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Febrero 2024

Les saludo desde un Santiago rodeado de cerros y montañas que encierran el calor estival.

En este primer año, el plan para la columna es revisar las divisiones que se aplican al kigo, tanto estacionales como temáticas. Pero para que además nos acompañe poéticamente durante el año, dividí estos temas de forma que los vayamos viendo al paso de las estaciones. Por lo tanto, cada tres meses analizaremos las estaciones, y entre medio veremos las categorías.

Muchas veces se considera el haiku como una expresión artística casi espiritual, pero la verdad es que, sobre todo en su variante clásica o tradicional, es un estilo poético muy exacto y puntual, casi milimétrico en cuanto a su precisión espacio temporal. Por ejemplo, “居待月 imachidzuki” es un kigo de mitad de otoño y significa “luna de la noche del décimo octavo día del octavo mes (del calendario lunar)”. Cuando alguna vez compuse un haiku con este kigo, un señor japonés me indicó su sorpresa de cómo una extranjera podía utilizar una palabra tan compleja en cuanto a su significado, siendo que a los mismos japoneses les costaba. Por otra parte, y sólo por argumentar, es interesante notar que este kigo tiene 5 sonidos; ¿cómo indicar esa riqueza de contenido en la misma cantidad de sílabas en español? Personalmente, creo que sería una tarea monumental. Comencemos, pues, nuestro camino hacia la profundidad de este bosque de significados que es “El mundo del kigo”.

Las estaciones del año son la primera gran clasificación en el kigo, de hecho, esta palabra está compuesta por los kanjis de “estación 季” y “palabra 語”. Estas estaciones son primavera, verano, otoño, invierno y Año Nuevo. Las cuatro primeras se dividen, a su vez, en kigos que representan toda la estación (三 san), que se pueden utilizar para componer haiku durante todo el período, y los que indican el comienzo (初 hatsu), mitad (仲 chuu) y fin (晩ban) de cada ciclo estacional. El Año Nuevo, por su parte, se divide en el fin del año viejo (暮 kure) y el nuevo año (新 shin). Dentro de cada una de estas subdivisiones encontraremos, además, las siete categorías, las cuales comenzaremos a conocer en profundidad a partir del próximo artículo.

Este mes nos enfocaremos en la primera estación del año, ya que el Año Nuevo está a caballo entre el fin de un ciclo anual y el comienzo del siguiente. Primavera o “春 haru / shun” se refiere al período comprendido entre “立春 risshun o el primer día de primavera” (alrededor del 04 de febrero) y el día anterior a “立夏 rikka o el primero del verano” (alrededor del 06 de mayo). Todavía hace frío y las camelias comienzan a florecer.  En la actualidad, el comienzo del verano es a inicios de junio, antes de que comience la temporada de lluvia o 梅雨 tsuyu, pero en el mundo del haiku ya es verano en mayo. Sus divisiones son “三春 sanshun o tres primaveras”, indicando el período completo; “初春 shoshun o inicio de primavera”, va desde el primer día de primavera o risshun al día anterior a “啓蟄 keichitsu o despertar de los insectos”, alrededor del 06 de marzo; “仲春 chuushun o mitad de primavera”, y que comprende desde el ya mencionado keichitsu hasta el día anterior a “清明 seimei o puro y claro”, alrededor de 05 de abril; y por último, “晩春 banshun o fin de la primavera”, desde seimei al día antes del inicio del verano o 立夏 rikka el 06 de mayo aproximadamente. Dentro de cada uno de estos intervalos tenemos kigos que se clasifican en “時候 jikou, estacional”, “天文 tenmon, astronomía”, “地理 chiri, geografía”, “生活 seikatsu, vida cotidiana”, “行事 gyouji, eventos”, “動物 doubutsu, animales” y “植物 shokubutsu, vegetación”.

Como se puede apreciar, si se quiere componer haikus en estilo tradicional, se requiere de mucho estudio. Una herramienta indispensable para todo buen haijin es un saijiki o diccionario de kigo con ejemplos de haiku, o un kiyose, que es también un diccionario, sólo que no trae ejemplos. Incluso si se quiere componer haiku en estilo moderno, saber de kigo e incluso utilizarlos, ayuda muchísimo ya que nos da un marco referencial sólido en el cual situar nuestro poema.

Luego de toda esta teoría, los dejo con algunos haikus para que vean los kigos en acción. Elegí para este mes kigos que pertenezcan al período que abarca toda la primavera (三春 sanshun) y a inicio de primavera (初春 shoshun).

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Kigo 東風 kochi, viento del este, viento primaveral. Este es un 子季語 kokigo, o variación.

Período 三春 sanshun, toda la primavera.

Categoría 天文 tenmon, astronomía.

Nishigami Tomi

スカートの襞こまやかに桜東風

sukaato no hida komayaka ni sakura kochi

tiernamente en los pliegues de la falda el viento del este con cerezos

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Kigo 遅日 chijitsu, largo día de primavera. A medida que la primavera avanza el sol se pone cada vez más tarde.

Período 三春 sanshun, toda la primavera.

Categoría 時候 jikou o estacional.

 

Kou Chinatsuko (1945 – 2007)

牛の背ににはとりの乗る遅日かな

ushi no se ni niwatori no noru chijitsu kana

largo día de primavera en que la gallina anda a lomos de la vaca

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Kigo 春めく haru meku, ser como primavera, mostrar signos de primavera. De acuerdo con el calendario, la primavera comienza en 立春 risshun o el primer día de primavera (alrededor del 04 de febrero), pero con esta palabra se indica el ser consciente de la primavera en el sentido real, sentir la llegada de la estación.

Período 初春 shoshun o inicio de primavera.

Categoría 時候 jikou o estacional.

 

Iida Dakotsu (1885 – 1962)

風荒れて春めくといふなにもなし

kaze arete haru meku to iu nani mo nashi

viento tormentoso, no hay nada como la sensación de la primavera

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Espero disfruten de estos primeros pasos en el camino de “El mundo del kigo”, por mi parte estoy muy emocionada de caminar junto a ustedes. ¡Nos vemos en el próximo artículo!

Siguen cayendo flores

Llega del mar
un negror de tormenta.
Cerezos en flor.

Paco Ayala “lentisco” (España)

 

Flores de boniato
El falso de la saya
mojado de rocío

Mayra Rosa Soris “Diáfana” (Cuba)

 

Primavera –
Los charcos del dienteperro*
al atardecer

*diente de perro: rocas filosas de la costa norte de Cuba.

Lázaro Orihuela “manglerojo” (Cuba)

 

Desciende una pluma
Quedan pocas flores
en la jacaranda

Jaspe Uriel Martínez “Ajenjo” (México)

 

Casi la noche
el canto del cardenal rojo
entre las magnolias

Miguel González “William Cue” (Cuba)

 

florecillas blancas:
de repente se eleva
la mariposa

Frutos Soriano (España)

 

Ya canta el mirlo.
Se deshojan las flores
de los cerezos…

Epifanía Pérez “fany.pb” (España)

 

Implume aún
el pajarillo muerto.
Granado en flor

Luis Plaquin (Argentina)

 

olor a azahar
y a orines de gato
jardín de nadie

Eva Comas (España)

 

Atardecer nublado
Ha vuelto a los encinos
la primavera*

*primavera: turdus grayi

Jorge Moreno Bulbarela (México)

 

cesa la lluvia –
siguen cayendo
flores de jacarandá

Israel López Balan (México)

Cerezo en flor…
nadan algunas carpas
en su reflejo.

Sandra Pérez “Hachi Dori” (Argentina)

 

trepa hasta un pétalo
de la rosa de té
la mariquita

José Antonio González (España)

Niños cantando
El viento de esta noche
huele a magnolias

Jorge Braulio Rodríguez (Cuba)

 

Robles jóvenes.
A contra viento,
la mariposa.

José Manuel González “karaboudjan” (España)

Almendro en flor;
algunos de los pájaros
vienen y van.

María Dech “Annur” (España)

 

Un gato al sol
Erguidas e inmóviles
las flores de ajo

Encarna Ortiz (España)

 

En el recodo,
lirios en el camino
cubiertos de rocío

José Manuel Aspas “Caberete” (España)

 

Campo de almendros.
Algunas flores caen
en los charcos

Piluca Carmona “Piluca C.P.” (España)

 

Bandada de garzas
De cara al norte florece
la magnolia

Idalberto Tamayo (USA)

 

El zonda* silba
entre los arrayanes.
Cumbres nevadas

* zonda: viento cordillerano en Argentina.

Rodolfo Langer (Argentina)

 

se alza torpe la vaca
y deja en el pasto
marcado su lomo

Santiago Larreta (España)

 

Alguien le dice
que ha parido una oveja.
Ciruelo rojo en flor

María Ángeles Millán “Hikari” (España)

 

Atardece;
trinos de petirrojos
en el cementerio.

Robert Rodríguez “Vanni Fucci” (España)

 

Almendros en flor.
Lagrimea al alba
el jornalero.

José Luis Carcas “jlcarcas” (España)

 

Bocas de dragón;
con medio cuerpo fuera
un abejorro

María Jesús Pérez “Marya Jesús” (España)

 

El goteo
de un caño al mediodía.
Flores de almendro

Juan Francisco Ramos (España)

 

Bosque de encinas.
Olisquea una orquídea
un gato negro.

Juana María Fernández (España)

 

llampega
les flors de la magnòlia
en la penombra

 relampaguea
las flores de la magnolia
en la penumbra

Joan Anton Mencos “mencs6” (España)

 

camino a la escuela
las ramas del almendro
llenas de brotes

Luis Herrero “luisherrero” (España)

 

¡Cerezos en flor!
Un jardinero poda
arbustos secos.

Javier Miranda “Higurashi” (España)

 

Al alba,
las flores del flamboyán
resplandecientes

Roberto Miguel Escaño (República Dominicana)

 

Cerezo en flor.
Vuelve a posarse
el herrerillo.

Leticia Sicilia “Hadaverde” (España)

 

puesta de sol-
la telaraña une
dos yemas del cerezo

Juan Carlos Moreno (España)

Pasan las nubes:
En la grieta del patio
las florecillas.

Carmen Conesa (España)

 

Cubren la charca
pétalos de ciruelo.
Bebe un gorrión

María Isabel Vidal “Mary Vidal” (Argentina)

 

musgo en la senda;
se deshielan las flores
de los almendros

Xaro Ortolá “Destellos” (España)

 

Aún más blanco
tras la suave lluvia,
cerezo en flor

Radoslav Ivélic (Chile)

 

Cielo sin nubes.
Entre los jacarandas
un espinillo.

Felisa Zicari (Argentina)

 

Ciruelo en flor.
El mirlo por el prado
picoteando

María Argentina “marymontaña” (España)

 

las nubes en la montaña-
las flores caídas de la buganvilla

Rogelio Rodríguez “Viento” (España)

 

cientos de grullas
sin nubes por delante –
almendro en flor

Rubén Marín “Benrû” (España)

 

Aún con vida
en las patas de la mantis,
la mariposa.

Roxana Dávila Peña (México)

 

almendros en flor –
una anciana de luto
baja del cementerio

Antonio Martínez (España)

 

En el silencio
de la siesta formoseña
el canto del zorzal

Julia Guzmán (Argentina)

bajando la cuesta
esas flores tan rojas
¡un tulípero!

Toñi Sánchez “Diente de león” (España)

 

Almendro en flor;
hace ya un año
que el gato no vuelve.

Manuel Díez “Orzas” (España)

 

Canta el cenzontle,
la copa del almendro
resplandeciente.

José Luis Solís “joseluisol” (México)

 

periquitos en flor…
también a manzanillas
huele el aire

Claudia Bakún (Argentina)

 

Rezando,
un mugido de vacas,
un zumbido de abejas.

Genaro Ortega (España)

 

Se pone el sol
en la flor del granado.
Veleta roja.

Susana Benet “Palmira” (España)

 

Tabacales.
En el brocal del pozo
flores de mimosa

Mercedes Pérez (España)

 

gotas de lluvia;
el viento trae
pétalos de geranio.

Maribel Núñez (España)

 

sombra del sauce.
al ras de los reflejos
las golondrinas

Ariel Bartolini (Argentina)

 

hiela la brisa –
en las flores de mimosa
el color del sol

Mirta Gili (Argentina)

 

Viento de abril.
La abeja no acierta
a posarse en el tojo.

Luis Carril (España)

 

volcándose
sobre la verja herrumbrada
almendro en flor

Luis Corrales (España)

 

de camino al cerezo,
fluye el agua
junto al carraspique

Elías Rovira (España)

 

Cementerio.
Deja atrás el cortejo
un ceibo en flor

Jorge Giallorenzi “Hitotsu” (Argentina)

 

sobre la mesa
la sombra de las flores;
amanecer

Anna María Santolaria “Estela” (España)

reposa el te –
la verdor del jardí
a cada tassa

 reposa el té –
el verdor del jardín
en cada taza

Jordi Climent “jclimentb” (España)

 

Ropa tendida
Un ciruelo florece
junto a la verja

Elsa Pascual (España)

 

los deditos
del color amarillo
de la mariposa

Sergio Abadía (España)

 

Barranco de Huebro;
se esconde en las adelfas
una oropéndola.

José Manuel Gómez (España)

 

Remolinillos
en el borde del río;
cantan dos tordos.

Héctor González “GonzálezGonzález” (México)

 

almendros en flor-
el rocío que dejan
sobre mi ropa

Ángeles Hidalgo “Kaur” (España)

 

Un mangangá*
La luz en el violeta
de los cardos

*mangangá: insecto himenóptero de cuerpo grueso y velludo que al volar produce un zumbido.

Lilí Balladares (Argentina)

 

Junto al cerezo
acariciando una yegua
antes de la lluvia

Gorka Arellano (España)

 

en el erial
los amarillos de las flores –
vuelo de cotorras

José Luis Vicent “J.L.Vicent” (España)

 

Una cometa
entre los guayabos.
Frío en primavera.

Esteban Sánchez Agudelo “estebansa.iearm” (Colombia)

 

cauquenes.
el humo de las chozas
no se deshace

Nicolás Gallego (Argentina)

 

Entre el granizo,
las flores de azahar
caen de hoja en hoja.

Juan Francisco Pérez “Raijo” (España)

 

Escarcha…
en el rosal
una crisálida.

Sandra Galarza “Pukara” (Ecuador)

 

Tierra en el viento.
Uno de los almendros
no florecía

María Victoria Porras “Mavi” (España)

 

 

 

La lluvia empapándome la ropa

La lluvia empapándome la ropa

En esta entrada quisiera hacer una recopilación de haikus que tengan hosomi. Entendemos esta cualidad de hosomi como los rasgos que, sin ser inherentes a una realidad, esta pasa a incorporarlos como suyos (se contagian de esos rasgos) y pasan a formar parte de ella (vid. serie “Bashô”, §2.º Apariencia, Mavi Porras, El Rincón del Haiku, sección Debates). Me gustaría revisar algunos haikus para disfrutar del hosomi que en ellos se percibe.

En primer lugar, el propio concepto de hosomi, entendido como transferencia de rasgos, necesita de dos o más realidades distintas para que tenga lugar. Las cualidades transferidas tienen generalmente un carácter fluido que discurre en el espacio, de modo que la contigüidad entre elementos confiere al uno los rasgos del otro. Quizá esa sea la razón por la que los haikus cuyo hosomi se percibe antes sean aquellos que apelan al sentido del tacto, pues la piel es la primera barrera sensorial que separa una realidad de otra:

Atardecer –

Sumerge la cabeza

un flamenco1

 1 flamenco: Ave perteneciente al género Phoenicopterus

En este haiku, el aware principal pasa por que el flamenco se refresca metiendo la cabeza en agua, de cuyo frescor disfruta. Por tanto, este frescor intrínseco del agua deviene un rasgo del flamenco; una cualidad prestada, pero ya suya, al mismo tiempo. El hosomi no tiene que ser explícito para poder disfrutar del aware. Otra experiencia similar, más clara aún, es la siguiente:

A la intemperie

La lluvia empapándome

la ropa

En este haiku vemos, por así decirlo, un hosomi doble: la lluvia calando en la ropa del haijin, a la cual confiere humedad y empapamiento; por otro, esa misma ropa, en contacto con el cuerpo, está calando al haijin. Hay, por tanto, una cadena de elementos (lluvia-ropa-cuerpo) por las que las cualidades intrínsecas de la lluvia van discurriendo. Si la ropa se hubiera presentado ya con la cualidad de empapamiento, como rasgo propiamente suyo (futoki mono), sin efecto mediador de la lluvia, habría un solo hosomi: el calado de la humedad en el cuerpo. No censuramos, en este caso, el uso pertinente del dativo simpatético me (superfluo como complemento indirecto según la norma actual), pues añade el eslabón cuerpo a la cadena de hosomi sin sobrerrepresentar excesivamente el yo.

También encontramos haikus donde el haijin se contagia del helor del aire, en la línea de los anteriores:

Un aire frío

entra en los pulmones –

Los petirrojos…

No es descabellado, por tanto, suponer que la mayor parte de los haikus con hosomi vengan motivados por una percepción táctil que incide directamente en las realidades de los polos. Sin embargo, hay también una minoría de haikus que notan relaciones de transferencia apelando al resto de sentidos, como por ejemplo:

El agua

de remojar los garbanzos.

Cantan las chicharras

Este haiku es excepcional porque, tras varias relecturas, vemos vibrar el agua del cuenco con el canto de las chicharras. La vibración de estos insectos, necesaria para el canto, se transfiere al agua y a los garbanzos. Los garbanzos también se moverán, pero a la autora, en este caso, le ha conmovido la fluidez del agua moviéndose al compás de las chicharras y la relación potentísima que el mundo establece entre ambos elementos. El mundo de este haiku se entreteje en una urdimbre de hosomi mecánico: el agente que se transfiere entre realidades es el movimiento.

 La bolsa del mandado

en el pasillo –

Los nanches2 de ayer

 2 nanche: Méx. Fruto de la especie Byrsonima crassifolia

 Concluyendo la entrada con este haiku, vemos que el hilo conductor de este haiku magistral es un hosomi olfativo: la bolsa se impregna del olor de los nanches. Es más, la relación entre ellos excede la dimensión del momento: el asombro motivado por el hosomi nanches-bolsa es fruto de un contacto que se sigue percibiendo el día de después. Poco más puedo aportar con este comentario a la genialidad del autor, dueño de una sensibilidad extraordinaria, salvo quizá el hecho de darle las gracias por permitirnos vivir estos momentos tan sumamente impactantes. Los recién neófitos podrán encontrarlo insignificante; para los restantes ―todos los haijines seremos siempre neófitos― no deja de ser un regalo para los sentidos.

(Los haikus seleccionados, en orden de aparición, pertenecen a Gorka Arellano, Idalberto Tamayo, Gorka Arellano, Mavi y Jorge Moreno).

Haibun 52

Haibun 52

Tarde de Reyes

Anoche llovió. Desde el amanecer el cielo cubierto de nubes acentúa la sensación de frío. Esta tarde, junto al mar, un débil círculo de luz se desplaza hacia el oeste.

En el espigón dos siluetas erguidas. La más cercana al agua, alguien que pesca… la otra, un hombre acompañado de su perro. En el azul profundo del atardecer a las dos figuras les falta poco para rozar con su cabeza la línea del horizonte.

Casi es la hora de que lleguen los Reyes Magos. En esta parte de la bahía nadie parece esperarlos. Gente que pasea tranquilamente a sus perros por la playa. Una paloma que vuela de la arena hasta la rama sin hojas del árbol paraíso. En uno de los bancos de madera dos mujeres mayores sentadas muy juntas charlan animadamente.

-Abrazar el amor…, dice una de ellas.
-Abrazar el amor y saber que no somos tan diferentes… -oigo al pasar.

Sin pizca de viento, hasta el mar parece estar en silencio.

Al otro lado, en el puerto, van juntándose cada vez más niños con los fanalets de reis* encendidos para recibirlos. Ilusionados, expectantes, algunos asustados por el bullicio de la fiesta y el movimiento. En este pueblo los Reyes llegan en barca.

Comienzan a aparecer tonos rojizos en el cielo, en el mar… en este mar sereno del atardecer.

Una y otra vez mis pensamientos van hacia la noticia que he recibido hoy. Se ha ido un amigo de la juventud. Hace muchos años que no le veía. La última vez que coincidimos fue en el 2012. Nuestros caminos hacía tiempo que se habían separado.

Siguen los hombres erguidos en el espigón. En el horizonte una franja blanca de luz contrasta con  el azul noche que nos envuelve.

Junto a una mujer cruzan tres niños. Llevan farolillos en la mano y los ojos muy grandes.

Para que la espera sea más dulce los invitan a chocolate caliente y melindros**.

Mar en calma.
La pareja de abuelos
arrastra el paso

M.Ángeles Millán “Hikari”
Palamós (Girona)

* fanalets de Reis: farolillos de Reyes

** melindro: bizcocho de soletilla

De Nochebuena a Reyes

Navidad
Las orquídeas rosadas
detrás del humo.

Jorge Braulio Rodríguez

 

Flores de Pascua.
Nadie a quien regalar
–dice el anciano

Mari Ángels Millán “Hikari”

 

La nochebuena;
una luz en la mesita
por los que no están

Xaro Ortolá

 

El año nuevo.
Vuela un zorzal por los
olivos arrancados.

Gorka Arellano

 

Navidad;
en el tendal unas gotas
llenas de sol

María Jesús Pérez

 

noche de lluvia –
el llanto de un cachorro…
después de Reyes

Mirta Gili

 

Víspera de navidad
En el umbral de la iglesia
duerme un mendigo

Idalberto Tamayo

 

Suenan campanas.
Sobre el pueblo nevado
cientos de estrellas

Piluca Carmona

 

El vaho que echan
los auroros cantando.
Sol de Año Nuevo

Mavi Porras

 

Nieve en la sierra.
Trabado en el tejado
un globo de Reyes.

Roxana Dávila

 

noche de fin de año –
dos babosas subiendo
por la leñera

José Luis Vicent

 

Nochevieja.
La perra mira al niño
comer las uvas.

Marga Alcalá

 

Los trinos
en la Fuente Garcíez –
Mañana de Año Nuevo

Juan Francisco Ramos

 

el sonido de la hojarasca
al cruzar la calle –
brisa de Navidad

Israel López Balan

 

Una tras otra
las montañas nevadas.
Luz de año nuevo

Rubén Marín Salvador

 

fin de año-
el graznido de una corneja
bajo la lluvia

Luis Herrero

 

Día de Reyes.
Las yerbas de los Monegros
escarchadas

Mercedes Pérez

 

Nochebuena…
También rumor del viento
entre los pinos

María Isabel Vidal

 

Luz del ocaso.
El abrazo de la abuela
en Navidad

Robert Rodríguez

 

Any Nou –
cauen de les branques
gotes de boira

Año Nuevo –
caen de las ramas
gotas de niebla

Joan Anton Mencos

 

se acerca el solsticio –
el frío en el arañazo
del cardo santo

Jorge Moreno Bulbarela

 

Atardecer –
El canturrear del mendigo
en Navidad.

Javier Sánchez

 

año nuevo,
gotea en el poyete
la Flor de Pascua

Elías Rovira

 

Nochebuena
con gotas de rocío
el pan casero.

Bibi Gibb

 

Año nuevo;
mientras crepita la leña
hablan de los ausentes.

Manuel Díez Orzas

 

(senryû)

Ya reunidos
junto al árbol de navidad.
Pedo del perro

Rodolfo Langer

El tiempo de los dioses

Comienza un año nuevo y renace, contra toda esperanza, el sueño mítico: la armonía de cielo y tierra evocada por Shiki en un célebre haiku. Recordamos la palabra creadora del Génesis, y recordamos la leyenda de Amaterasu: la diosa del sol, enfadada y temerosa de su propio hermano, se recluye en su cueva celeste, dejando al mundo sin calor y sin luz. Ochocientas divinidades fracasan en el intento de convencerla para que salga de la cueva, hasta que Uzume, diosa de la alegría y del baile, inicia una danza lasciva que provoca el aplauso y las risas de los demás dioses. Picada por la curiosidad, Amaterasu entreabre la puerta de la cueva y ve su rostro en un espejo de bronce que habían colocado a la entrada, Deslumbrada por su propia luz, la diosa sale al exterior, los dioses cierran la puerta tras ella, y el sol vuelve a brillar sobre la tierra.

                El día de Año Nuevo ha generado todo un “corpus” poético en el calendario estacional del haiku.  Los poetas valoran el primer sueño -sobre todo, si se sueña con el Fuji o con un halcón-, expresan su alegría, su decepción o su sorpresa. A Yayû no le importa que la gente pise la nieve. Ichiku introduce una percepción sutilísima cuando dice: “día de Año Nuevo / qué lejos me parece / el día de ayer”. Sin embargo, Issa ve que el montón de basura parece el mismo, y Hôrô muestra su desencanto: “tanto esperar, ¿y qué?: / un día más…” El fin de año tiene un toque de quietud y de melancolía: Issa nos ofrece la estampa del gato sentado ahí, como uno más de la familia. Rotsû, el mendigo, expresa su soledad y desamparo, porque todos reciben regalos, pero nadie se acuerda de él.  Y Buson recuerda, nostálgico, al maestro: “se fue Bashô / y yo sigo inmaduro / y acaba el año” … Serenamente se celebra la sucesión de la estaciones -cerezo, cuco, luna y nieve- y se medita en la fugacidad de la vida.

                El tiempo mítico persiste y reaparece en una leyenda muy nuestra: la del monje y el pájaro. Un monje medita en el misterio de la eternidad y en la duración del paraíso, se dirige hacia el bosque y de pronto escucha el canto de un pájaro junto a una fuente, pierde la noción del tiempo -pasan 300 años- y saborea el tiempo sin tiempo del paraíso. Una versión sitúa la leyenda en el siglo X, protagonizada por Virila, monje del monasterio navarro de Leyre. En otra versión, el protagonista es el monje Dom Ero, fundador del monasterio pontevedrés de Armenteira, que después aparece en la Cantiga 103 de Alfonso X el Sabio. A este tema dedicó el sabio gallego Xosé Filgueira Valverde su tesis doctoral “Noción del tiempo y gozo eterno en la narrativa medieval”. Otras leyendas, como la de “Los siete durmientes de Éfeso” o la de “Margarita la tornera”, ahondan en el enigma del sueño del tiempo o en la amorosa suplantación que la Virgen María hace de la monja raptada.

                Y llegamos a la música, “esa misteriosa forma del tiempo” -como la define Borges en su “Poema de los dones”-. También en los tiempos sombríos es posible cantar. Y aquí está, como un regalo inmenso, en la incomparable voz de Mahalia Jackson, una canción que nos habla de que hay un tiempo para cada cosa, “The green leaves of Summer”, las hojas verdes del verano.

***

Enero 2024

CONSTRUIR

En luna llena,
lejos, unos ladridos.
Final de año.

 

DECONSTRUIR

El haiku que presento estos días finales del año tiene, como todos, una historia, es decir, unas circunstancias de composición. Fue una historia feliz porque acabó en haiku. Pero también tuvo otra historia infeliz porque fue el resultado de un haiku malogrado. O no. Cuento ambas historias.

Este haiku lo compuse hace cuatro o cinco días, un 24 o 25 de diciembre. Era la hora del crepúsculo, el momento mágico para componer haikus, entre dos luces, cuando, como casi todos los días, salgo a pasear cerca de mi casa, por caminos rurales bordeados de castaños y robles, en el Real de San Vicente donde paso estos días. En el trayecto de vuelta, ya de bajada, veía el disco luminoso de la luna elevarse por encima de la Cabeza del Oso. Pero el día en que compuse este haiku no salí de paseo para disfrutar viendo la luna, sino porque, por estas fechas y a esa hora en que llega la noche, casi siempre oigo el ulular del búho. Dicen que se trata del búho real, que habita por estos parajes. Y tenía la esperanza de que su canto lejano, lúgubre, uuuuhh, uuuhh, me sirviera para componer un buen haiku.

   Tal fue mi deseo durante el paseo de esa tarde. Pero esa tarde, casualmente, no oí al búho. Decepcionado, pensé:

Sale la luna,
Pero no canta el búho.
Final del año.

Menos, tal vez, poético, que el ulular del búho,  el ladrido de algún perro, muy lejano, sí que llegó a mis oídos esa tarde noche. ¿Cuál de los dos haikus os parece mejor, o menos malo? ¿Será cuestión de estéticas: es más hermoso el canto del búho que el ladrido de un perro? ¿O cuestión de lo que fue, lo que se oyó, comparado con lo que no se produjo (pero que podemos imaginar)?

    Los dos haikus, eso sí, expresan, sin saber yo muy bien porqué,  el misterio de la vida, la perplejidad de la conciencia humana ante el paso del tiempo.

    Un año más se acaba. Pero los perros siguen ladrando como si nada, los búhos siguen sin ulular cuando esperamos que lo hagan, la luna sigue saliendo. Y el haijin sigue columpiándose en diecisiete sílabas para lanzar su canto al aire.

   Ah, una nota publicitaria para algún lector que viva en Madrid o cercanías. Desde el 16 de enero del nuevo 2024, todos los martes, hasta mediados de agosto, imparto un curso presencial en Casa Asia de Madrid (información en la web de esta institución. Inscripciones abiertas hasta el 10 de enero). Se titula: «Poesía clásica y moderna de Japón». Y, ciertamente, habrá en él una sesión dedicada a esta extraña pasión nuestra: al haiku. Por esta razón, por su relación directa con nuestra pasión,  me tomo la libertad de mencionarlo aquí.

  Uno año rico en haikus deseo de todo corazón a los lectores de El Rincón.

Presentación. Enero 2024: Comenzar

Presentación

Hace 8 años atrás, apenas siendo una estudiante de japonés inicial, descargaba de un sitio sospechoso El monje desnudo de Taneda Santôka. Me acuerdo que lo leí completo una madrugada de enero en la que el calor no cedía. Después de esa lectura de un tirón y en caliente, iba y volvía entre los haikus: buscaba los kanjis que entendía, arriesgaba traducciones novatas y creaba hipótesis con los dobles sentidos que se originaban entre la falta de corte del verso y los kanas. Es cierto, que castellano de esa traducción no era el mío. Muchas veces necesitaba recomponer la traducción a mi español argentino, incluso al de mi provincia natal, Santiago del Estero, donde conjugamos en otro tiempo verbal y, a veces, usamos algunas palabras en dialecto. Así, el ejercicio de “traducir” haiku, de deslizar los sentidos entre lenguas y ensayar hipótesis que destejan el universo simbólico japonés ha estado conducido principalmente por los haikus de Santôka.

Esta columna está dirigida a un público de habla hispana en general. Sin embargo, lo que quiero expresar con las palabras anteriores es que algunas traducciones pueden sonar extrañas. Cuando interpreto y hago el pasaje de una lengua a otra, me permito ciertas libertades con la intención de capturar el efecto haiku o, parcialmente, el mensaje de los fragmentos de diarios u otros escritos que quiero compartirles.

En el caso de los haikus, en particular, a veces los van encontrar acompañados con comentarios que no solo se relacionan con mi interpretación (una entre muchas posibles), sino también con la aclaración de algunos términos. No obstante, a aquellos que conozcan el japonés, los animo a intentar visualizar las imágenes desde la lengua original. Aunque puede que no cause el mismo impacto que en los corazones nativos, creo que en demora de la lectura. Una demora necesaria para imaginar una traducción instala un tiempo clave para ejercitarnos en el camino del haiku: dar precisión a los significados de las palabras, a veces difuminarlos, poner en juego nuestra intuición, captar posibles desvíos de sentido, pero siempre bajo un trazo conectado con un sentido más literal y determinado por ciertos contextos, entre otras tareas. Estas configuran la imaginación poética necesaria para acercarnos al universo poético de cada haijin y, a su vez, reencontrarnos con el propio. Leer haikus no es simplemente un camino de ida hacia el universo del haiku en japonés, sino más bien un camino de vuelta hacia la reconfiguración de nuestra imaginación sobre él.

Dicho esto, con esta columna quiero presentarles y comentar traducciones de haikus inéditos, así como también editados, y ofrecer fragmentos de los diarios y algunos ensayos de Santôka. Creo que desde las primeras traducciones de Vicente Haya, con las antologías El monje desnudo y Saborear el agua, Santôka se ha vuelto uno de los poetas del haiku más admirados, tanto por lectores experimentados como por aquellos menos familiarizados. Poeta y monje zen, que viajaba a pie por Japón, recuerda un poco al maestro Bashô, pero a su vez sus haikus expresan su carácter decadente y desprolijo, características que lo volvieron muy atractivo en los últimos años. Sin embargo, en esta columna quiero ofrecerles una figura de Santôka más amplia a través de traducciones y comentarios. Sabemos que fue monje zen, pero le parecía una hipocresía serlo, y fue arrestado muchas veces por no parecerlo. Sabemos que bebía sake a la luz de la luna de otoño, pero no sabemos realmente que era un alcohólico. Sabemos que fue un gran admirador de las sutilezas de los caminos, pero tal vez no sepa que era profundamente crítico con la sociedad y los efectos de la guerra. Sabemos que pregonaba los ideales de estar en armonía con la naturaleza, pero desconocemos el malestar existencial que motorizaba la travesía de este poeta que caminó sin destino y sin fin casi hasta su muerte.

Ir sin fin se trata de un viaje que durará un año pero que no tiene ningún fin ni destino. No buscaré la rectilínea coherencia sino explorar recovecos, tocar las paredes de los callejones sin salida y perderme en los laberintos de la lectura del haiku. Quisiera con esto responder a la búsqueda de Santôka: viajar como él viaja, vagando de aquí allá liberada de las obligaciones que corresponden a la demostración de una hipótesis.

Junto con los lectores, quisiera que, al igual que Santôka, nos expongamos a la intemperie de la naturaleza, que en nuestro caso es la naturaleza de otra lengua. Para mí, esto implica ir sin fin: reflexionar, deconstruir y reconstruir la escritura de Santôka desde lugares alternativos, pero no menos críticos, con traducciones cuestionables, pero no menos dedicadas. Esta columna busca conciliar una investigación extensa con mi propio entusiasmo poético.

Enero 2024

Verano
Córdoba, Argentina

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「...道は前にある、まっすぐに行こう、まっすぐに行こう。」

michi wa mae ni aru, massugu ni ikou, massugu ni ikou.

El camino está por delante, ve recto, ve recto.

La ilusión del comienzo es puramente antrópica. Iniciamos el año porque dividimos el tiempo en porciones de meses que organizan las variaciones climáticas o, alternativamente, en los ciclos lunares y la llegada de un nuevo animal que, se cree, marca la tendencia cósmica. Empezamos un viaje con un boleto de ida y lo finalizamos con uno de vuelta. Organizamos el tiempo más allá de la noche y el día. Sin embargo, ¿es posible comenzar a describir una poética desde el principio?

Cuando intentamos determinar la génesis de una forma poética o la poética (en términos de la creación poética) de un autor, siempre encontramos afirmaciones que parecen ser la “base” o “los principios” que desmienten cualquier otra que quiera reemplazarlas. Decir: aquí se escribió el primer haiku, aquí se convirtió el poeta, sería en vano. No solo sería inútil porque no podríamos verificarlo «a ciencia cierta», sino porque siempre otro acontecimiento se impondrá sobre el anterior.

Algo similar sucede con las críticas biográficas: las referencias a la trayectoria personal solo verificarían ciertos contextos de producción y, aunque una vida comienza y acaba, tiñe de matices la escritura. Suelen tener un carácter testimonial y, aunque pueden contribuir a la interpretación de la información del haiku, no influyen demasiado a la hora de determinar la fuerza poética de la escritura.

Entonces, si hay un comienzo, este se encuentra en media res, en el medio de toda la escritura. El subtítulo de la traducción que quiero compartir hoy da una idea general de esta forma de “comenzar”. El subtítulo es 「扉の言葉」 tobira no kotoba, “Palabras en la puerta de entrada”. Una interpretación rápida podría pensar que el texto que acompaña al subtítulo funciona como un prefacio. Sin embargo, creo que la interpretación debe dirigirse hacia otro lado. En primer lugar, porque este fragmento es extraído de en medio de sus diarios de febrero de 1933, pero también porque en lugar de funcionar como prefacio, el texto presenta una especie de ley vital. El breve texto inscribe los haikus de Santôka bajo dos ideas. Por un lado, la composición poética del haiku como camino, 俳句道haiku-do, donde se inscribe una ética: ir recto por el camino significa estar presente a cada paso. Ir por el camino que se tiene por delante sin punto de partida ni de llegada, un viaje sin auto-destinación sino determinado por la pura voluntad de ir, tal como escribe en la primera entrada de su segundo viaje en 1930:

9 de septiembre 1930.
De nuevo en marcha. Una vez más me doy cuenta de que en realidad no soy más que un monje mendigo. Así, comienzo otro viaje. Voy a caminar tanto como pueda, iré lo más lejos que pueda ir. (Santōka, 2003, p. 31)

Por otro lado, la del camino de la composición poética del haiku en un sentido material: el haiku que se hace al caminar, que se sirve de las sutilezas del entorno que acompañan ese tránsito. Esta es la poiesis de Santôka: la hierba al borde del camino, la alondra que canta al alba, las flores y luciérnagas que anticipan la llegada a un pueblo o ciudad, o el cielo que deviene su compañero de viaje.

*Camino
Palabras en la puerta de entrada

Hace mucho tiempo, mientras mendigaba en la región de Hyuga, me sucedió algo extraño. Era una tarde soleada de otoño, me habían invitado una comida humilde en una taberna de las afueras de una ciudad. Me había levantado el ánimo pero seguía hambriento así que caminé en dirección a mí posada. De improviso un hombre se detuvo frente a mí: parecía de mediana edad, era delgado y pálido. Su rostro me pareció algo nervioso.

— ¿Eres un monje zen? … Dime ¿dónde está mi camino? —

— El camino está frente a ti, camina recto. —

No sé si me estaba probando con una pregunta en el camino, pero de todos modos, parecía satisfecho con mi respuesta inmediata, así que seguí por el camino que estaba frente de él.

“El camino está delante, ve recto.”  Esta es mi creencia. No tengo la habilidad para verificarla, pero creo que esta frase sugiere un sentido que tiene algo de cierto-

Creo que el camino de composición del haiku es igual relevante que la composición como un camino. Los elementos necesarios para un haiku están en todas partes, la clave está en cómo capturarlos. En otras palabras, se trata de cuánto y cómo puedes apreciar la naturaleza. La expresión del estilo, la composición de las circunstancias del haiku, la aparición de patrones formales y los cortes del verso dependen de esta capacidad.

“La mente en calma es el camino”, abogaba el monje Jôshû Jûshin. El viejo Buda Sakyamuni proclamaba: “Cuando sirvan té, toma té; cuando sirvan arroz, come arroz”. Por supuesto, esto se entiende a través de la lógica conceptual de: “La montaña no es montaña, el agua no es agua” que vale tanto como “La montaña es una montaña, el agua es agua”. Una hierba es simplemente una hierba, y eso es la budeidad. ¡Saludo al Buda de la hierba!

El camino no es buscar lo extraordinario, sino practicar lo ordinario. Del aprendizaje gradual viene la trascendencia directa. Al saltar de la matriz nos hundimos en la profunda contemplación.

En fin pulir un verso es pulir el ser humano, el resplandor de un humano se convierte en el resplandor de un verso. Sin el humano no hay camino, sin el camino no hay humano.

El camino está frente a ti, ve recto, ve recto.

*Entrada 389 del sexto volumen de Gyokotsu no nikki, fechado el 28 de febrero de 1933

Referencias

Santôka (19 de mayo 2008) 道〔扉の言葉〕[Camino: palabras en la puerta de entrada].  Aozora Bunko. Recuperado de: https://www.aozora.gr.jp/cards/000146/files/48262_31577.html La traducción es nuestra.

Santôka (2003). For all my walking. Free-verse Haiku of Taneda Santōka with Exerpts from His Diary [Introducción y traducción de Burton Watson]. New York: Columbia University Press. La traducción es nuestra y ha sido cotejada con el original en japonés.