuentando. Como distracción intentamos el juego del haikai, le tomamos gusto. Eran japonerías y exotismos en los que Aziyadé se codeaba con Madama Crisantemo, y las katanas brillaban entre velos azules del Sahara. Uno de los compañeros, Arcángelo, nos dijo que, si nos agradaba el haikai, deberíamos jugarlo rigorosamente. Tomé en serio sus palabras. Consiguió libros acerca de Japón, entre ellos, el de Gómez Carrillo y, el que fue nuestro guía: La literatura japonesa de D. Keene, un breve volumen que acrecentó nuestra amistad y acabó por convertirnos en “los conjurados del Breviario”, ya que, por cuestiones de estudios o trabajo, dejamos de ver a los demás camaradas.

   Donald Keene, en efecto, nos daba las bases de lo que era el haikai, empezando por el nombre. Desde 1956, en que se publicó su libro en castellano, aparece denominado como haiku. Nosotros preferíamos llamarlo, según la costumbre, haikai. -Las ideas novedosas tardan en abrirse paso, afirma Robert H. March, aunque no lo notábamos en aquel entonces-. D. Keene compara el haiku con el teatro Nô, el cual representa solamente los momentos culminantes del drama de una manera que sugiere lo demás, aparte de tener, también, dos elementos en su estructura. La pieza central de esa composición era la palabra eje que, por su doble sentido, permitía dos lecturas diferentes. No todos los haikus tenían esa complejidad, algunos eran sencillos, aunque, como el de la rana, eran de una difícil sencillez.

   Visitamos al Maestro Muñoz Cota, quien nos contó una anécdota, incluida más tarde en su ensayo Fernando el Magnífico. Fernando de la Llave era un poeta que, por vivir al extremo la vida bohemia, dejó de escribir poemas. Cuando sus amigos le preguntaron el motivo por el cual ya no los escribía, contestó: “Ustedes escriben poesía. Yo vivo en poesía”. Y nos dijo que Fernando era ese personaje que habíamos visto en el café Kiko’s.

   Mientras caminábamos de regreso, nos detuvimos frente a un álamo blanco agitado por el viento. Tenía como fondo la luz del ocaso, sus hojas mostraban el envés. Arcángelo hizo memoria:

El compromiso:

mañana, Cuernavaca;

hoy, lumbre al puro.

Esas eran las líneas que nos había leído aquel anciano de gorra madrileña. No, no parecían ser un poema, eran haikai.

Si el legendario Fernando ya no escribía poesía, ¿por qué hacía haikai?

El haikai es un poema que no parece poema. Luego, entonces, Arcángelo arriesgó la conclusión: es una poesía nada poética.

Nos despedimos sonriendo y glosando a Kant:

Cese el haikusear mientras no se contesten las siguientes preguntas:

¿Qué es el haiku?, ¿qué quiso decir Bashô en el poema de la rana?, ¿por qué hay haiku lírico y haiku no poético?

Nos volvimos a encontrar seis años después, en la década de los setenta.  Éramos adultos jóvenes, y celebrábamos la edición de Sendas de Oku. Compartimos la lectura de varios pasajes, nos extrañaba que Octavio Paz no le diera importancia a la técnica del kakekotoba. Más extrañeza nos causó que el Maestro Fernando Rodríguez Izquierdo, en la ya clásica obra El haiku japonés. Historia y traducción, aunque mencionaba los juegos de palabras y daba ejemplos de su uso, se refiriera a la palabra eje, el doble sentido, sin utilizar el nombre que, para nosotros, era la piedra clave del haiku: kakekotoba. Sin embargo, fue un consuelo enterarnos que, al menos uno, como dicen los lógicos, empleara dicha técnica en la composición de sus haikus. “Los conjurados del Breviario”, una minoría poética, estábamos representados en la industria editorial gracias a los haikais con palabra pivote de José María González de Mendoza “El Abate”.

A principios de los ochenta dejamos de vernos. Mi amigo conoció a una afrocosteña, Tomaza, así, con zeta española. Le pasó lo que a Fernando el Magnífico: vivir en poesía. Sus lecturas eran Sedar Senghor, Aimé Cesaire, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Gonzalo Aguirre Beltrán. Aguirre Beltrán, cuya investigación etnohistórica culminó con el descubrimiento de la presencia africana en todo México y, algo más: que los llamados criollos de la Nueva España, los hijos de españoles nacidos en América, debido a la escasa inmigración de mujeres españolas, eran productos de mezcla, sus madres eran descendientes de los primeros habitantes de América o africanas. Para rematar, unos antiguos compañeros del Taller de oratoria lo invitaron a las campañas electorales. Tuvimos poca comunicación, no había celulares, las cartas tardaban en llegar. Hasta el segundo milenio tuvimos noticia el uno del otro, gracias a las webs. Nos reconocimos por el estilo, mas, no logramos reunirnos antes de la primera década.

Una mañana de octubre, durante los festejos de la Patria chica, en la plazuela, nos señalamos a la vez y exclamamos a coro: ¿eres tú? Después de la sorpresa y las efusiones, me enteré de que fue a la costa, -anhelaba ser el Lorca de los afrocosteños-; antes de las campañas hubo un incidente, se puso de parte del bando de su Dulcinea. Tenía una colección de haiku, fue prologada, pero se canceló su envío a la imprenta. Se consolaba repitiendo un aforismo: Enmendar por el fuego, privilegio de los inéditos.

Varias mariposas revoloteaban entre la gente. La niña de unos conocidos atrapó una espejitos y la acercó a sus ojos para ver a través de las alas trasparentes. Sonreímos. Arcán me dijo: el haikai no hokku es como las alas de esa mariposa, nos da el marco para contemplar lo que el haijin contempló.

Recordamos los 70, la historia de Hirô Onoda, el soldado japonés que estuvo oculto en la selva durante treinta años sin rendirse porque no se había enterado del fin de la guerra; recordamos, asimismo, el haiku en su honor:

Feria de la caña,

en la gallera

el más bravo es el giro

Opiné: tiene kigo y kakekotoba. Es un haiku de felicitación.

Por Diógenes, contestó, no pulas mi vanidad. Siento que es uno de esos poemas que le causaban remordimiento a Bashô.

Comentamos las novedades del siglo:  que la historia del haiku en México debe tener en cuenta las webs, sobre todo la de Asfalto Mojado y el grupo de mexicanos formado por Israel López Balán, el director, Carmen Millán “Camila”, Susana Dorantes y el compañero que firmaba como “Z”.  El magisterio del nuevo niponólogo, que la doble lectura era cosa de los primeros orientalistas, y el haiku tiene su propio desarrollo. En fin, que, en cierta forma estuvimos, como Onoda, ocultos en una selva.

He aquí el canto del cisne de nuestro viejo estilo:

en la alameda

un anciano leyendo –

crujir de hojas de haya

La amistad se reanudó. En nuestras charlas llegamos a la conclusión de que en México hubo dos vertientes de haikai, la de Tablada y la de su amigo El Abate; los dos José; José Juan, el lírico modernista, y José María, el cultor de la palabra pivote. Nosotros, sin saberlo, seguíamos la tendencia minoritaria de González de Mendoza. Si la corriente de José Juan Tablada puede considerarse como un acercamiento a Sokán y Moritake, la de El Abate se acercaba a Sôin y Teitoku. Ambas, prebashônianas, centradas en figuras retóricas. Y que no había nada como la sencillez del haiku de la rana, del cual se puede decir:

shitodo ni nurete

kore wa michi-shirube no ichi

(Santôka)

Empapada del todo,

ésta es la piedra de hito del camino.

(Trad. Antonio Cabezas)

Marzo 2023

Durante marzo, en el hemisferio norte todos esperan la llegada de la primavera, sin embargo, en el calendario lunar que se utilizaba en Japón en la época de Bashou, el tercer mes era el último de esta estación, la cual terminaba a principios del cuarto. Pero consideraciones aparte, primaveral es el haiku que les traigo en esta ocasión.

藻にすだく白魚やとらば消えぬべき

mo ni sudaku shirauo ya toraba kienubeki

reunidos en las algas si lo atrapas el shirauo desaparecería

La inspiración que toma Bashou para este haiku es el poema 2173, de autor anónimo, que pertenece a una serie de tankas dedicados al 露 “tsuyu” o “rocío”, recopilados en el Rollo X del Manyoushuu, primera antología de poesía autóctona japonesa, compilada en 759 por Ootomo no Yakamochi y que contiene más de 4500 poemas en total.

白露を取らば消ぬべしいざ子ども露に競ひて萩の遊びせむ

shiratsuyu wo toraba kenubeshiiza kodomo tsuyu ni kiohite hagi no asobisemu

si tomas el rocío este desaparecerá ¡vamos todos! no perdamos contra el rocío y disfrutemos la lespedeza

Pero no es exactamente el rocío ―que es un kigo de otoño― el concepto que Bashou utiliza para componer su haiku, sino 「取れば消ぬ」 “toreba kenu” o “si lo tomas desaparece”. En el caso de este haiku, esta noción se aplica al 白魚 “shirauo” o “salángido”, también llamado pez de hielo asiático, el cual tiene un cuerpo translúcido sumergido en el agua, pero que al sacarlo se ve blanco. Esta idea de que si se atrapa algo esto desaparece o deja de ser, es frecuente en poesía tradicional. Un ejemplo lo vemos en el tanka a continuación, de autor desconocido, y compilado en el Kokin Wakashuu con el número 223 en el Rollo IV de Otoño. En él se emplea la expresión 「落ちぞしぬべき」 “ochizo shinubeki” o “si cae desaparecerá”:

をりて見ばおちぞしぬべき秋はぎの枝もたわわにおけるしらつゆ

orite miba ochizo shinubeki aki hagi no eda mo tawawa ni okeru shiratsuyu

si quebrase una caería y desaparecería, las ramas de la lespedeza otoñal dobladas con el blanco rocío

Esta noción es, hasta cierto punto, similar a nuestro “si lo amas déjalo ir”. Así también, se puede considerar junto al concepto de la impermanencia, tan fundamental en la filosofía nipona. La belleza, la juventud, la riqueza, no se pueden mantener en nuestro poder de manera permanente; van y vienen, así como las estaciones del año.

Un par de aclaraciones lingüísticas: en el poema 2173 del Manyoushuu, en el que se inspiró Bashou para su haiku, el término 子ども “kodomo”, que en la actualidad se entiende como “niño”, se utiliza en este caso para referirse de forma amistosa a personas jóvenes, o de rango inferior, y la expresión 萩の遊び “hagi no asobi” se refiere a un banquete que se realiza mientras de contemplan las flores de la lespedeza.

Con este sutil haiku primaveral de Bashou, me despido de ustedes agradeciéndoles el haberme acompañado una vez más por este paseo a través del tiempo, los autores y los textos. Espero todos tengan un maravilloso fin de invierno y un hermoso inicio de primavera. Un abrazo desde Santiago de Chile.

Haiku 49

49

Nota previa: “Escuchando el Koto en el atardecer de primavera”

 

春月や印金の木間より

Shun getsu ya Inkindau no kono mayori

Sobre los árboles
del templo de Inkin,
la luna de primavera…

 

Comentario y notas culturales

Junto al sonido de una melodía tras los pulgares del koto queda la contemplación de una luna de primavera. Acostumbrado el japonés a la belleza de este cuerpo celeste en otoño, esta descripción es menos frecuente y más innovadora.

De nuevo, el aware se centra en la captación del aquí y ahora del poeta, de su realidad íntima capaz de vincular todos los seres en una red invisible: el sonido de un instrumento musical, el templo y la luna de primavera al atardecer saliendo, “surgiendo” de aquellos árboles. El blanco junto al fundido en negro.

Mirando al cielo: haikus del sol y la luna

Aunque el haiku se escribe con palabras nutridas de silencios, al ser exclamado, el silencio se hace más hondo habitualmente.

El haiku verdadero no dice, no proclama, invita a sentir, a escuchar, a abrirse al mundo que nos habla más allá de palabras y pensamientos.

Los seres humanos caminamos oteando desde el abismo de los tiempos.

Escribir haiku es oficio de caminantes con almas y cuerpos desnudos que aprecian y disfrutan del silencio, no porque no quieran hablar o no aprecien los sonidos del mundo, sino porque prefieren escuchar, escuchar completamente.

Nómades, trashumantes, peregrinos, exploradores, los seres humanos, aunque hayamos optado por formas de vida más sedentes, aseguradas, urbanizadas, seguimos siendo viajeros infatigables, buscadores, recolectores, cazadores de asombros.

Habitantes de esta tierra plana y vasta para el que la recorre, esférica en su dimensión planetaria, recorremos su variada y multiforme superficie como testigos de milagros infinitos.

Cada día, sin falta, la oscura tierra se ilumina, una algarabía de voces se levanta entre las frondas y los jardines, por valles, páramos y selvas, por aldeas y ciudades.

Cada noche, cubierta por un velo de misterio, el pulso de la vida se recoge, lleno de silencios y murmullos, el vasto cielo se despliega con su danza lenta de astros y meteoros.

Sol y luna, día y noche, luces y sombras, nacimiento y muerte… Habitarnos, vivir esta vida humana plenamente es certificar y ser confirmados por todos los seres, orgánicos e inorgánicos, animados e inmóviles, que no estamos separados, que somos los unos en los otros, por los otros.

La noche del viernes 18 de noviembre del 2022, el domo del Planetario de Medellín, en el Parque Explora, dio fe de que los haikus que brotan en esta tierra comparten destino con estrellas y planetas. Con las voces de María Cecilia Muñoz y Alba Mery León que leyeron cuidadosamente una selección de haiku clásicos de haijines japoneses y colombianos y los paisajes sonoros que compuso para la ocasión Miguel Isaza, el taller Haiku-Dō Medellín ofreció una sentida celebración a nuestros astros tutelares: el Sol y la Luna.

tras el alba
el piar de los pájaros
lluvia y Sol

(Raúl Ortiz)

brilla el Sol
ligera se levanta la neblina
en el campo

(María Cecilia Muñoz)

 

¡Sale la Luna llena!
Bajo la casita de tambos
titilan las quiebraplatas*

* Luciérnagas

(Nautilius)

Sol en el lago
Espejo del cielo

(Beatriz Restrepo)

 

gualanday* en flor…
al final de la calle
la Luna llena

* Jacaranda caucana

(Diente de León)